Exhumando la historia en clase

Historiadores e historiadoras alertan de la invisibilización y la tergiversación de la memoria histórica en los libros de texto. Reclaman para el alumnado, que sabe más del nazismo que del franquismo, un currículum estatal que incluya la represión del régimen o la lucha antifranquista.
Foto: Alumnos de Instituto visitan la Exposición de “Todos (…) los Nombres” en Huelva.

Enrique Díez Gutiérrez, profesor titular de la Facultad de Educación en la Universidad de León, asegura que se quedó atónito cuando llevó a sus alumnos de primero de carrera a ver el documental El silencio de otros. Y no tanto por lo que en él se cuenta, una pieza que navega por las historias de represaliados y represaliadas del franquismo y la lucha de las familias en la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación, sino por los comentarios tras el visionado. “Nadie nos había explicado nada de esto”, le comentaron a este profesor, que, movido por esta frase y el déficit palpable sobre memoria histórica con el que el alumnado llega a la universidad, se ha dedicado a hacer un repaso de los libros de texto de Historia.

Y habla de un proceso de “desmemoria”, fraguado durante la Transición y plasmado en lo que se enseña en las aulas. “Un memoricidio”, remarca. “Lo que hemos comprobado es que los alumnos y alumnas saben más del nazismo que del franquismo; saben más del holocausto judío que del holocausto español. Carecen de una formación sólida sobre lo que supuso la dictadura y la lucha antifranquista y tenemos una deuda democrática con la Segunda República”, explica Díez a El Salto.

Este profesor, autor del libro La asignatura pendiente (Plaza y Valdés, 2020), resume que, en sus cinco años de análisis de libros de texto, en los que ha realizado 610 entrevistas a profesorado de Historia y 376 a alumnado, se ha dado cuenta de que hay un problema de invisibilización y de tergiversación de la memoria histórica. Así, por ejemplo, los materiales se centran en la guerra, mientras que la posguerra sigue en la sombra. “Además, los 44 años que transcurren entre la Segunda República, la guerra y el franquismo, que deberían ocupar cerca del 50% de los contenidos del siglo XX, por estricto tiempo cronológico, solo ocupan el 9%”, explica.

Por otro lado, y siempre según su investigación, ni la mitad de los libros de 4º de la ESO y pocos más en 2º de Bachillerato explican cómo el franquismo hacía leyes a su medida para llevar a cabo fusilamientos, coacciones, expolios… de los opositores y opositoras al régimen. Más allá de la violencia física de los “paseos” o los fusilamientos, no se explica nada sobre el exilio interior de los topos, el robo de bebés a mujeres humildes o los experimentos con las prisioneras para erradicarlas el llamado gen rojo. “Se dedica a los ‘paseos’ el mismo espacio que el dedicado a Mariquita Pérez, “el juguete más ansiado en los años 50”, ejemplifica.

En cuanto a la tergiversación, considera importante señalar el uso de palabras inadecuadas, como “alzamiento” en lugar de golpe de estado. Lo más grave, añade, es la teoría de la equidistancia. “Se insiste reiteradamente en que la guerra fue un enfrentamiento fratricida como si dos partes se hubieran enfrentado con las mismas condiciones, que todos fuimos culpables, una lucha entre hermanos, equiparando al torturador y a la víctima. Un torturador nunca es un bando”, concluye.

Una oportunidad perdida

Todos estos déficits se podrían haber subsanado en el nuevo currículo aprobado con la LOMLOE, la recién llegada norma educativa. Esta ley integra un avance a este respecto. La Historia de España que se enseña en 2º de Bachillerato, y que es heredera de la época de Esperanza Aguirre al frente del Ministerio de Educación, ya no irá desde Atapuerca hasta nuestros días. Esta “anomalía” en nuestro entorno geográfico, que ha favorecido que alumnos y alumnas acabaran el instituto sin haber llegado apenas a rozar la dictadura y con la Transición reducida a unas hojas de folio para estudiar de cara a la EVAU, se ha solventado: ahora las clases se iniciarán a partir de la Constitución de Cádiz de 1812. Así lo explica Isabel Alonso Dávila, Catedrática de Historia y profesora de Instituto ya jubilada, que junto a Díez ha impulsado una recogida de firmas con más de 34.000 rúbricas para la inclusión de la memoria histórica en los libros de texto. “Hemos resuelto una anomalía, pero otras siguen”, explica.

Alonso, quien ha dado clases en Italia, Francia o Portugal, resalta que las diferencias en el tratamiento de los fascismos y la lucha contra la represión son abismales. “Tú en Francia hablas de la Resistencia y todo el mundo sabe lo que es y tiene un concepto positivo. Aquí el concepto guerrilla o maquis ni se trabaja. Curiosamente, el término guerrilla se enseña como contenido positivo durante la invasión napoleónica de la península. Pero luego, desaparece”, explica Alonso.

Esta profesora realizó una lectura pormenorizada del nuevo currículo y redactó más de cuarenta enmiendas que planteó a través de CC OO en el Consejo Escolar Estatal. Quería que no se escapara esta nueva ventana de oportunidad, y más con el nuevo Proyecto de Ley de Memoria Democrática en la puerta, que en su artículo 45 exige medidas en materia educativa. Entre sus propuestas, incluía ejemplos como cambiar el concepto “Guerra Civil” por “Guerra de España”, incluir términos como “lucha antifranquista” o relacionar la historia de España en su contexto internacional. “El alumnado francés tiene un tema que se llama La Guerra de España y se estudia como el antecedente de la Segunda Guerra Mundial. Además, tienen que estudiar la intervención de la Alemania nazi y del fascismo italiano en nuestra guerra porque fue decisiva. El alumnado sale con la idea de que el nazismo fue un horror, pero no lo relacionan con la dictadura franquista”, explica esta historiadora.

Las enmiendas, que fueron aprobadas en el Consejo de Estado, no han sido incorporadas finalmente por el ministerio. Alonso asegura que el final de su trabajo ha sido deprimente. “El ministerio de Educación no nos ha hecho caso”, confirma Enrique Díez Gutiérrez, quien asegura que lo único que aparece en la LOMLOE sobre el tema viene reflejado en la disposición adicional número 41 y lo reduce a términos tan vagos como que hay que conocer la historia de la democracia y su contribución a los valores democráticos insertos en la Constitución. “Se ha perdido una oportunidad histórica importante, siempre aparece el miedo que tiene el PSOE a definirse como antifascista”, concluye.

Sin mujeres en la historia

Los libros de historia arrastran un déficit de memoria. Además, hay una falta aún mayor de memoria feminista. Para Mirta Núñez, historiadora y profesora en la Universidad Complutense de Madrid, urge incorporar a las mujeres en las páginas de los libros, lugar que nunca han ocupado o lo han hecho de manera marginal. Avisa de que conocer el pasado es muy importante para cambiar la actualidad. Y en eso, como Enrique Díez, constata curso tras curso que los alumnos y alumnas que llegan a la universidad están muy faltos de recursos.

“Todos los años me tropiezo con lo mismo. No hay nada mejor para entender el papel que ha desarrollado la mujer en la sociedad que leer El sí de las niñas de Fernández de Moratín. Pero, desde hace varios años, nadie lo conoce y es muy adecuado para hablar de la mujer a comienzos del siglo XIX y su absoluta sumisión incluso en temas muy personales como puede ser el amor”, relata Núñez sobre una novela que centra su trama en una joven de 16 años comprometida con un hombre de 59 siguiendo el mandato familiar. “Tampoco nos hablan del papel de la mujer en el franquismo ni de la Sección Femenina”, añade.

Entre las enmiendas al currículo añadidas por Isabel Alonso, una estaba dedicada a la historia de las mujeres, objetivo que se marca el nuevo plan pero que, en su opinión, no se ejecuta de manera completa. Así, se recoge incorporar la perspectiva de género en el análisis de la España actual y de su historia, “a través de la contextualización histórica de fuentes literarias y artísticas”. “Pero —incide esta historiadora— las mujeres no solo salen en las fuentes literarias o artísticas, ¿qué tipo de fuentes son los debates en torno al derecho al voto de las mujeres, con Clara Campoamor a la cabeza, o la persecución de mujeres antifascistas, o la lucha por la legalización del aborto o el divorcio? Esta idea de que a las mujeres solo se las puede buscar en las fuentes literarias vuelve al concepto de que no salen en las fuentes históricas tradicionales, y claro que salen”, se queja.

Iniciativas con memoria

La propuesta de las historiadoras e historiadores consultados es clara, revisar los contenidos del currículo y los materiales para que incluyan cuatro aspectos: la represión franquista, la lucha antifranquista de hombres y mujeres, la vinculación con los valores democráticos de la Segunda República y la labor de los movimientos de recuperación de la memoria histórica. Y, por suerte, aunque aún de manera incipiente, ya hay ejemplos de ello.

En el colegio Aljarafe, de Sevilla, llevan desde el curso 2018/ 2019 desplegando la educación de la Memoria. Lo llaman Memoria Viva y es un proyecto transversal que acogen desde las aulas de Primaria hasta el Bachillerato durante todo el curso. Incluye una gran variedad de actividades. Cada día del calendario tiene un concepto asignado que van desde el voto femenino a la marcha verde. Mientras se homenajea al Guernica en el patio, los mayores de Bachillerato preparan obras de teatro sobre temas históricos como La Nueve, la columna de españoles que participó en la liberación de París, y en Primaria estudian matemáticas a partir de las cartillas de racionamiento. Sus excursiones son a fosas comunes.

“Hace unos días estuvimos en Pico Rejas—la fosa común que se está exhumando en el cementerio sevillano de San Fernando—, con los niños de 1º de Bachillerato y la semana que viene con los de 2º y 4º de la ESO”, explica a El Salto Rosario Santos, profesora de Secundaria y coordinadora del proyecto Memoria viva.

La peculiaridad de este proyecto, explica Santos, es que involucra a todas las edades. Lo describe como un puzle dinámico, en el que cada profesor o profesora va añadiendo piezas. “Es un  mosaico donde cada uno va poniendo una tesela de algo en cada curso”, explica. El año pasado lo dedicaron a Miguel Hernández y al contexto histórico de su figura. Una experiencia innovadora que hoy acude a congresos y jornadas del ministerio de Educación.

Santos, sorprendida por la repercusión de una idea que se fragua al calor del departamento de Historia, asegura que su colegio, nacido de una cooperativa de profesorado, siempre ha tenido cierta sensibilidad por estos temas. Un clima que se impregna también entre las familias y el alumnado. “Tenemos muchos alumnos muy sensibilizados. Estamos muy satisfechos. Algunos ahora están en la Universidad y nos siguen escribiendo emocionados. Una alumna que está en Derecho nos explicaba el otro día que ella hace aportaciones en clase que dejan sorprendida a la profesora”.

Lo cierto es que las iniciativas así existen, pero falta coordinación entre ellas. Falta un espacio común donde volcar todos los materiales didácticos y donde ir compartiendo experiencias. Así lo explica Luis Zapatero, profesor de Geografía e Historia en Brunete (Madrid) hoy retirado, quien está intentando crear una plataforma de profesores, un comité pedagógico por la memoria en Madrid, con dos objetivos: organizar cursos de formación para profesorado y mantener un repositorio de experiencias, materiales y recursos. “Queremos también enlazar con experiencias en otras Comunidades”, explica Zapatero, mientras desentraña el proyecto que llevó a cabo en su instituto, el IES Alfonso Moreno de Brunete, donde desde 2015 desarrollan la iniciativa Voces del pasado.

“Es un proyecto de 4º de la ESO en el que realizan varias actividades para analizar el siglo XX utilizando fuentes orales. Primero construyen un árbol genealógico con la historia de vida personal. Y la parte central es buscar testimonios entre familiares y gente del pueblo para realizar una pequeña investigación”, explica Zapatero.

Un proyecto que aspira a crecer, convertido en Abuelos en las aulas. “Queremos hacerlo interdisciplinar, un proyecto de centro que implique a otros departamentos, no solo a Historia. Consiste en llevar a los mayores a los institutos y llevar a los estudiantes a los lugares de los mayores para que haya un flujo intergeneracional”. Una iniciativa que iba a arrancar en 2020, pero que fue frenada por la pandemia.

Zapatero habla de una unidad didáctica espejo desarrollada en Valencia por el profesor Luis Vivas, quien acaba de editar el libro Lecciones de nuestros abuelos (Vinatea editorial, 2021) que resume las historias recopiladas por los alumnos y alumnas. “Queremos conectar todas estas iniciativas que incrementen la proyección de la memoria democrática a nivel educativo. Hay muchas experiencias pero están muy fragmentadas”, concluye.

Para Enrique Díez, el tiempo corre en contra de la memoria histórica en las aulas. Y más con el auge de la extrema derecha y su aparición en las instituciones. Enfatiza que conocer el pasado es el mejor antídoto para que en el presente no se repitan los mismos errores. “Queremos que se lleven a la práctica los ejemplos que ya hay. Tenemos unidades didácticas de recuperación de la memoria histórica en Andalucía, en Valencia, en Galicia, en Pamplona… hay en muchos sitios. Pedimos a Educación establecer unos mínimos comunes que aseguren su presencia en todo el Estado. Queremos dejar de ser una anomalía en Europa y en el mundo. Si un solo alumno acaba Secundaria sin conocer esto, es que algo estamos haciendo mal en el sistema educativo. Hay que educar en el antifascismo, no se puede ser demócrata sin ser antifascista”, concluye quien sueña con que ningún alumno o alumna más vea El silencio de otros acompañado de un silencio previo en las aulas.

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