Exhumación de Franco. Las fosas de la Guerra Civil: la deuda de la memoria histórica

► Durante la Guerra Civil se crearon 2.500 fosas, según la Dirección General para la Memoria Histórica

► Hay 143.353 historias de víctimas documentadas a día de hoy

TRVE.ES | ALEJANDRO CABALLERO | 25-10-2019

Escribir sobre las fosas de la guerra civil española y los restos de seres humanos que albergan siempre genera un conflicto ineludible. Todas y cada una de sus historias han permanecido bajo tierra, condenadas a la oscuridad del olvido, o del relato en voz baja en el mejor de los casos.

[Especial: Exhumación de Franco]

Las limitaciones de los medios de comunicación, el estilo derivado de los 140 caracteres y la prisa cotidiana, nos conducen habitualmente a elegir y ejemplificar, en definitiva a discriminar unas historias sobre otras. Pero todas y cada una de esas historias hablan de una vida única, todas y cada una de esas vidas, merecen ver la luz y conocerse… y todas han de formar parte de lo público y conocido pues su condición de víctimas se forjó precisamente en una dimensión pública antes que privada.

Con este desgarro supimos allá por el mes de mayo que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica iba a exhumar una tumba anónima en el cementerio de León a principios de junio. Y en Informe Semanal decidimos contar su historia. La historia de Genara Fernández. Una maestra republicana fusilada el 4 de abril de 1941, dos años después de concluir la Guerra Civil.

Pretendíamos que su historia representase las otras 143.353 historias de víctimas documentadas en 2008 por la plataforma de asociaciones personada en la causa presentada al entonces juez Baltasar Garzón con el objetivo de buscar y recuperar sus restos.

Maestra y republicana

Estuvimos en Cirujales. Una pequeña aldea de la comarca de Omaña, en la provincia de León. Allí había nacido Genara en 1903, y allí fue maestra hasta que en 1936 fue suspendida de empleo y sueldo tras la publicación del Decreto 108 con el que los golpistas comenzaron a depurar a los funcionarios de la República. En Cirujales pudimos hablar con un sobrino de la antigua maestra y con uno de los que fueron sus alumnos.

Ya en la capital de la provincia nos encontramos con Ana Gaitero, periodista del Diario de León. Sus artículos sobre el caso de Genara comenzaron a arrojar luz sobre la historia de esta maestra que estuvo afiliada a la Unión Republicana y que tras el rápido triunfo de los sublevados en la región huyó hacia Asturias para intentar exiliarse.

No en vano León, aun cuando no había sido un territorio especialmente caracterizado por la conflictividad social, fue una de las provincias más golpeadas por la represión de los golpistas hacia los vencidos. Los maestros, además, fueron objetivo principal para su depuración y, en muchos casos, aniquilación.

Genara no pudo exiliarse. El barco en el que intentaba abandonar España fue interceptado por la flota franquista, y, ya de vuelta en León, al no poder ejercer como maestra, trabajó como taquillera en los cines Mary de la ciudad recomendada por la familia de Emilio Hurtado, un conocido médico leonés.

Según el atestado policial, el 16 de diciembre de 1939, tras echar el cierre y camino de su casa dejó sendos paquetes con propaganda antifranquista en las escalerillas de la iglesia de San Marcelo y en un banco de su plaza. Sorprendentemente entre los pasquines se había colado un papel con su nombre. Al día siguiente fue detenida y dos meses después condenada a muerte en Consejo de Guerra.

Genara Fernández fue ejecutada en el campo de tiro de Puente Castro, de la capital leonesa el 4 de abril de 1941. Su cuerpo fue enterrado sin losa ni inscripción alguna muy cerca de allí, en la denominada parte civil del cementerio de León, donde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica nos permitió asistir a sus trabajos de exhumación e identificación de los restos.

Un proceso de exhumaciones sin fin

Desde el primer fin de semana del pasado mes de junio la tumba individual que había acogido anónimamente los restos de Genara desde hacía 78 años dejó de formar parte de las aproximadamente 2.500 fosas que, según el informe de la Dirección General para la Memoria Histórica, se calcula se crearon durante la Guerra Civil y la posterior represión de los sublevados. [Ver mapa de fosas]

El antropólogo Francisco Ferrándiz nos ilustró sobre las fases que había atravesado hasta ahora el proceso de exhumaciones de las víctimas de la guerra civil; la primera nada más concluir la guerra.

El nuevo estado surgido con la victoria franquista desenterró e inhumó con todos los honores a la práctica totalidad de las víctimas del bando ganador. Llamados “caídos por Dios y por España” fueron ampliamente homenajeados, su historia dignificada y su muerte cobró sentido dentro de la dictadura.

En una segunda etapa, que comenzó en 1959 y llegó hasta los primeros años de la Transición, se trasladaron más de 30.000 cuerpos de la guerra al Valle de los Caídos. Un tercio de ellos, los muertos del bando perdedor, fueron enterrados allí anónimamente y sin el conocimiento ni permiso de sus familiares.

Hoy algunos de ellos se preguntan si no habrían sido instrumentalizados para servir a la falsa idea de un monumento a la reconciliación, y pugnan en los juzgados por recuperar los restos de sus seres queridos para darles digna sepultura en otro lugar.

Una tercera fase de exhumaciones se produjo impulsada por un puñado de asociaciones y familiares de las víctimas de republicanos, sin apoyo político ni técnico de la administración, ya avanzada la Transición, entre los años 80 y 90.

Y desde el año 2000 nos encontramos en una etapa de exhumaciones de republicanos guiadas por los discursos globales de derechos humanos y bajo el paraguas del concepto de justicia universal. Una fase en la que la administración ha empezado a tener un papel más activo.

El deber de memoria

Durante la elaboración del reportaje el filósofo Reyes Mate nos habló del concepto del “deber de memoria”. La “obligación” de “hacer historia para que la historia no se repita, partiendo del sufrimiento que hemos causado los seres humanos unos a otros sin que hayamos sido capaces de pensarlo previamente”.

[Ver reportaje: De las fosas al callejero: las asignaturas pendientes de la memoria histórica]

Sus palabras sobre la inocencia de las víctimas, independientemente de sus ideologías o de las de sus victimarios, acompañaron la luz que inundó los huesos de Genara Fernández. Una luz que nos reveló su historia… Una historia más y, al mismo tiempo, una historia única y singular.