En memoria de José Sánchez Castillo, y su hija Carmen, la lucha de una familia por reparar el nombre de un buen hombre, asesinado por el franquismo

En memoria de José Sánchez Castillo, y su hija Carmen, la lucha de una familia por reparar el nombre de un buen hombre, asesinado por el franquismo

Foro de la Memoria

Juan I. Pérez

12.12.2020 

elindependientedegranada.es

 
Este es un homenaje muy especial a José Sánchez Castillo, contable de la fábrica de orujo de Carbonell de Pinos Puente, fusilado en la tapia del cementerio de Granada el 25 de agosto de 1936, pero también a la incansable lucha de su familia, su hija Carmen y su nieto Mateo, por recuperar su memoria, saber la verdad de lo sucedido y lograr la reparación moral de un buen hombre. Su cadáver nunca apareció, pero, como la familia, queremos contribuir con este tributo a que su memoria permanezca para siempre.
 
Recordamos en ocho capítulos la vida y asesinato de José Sánchez Castillo, a través de tres generaciones, en un homenaje a un hombre ejemplar, como tantos que fueron asesinados por el fascismo, y también a la familia, en especial a su hija Carmen Sánchez Carreño y sus nietos, Maricarmen, María José, Mateo y Francisco Javier, por mantener viva la memoria del abuelo y su reparación.

(El reportaje incluye audios en los que María Andrade da voz a Carmen, fallecida en 2016, con algunos de sus recuerdos, que merecían ser narrados).

I. Mitin

Carmen, una niña de 9 años, acude con su padre al teatro de Pinos Puente en la primavera de 1936 para asistir a un mitin de Fernando de los Ríos, diputado socialista por Granada y ministro de Justicia, en una España convulsa por la insistencia de los fascistas en deslegitimar las elecciones tras la victoria del Frente Popular.

La niña observa sentada junto a su padre, con los ojos abiertos como platos, el fervor que levanta cada proclama del ministro republicano, que jalea el público que abarrota el teatro

La niña observa sentada junto a su padre, con los ojos abiertos como platos, el fervor que levanta cada proclama del ministro republicano, que jalea el público que abarrota el teatro.

– “¡Has visto, has visto! ¡Mira qué bien habla este hombre! ¡Has visto tú qué bien habla!”, le decía su padre

El padre se llama José Sánchez Castillo, contable de la fábrica de orujo de Carbonell, casado con Carmen Carreño Berruguilla. La niña es Carmen Sánchez Carreño, la menor de sus tres hermanos: Pepe, Antonio y Lola.

La relación entre padre e hija es tan estrecha que la pequeña de la familia –sus tres hermanos son mucho mayores que ella- suele acompañarlo a casi todos sitios, incluida la Casa del Pueblo, pero aquel mitin resulta una experiencia inolvidable, como todo lo que vendrá después…

A la vuelta del mitin, la madre se lleva un disgusto y reprocha al marido que haya llevado a Carmen al acto político:

-“¿Para qué tienes que llevar a la niña a eso… a cosas de políticas…? ¡Tienes que llevar a la niña a eso, si fuera un niño vale! ¡Pero una niña!”.

-“¡Pues que vaya aprendiendo!”, contestó el marido.

II. Bondad

José Sánchez Castillo nació en Dílar en 1890, en una familia muy humilde. Cuando Carmen nació sus abuelos paternos, de Dílar, y maternos, de Málaga, ya habían fallecido.

El contable de la fábrica de orujo y aceites Carbonell de Pinos Puente, padre de cuatro hijos, es un hombre de izquierdas, acude frecuentemente a la Casa del Pueblo, y en la suya, donde recibe El Imparcial, tiene dos aparatos de radio, una foto de Pablo Iglesias y otra del Padre Manjón, donde estudió

El contable de la fábrica de orujo y aceites Carbonell de Pinos Puente, padre de cuatro hijos, es un hombre de izquierdas, acude frecuentemente a la Casa del Pueblo, y en la suya, donde recibe El Imparcial, tiene dos aparatos de radio, una foto de Pablo Iglesias y otra del Padre Manjón, donde estudió. Su mujer, muy católica, rodea la imagen del líder socialista con imágenes de cristos, vírgenes y santos, como La Inmaculada, el Cristo del Paño de Moclín, la Santa Cena, Santa Bárbara o San Antonio.

José Sánchez Castillo disfruta del reconocimiento de sus vecinos y de los empleados de la fábrica donde trabaja. Siempre dispuesto a ayudar a quien se lo pide, sin distinguir entre clases o ideologías. En su tiempo de ocio, escribe instancias a máquina a los señoricos del pueblo que, en agradecimiento, le regalan gallinas y hasta algún jamón, y enseña a leer y a escribir a quien se lo solicita.

En casa, refuerza la enseñanza de sus hijos y como lectura obligada, El Quijote, que comentan entre ellos, incluida Carmen, que a los 5 años ya sabía leer.

En casa, refuerza la enseñanza de sus hijos y como lectura obligada, El Quijote, que comentan entre ellos, incluida Carmen, que a los 5 años ya sabía leer

En 1936, el contable de la Carbonell es el mejor candidato a dirigir la fábrica, goza de una maravillosa reputación ganada por sus hechos, es apreciado por el vecindario y trabajadores de la empresa y ve crecer sanos a sus cuatros hijos.

II. Sublevación

Pero estalla la sublevación fascista el 18 de agosto de 1936. José Sánchez Castillo decide, entre una actitud de compromiso con la República e inocente, no ir a trabajar a la fábrica porque no estaba de acuerdo con el golpe de estado.

Su familia trata de suavizar la ausencia del padre en el trabajo. Su hijo Pepe acude a la fábrica y habla con el director: “Mire usted don Miguel, que mi padre no puede venir porque está malo en la cama”, a lo que le contestó: “¡Ay, eso no lo sabíamos nosotros! Pues ya está, que se mejore y cuando se ponga bien que venga, que tranquilamente, tranquilo”.

El padre acaba poniéndose enfermo, quizá por la angustia… y pasa tres días en la cama, entre la inquietud y la desesperanza. Llegan noticias de que le iban a detener, por una denuncia, de esas tan frecuentes entonces, sin base, ni fundamento, ni conciencia, ni moral, por parte de algún compañero que aspiraba a dirigir la fábrica

El padre acaba poniéndose enfermo, quizá por la angustia… y pasa tres días en la cama, entre la inquietud y la desesperanza. Llegan noticias de que le iban a detener, por una denuncia, de esas tan frecuentes entonces, sin base, ni fundamento, ni conciencia, ni moral, por parte de algún compañero que aspiraba a dirigir la fábrica.

Así que ante los serios indicios de persecución y represalias, toma la determinación de esconderse en los montes cercanos a Pinos Puente. Tenía 47 años. Su hijo Antonio, de 17, le sigue.

En la clandestinidad coincide con otros rojos del pueblo y de municipios cercanos de la Vega.

A pesar del riesgo, José baja todos los días del monte al mediodía, se introduce en el cobertizo de la casa de unos amigos y espera oculto a su hija pequeña. Carmen, que siempre recordó el calor de la mano de su padre cuando paseaban por Pinos en los buenos tiempos, se presenta a la misma hora con la comida que prepara su madre. Se sientan sobre unos aperos de labranza y comen. Besa a su hija y vuelve al monte con provisiones para su hijo Antonio.

La casa de los encuentros clandestinos entre padre e hija era de Pepe López, que tenía dos niñas de la edad de Carmen: Virginia y Conchita. Así nadie sospechaba porque la pequeña de la familia iba a jugar con sus dos amigas, aunque en realidad cumplía la misión secreta de llevar alimentos a su padre, y disfrutar de él, aunque fuera por un rato.

Pasan los días y Carmen cumple meticulosamente el plan establecido para proveer de comida al padre y pasar un momento con él. Pero en José comienza a calar la idea de regresar, animado por los mensaje tranquilizadores del dueño de la casa que sirve de encuentro y amigos que acuden a la vivienda familiar

Pasan los días y Carmen cumple meticulosamente el plan establecido para proveer de comida al padre y pasar un momento con él. Pero en José comienza a calar la idea de regresar, animado por los mensaje tranquilizadores del dueño de la casa que sirve de encuentro y amigos que acuden a la vivienda familiar: “Que no seas tonto, que te vengas, que no seas tonto, que tú no tienes delitos, ni has perseguido a nadie, ni has perseguido a curas ni a monjas, ni has prendido fuego a nada, que ha sido nada más… tu palabra, tus gestos, y ya está…”.

Así que se confía y decide a mediados de agosto regresar a su hogar, pero esta vez sin su hijo Antonio, que se queda en los montes, alistado en una de las milicias republicanas, en la que guerreará por toda España hasta que cayó herido en la batalla del Ebro, y volverá a Granada al acabar la contienda sin sufrir persecución.

IV. Detención

A la vuelta al hogar encuentra el sosiego y el cariño de los suyos. Pero apenas se prolonga la calma en el tiempo.

A los dos días de su vuelta, mientras duerme, la Guardia Civil llama a la puerta. Uno de ellos es el agente Prados, amigo de vinos en la taberna de Pinos, que toma la palabra:

-“ Pero, ¿qué pasa Sánchez, que me han mandado que tienes que ir para… que te quieren hacer unas preguntas en el Ayuntamiento?”, le dice casi sin creérselo

-“ Pero, ¿qué pasa Sánchez, que me han mandado que tienes que ir para… que te quieren hacer unas preguntas en el Ayuntamiento?”, le dice casi sin creérselo.

Carmen lo observa, y ve a su padre ir sin esposas, fumando un cigarro con los guardias civiles, tan tranquilo.

Más tarde, la Guardia Civil regresa para decirle a la madre que su marido tenía que quedarse allí por la noche, en el Ayuntamiento.

Carmen, entonces, fue a llevarle leche ese día, al otro día el almuerzo, lo que repite a la siguiente mañana. Su padre, le tranquiliza:

-“Tú no te asustes, que mañana o pasado estoy en la casa, tú no te asustes”, y Carmen le responde que no estaba asustada.

– “Que le leas a tu madre el periódico, que se entere tu madre de todo lo que pasa en el mundo, que no dejes de leerle el periódico… y las novelillas esas que a ella le gustan, que le traen todas las semanas las hojillas”, que son de Genoveva de Brabante. “Que se las leas” porque era él el que se las leía. La madre no sabía leer, pese a los esfuerzos del marido, y no quería aprender porque decía que ella “ya lo tenía todo aprendido”.

Pero al tercer día, Carmen regresa como de costumbre con las viandas… pero su padre ya no estaba

Pero al tercer día, Carmen regresa como de costumbre con las viandas… pero su padre ya no estaba:

– “Mira niña, que tu padre se lo han llevado a la cárcel y está en Graná”, le dicen.

– “¿Y yo que hago?”, contesta la niña.

– “Vete a tu casa, que te lleves la comida, y se lo digas a tu madre y a tus hermanos y que estén al tanto, que está en Graná”, escucha atentamente la pequeña.

Y así lo hizo.

Por la tarde, cuando Pepe, el hijo mayor, regresa de trabajar de la fábrica de cementos de Sierra Elvira, donde es contable, como su padre, decide pedir permiso y llegar a la cárcel de Granada al día siguiente para preguntar por él

Por la tarde, cuando Pepe, el hijo mayor, regresa de trabajar de la fábrica de cementos de Sierra Elvira, donde es contable, como su padre, decide pedir permiso y llegar a la cárcel de Granada al día siguiente para preguntar por él

-“Mira, no tiene cargos ningunos”, contestan en la cárcel de Granada a Pepe ante sus requerimientos.

V. Crimen

El 25 de agosto de 1936 Carmen pasea con su prima por una calle de Pinos Puente, cerca de donde vive ella, y ve a un grupo de gente arremolinada que llora y se lamenta en la puerta de la casa de José Tentor Asensio, el relojero del pueblo, otro habitual de la Casa del Pueblo, y amigo de José Sánchez Castillo, a quien compra relojes de pulsera a su mujer, a sus hijos Antonio y Pepe, y hasta adquiere un reloj de pared.

Las niñas llegan a casa asustadas a casa, y comentan a la madre lo que acaban de ver. Su prima, tres años mayor que Carmen, explica a su tía que vienen muy sofocadas por lo que habían presenciado:

Aún no lo saben, pero ya les ha tocado. José Sánchez Castillo fue fusilado el mismo día que su amigo el relojero. Aquel día un total de 39 detenidos de la cárcel de Granada caen fusilados en la tapia del cementerio.

Casi todo el pueblo conoce aquella mañana que el contable de la fábrica de orujo fue fusilado junto al relojero, menos ellos. Porque vecinos de Pinos acuden a diario a la cárcel de Granada, para ver si sacan a alguno del pueblo. Y vieron salir un camión en el que reconocen en un grupo a Tentor y Sánchez Castillo.

Así que al regresar a Pinos Puente se dirigen a casa del relojero a informar a la familia.

“Esta mañana ha caído tu marido y Sánchez.” Y entre tanto dolor, se extrañan de que no han advertido sobrecogida a la familia del contable. “Pues mejor, si no se han enterado, mejor que no se enteren”, alguien apunta

“Esta mañana ha caído tu marido y Sánchez.” Y entre tanto dolor, se extrañan de que no han advertido sobrecogida a la familia del contable. “Pues mejor, si no se han enterado, mejor que no se enteren”, alguien apunta.

Ese episodio fue el que observaron Carmen y su prima, sin escucharles hablar.

La última imagen que se tiene del ilustrado hombre de izquierdas José Sánchez Castillo fue en el camión, junto a otros arrestados del pueblo, con el puño en alto, cantando la Internacional…como dieron fe vecinos del pueblo que lo vieron.

El hijo mayor, Pepe, acude todas las semanas a ver a su padre. Hasta que un día, el 29 de agosto, con toda la frialdad y sin detalles, le indican lo que había pasado. Nada le entregan de él. Ni ropa -le daban un mono en la cárcel para vestir-, ni el reloj, ni unas tijerillas que portaba cuando fue arrestado en el Ayuntamiento con las que, pese a que no acaban en punta sino redondeadas, le corta a su hija Carmen las uñitas por última vez, porque a ella le gusta tenerlas siempre bien cortadas.

Su padre, aquel último día en que ven, le dice: “¡Cómo se ve que llevo más de una semana sin cortarte las uñas!, ven acá que te corte las uñas, con estas no puedo mucho porque tienen las puntas redondas”.

VI. Silencio

Al mes del asesinato, un grupo de falangistas, con sus camisas azules, la boina y armados de fusiles, golpea la puerta de la casa. La madre, les grita: “Criminales, criminales, a mi casa no entréis”, pero fuerzan la entrada.

Carmen presencia la dura escena, junto a su hermana y la madre.

-“Ya se está usted callando, que si no, dónde ha ido su marido va a ir usted, como no se calle usted, va a ir usted, ¡Vamos! ¡Que nos la vamos a llevar ‘p´alante!’”, le gritan los falangistas.

Empiezan a coger los cuadros de la pared, a quitarle las puntillas, a mirar por detrás, entre el cartón y los santos, los colchones, la chimenea…

– “Eso lo hacéis porque estamos tres mujeres solas, si hubiera aquí un hombre, eso no lo hacíais”, enojada, salta la madre.

-“Ya se está usted callando, que si no, dónde ha ido su marido va a ir usted, como no se calle usted, va a ir usted, ¡Vamos! ¡Que nos la vamos a llevar p´alante!”, le gritan los falangistas.

De aquel registro se llevan la máquina de escribir y una radio, la única que hay en el pueblo, y que el padre compró porque le gustaba escuchar noticias, con el oído pegado, y con el volumen muy bajo. La radio se la quedan los guardias civiles y aparece años después en una nueva comandancia de Albolote.

VII. Destierro

De tenerlo todo a perderlo todo. Extremadamente duro es para la familia sobrevivir en Pinos Puente, solo con la ayuda económica que les llega de familiares, sin poder encontrar trabajo, bajo la mirada inquisidora de vecinos que, conforme avanza la guerra, ya tienen claro a quiénes darle la espalda.

Miradas que tienen que soportar cuando Carmen va a la fuente a recoger agua en cántaros, porque ya en la casa apenas llega y se reserva para la limpieza.

Pepe, que sigue de contable en la cementera, mientras es llamado a alistarse a las tropas sublevadas, aunque en funciones de administración, se encarga de la mudanza con un carro tirado por mulos. En Granada alquila un modesto piso en la calle Elvira. Pagan 24 euros al mes

Carmen colabora con la maltrecha economía familiar y cose calcetines para los soldados de las tropas de Franco, a cambio de un real o huevos.

La familia, que lo pasa mal, decide irse de Pinos Puente con destino a la capital granadina, lo que coincide con la aurora boreal que en plena guerra civil tiñó de rojo el cielo. Pepe, que sigue de contable en la cementera, mientras es llamado a alistarse a las tropas sublevadas, aunque en funciones de administración, se encarga de la mudanza con un carro tirado por mulos. En Granada alquila un modesto piso en la calle Elvira. Pagan 24 duros al mes.

Carmen quiere ir al colegio, pese a la negativa de su madre, hasta que un buen día, ante la insistencia de la pequeña, le dice:

-“Mira, ve si quieres a ver si te admiten”… y fue sola.

En el colegio le atiende la profesora Carmen:

– “¿Tú que querías?”

-“Yo quiero ir al colegio”.

-“¿Por qué no has venido antes?”.

– “Es que yo vivía en Pinos Puente y ahora nos hemos venido aquí a Graná, que vivo en la Calle Elvira y es el colegio que me pilla más cerca”.

– ¿Tú quieres venir? Pues ahora mismo te apunto.”

La profesora rellena el formulario de inscripción y le pide el nombre de la madre del padre… “padre no tengo, es que ha muerto de pulmonía”, señala la niña para no contarle que fue fusilado por rojo. “Vale, vale, vale”, le contesta, y le apunta. Lo primero que hacen al llegar es poner la mano en alto y cantar el ‘Cara al sol’

La profesora rellena el formulario de inscripción y le pide el nombre de la madre, del padre… “padre no tengo, es que ha muerto de pulmonía”, señala la niña para no contarle que fue fusilado por rojo. “Vale, vale, vale”, le contesta, y le apunta. Lo primero que hacen al llegar es poner la mano en alto y cantar el Cara al sol.

Entre clase y clase, Carmen sigue también en Granada aportando su granito de arena para llevar dinero a casa. Cose ojales para las polainas de los soldados, con aquellas duras telas, y también calcetines.

Y vende jabón, que le proporciona a bajo precio una fábrica de aceite en Armilla, y como su hermana, que le acompaña, es muy vergonzosa, es la niña la que llama a las puertas de las casas.

Venden jabón como rosquillas, con aquella preciosa carita que luce y su desparpajo: “¡Niña, que no dejes de venir la semana que viene! ¡Bonica, que no dejes de venir!”, le suelen decir, porque les da pena o por la utilidad y coste bajo de las pastillas de jabón. Y cuando llegan a la calle Elvira guarda su hermana un pedazo para lavar en casa, con cuidado y bien tapado con trapos los cestos para que no se entere ningún vecino del trapicheo que se traen.

Con las penurias, se ven obligadas a alquilar una habitación para huéspedes y entre colas de racionamiento transcurre la nueva vida.

Tan bien se le da coser que aún siendo muy niña, Carmen trabajaba para una sastrería, donde permanece hasta los 21 años, donde se colocó en otra, Los Hidalgo, en la que, pese a su maestría, está dos años sin cobrar, como aprendiz.

Hasta que Carmen se casa y, como era costumbre en la época, deja de trabajar para seguir cosiendo en casa y atender a la familia, que crecía.

VIII. Búsqueda y reparación

De los cuatro hijos de Carmen, Manuel M. Mateo, hombre comprometido y uno de los agitadores culturales de Granada en sus múltiples facetas, lidera en la familia la lucha por averiguar qué ocurrió con su abuelo, dónde están sus restos, en lograr la reparación y mantener viva su memoria.

En un esfuerzo ejemplar, indaga en la historia de su abuelo, abre un blog abuelotumemoria.blogspot.com, donde sube, entre otras joyas, sus investigaciones, artículos relacionados con la Memoria, homenajes, poemas dedicados y las transcripciones de una larga serie de conversaciones con su madre, en la que cuenta su historia, que sirve de documentación para este reportaje.

‘El abuelo no murió, lo asesinaron’

Aunque Carmen recordaba que pudo llegar a casa una partida de defunción de su padre, se debió perder entre muchos otros papeles.

“Nadie se lo tenía que decir a mi madre, ella siempre lo supo, la abuela murió sabiendo que su marido, nuestro abuelo, era inocente. La familia también lo sabía, sus amigos, sus compañeros de trabajo, los vecinos de Pinos Puente. También lo sabían quienes firmaron la orden de ejecución, también quienes le dispararon”

Mateo, releyendo el imprescindible libro de Eduardo Molina Fajardo Los últimos días de García Lorca encuentra numerosas referencias y documentos relativos a la muerte de Joaquín Garcia Labella, catedrático de Derecho de la Universidad de Granada y asesor jurídico del entonces legítimo Ayuntamiento de Granada.

Joaquín García Labella fue trasladado junto con Francisco Rubio Callejón, gobernador civil de Jaén, desde Víznar, donde estaban protegidos por el capitán Nestares hasta Granada el día 24 de agosto de 1936, y encabezan la relación de 39 fusilados el día 25 de agosto de 1936, en esa misma lista aparece el nombre de José Sánchez Castillo.

Mateo, con los datos del certificado de defunción de Joaquín García Labella que Molina Fajardo publica en su libro, pide al Registro Civil de Granada el certificado de defunción del abuelo en 2010, 74 años después. “Alguien a quien desde aquí damos las gracias en nombre de la familia, se tomó su trabajo con corazón y días después recibimos la copia literal, el mismo día en que honrábamos en Alfacar la memoria de más de 1.300 asesinados y asesinadas, y en el que mi madre pudo oír el nombre de su padre, nuestro abuelo: José Sánchez Castillo”.

Al año siguiente, al fin la familia pudo colocar flores junto a la tapia del cementerio, donde fue fusilado el abuelo, y cuyos restos fueron depositados en una fosa común. 75 años después. 

El certificado de defunción dice lo siguiente: “Falleció el día 25 del pasado agosto a consecuencia de disparos por arma de fuego según resulta de la orden recibida, y su cadáver recibió sepultura en el cementerio de esta capital”.

También en 2010, logra el certificado de “Declaración de reparación y reconocimiento personal”, firmado por el entonces ministro de Justicia, Francisco Caamaño, amparado por la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, “por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”.

“Nadie se lo tenía que decir a mi madre, ella siempre lo supo, la abuela murió sabiendo que su marido, nuestro abuelo, era inocente. La familia también lo sabía, sus amigos, sus compañeros de trabajo, los vecinos de Pinos Puente. También lo sabían quienes firmaron la orden de ejecución, también quienes dispararon contra José Sánchez Castillo. Pero han tenido que pasar 74 años para que su hija, nuestra madre, tenga en sus manos el único papel en el que se honra su memoria de una forma oficial. Es un papel, sólo un papel, pero en él se recuperan 74 años de olvido, y honrar su memoria es un acto de JUSTICIA con mayúsculas”, rememora Mateo.

Carmen, hija de José Sánchez Castillo, e Isabel, hija de Joaquín García Labella, se vieron una tarde en un céntrico hotel de la capital. Sus padres nunca se conocieron, aunque fueron fusilados el mismo día. Sus hijas, compartieron dolor y recuerdos. El círculo se cerraba

“¿Cuántos miles más de inocentes, sin familia, sin descendientes, sin nadie que les recuerde permanecen en el olvido? Recuperar su memoria y su dignidad es una necesidad, una obligación y una deuda pendiente de nuestra democracia. La memoria es el corazón del hombre”, dice Mateo.

Fruto de sus investigaciones, Mateo llegó a contactar por teléfono con la nieta de Joaquín García Labella, Paula, residente, junto a su madre, Isabel, en A Coruña. De aquella primera llamada, comentando lo que les unía, surgió una entrañable relación a distancia hasta que decidieron viajar a Granada. Carmen, hija de José Sánchez Castillo, e Isabel, hija de Joaquín García Labella, se vieron una tarde en un céntrico hotel de la capital. Sus padres nunca se conocieron, aunque fueron fusilados el mismo día. Sus hijas, compartieron dolor y recuerdos. El círculo se cerraba.

En su memoria.

La historia de José Sánchez Castillo fue contada, con el título Una niña en el mitin de Fernando de los Ríos, por los periodistas Álvaro Calleja y Santiago Sevilla, en la serie de reportajes publicados en la desaparecida La Opinión de Granada, con el que fueron distinguidos con los Premios Andalucía de Periodismo 2008. Nuestro agradecimiento a ellos, y, en especial, a Manuel Mateo Sánchez, por tanto de todo.
 
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