El macabro experimento que los nazis perpetraron en España a espaldas de Franco.

Un documental desvela que la ‘Luftwaffe’ bombardeó cuatro pueblos de Castellón para probar sus nuevos bombarderos en picado, los Junker Ju 87

Fue dirigido por Wolfram von Richthofen, pero uno de los máximos jerarcas nazis, Hermann Göring, sabía al respecto

Periodista Digital  / actualizado: 17 Abr 2020 – 07:03 CET

Los pilotos pertenecían a la Legión Cóndor, enviada por Hitler para ayudar a Franco

En plena Guerra Civil, y con el frente aún lejos, los habitantes de cuatro diminutos pueblos de Castellón ven aparecer tres aviones en el horizonte.

Algunos niños salen a saludar, los adultos los miran con inocencia y curiosidad.

Pero los aviones maniobran, caen en picado y bombardean casas e iglesias.

Matan a 38 vecinos. Nunca se supo quién fue el responsable. Hasta ahora.

La productora esañola ‘SUICAfilms’ ha logrado sacar a la luz una serie de bombardeos sobre cuatro pueblos de Castellón en los que participaron de forma secreta.

Los alemanes se tomaron muchas molestias en documentar aquel bombardeo del que no informaron a nadie. Las fotos son la clave del misterio.

Los habitantes de Benassal, Ares, Albocàsser y Vilar de Canes sabrán por fin que fueron víctimas de un experimento nazi.

Los pilotos pertenecían a la Legión Cóndor, enviada por Hitler para ayudar a Franco. Fijaron su base en la Sènia.

Bombardeaban por la mañana y pasaban la tarde bebiendo cerveza en la playa de Peñíscola.

Era mayo del 38 y acababan de recibir los tres primeros modelos del Junkers 87A, conocido como Stuka. Los prototipos entraron en España en secreto y debían calibrar si aguantarían una nueva bomba de 500 kilos, el doble de las lanzadas hasta entonces.

El mortífero éxito del experimento fue determinante en la decisión alemana de construir en masa el Stuka para arrasar con él Europa en la todavía insospechada II Guerra Mundial.

La ayuda de la Alemania nazi al franquismo se materializó poco después del levantamiento del 18 de julio de 1936.

Y lo hizo a pesar de que, cuando Adolf Hitler escuchó a los emisarios españoles afirmar que habían comenzado la contienda sin contar con aviones de transporte ni cazas, no pudo evitar espetarles con desprecio la siguiente crítica:

«Esta no es forma de comenzar una guerra». Sin embargo, el pavor que sentía el «Führer» ante la idea de que «los volcheviques» se hiciesen con el poder en la Península y extendiesen sus tentáculos por Francia en los años siguientes, le terminó convenciendo. ¿Qué eran unos pocos aeroplanos a cambio de contener a la marea comunista?

El mismo Hitler así lo dejó claro en una misiva que envió al embajador alemán en Londres, Joachim von Ribbentrop.

«Alemania no debe bajo ninguna circunstancia aceptar una España comunista. Como nacionalsocialistas tenemos el deber de hacer todo lo posible para evitarlo (…). Si realmente logran crear una España comunista, entonces, tal como está la situación en Francia, será sólo cuestión de poco tiempo el triunfo del bolchevismo en este país, y en ese caso ya puede Alemania «despedirse».

Enclavados entre un poderoso bloque soviético al Este y un fuerte bloque comunista hispano-francés al Oeste, apenas podríamos defendernos si a Moscú se le ocurriese marchar contra Alemania».

«[A aquel primer Stuka] se le asignó el número militar de serie 29-I y, pilotado por el Unoff Hermann Beuer, quedó adscrito al VJ/88, la Staffel experimental del ala de caza de la Legión Cóndor», se desvela en la obra de «Osprey». Al parecer, este aeroplano seguía en Vitoria unos cinco meses después pero, «siempre rodeado del más absoluto secreto, se supone que fue embarcado de vuelta al Reich». Quizá aquel prototipo era demasiado joven todavía para surcar los cielos.

Sin embargo, poco después arribó a nuestro país un nuevo cargamento de Junkers Ju-87 algo más perfeccionados, aunque todavía en fase de pruebas.

«A mediados de enero de 1938, tres Ju 87A-1 llegaron a Vitoria, […] se les asignaron los códigos 29-2, 3 y 4». Estos fueron los aeroplanos que, posteriormente, bombardearían en secreto los pueblos de Castellón y que, a la postre, acabarían llevándose al otro mundo a un total de 38 españoles.

¿Por qué eran tan letales estos aeroplanos con forma de gaviota? Tal y como explica a ABC el director y guionista de «Experimento Stuka», Rafa Molés, por su innovadora forma de destrozar posiciones enemigas:

«Estos aviones eran sumamente útiles porque, lanzándose en picado, podían arrojar una bomba en un punto concreto que cortara una estación o una vía de tren, o destruyera una batería antiaérea».

No le falta razón. El «modus operandi» de este aeroplano era revolucionario para la época: el piloto se lanzaba en vertical contra su objetivo y, cuando estaba lo suficientemente cerca del suelo, dejaba caer un explosivo de 250 kilogramos. La precisión, debido a la cercanía con la tierra, era milimétrica.

«Con sus características alas de gaviota invertidas, podían lanzarse casi en vertical a una velocidad de cerca de 600 kilómetros por hora desde una altura de 15.000 pies»,

afirma Josua Levine en «Dunkerque».

Por si fuera poco, los nazis abrieron camino, con este aeroplano, a la guerra psicológica.

«El avión no solo era letal, también aterrorizaba a sus enemigos gracias a unas sirenas que llevaba enganchadas en las ruedas y que sonaban con estruendo cuando se lanzaban en picado. Hacían el mítico sonido que todos tenemos asociado a los bombardeos».

En todo caso, el director afirma también que, atendiendo a las investigaciones que han llevado a cabo, los cuatro primeros Stukas que arribaron a nuestra Península carecían de sirenas debido a que eran todavía unos prototipos.

«Uno de los objetivos del experimento era determinar si este avión podía llevar una bomba mucho más grande (500 kilos) de aquella que podía transportar atendiendo a su diseño (250 kilos). Para ello, dejaron en tierra al copiloto y redujeron el combustible. Eso implicaba muchas cosas. Implicaba que necesitaban un campo de pruebas que estuviera cerca de la base y que no tuviera defensas.

Sobre esta base, los mandos alemanes establecieron que lo idóneo era bombardear cuatro pueblos que se hallaban en las cercanías de La Sénia (Tarragona). Una zona en la que residía, allá por mayo de 1938, parte de la Legión Cóndor. «Los Stukas habían llegado un mes y medio antes, y los alemanes tenían miedo de que Alemania se los llevase, así que decidieron probarlos antes», completa el director. Así pues, en mayo se establecieron como objetivos Benassal, Albocàsser, Ares del Maestre y Vilar de Canes (todos ellos, en Castellón).

«Fue una acción totalmente independiente dentro de los planes de experimentación con aviones dirigidos por Wolfram von Richthofen, el sobrino del «Barón Rojo». En sus diarios, el oficial afirma que va a experimentar con diferentes tácticas y armamentos sobre estos pueblos. Desvela que es un experimento con bombas fraccionarias e incendiarias».

A espaldas de Franco

No obstante, estos ataques planteaban un problema a los germanos: tras la tragedia de Guernica, Francisco Franco había prohibido a los nazis bombardear a la población civil.

«Los alemanes no le hicieron ningún caso. Ellos tenían sus órdenes y se olvidaron de las normas franquistas. Después de investigar, hemos constatado que esta era una práctica habitual. De hecho, los nazis influían en el desarrollo de las operaciones para poder probar sus armas. Solicitaban a los mandos españoles que atacasen una u otra posición atendiendo al terreno que mejor les servía. Intentaron influir en la Guerra Civil en su beneficio, y así se puede ver en los diarios de Wolfram von Richthofen»,

Sabedores de que les traería problemas con los mandos franquistas, los nazis camuflaron el ataque y lo llevaron a cabo durante uno de los avances más destacados de la Guerra Civil (en la batalla de Teruel). Mayo se convirtió así en uno de los meses más negros de la contienda. Y es que, ese fue el mes en el que los tres Stukas llegados desde Alemania soltaron su letal carga sobre Castellón y acabaron con la vida de 38 españoles. Hombres, mujeres y niños que, en su mayoría, se habían mantenido ajenos al enfrentamiento y que, en palabras del director, jamás habían visto con sus propios ojos un avión.

Por si fuera poco, estos experimentos incluyeron volar inmuebles en los que se congregaba una gran cantidad de población.

Los bombardeos, a pesar de haber acabado con casi cuatro decenas de españoles, no provocaron ninguna controversia en el mando franquista. Y todo ello, a pesar de que los germanos se habían pasado la norma impuesta por Franco por el arco del triunfo.

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