Muchos sevillanos desconocen aún la infame imagen de una cárcel flotante que lució el puerto de su ciudad durante los primeros cuatro meses posteriores al levantamiento militar. Se trata del vapor que la Naviera Ybarra puso a disposición de los sublevados durante el golpe de estado de julio de 1936. El buque Cabo Carvoeiro fue puesto a disposición de los golpistas, para ser convertido en prisión ante la necesidad de improvisar recintos carcelarios debido a las detenciones masivas que los franquistas realizaron. Ante esa “necesidad”, este buque se transformó en cárcel flotante y se ubicó en el puerto de Sevilla. Por el vapor-presidio pasaron cientos de republicanos, muchos de ellos lo visitaron poco antes de ser fusilados, basándose en la aplicación del “Bando de Guerra”.

A pesar de no ser un hecho muy conocido de la crueldad franquista, todavía en la memoria de las familias de las víctimas se mantiene, conociéndose como “el barco de la muerte”.

Construido en los astilleros ingleses de Newcastle

Se tiene noticia de que el 3 de diciembre de 1936 el diario ABC informaba de nuevos donantes a la causa del Pro Ejército Salvador de España. En esta noticia se señalaba que, el capitán, la oficialidad y la tripulación del buque Cabo Carvoeiro colaboraban con 300 pesetas. El vapor, de unas 2.000 toneladas, fue construido en los astilleros ingleses de Newcastle. Su nombre se debía al cabo portugués situado en la costa lusa de Peniche. La naviera Ybarra, propietaria del barco desde 1909, lo empleaba para el transporte de carbón y cemento.

El Cabo Carvoeiro, nada más llegar al Puerto de Sevilla, se transformó en una extensión de la Prisión Provincial de Sevilla.

Por qué llamado “el barco de la muerte

La siniestra denominación de “el barco de la muerte” se atribuye al hecho de quequienes tenían la desgracia de entrar allí, en su inmensa mayoría, solo lo abandonaban para un triste final: el piquete de ejecución. Todo apunta a que el vapor de la todopoderosa familia Ybarra arribó a Sevillajusto unas horas antes de que los golpistas tomaran la capital. La represión de Queipo de Llano con un número de detenidos altísimo, provocó que fuera imposible ubicarlos en la nueva prisión de Ranilla por falta de espacio. Ello hizo necesario buscar más lugares como prisiones. En realidad, Sevilla, se convirtió en una inmensa cárcel repleta de republicanos y sospechosos de no ser afines a las tropas franquistas.
En la red de espacios ideada por Queipo de Llano, se desarrolló un verdadero plan de exterminio. Entre estos sitios se encontraba la cárcel de Ranilla, hoy desaparecida, el barco Carvoeiro, la sala Variedades, el cine Jáuregui, los sótanos de la Plaza de España o la comisaría de vigilancia de Jesús del Gran Poder, por donde pasaban todos los presos antes de ser fusilados en las tapias del cementerio de San Fernando.

Invertir en represión”

Rafael López Fernández y Ana Sánchez-Barriga Moró, narran en el trabajo ‘Lugares de la memoria. Golpe militar, resistencia y represión en Sevilla’, cómoen 1936, la actuación de los fascistas armados no solo se aplicó para retirar a sus adversarios de la calle deteniéndolos. Señalan ambos autores que en Sevilla “los centros de detención terminaron convirtiéndose en checas, chupaderos, de cientos de personas de la ciudad, la provincia y otros lugares cercanos. La negra chimenea, con las letras a y ven blanco entrecruzadas, distintivo de la compañía, se convirtió en uno de los referentes visuales más temidos por quienes se acercaban a él para llevar comida y ropa a sus familiares. Un lugar que se ha mantenido, como tantos otros, oculto durante décadas y sometido a las políticas de silencio y amnesia hasta el punto de que hoy resulta difícil establecer el número de presos que pasaron por él, las fechas exactas de utilización del buque como prisión e, incluso, los lugares en los que estuvo surto”.

Existen documentos que avalarían que el 28 de julio ya se utilizaba el buque Carvoeiro como anexo de la Prisión Provincial de Sevilla. De la misma manera se sabe que su conclusión como prisión aconteció el 8 de diciembre de 1936. Es decir, estuvo operativo como cruel presidio más de cuatro meses, en concreto134 días. Estuvo custodiado todo ese tiempo por unidades militares, pero su funcionamiento dependía de la dirección de la cárcel de Ranilla, siendo uno de sus funcionarios, el oficial Santiago Montero, el jefe de este barco-prisión.

Borrar la humanidad del adversario

Además de sevillanos de la capital, se cree que también estuvieron recluidos vecinos de Camas, Salteras, Castilleja de Guzmán, Olivares, Castilleja de la Cuesta, Valencina, Umbrete, Bollullos de la Mitación, Mairena del Aljarafe, San Juan de Aznalfarache, Palomares y Coria del Río. También de otros pueblos de la vega del Guadalquivir y de la campiña sur, así como de Huelva y de Badajoz. Las condiciones eran pésimas. Un calor asfixiante en el interior de la bodega (en realidad una enorme chapa de hierro recalentada por el rigor del estío hispalense) se juntaba con el hacinamiento, el hambre y la falta de alimentación y en unas condiciones de falta absoluta de higiene. Toda una tortura antes de ser llevados, muchos de ellos, ante el piquete de fusilamiento. El objetivo era el que perseguía la cruel represión, eliminar la personalidad del preso y aniquilarlo anímicamente.

Prohibidas las visitas de las familias

Para tener una ligera idea de las altas temperaturas que tenían que soportar, tengamos en cuenta que, en ocasiones, los prisioneros permanecían encerrados con las escotillas de cubierta cerradas por razones de “seguridad”. A ello le unimos que los familiares tenían prohibido el acceso al barco con lo cual, los esporádicos encuentros se realizaban a voces desde el muelle y mediante señales. El acceso solo se le permitía a los niños y niñas -en caso de que quisieran los guardianes- De esa manera eran los menores quienes podían proporcionar a los presos vituallas y traer, escondidas entre la ropa sucia, cartas para la familia. También fueron esos niños los únicos testigos de ese espacio en el que se percibía el pánico a los traslados junto al miedo a ser fusilado en las horas siguientes.

500 reclusos diarios

Algunas fuentes históricas señalan que desde el 28 de julio al 8 de diciembre de 1936, tuvo una afluencia de hasta 500 reclusos diarios. Sin juicio, ni cargos descritos, los acusados ingresaban en esta cárcel, cuyo funcionamiento se coordinaba con la prisión provincial de Sevilla, conocida como Ranilla, gracias a la mano férrea de soldados y militares que la custodiaban. Según iban saliendo presos del barco, nuevos reclusos los sustituían. Un gran número de los reos fueron obligados a dejar el barco para ser fusilados en los distintos lugares de la muerte que se instalaron en la capital andaluza.

Servicios prestados por la familia Ybarra

Aquel hacinamiento en las bodegas hacía que los presos tuvieran escasamente un metro y medio por cabeza como espacio, lo que desencadenó toda clase de enfermedades. A ello se unía una fuerte incertidumbre por la falta de juicios que desataba la histeria entre los presos. La compañía sevillana Ybarra cobró un alto precio por los servicios prestados a la sublevación. En 1940 tenía un cargo con el Estado de un millón y medio de pesetas. Esa deuda a la oligarquía andaluza de la Naviera Ybarra estaba “pendiente de percibir por servicios prestados al Estado” y casi doscientas cincuenta mil, correspondían a los costes del vapor Cabo Carvoeiro.

Tras su clausura como prisión, acogió a presos destinados como esclavos al campo de concentración de Guillena. En 1939, ya devuelto a la Compañía, estuvo de nuevo dedicado al transporte de mercancías. Finalmente, fue desguazado en Santander en 1962.

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