El exilio invisible: los españoles que se refugiaron del franquismo en Portugal, Gibraltar, Argelia o Marruecos.

Una exposición, titulada ‘Los caminos al exilio por el sur’, quiere recordar a los exiliados que no huyeron por la frontera franco-española

Por Raúl Solís. /2 de agosto de 2020

El socialista Miguel Domínguez Soler (Ayamonte, Huelva, 1910-1992) escribió un libro titulado ‘Ayamonte, 1936. Diario de un fugitivo’ en el que cuenta cómo huyó en un barquito de pescadores desde su pueblo hasta el municipio portugués de Tavira, cercano a esta localidad onubense, fronteriza con Portugal.

Al llegar, cuenta en el libro que se encontró con una “solidaridad inesperada” que nada tenía que ver con el tratamiento oficial que el dictador Salazar, primer régimen que reconoció al franquismo, brindó a los exiliados españoles que quisieron esconder en el país luso.

Domínguez anduvo tres años deambulando por diferentes ciudades portuguesas, escondiéndose del régimen salazarista que podía devolverlo a España. Este andaluz fue uno de los más de los españoles que acabaron cruzando el Estrecho de Gibraltar para refugiarse del franquismo en Marruecos, donde conoció a su esposa, Abouch Mohaiti Gaugui, no regresando a España hasta 1983, con la democracia ya consolidada.

La extremeña Quiteria Carballo, nacida en 1918 en el municipo pacense de Jerez de los Caballeros y fallecida en 2006, salió huyendo en 1936, junto con sus hermanos, a Portugal cuando la Columna de la Muerte, comandada por el General Yagüe, entró en su pueblo para aniquilar a los defensores de la democracia.

Quiteria, de militancia comunista, embarcó en un buque, junto con otros exiliados que habían cruzado la frontera desde Huelva, Badajoz, Cáceres o Salamanca, con destino a la Tarragona republicana. De Cataluña regresó a Extremadura y tras acabar la guerra fue encarcelada en la cárcel de Mérida, condenada a 10 años de prisión, que cumpliría en diversas cárceles del País Vasco.

No fueron pocos los republicanos que vivían en la Raya que huyeron a Portugal desde el mismo julio de 1936, al contrario que el exilio que huyó por Francia, que lo hizo en 1939 al terminar la guerra. “Hay una generalización cuando se habla del exilio que explica que todo los exiliados salieron por el mismo sitio y en el mismo año. Mire usted, pues no, cada zona tiene sus características y existió un exilio del sur que no se fue a Francia, sino a Portugal, Marruecos o Gibraltar desde el mismo momento que estalló el Golpe de Estado en 1936”, explica Cecilio Gordillo, del grupo de trabajo ‘Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía’ del sindicato CGT.

‘Los caminos al exilio por el sur’ es el título de una exposición que será presentada brevemente en Ceuta y que surge como “cabreo” que tiene Cecilio Gordillo cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores de España homenajea a los exiliados republicanos en Europa, olvidándose de los exiliados del sur que lo hicieron por otras vías.

Un campo de refugiados “alucinante”

A pesar de que los exiliados que se iban a Portugal eran devueltos, hubo una situación “alucinante” en el pueblo luso de Barrancos, limítrofe con las localidades pacenses de Oliva de la Frontera y Valencia del Monbuey y con el pueblo onubense de Encinasola, donde se llegó a instalar un campo de refugiados con capacidad para unas 2.000 personas gracias a la humanidad y empatía de un guardia de la frontera que se animó a proteger a los republicanos españoles.

De Barranco fueron luego llevados hasta Lisboa y, en barco, fueron depositados en Tarragona, dando la vuelta a la Península. Muchos de ellos salieron al exilio”, afirma Gordillo, una de las figuras más influyentes y dinámicas del movimiento memorialista de Andalucía.

El sevillano Manuel Ramírez Castillo, albañil de profesión y militante anarquista, participó en la defensa de Sevilla de las garras del genocida Queipo de Llano y, tras caer la capital andaluza en manos del fascismo, huyó hasta Málaga, donde se montó en un barco que lo llevo hasta Orán, ciudad del norte de Argelia, donde fue nuevamente detenido. Consiguió salir alistándose en la Legión, lo que le permitió regresar en los años 40 a Sevilla para participar activamente en la reconstrucción de la CNT.

Especialmente numerosa fue la llegada del andaluces a ciudades marroquíes como Tánger, entonces ciudad internacional, desde pueblos costeros de Almería o Granada en barcos pesqueros. Desde Larache, entonces colonia española, muchos republicanos huyeron hasta Casablanca. Muchos melillenses se refugiaron en Argelia, a 30 kilómetros de su ciudad. Uno de los últimos barcos que salió desde Alicante fue con dirección a la ciudad argelina de Orán, donde llegaron alrededor de 10.000 republicanos. No pocos republicanos del Campo de Gibraltar se refugiaron también en el Peñón, de soberanía británica.

“No es lo mismo hacer homenajes de la pérdida de la guerra, que tuvo lugar en 1939, que del exiilio, que no todo salió por la frontera franco-española”, sentencia Cecilio Gordillo, el impulsor de esta exposición que espera recorrer muchas ciudades y pueblos para refrescar la memoria de lo exiliados. Coronavirus mediante.

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