Antonio Deza (Córdoba, 1936) bien podría ser un personaje literario, el del hombre hecho a sí mismo, nacido en la miseria y la orfandad, que levanta a fuerza de tesón y talento una de las empresas más importantes de la ciudad. Antonio pasará a la historia local por haber protagonizado esa gesta y hacerlo, además, de manera honrada. Pero aquí no habla el empresario, habla el niño que pasó hambre y anduvo descalzo, y el hombre que tuvo que esperar 60 años para conocer la historia de su familia y el paradero de su padre. Cuenta su historia como homenaje a otros sin voz y espera que lo que le prometió el alcalde con un apretón de manos -«siempre he cerrado así mis tratos»-se cumpla.

Recientemente se ha aprobado la ley de memoria democrática, ¿cuál es su principal novedad?

La ONU dio a España hasta 2019 para que corrigiera todos los defectos jurídicos que tenía que corregir, pero la pandemia la ha retrasado un poquito más. La ley llega tarde, pero está basada en las observaciones de las Naciones Unidas y en los informes del grupo de trabajo sobre las desapariciones forzadas, el informe del relator Pablo de Greiff y el que la Plataforma por una Comisión de la Verdad presentó al Parlamento Europeo. Tiene, por tanto, un soporte legal extraordinario, porque establece la obligación del estado español relacionada con los Derechos Humanos y los tratados de derechos internacionales. No habrá nunca ningún gobierno democrático que tenga razones para derogarla sin provocar un escándalo internacional. Creo que mucha gente ni se la ha leído y creo que el PP ha perdido una oportunidad extraordinaria. Hablan de concordia, pero hacen muy poco por ella.

Salió adelante con 128 votos a favor, 113 en contra y 18 abstenciones, ¿qué le dice esa cuenta?

Ya le digo: es algo lamentable y una ocasión perdida.

¿Qué avance supone esta ley frente a la del año 2007?

Es más avanzada, se queda corta con respecto a las observaciones de las Naciones Unidas, pero sitúa las obligaciones de un estado democrático frente a un pasado dictatorial y un golpe de estado y las basa en los Derechos Humanos. La ley es para leerla, quisiera que quienes la critican me dijeran en qué punto es criticable o dónde no se busca el cierre de un ciclo histórico que debía haberse cerrado hace ya muchos años.

Con la ley, el Estado asume el compromiso en la búsqueda de desaparecidos, víctimas del franquismo, para que no recaiga esa tarea en los hijos o los nietos de esas personas.

La búsqueda de desaparecidos es un tema de estado porque la desaparición de esas personas fue provocada por el estado. Los crímenes que se cometieron fueron crímenes de estado.

¿Por qué cree que está costando tanto en España cerrar ese capítulo, avanzar?

Por la ignorancia sufrida por toda la sociedad española, incluidas las víctimas. Yo, el primero. Hemos llegado a una mayoría de edad muy avanzada ignorando totalmente lo que había pasado con nuestras propias familias. Por un lado, por los 40 años de franquismo; y, por otro, por el miedo cervical que se metió hasta los tuétanos. Las familias para protegernos no nos contaron nada de lo que había pasado.

¿Cuándo hizo de esta causa una causa propia? ¿Cuándo conoce usted mismo su propio pasado?

En los años 90 leyendo al historiador Francisco Moreno es cuando me entero dónde y de qué había muerto mi padre. Y luego, estando en Zoco me visitó un día Diego Higenio y me contó la historia de mi familia de Puente Genil, que es un drama.

Antes de eso, ¿usted no conocía nada de su pasado familiar?

Muy poco. Mi madre quiso protegerme. Siempre me decía: tú ver, oír y callar. No me contó nada. Nada. Pero no soy yo el único. El único sentido que le puedo dar a contar cosas de mi niñez es como homenaje y recuerdo a miles de niños que como yo sufrimos las consecuencias de ese golpe de estado nacional-católico que se produjo en 1936 con la ayuda del fascismo y el nazismo en España. El único sentido que podría tener este relato es que nunca más se repitiese esa guerra de odio y esa posguerra de miseria y hambre.

¿Quién era su padre y qué le ocurrió?

Mi padre se llamaba Manuel Deza García, era panadero y su delito fue ser miembro de UGT. A mi tío Miguel, que era secretario del gremio de los panaderos, lo fusilaron el 18 de agosto y lo enterraron en San Rafael en una tumba, de donde lo terminaron sacando para enterrarlo en otro lado, por lo que es imposible encontrarlo ya. Mi padre fue movilizado por el ejército franquista y en la primera ocasión que tuvo se pasó al bando republicano, en el frente de Belmez. Al desertar le formaron un consejo de guerra, pero cuando terminó el conflicto le formaron otro consejo y lo metieron en la cárcel en Córdoba. Logró la libertad provisional y por el año 45, cuando el nazismo y el fascismo son vencidos por los aliados y se abre una esperanza entre los demócratas republicanos de que España pueda ir detrás, se forman las guerrillas y mi padre se unió a ellas. La fatalidad quiso que muriera al año siguiente en un tiroteo en Fuente Obejuna. En un periplo macabro que primero lo llevó a Málaga, terminó en la fosa común del cementerio de la Salud, y a él sí hay posibilidad de poder encontrarlo.

Mientras eso le pasa a su padre, su madre se queda en Córdoba y a usted lo refugian en la Sierra con sus tíos cerca de Cardeña.

Los primeros recuerdos de mi vida son de los 7 años o así y más trágicos no pueden ser: tengo sarna y me emborrizan con azufre. Andaba descalzo y cuando por fin me compraron unos albarcas no sabía andar con ellas. Pasaba un hambre tremenda y si no hubiera sido por las bellotas, nos hubiéramos muerto de hambre. Encima, siendo muy pequeño, me escurrí con la escarcha, me partí un brazo y uno que le arreglaba las patas a las cabras me lo enderezó, pero mira cómo me lo dejó…

¿Pudo ir al colegio?

Una prima me enseñó las letras y a leer con un libro que se llamaba El tesoro de las escuelas, de la editorial Calleja, que casi me aprendí de memoria, y una enciclopedia. Cuando volví a Córdoba, con 10 años, me pusieron en el colegio de la Ribera porque vivíamos en la calle Consolación, pero al poco mi madre se puso enferma y tuve que ponerme a vender ajos en la plaza Grande, y avellanas en la estación, en la Alsina, y en los casinos a los bueyes macho, que le llamaban entonces.

¿Bueyes machos qué son, señoritos?

Sí, que, por cierto, eran los que regateaban más y menos compraban, pero bueno. Luego, cuando se quedó libre del racionamiento, me puse a vender jabón hasta el 57 cuando me llevaron a hacer la mili en Camposoto (Cádiz). Con el jabón gané mucho dinero, aunque parezca mentira, porque vendía más de 200 kilos diarios a recoveros y particulares. No solo mi niñez fue trágica sin tener caricias ni cariño de nadie; la juventud también me la robaron. En La Corredera se abría todos los días menos dos: el primer día de Pascua y el Viernes Santo. Además cuando me casé en 1962, mi padrastro, haciendo honor al peyorativo del término, decidió que el dinero que yo había ganado sería de todos pero cuando él se muriera, y tuvimos que empezar prácticamente de cero.

Es cuando empieza la gran aventura empresarial de Deza.

Sí, en un pequeño localito de la avenida de Jesús Rescatado.

¿Cuándo empezó a tener, digámoslo así, conciencia de lo que le había ocurrido?

La mili fue un aldabonazo para mi porque había allí un sargento que presumía de haber aplicado la ley de fugas en la provincia, lo que me generó primero repugnancia y después empezó a crearme una conciencia. Luego hubo un hecho que me marcó mucho. Fue a principios de los 60, cuando salieron de la cárcel republicanos que llevaban en prisión desde hacía 25 años, esas personas sí conocían la historia de mi padre. Esos sí me saludaron, me acariciaron, me besaron, aunque no me contaron nada, solo que lo habían conocido. Me refiero a Julio Priego, Rafael Obrero o Jaime, el marido de Pepita Patiño. Fueron personas que me marcaron por su manera de ser, por su generosidad, todo lo que hablablan era de paz y libertad. Nunca, nunca, nunca, nunca hablaban ni de venganza ni de odio.

¿Usted no ha tenido nunca sentimientos de odio, de rencor?

No, porque cuando te vas encontrando hombres con esa grandeza, naturalmente, tratas de imitarlos. Me marcaron un camino. En los años 60, además, el Partido Comunista estableció la resolución firme de luchar pacíficamente por la reconciliación nacional para evitar una posible masacre en un futuro. Yo aposté por aquello.

¿Usted estuvo afiliado?

Sí, en la transición. Di un paso al frente e hice lo que pude por conseguir lo que se consiguió.

¿Le ha causado algún problema personal o empresarial su lucha en favor de la memoria histórica?

Nunca me lo he planteado, pero creo que mi mujer y yo hemos estado por encima de cualquier circunstancia, porque lo único que hemos hecho ha sido trabajar honradamente. No deja de haber una contradicción entre el hecho empresarial y lo que podíamos llamar las ideas progresistas. Hay gente que no lo entiende bien, aunque no hay mucho que entender, porque es no renunciar a tus principios y coger una línea de trabajo. Nuestra vida empresarial tampoco está cargada de misterio: ha sido trabajo, ahorro y reinversión. No hemos tenido más negocio que este y siempre hemos reinvertido en Córdoba. A veces me pregunto si lo que se ha producido en Córdoba se hubiera reinvertido en Córdoba seríamos una ciudad espectacular. Hay un fondo, si quieres social, de devolverle a tus clientes parte de la plusvalía que te han dejado mejorando el servicio. Y empresarialmente, evolucionando como te obliga el sector.

También empleando a mucha gente, ¿no?

No se pueden hacer milagros, pero lo único que está al alcance de uno es pagarles las nóminas cada primero de mes sin que falle en 50 años nunca y pagarles su Seguridad Social siempre.

 Nunca se ha sentido entonces despreciado por sus creencias.

No, porque nunca lo hemos ocultado. No tengo por qué ocultar mis orígenes y me siento orgulloso de esos rojos que marcaron mi camino de futuro, que era el de la paz y de la libertad. Las personas que más he respetado han sido cristianos de fe o comunistas, que tienen mucho en común.

¿Qué siente cuando ahora tantas personas y jóvenes reivindican ese pasado, la dictadura y hasta el golpe?

Es una ignorancia terrible y un peligro grave porque fue mucho el dolor que se causó, muchas las familias que se destrozaron y eso no debería volver a ocurrir. Otra cosa es que defender el franquismo y presumir de demócratas es incompatible. Ahora mismo hay un revoltillo mental dentro del pueblo español y de la derecha que no acaba de aclararse.

¿Ha conocido a gente con víctimas del ejército republicano?

A ver, en una guerra unos mataron y los otros, también, eso no tiene vuelta de hoja, y que en las dos retaguardias se produjeron hechos execrables, tampoco. Lo que pasa es que las criaturas que murieron en el bando golpista, muchos de ellos sin serlo porque la guerra es donde te toca, fueron tratados humanamente después, pero eso no ocurrió con el bando republicano, donde tenemos todavía a gente en las cunetas. Algún día habrá que cerrar esa página; equilibrar, tener respeto por unos muertos y por otros.

¿Qué es lo que más le gustaría respecto a su padre? Encontrar sus restos, entiendo.

Sería algo que no sé ni calibrar, pero ya no es solo mi padre, es el hecho simbólico de que se conozca lo que pasó, sin odio ni rencores, pero que se conozca. Creo que es el único antídoto para no repetir una burrada tan salvaje. Esa es mi convicción. Las exhumaciones tienen la finalidad de sacar los restos que se puedan y entregárselos a sus familiares, pero también que se complemente el censo, porque hay quienes desaparecieron como si no hubieran existido y sí existieron y fueron seres humanos. Antes de morirme me gustaría que en Córdoba se hiciera un memorial con los nombres, que nunca van a ser todos pero con los máximos, de los fusilados. Ya se hizo un trabajo previo para los muros de la memoria con 2.203 nombres de fusilados en Córdoba con nombres y apellidos.

¿Cuándo se funda la asociación Dejadnos Llorar?

En 2017, con una junta directiva de buenas personas que presumimos de independencia. Nosotros cogimos el testigo de todo ese trabajo del movimiento memorialista que ya se había hecho. En Córdoba se hizo el trabajo de los muros, un trabajo extraordinario, aunque cuando cambió el gobierno municipal se cortó todo radicalmente. Después, en el gobierno de Isabel Ambrosio se retomó el tema y se formó la comisión municipal de la memoria, que no pudo culminar su labor, pero en lo referente a las fosas desde la primera reunión se acordaron las exhumaciones por unanimidad. Entonces pasó el tiempo, se enzarzaron con el callejero y se olvidaron de las fosas.

¿Lo del callejero le pareció una pérdida de tiempo?

Más bien una lástima, porque además le dieron tanta coba que lo hicieron cuando ya se había perdido el gobierno. Y lo hicieron materia electoral, de confrontación. Los temas de la memoria histórica no deberían ser nunca material de confrontación política, sino de acuerdo.

¿Cuál cree que ha sido el mayor logro de esta lucha?

Algo muy sencillo: hacer una llamada de atención y convencer a todos los políticos con los que nos hemos sentado que este es un tema de derechos humanos, humanidad y justicia y que daña la autoestima de España como país.

¿Ha convencido a muchos?

A muchos y no solo de derechas, también a muchos de izquierdas, porque la ignorancia es común de todos. Por eso no seré nunca partidario de buscar culpables. ¿Fueron culpables los políticos de la democracia? No, porque eran ignorantes de su historia como yo. ¡Si yo no me había enterado de mi historia! ¿Por qué iban a tener obligación de conocerlo los miembros de la primera Corporación municipal, por ejemplo?

¿Cuánto le debemos a los historiadores?

Todo, si no hubiera sido por ellos, todo se hubiera quedado en el anonimato más absoluto.

¿Cuántas veces ha pensado tirar la toalla al frente de Dejadnos Llorar y por qué no lo ha hecho?

Lo que me da fuerza es saber que estamos respaldados por leyes internacionales y que el Estado tiene unas obligaciones que cumplir. El drama fue tan monstruoso que todos los días hay una página nueva que lo agranda. Uno se siente obligado y a veces descubres que, donde menos te piensas, hay una familia que ha confiado en nosotros y tiene esperanzas. Eso pesa mucho y mantiene una llama viva. Mientras la salud me respete seguiré, pienso que causaríamos mucho daño a personas que confían en nosotros.

¿Cuándo van a comenzar las exhumaciones previstas en la capital, que acumulan algunos meses de retraso?

Desde Dejadnos Llorar confiamos en que en este mes se haga la licitación de los trabajos de exhumación en los cementerios de la Salud y San Rafael. Ese fue el compromiso del Ayuntamiento y tenemos esperanza de que se cumpla porque tenemos absoluta confianza en las instituciones. Sentimos con orgullo haber contribuido a que haya un acuerdo de las cuatro administraciones. Ninguna por sí sola puede hacer frente a una exhumación y los alcaldes son una pieza esencial para impulsar todo esto. El diputado Ramón Hernández está haciendo una labor extraordinaria de sensibilización de los alcaldes.

El Ayuntamiento se ha comprometido a incluir en los trabajos al cementerio de San Rafael después de los últimos sondeos.

Sí, sí, sí. Ya no se puede eludir con los últimos sondeos que se han hecho y que han determinado la existencia de una fosa posterior a la guerra.

¿Qué debe prevalecer detrás de todo, del trabajo por esclarecer la verdad, por recuperar a las víctimas, por conocer la Historia?

El resultado de todo esto debería ser el fomento de la democracia, no el enfrentamiento, sino todo lo contrario. Hay que hacer una llamada de cariño a todas las fuerzas políticas democráticas. Al nazismo y al fascismo no lo venció la izquierda solamente. Churchill, De Gaulle, Eisenhower no eran precisamente comunistas.

¿De qué se siente orgulloso?

En la transición había miedo compartido a que hubiera otro derramamiento de sangre y a eso contribuyó mucho la izquierda española. Queríamos libertad, pero libertad sin sangre, sin enfrentamientos. En plena Transición quedaba gente viva que había vivido dramas horribles y aún seguían vivos muchos de los responsables de aquellos dramas, pero no hubo ni un solo acto de represalia, ni de venganza. Eso es motivo de orgullo y tenemos mucho que enseñar de ejemplo a las nuevas generaciones.

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