«En nuestro país no se ha condenado nunca a los verdaderos verdugos»

El periodista Carlos Hernández, autor de ‘Los últimos españoles de Mauthausen’, nos habla en esta entrevista de las motivaciones que le llevaron a investigar la etapa de los deportados españoles en campos de concentración nazis. 

nuevatribuna.es | Librería Cazarabet | El sueño igualitario | 04 Febrero 2015 – 22:35 h.

La librería Cazarabet charla con el periodista Carlos Hernández, autor de ‘Los últimos españoles de Mauthausen’ y director de la web ‘Deportados’, un exhaustivo trabajo de investigación sobre la etapa de los deportados españoles en campos de concentración nazis.

¿Por qué un libro sobre los deportados republicanos españoles a los campos nazis?

Carlos Hernández | Me empujaron a escribirlo dos sentimientos: emoción y un profundo cabreo. Emoción porque, a raíz de investigar la vida de mi tío, conocí decenas de historias de otros prisioneros que, como él, pasaron por Mauthausen y otros campos nazis. Me sumergí en sus vivencias, traté de acercarme a su sufrimiento y descubrí su grandeza, su increíble compromiso político y su solidaridad con sus compañeros de cautiverio. El cabreo me llegó al ahondar en las causas por las que terminaron entre las alambradas. Al darme cuenta de que en nuestro país no se ha condenado nunca a sus verdaderos verdugos. Por eso me decidí a reunir en una obra toda la información sobre la deportación española: contar sus historias pero también señalar con el dedo a sus verdugos y a los cómplices de estos.

La sombra de la familia, ese peso que solo soportan los derrotados, los recuerdos, los muchos silencios, los ojos enrojecidos y empañados. ¿Qué hace la familia, una familia con tanto peso, con tanto dolor, cómo lo va reciclando?

Mi familia afrontó, como tantas otras, todos estos acontecimientos en silencio. Mi madre, después de que su padre fuera fusilado en los primeros días del golpe de Estado, vivió señalada y marcada como “roja”. Su historia es similar a la de miles y miles de víctimas del franquismo. Años más tarde, cuando rehízo su vida y formó una familia, prefirió guardar silencio. Mejor dicho, el miedo que tenía metido en el cuerpo le llevó a no hablar sobre el tema. Solo bastantes años después de la muerte de Franco, me contó cuál había sido el destino de mi abuelo y la historia de mi tío en los campos de la muerte. Me quedo con las palabras de Joseph González, historiador e hijo de exiliados que me dijo “Nuestros padres ya se han callado bastante; así que nosotros debemos hablar alto y claro”. Y eso es lo que estoy haciendo: decir la verdad y dar voz a los que no la tuvieron. Es hora de poner las cosas en su sitio. Este 2015 se cumplen 70 años de la liberación de los campos nazis y 40 de la muerte del dictador. Es el momento de acabar con la manipulación histórica que hemos sufrido, de sacar de las cunetas a nuestros muertos y de reivindicar la memoria de quienes lucharon por la libertad no solo de España sino de toda Europa.

Nosotros tenemos, desde hace muchos años, un boletín (recopilatorio de noticias en torno a la Memoria Histórica) que se llama El Sueño Igualitario. Y en el primer capítulo del libro te adentras en ese concepto, con lo de “El despertar del sueño igualitario”. Creo que es un concepto que se da cuando a una sociedad se le ha escapado o se le escapa la igualdad; los conceptos más afines a la fraternidad, a la justicia social, a la libertad. Los republicanos españoles, englobados bajo diferentes siglas, debieron experimentar esa sensación demasiadas veces, ¿no? Me refiero que ante la traición y el alzamiento de los militares y la incomprensión y aprensión de otros conciudadanos debieron anhelar, otra vez el retomar el camino del sueño igualitario que se había perdido, (como lo hicieron tiempos antes de conseguir alzar la II República). Coméntanos.

Os tengo que confesar que os debo “derechos de autor” porque el título de ese capítulo viene inspirado por vuestro boletín. Algunos de los libros con los que me he documentado los conseguí en vuestra librería y se me quedó grabada esa idea del “sueño igualitario”. Creo que define perfectamente los ideales que movieron a varias generaciones de españoles a renunciar a sus vidas por defender la democracia y la República. Y de ese sueño, se pasó a una pesadilla fascista que provocó la destrucción de Europa y la muerte de muchos de ellos. Pero además, esos jóvenes idealistas chocaron, como tú dices, con varias traiciones inesperadas. La primera fue ese mal trato criminal al que les sometió la democracia francesa en 1939. Varios supervivientes me transmitieron su enorme decepción y la gran tristeza que les produjo recibir ese recibimiento del país al que tanto admiraban, el de la Revolución, el de la Liberté, Egalité y Fraternité. Y esa decepción con las democracias se repitió tras la rendición de Alemania. Los deportados supervivientes y el resto de exiliados estaban convencidos de que los Aliados acabarían con el último aliado de Hitler. No contaban con que Estados Unidos y Gran Bretaña pensaban ya más en la Guerra Fría que se avecinaba y preferían tener en España un dictador anti comunista que una democracia que pudiera estrechar lazos con Moscú. El despertar del sueño igualitario fue por tanto muy pero que muy amargo para esos miles de republicanos.

Por favor, Carlos, explícanos cómo fue el proceso de recopilación de datos, documentación; cómo fue el ponerte en contacto con tanta gente, cómo y de qué manera fue esta experiencia que, como dices, te ha enriquecido y mucho.

Ha sido una tarea complicada, por el tiempo transcurrido y porque la inmensa mayoría de los testigos han fallecido. En paralelo abrí dos vías de investigación: una para localizar a los supervivientes que pudieran seguir relatando los hechos en primera persona; y otra para bucear en decenas de archivos. En este tiempo he sentido envidia de otras naciones europeas. Aquí, parte de los documentos se encuentran en archivos militares o en dos fundaciones que, en mi opinión, deberían ser ilegales: Fundación Francisco Franco y Fundación Ramón Serrano Suñer. También en el tema documental tenemos nuestra memoria secuestrada. Y los archivos que realmente funcionan, como el Archivo de la Memoria Histórica de Salamanca y el General de la Administración, no disponen de medios ni de personal para sacar el trabajo adelante. Pese a estos problemas, la colaboración de funcionarios eficaces y la aportación de archivos alemanes, austriacos, franceses, polacos y estadounidenses, me ha permitido armar documentalmente mi obra. El resto me lo han aportado los supervivientes y otros deportados, ya fallecidos, cuyos testimonios he recuperado gracias a la ayuda de sus familiares. Tengo que decir que también he rescatado testimonios de otras obras publicadas por otros historiadores y periodistas. Creo que, a veces, caemos en el error de limitarnos a contar lo que solo nosotros descubrimos. Yo he querido contar los hechos más relevantes que rodearon la deportación española y, por ello, no he tenido reparos en recoger parte de las investigaciones desarrolladas por compañeros tan admirados como Montserrat Roig, Eduardo Martín de Pozuelo, Montse Armengou o Ricard Bellis.

Intercalas tus informes con las entrevistas y “los acercamientos” a aquellos ciudadanos, los que padecieron el infierno nazi. ¿Cómo fue la metodología de trabajo, de dónde surge esta idea de acercar lo acontecido? Creo que te ha influido bastante el haber trabajado durante unos cuando años para un medio audiovisual, algo de “aquella particular manera de comunicarse” se te ha ido quedando y algo de aquel lenguaje se ha insertado aquí, ¿no?

Tienes razón. Este es mi primer libro y mi experiencia principal en el campo periodístico ha sido en el mundo de la televisión. Te confieso que me planteé un reto: escribir un libro de historiador pero con lenguaje de periodista. Es decir, he pretendido ser exhaustivo, no escatimar datos, fechas… Pero, a la vez, transmitir esa cercanía que nos da el poner rostros, nombres y apellidos a las víctimas. Hemos hablado mucho y tenemos que seguir haciéndolo, de lo que sufrió la población hebrea durante el Holocausto. Pero hemos ignorado a esos hombres y mujeres españoles que pasaron por los campos nazis. Personas que hablaban castellano, catalán o gallego y que murieron en las cámaras de gas, fusilados, ahorcados o torturados exactamente igual que los judíos. Y con el agravante de que, nuestros compatriotas murieron por decisión y orden del Estado español que, en esos momentos, estaba gobernado por el dictador Franco.

¿Hitler se convirtió en la amenaza, en el brazo ejecutor, en el verdugo  de los republicanos españoles en el exilio, bajo la “bendición” de Franco?

Hasta ahora siempre se ha dicho que Franco fue cómplice pasivo en la deportación de los españoles a los campos de concentración nazis. Yo, ahora, mantengo y trato de demostrar con pruebas documentales que Franco fue el principal responsable de lo ocurrido. No fue un cómplice necesario, fue el instigador de todo. El dictador y su Régimen tenían una relación estrecha y privilegiada con el Reich y la aprovecharon para eliminar a esos “rojos peligrosos” que habían sido capturados por el Ejército alemán durante la invasión de Francia. Hitler jamás habría deportado a un solo ciudadano español sin consultarlo antes con Franco. Es decir, que el Régimen franquista no miró para otro lado mientras los nazis eliminaban a los españoles; el Régimen franquista habló con la cúpula nazi y le pidió que mandara a los republicanos a campos de concentración para que murieran. 

El Régimen franquista llegó, directamente, a decidir quién debía morir y quién podía vivir en los campos. Digo esto porque está demostrado documentalmente que Madrid medió ante Berlín para liberar a algunos españoles que estaban presos en Mauthausen y cuyas familias tenían contactos con las altas esferas de la “Nueva España”. Y no solo medió, sino que el Reich accedió a esas peticiones y llegó a liberar a dos de estos prisioneros. Una prueba más de que Franco conocía perfectamente la situación de aquellos españoles que permanecían encerrados entre las alambradas y que, sencillamente, solo salvó a quienes consideraba recuperables para su Régimen. 

A la vez, desde sus propias fobias, obsesiones, desde su fanatismo y particular concepción del fascismo, Franco no impidió que muchos judíos sefardíes encontrasen la muerte, más bien puso facilidades. Y otro fanático, al otro lado de un telón de acero y de un muro, todavía sin construir, Stalin jugó a varias manos y traicionó por partida doble la nobleza de unos hombres y mujeres que solo luchaban por una sociedad más justa, igualitaria. ¿Qué nos puedes comentar?

Franco se decía católico pero demostró muy poca piedad cristiana con los judíos. Si hubiera movido un solo dedo, habría podido salvar de las cámaras de gas a decenas de miles de sefardíes. Y le hubiera resultado sencillo hacerlo porque Hitler tenía muchos defectos pero también una virtud: era muy leal con sus aliados. Y a todas las naciones amigas les ofreció salvar a “sus judíos”. Sin embargo, el Régimen franquista respondió a esa oferta con una frialdad y una indiferencia que realmente produce escalofríos. Mientras se estaba asesinando a millones de judíos, Madrid ordenó a sus diplomáticos que solo se preocuparan de aquellos judíos de “indudable nacionalidad española” y que abandonaran al resto. Esa decisión provocó decenas de miles de muertes.

El caso de Stalin también es sangrante y tampoco se ha denunciado suficientemente. Primero firmó un pacto con Hitler para repartirse Europa y fue indiferente al inicio del genocidio y a la destrucción del Continente. Años más tarde, tras el final de la guerra, determinó que los supervivientes de los campos de concentración solo podían haber salvado su vida traicionando sus ideales y siendo cómplices de los SS. Les criminalizó de tal manera que los partidos comunistas europeos, incluido el PCE, expulsó de sus filas a los deportados supervivientes. Una verdadera locura que solo se reparó años después. 

Podemos concluir que nuestros deportados fueron abandonados y traicionados por todos (si excluimos a Méjico). Sus verdugos fueron Franco, Hitler y Pétain. Los cómplices de estos fueron los empresarios alemanes y estadounidenses que financiaron a los nazis y que utilizaron como trabajadores esclavos a los prisioneros de los campos. Y los traidores fueron Stalin, del que ya hemos hablado, y las democracias occidentales que primero maltrataron a los exiliados españoles en 1939 y, tras la guerra, permitieron que Franco permaneciera en el poder. Y, por último, tenemos que mencionar y censurar la actitud de la democracia española que también les dejó tirados por culpa de aquella Transición que llevó aparejada mucha impunidad y un enorme olvido.  La historia de nuestros deportados es, por tanto, la historia de unos hombres y mujeres que lucharon por nuestra libertad y que fueron traicionados por todos.

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