Exhumación en el Valle los Caidos: ACTUALIZADO: “En aquellos años no se podía hablar de nada”

AVANCE JUDICIAL EN LA DEFENSA DE LA MEMORIA HISTÓRICA

“En aquellos años no se podía hablar de nada”

Los vecinos de Calatayud ven con buenos ojos la exhumación en el Valle de los Caídos

D. CHIC /11/05/2016

 

Un carro recorría cada noche en el mes de julio de 1936 el espacio que separa Calatayud del barranco de la Bartolina. Los militares franquistas trasladaban a los presos que se acumulaban en prisiones improvisadas para ser fusilados. Una hipótesis no confirmada indica que se instaló hasta un tendido eléctrico en la zona para poder organizar las ejecuciones. Los cuerpos se enterraban en fosas comunes unos pocos metros más arriba.

La Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (Arico) comenzó en el año 2007 a recopilar información sobre estos procesos. Una década después, todo este trabajo se ha concretado en una victoria judicial que permitirá la exhumación del cuerpo de dos fusilados que fueron trasladados sin el permiso de las familias al Valle de los Caídos en 1959. Será la primera intervención de este tipo que se produzca en el recinto de Cuelgamuros, en el que los únicos cuerpos identificados son los de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. La labor de la asociación también ha servido para recuperar diversos espacios para la memoria en toda la comarca.

Uno de los primeros trabajos que acometieron fueron las catas y excavaciones en el barranco. Las malas lenguas indican que en los años de posguerra se instaló en las inmediaciones un puticlubpara evitar que los familiares se acercaran a la zona a honrar a sus muertos. La descisión de un alcalde, a finales de los noventa, de remover la tierra de la parte baja para cubrir una zona de vertido ilegal de basuras complica cualquier pesquisa arqueológica o antropológica en las laderas. Únicamente los casquillos de bala que todavía aparecen guardan la memoria de lo que sucedió en el paraje.

Manuel Lapeña es el hijo del delegado veterinario en la comarca y fundador de la CNT en la zona, Manuel Lapeña Altabás. Ahora tiene 92 años y con la ayuda de su hija ha vivido el pleito con una mezcla de ilusión y escepticismo. Durante muchos años no fue capaz de regresar a su Villarroya de la Sierra natal, del que salió en los años cuarenta con rumbo a Zaragoza y ya sin el apoyo de su padre. Lo recuerda como buena gente y evoca que, según le contaban los vecinos, muchas veces dejaba sin cobrar sus tareas veterinarias o se conformaba con un saco de patatas o huevos.

El responsable de la organización memorialista, Miguel Ángel Capapé, explica los primeros movimientos que realizaron para redactar una lista de fusilados y represaliados por el franquismo. En una ocasión reclamaron la consulsta del libro de registro del cementerio, en el que también tenían lugar ejecuciones sumarias. Las páginas que correspondían a los años de conflicto armado habían desaparecido, arrancadas. Gracias a su correlato en el archivo municipal pudieron reconstruir parcialmente su contenido.

La memoria oral ha sido determinante para reconstruir los procesos de ejecución. “Mis abuelos vivían en la plaza de la Leña y solían hablar del traslado de prisioneros al barranco o al cementerio”, explica José Luis Sánchez, un vecino. También recuerda que uno de sus tíos, republicano, estuvo encerrado en una de las naves de la plaza San Benito. “Le dieron a elegir entre dos tiros o trabajos forzados en África”, evoca.

El matrimonio de Aranda de Moncayo, formado por los jubilados Miguel Calavia y Avelina Moreno, asegura que la noticia es “extraordinaria”. Recuerdan que cuando eran pequeños –los dos nacieron en el 35– en sus casas “no se contó nada sobre la guerra”. Consideran esencial que si los familiares piden que les devuelvan los restos estos puedan ser recuperados, a pesar de la dificultad técnica que entraña. “Si no pueden rezar a sus huesos lo pueden hacer con otros, que todos murieron por lo mismo”, afirman dolidos.

Arturo Bolarte, de 80 años, pasó los años cuarenta en Bilbao. Ahora visita asiduamente a sus familiares en Calatayud. “En aquellos años no se podía hablar de nada”, recuerda. “La exhumación me parece algo justo: no entiendo por qué están tardando tantos años”, afirma.

En un discreto rincón del interior del cementerio municipal de la Soledad se levanta un monolito con un centenar de nombres. En su interior está previsto que reposen los restos de otros bilbilitanos, cuando sea posible se recuperación.

Arico organizó hace unos años una concentración en la plaza en la que se ejecutó a Francisco Bueno el Estirado, destacado simpatizante socialista. Tras el crimen, las autoridades franquistas organizaron un baile. La hija del asesinado asistió desde lejos a la conmemoración, sin atreverse a acercarse. “Esta anécdota dice mucho de la presión social que se ha vivido en pueblos como este”, afirma Capapé.

El miedo a pronunciarse sobre la guerra civil todavía se mantiene en algunas personas mayores. En la misma plaza, tres jubilados que prefieren no identificarse son reacios a comentar las exhumaciones. “Después de 80 años es mejor que las cosas se queden como están, hay que mirar por los nuevos”, afirma uno de ellos.

http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/aragon/en-aquellos-a%C3%B1os-no-pod%C3%ADa-hablar-nada_1109613.html

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Patrimonio aduce que la orden de exhumar en el Valle de los Caídos no es firme

La familia solicita la ejecución de la sentencia y pide que sea el forense Francisco Etxeberria quien lleve a cabo los trabajos

Patrimonio Nacional asegura que no se opondrá a exhumar en el Valle de los Caídos, “pero cuando la sentencia sea firme”. El pasado 30 de marzo el juez de apoyo de San Lorenzo de El Escorial José Manuel Delgado emitió un auto por el que reconocía “el derecho a la digna sepultura” de Manuel Lapeña Altabas y su hermano Ramiro, fusilados durante la Guerra Civil y trasladados sin el consentimiento familiar al mausoleo franquista, según testimonios orales. Para hacer efectivo ese derecho, el juez ordenaba llevar a cabo “las actuaciones pertinentes” para exhumar, identificar y entregar los restos a la familia. Las partes tenían 20 días de plazo para recurrir, y nadie lo hizo. Tampoco Patrimonio, porque al no haber sido demandado no estaba personado en la causa. Este hecho deja, según fuentes jurídicas, un vacío legal. Patrimonio Nacional argumenta que no ha recibido la ejecución de la sentencia del juzgado para poner en marcha el proceso. Pero legalmente, el juez no tiene que hacerlo, puesto que el organismo, dependiente del Ministerio de Presidencia no estaba personado en la causa, según explica el abogado de la familia, Eduardo Ranz.

Es por ese motivo por el que ha sido la familia de los dos fusilados, y no el juzgado, quien ha presentado un escrito solicitando a Patrimonio Nacional que ejecute la orden del juez y proponiendo que sea el forense Francisco Etxeberria, que ha abierto un centenar de fosas del franquismo, quien lleve a cabo los trabajos.

El abogado ha registrado dicho escrito en el Instituto Nacional de Administración Pública, que debe trasladarlo ahora a Patrimonio Nacional. Si, transcurridos 45 días, el organismo no contestara, la familia recurriría a la sala tercera del Tribunal supremo, la competente por depender Patrimonio Nacional del ministerio de la presidencia.

El proceso es complicado no solo desde el punto de vista legal, sino por las dificultades técnicas de la exhumación. El equipo forense enviado en 2011 por el entonces ministro de Justicia, el socialista Francisco Caamaño, realizó un informe descorazonador sobre el estado de los restos de las miles de personas que fueron inhumadas en el Valle de los Caídos. El forense Andrés Bedate estableció tres niveles de dificultad para poder identificar los restos: complejo, complejidad alta y complejidad extrema. Manuel Lapeña Altabas y su hermano Ramiro fueron enterrados, según la familia, en el tercer piso de la cripta del sepulcro. El informe de Bedate estableció que la identificación individual de los restos óseos localizados en el primer y segundo nivel de dicha cripta era de una “complejidad extrema” porque había muchos huesos mezclados y que en el nivel tercero al quinto no habían podido examinar el contenido “por imposibilidad técnica de acceso”.

El juez recoge en su auto las conclusiones de ese informe, aunque dice desconocer “su origen y legalidad”, pero añade que en cualquier caso, el forense no especifica que los columbarios que impiden el acceso al piso tercero no puedan ser trasladados, por lo que autoriza a intentarlo.

http://politica.elpais.com/politica/2016/05/11/actualidad/1462990705_274509.html