Fabián Vidal, director del diario La Voz, “el periódico más garboso del mundo”

El periodista, que se suicidó en México, creyó imposible que España se convirtiera en Cypayolandia, aunque “todos los esclavos de Hitler y Mussolini abran el camino a Franco y consortes”.

El escritor aragonés Ramón J. Sender, a quien tuve el gusto de conocer y entrevistar con motivo de uno de sus primeros viajes a España procedente de su exilio en Estados Unidos, tiene un curioso y olvidado libro en el que habla de los suicidas a los que trató. Se titula Nocturno de los 14, se editó en España en 1983, y entre quienes componen ese plantel hay algunos de los que solo da sus iniciales y  otros a los que sí menciona con nombre y apellido, como es el el caso del periodista y escritor granadino Fabián Vidal, seudónimo bajo el que se esconde la identidad de Enrique Fajardo Fernández (1883-1948).

Llegué hasta quien fuera director durante dieciséis años del diario vespertino La Voz (1920-1936) a través de su colega Javier Bueno Bueno, redactor-jefe del mismo periódico antes de su experiencia revolucionaria en Asturias como director del diario socialista Avance. El propio Sender contrasta la melancolía de Fajardo con el talante alegre y divertido de Bueno, recreando sus respectivos papeles en el edificio de la calle Larra, sede tanto del diario matutino El Sol como del vespertino La Voz .“Javier Bueno reía con los correctores de pruebas, con los confeccionadores, con los reporteros, con los colaboradores. Era feliz y tenía que hacer felices a los otros. La alegría de Javier Bueno hacía menos saturniana la gravedad de Fabián Vidal”.

La verdad es que una vez sabidos algunos rasgos de la personalidad del periodista granadino, en la versión algo confusa que de él nos da Sender, es muy difícil no interesarse por su trayectoria profesional. La inició en su ciudad natal, publicando artículos a partir de 1899 en el semanario republicano Avante y más tarde en el Noticiero Granadino, del que pasaría a La Correspondencia de España, ya en Madrid, adonde llegó en 19o4. Sus crónicas en pro de los aliados durante la Primera Guerra Mundial, escritas desde la mesa de redacción del periódico a base únicamente de los cables de las agencias y un atlas, le dieron un cierto reconocimiento, hasta el punto de que el estado francés le otorgó nada menos que la Legión de Honor. Tal distinción hizo que Nicolás María Urgoiti, propietario de Papelera Española y fundador del diario El Sol en 1919, quisiera contar con Fabián Vidal como jefe de redacción del que sería el más prestigioso de los periódicos de esa época. Con la salida un año más tarde de La Voz, perteneciente a la misma empresa, desempeñó Enrique Fajardo su dirección de modo permanente hasta el inicio de la Guerra Civil.

Al frente de ese periódico, tanto el incansable y eficaz trabajo del director como el del redactor-jefe, Javier Bueno Bueno, fueron decisivos para hacer del proyecto un éxito. En muy poco tiempo, La Voz se convirtió en el diario vespertino de mayor tirada en Madrid. Mientras El Sol había pasado de los poco más de 81.000 ejemplares de tirada en 1924 a los poco más de 74.000 cuatro años más tarde, con un incremento hasta los casi 80.000 en 1930, La Voz se acercaba a los 130.000 en este mismo año gracias a la diversidad y amenidad de su información, y a la popularidad de muchas de sus secciones.

A propósito del nombramiento de Fabián Vidal como director de este periódico, cuenta Rafael Cansinos Assens el duelo a sable que tuvo con quien quizá apeteciera ese mismo cargo, un tal López Ballesteros, subdirector del diario El Imparcial. De Ballesteros cuenta Cansinos en su imprescindible Novela de un literato que tenía fama de duelista y pendenciero, en tanto que Vidal “era hombre pacífico y pacifista, que apenas sabe esgrimir un sable como un garrote”. Del envite, que tuvo lugar en un improvisado campo de honor en los sótanos del diario La Tribuna de la calle Aduana para evitar la presencia de la policía, Fabián Vidal salió honrosamente  con una heridilla en un brazo, leemos en el citado autor, “y aunque el desafío fue para él un incordio, ya nadie le disputaría la dirección de La Voz”, concluye Cansinos.

Apunta Ramón J. Sender que los redactores de El Sol menospreciaban en cierto modo a los de La Voz, hasta el punto de decir que La Voz era una hija del primero que le había salido puta. Por lo menos era coqueta, pizpireta, callejeante y simpática, añade el escritor aragonés, y se debe afirmar en honor a la verdad que se trataba de un diario muy ameno y popular que la gente arrancaba de las manos a los vendedores callejeros. “Todos sonreían en La Voz -escribe el autor de Crónica del alba-. Nada sonreía en Fabián Vidal, ni los ojos, ni la voz, ni el gesto. Era el hombre menos simpático, en apariencia, del mundo. Fabián Vidal parecía maduro y bronco mientras Félix Lorenzo, el director de El Sol -muy afamado por sus artículos de portada Charlas al sol-  era un viejo estoico lleno de madurez y de amable sabiduría. No queríamos a Fabián Vidal ni lo odiábamos. Suponíamos que su personalidad genuina era amable, pero por fuera era abrupto y espinoso, y como no estábamos obligados a relacionarnos con él -Sender era redactor de El Sol-, evitábamos encontrarlo y lo ignorábamos. Sin embargo yo pensaba a veces que para tener aquel cargo debía poseer Fabián Vidal alguna cualidad secreta. Tras la implantación de la República lo eligieron diputado y demostró entonces tener penetración y agudeza”. 

Del periodista granadino solo se conoce una única fotografía que nos lo muestra con una característica nube en su ojo izquierdo, y el apunte tipológico que Sender nos da es el de “un hombre alto, en mangas de camisa, su vientre en forma de quilla de barco, sus hombros estrechos, su cabeza calva y sus andares de pato de hombre palmípedo, y una voz confusa de flamenco trasplantado. No había alegría natural en sus ojos, ni tampoco sentido del humor en su estilo hablado o escrito. Ni en su receptividad para la broma. Dos o tres veces le hicimos blanco de bromas de buena fe amistosa y se puso frenético”. Especializado en redactar y engordar enjundiosas noticias de las que llegaban telegráficamente al periódico, su pluma se caracterizaba por su implacable celo crítico contra la oligarquía y el caciquismo nacionales. Reflejaba Gregorio Morales en un artículo publicado hace unos cuantos años en el diario Ideal que, salvo una tesis de Juana María González, la personalidad y obra de Fabián Vidal es desconocida en Granada, donde ni siquiera figura en el diccionario de autores granadinos de la Academia de Buenas Letras.

Hermano de Enrique fue el abogado Luis Fajardo Fernández, militante de Izquierda Republicana, que durante unos meses estuvo al frente de la alcaldía de Granada tras las elecciones de febrero de 1936 que dieron el triunfo al Frente Popular. Tanto  él como su sucesor en la alcaldía, Manuel Fernández Montesinos, fueron asesinados por los militares sublevados en julio de ese mismo año. A Luis Fajardo lo fusilaron ante las tapias del cementerio de su ciudad el 11 de agosto.

Posiblemente uno de los últimos artículos que firmó Fabian Vidal en un periódico español fue el que apareció en la tercera página del diario La Vanguardia de Barcelona el 19 de julio de 1938, compartiendo página con otro de los que durante la guerra publicaba el poeta Antonio Machado en ese mismo rotativo. El motivo fue en uno y otro caso el segundo aniversario del inicio del conflicto armado. En el de Vidal aventuraba su autor unas expectativas que estuvieron muy lejos de cumplirse. El artículo se titulaba La ideología liberal hispana se remonta a sus orígenes y terminaba así: “No, es imposible que España descienda a una categoría de Cypayolandia. Tiene 22 millones de hijos que lo impedirán, cueste lo que cueste, pase lo que pase, aunque todos los aeroplanos de bombardeo de Italia y Alemania arrojen sobre sus cabezas  miles de toneladas de ígneos metales, aunque todos los esclavos de Hitler y Mussolini vengan a su suelo para abrir el camino a Franco y consortes”.

Después de ese artículo invitando a la esperanza, o más bien inventándola, llegó la derrota de la República y el exilio, primero en Francia y más tarde en México, adonde llegó en 1942 a bordo del Nyassa, un vapor de viajeros portugués contratado por el gobierno republicano. Ramón J. Sender nos cuenta en el libro mencionado que Fabián Vidal vivió en México difícilmente, redactando los Recuerdos de un periodista demasiado viejo, un último libro que algún editor debería recuperar y en el que posiblemente se trasluzca la pesadumbre de ánimo de su autor: “Un día Fabián Vidal, que no había podido pagar la cuenta de la pensión -escribe Sender-, cogió una silla, se acercó a la ventana abierta, subió, miró afuera y se dejó caer. Un minuto después se habían acabado sus miserias. Estaba con los suyos, regresando tal vez a Madrid a presidir los crepúsculos con luces de neón y con papeles impresos voladores”. 

Tal vez lo último que escuchó en su memoria el periodista andaluz aquel día de noviembre de 1948, cuando ya estaba ciego, carente de recursos y muy afectado por una honda depresión, fueron las voces de los vendedores ambulantes de periódicos pregonando La Voz por las calles de Madrid. Otro suicida, el poeta y dramaturgo alemán Ernst Toller (1893-1939) -a quien también afectó profundamente la derrota de la República Española, a la que hasta última hora apoyó-, había dicho del periódico que era el más garboso y ligero del mundo.

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