Francisco Espinosa. De cómo el pensamiento dominante lo devora todo: el caso de Chaves Nogales I y II

De cómo el pensamiento dominante lo devora todo: el caso de Chaves Nogales (I)

Francisco Espinosa Maestre

historiador

11.02.2020

https://conversacionsobrehistoria.info/2020/02/11/de-como-el-pensamiento-dominante-lo-devora-todo-el-caso-de-chaves-nogales-i/

Texto publicado originalmente en  Pasajes: Revista de pensamiento contemporáneo, nº. 57, 2019 (Ejemplar dedicado a: Transhumanismo), págs. 77-103

El mito de “La Tercera España”, cuyo origen resulta un tanto confuso aunque se suele asociar a Niceto Alcalá-Zamora y a Salvador de Madariaga, resurgió a fines del siglo pasado con el libro de Andrés Trapiello Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), publicado por Planeta en 1994. Como he escrito en otra ocasión[1] esta obra, un compendio de historias y leyendas carente del más mínimo aparato crítico, vino a ser una respuesta a Literatura fascista española, de Julio Rodríguez-Puértolas (Akal, 1986), que reunió allí a los escritores que apoyaron el fascismo español mostrando una amplia selección de los textos que escribieron. Para el pensamiento dominante que se había ido consolidando desde la transición, este libro resultaba una provocación al mostrar abiertamente un pasado que se consideraba enterrado desde que se aprobó la Constitución de 1978. Además, ese contenido se oponía frontalmente a la campaña que desde 1983 venía haciéndose desde El País, por entonces la “referencia dominante”, a favor de algunos de esos escritores, caso de Foxá, Sánchez Mazas, Mourlane, Del Valle, D’Ors, Torrente, Tovar, Rosales, Vivanco, Laín o Ridruejo por parte de Pere Gimferrer, Francisco Vega Díaz o Rafael Conte. Trapiello, en esa misma línea, los reivindicaba, lo cual no era novedad, ya que lo venía haciendo desde los primeros años ochenta cuando decidió recuperar a Sánchez Mazas en la editorial Trieste. Sirva este preámbulo para que quede claro el contexto en que enclavar la recuperación de “La Tercera España”.

De todas formas no fue hasta este siglo cuando este mito encajó en la realidad española al presentarse como otra opción frente al movimiento pro memoria surgido en torno a 1996-97. Como se suponía que todo había quedado bien establecido desde la transición, la “memoria histórica” fue considerada un movimiento indeseable desde ámbitos tan diferentes como el mediático, el académico y el político. Se trató de una lucha desigual, ya que oponía a un movimiento social, potente pero minoritario, con el poder real de los medios de comunicación, todos muy críticos cuando no acérrimos enemigos de dicho movimiento; con la Academia, que osciló entre el compromiso con la memoria de algunos de sus miembros, en medio de la inhibición general, y el embate revisionista que animó a otros a decir lo que habían callado hasta el momento; y con los grupos políticos, siempre reacios a mirar atrás y de los que bastará con decir que lo único que salió de ellos fue la tímida “ley de memoria” de 2007 por parte de Rodríguez Zapatero.

Antes de entrar en materia cabe añadir algo sobre “La Tercera España”. Se trata de un invento asociado desde su origen a quienes decidieron huir del país ante la convulsión desatada por el golpe militar de julio de 1936.[2] Se insiste siempre en que formaron parte de ella aquellas personas que no se identificaron con ninguno de los dos bandos, que no se sentían ni rojos ni azules.[3] Escapaban de esa España tantas veces plasmada en el recurso al cuadro de Goya “Duelo a garrotazos”. Pero la realidad no fue esa.[4] En febrero de 1936 las elecciones generales habían dado el triunfo a los partidos agrupados en el Frente Popular, quienes estaban decididos a llevar a cabo su programa después de las trabas y problemas surgidos en el primer bienio (1931-1933) y a la marcha atrás que en una serie de cuestiones clave acarreó el segundo (1933-1936). Pero la idea de acabar con la República no surge tras las elecciones sino que cabe rastrearla hasta el mismo 14 de abril de 1931, con resultados en agosto de 1932; durante el llamado “Bienio Negro”, con la búsqueda de ayuda en la Italia fascista, y, sobre todo, tras la victoria del Frente Popular, con toda la trama, civil y militar, a toda máquina para impedir que se instalara el nuevo poder salido de las urnas.

Es esa maquinaria la que se mueve con toda su fuerza en África el día 17 de julio y en la península el día siguiente provocando el caos en todo el país y consiguiendo imponerse por la violencia y el terror en cuestión de días o semanas en más de la mitad del territorio. No estamos ante dos bandos destrozándose mutuamente, sino ante una gravísima y brutal agresión por parte de militares y paramilitares fuera de la ley a un Estado democrático y a un gobierno legal, que no estaba preparado para hacerles frente y que tardará meses en reponerse y poder controlar la situación. ¿Dónde estaba la “Tercera España” en esos primeros tiempos? ¿Acaso la República buscaba el enfrentamiento? ¿Deseaban la guerra los dirigentes republicanos y la izquierda en general? ¿Azaña, sus ministros y los partidos agrupados en el Frente Popular representaban lo mismo que los militares que llevaban meses tramando el golpe?

No. No hubo dos bandos, sino un agresor y un agredido que se vio obligado a defenderse. Bando, en sentido literal, solo hubo uno, el de los golpistas, frente a un gobierno y un país a los que se impusieron por la fuerza. En aquellos momentos muchos de quienes estaban en lugares de responsabilidad, desde el alcalde de una pequeña localidad hasta el presidente del gobierno, hubieran deseado escapar de la realidad y pasar a una hipotética “tercera España” libre de aquella amenaza. Pero no podían, ya que su compromiso político y la responsabilidad que habían contraído al asumir sus cargos, les exigía afrontar aquella terrible realidad que se les presentaba. Lo mismo pensaron muchos ciudadanos, mostrando su oposición al golpe militar e incluso ofreciéndose a defender lo que tanto trabajo les había costado conseguir. Alguos, sin embargo, incapaces de soportar la situación, optaron por salir del país. Y lo malo no es que hicieran esto, que cabe comprender como reacción humana ante el peligro y el miedo, sino que quisieron presentarlo como la única salida ante un conflicto en el que no se identificaban con ninguno de los dos bandos, ni con los agresores ni con los agredidos. Porque hay que aclarar que el terror fue el principio básico de los golpistas desde el primer momento, pero nunca del gobierno de la República, por más que en su territorio se cometieran terribles crímenes tras la quiebra de los resortes del Estado para mantener el principio de autoridad.

Es en este contexto en el que cabe analizar el caso de Manuel Chaves Nogales, protagonista de una operación de recuperación ya analizada en el artículo aludido que se inicia en la pasada década –ajena por completo a la investigación iniciada en 1990 por María Isabel Cintas, de la que se nutrió torticeramente– desde las páginas de Babelia, suplemento de El País, y que se prolongó durante varios años hasta culminar en 2012 y 2013 en diversos actos, publicaciones e incluso un documental cuya publicación tuvo como prologuista a Soledad Gallego-Díaz, actual directora del periódico.[5] Hablamos de algo más que de recuperar la obra de un periodista importante, ya que se trata de un proyecto de más calado con el que se pretendió ofrecer una nueva visión de la República y la guerra civil. Se trataba de retorcer todo, empezando por la obra de Chaves, para que quedara de relieve que a partir del 18 de julio solo hubo dos opciones: comunismo o fascismo, y que solo mentes preclaras como la de Chaves Nogales percibieron pronto que allí sobraban, ya que podían ser engullidos por ambos bandos. Todo ello se hizo sobre la base del que llamaron “el eslabón perdido”, que no era otra cosa que el prólogo de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (Santiago de Chile, 1937), obra que reunía una serie de relatos relacionados con la situación creada tras el golpe militar y cuyo prólogo fue escrito en los primeros meses de 1937, es decir, tras la huida. Los principales responsables de la operación fueron Andrés Trapiello, Antonio Muñoz Molina y el periodista Jesús Ruiz Mantilla, todos ellos reunidos en el suplemento Babelia de 28 de febrero de 2009, donde pudieron leerse frases que recuerdan a los martirologios y las vidas de santos:

… cuando en España la cosa se puso cruda y salpicaba la sangre, Chaves exigió eso tan poco valorado entonces como era el sentido común… (Sin firma).

… su vida fue una película en una época trágica y revuelta. (…). (Sin firma).

… quiso alertarnos y dar luz. Por eso recogió el estigma del olvido. (Sin firma).

… tuvo que huir de España hacia Francia pero su compromiso no le dio tregua. Le persiguieron los nazis y la izquierda le condenó a la hoguera por no responder al patrón de los dogmas. (Sin firma).

… su inteligencia tan aguda le permitió intuir que a pesar de todo, el fascismo no prevalecería sobre Europa. (Muñoz Molina).

… la trayectoria de Chaves es equivalente a nuestra trayectoria como país. (Trapiello).

… Chaves advirtió y denunció antes que nadie la semejanza del terror, que estaba siendo igual en uno y otro lado. (Trapiello).

En una “Nota del Editor” de la primera edición de A sangre y fuego (Chile, 1937) se podía leer:

Chaves Nogales, avizorando los acontecimientos que iban a producirse en su país, abrió campaña contra los extremismos de lado y lado, tratando de pacificar los espíritus, como medio de impedir la guerra civil que todo hombre alerta sentía inminente.[6]

Evidentemente quien escribió dicha nota parecía no dar importancia al golpe militar que desató los acontecimientos en España ni debía conocer los editoriales del diario Ahora en los meses que Chaves lo dirigió.

Pero veamos el prólogo en detalle.

El prólogo

Manuel Chaves Nogales se definió como “pequeñoburgués liberal” y “trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente”. Se consideraba igualmente a sí mismo “antifascista y antirrevolucionario por temperamento”, llegando a afirmar que “todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario”. Lo suyo era “un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad”, que se habían adueñado de España por los vientos llegados desde Moscú, Roma y Berlín. En consecuencia “idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran (sic) España”. Chaves estaba convencido de que podía haber sido fusilado tanto por los fascistas como por los revolucionarios, ya que según escribió, 

cuando estalló la guerra civil, me quedé en mi puesto cumpliendo mi deber profesional. Un consejo obrero, formado por delegados de los talleres, desposeyó al propietario de la empresa periodística en la que yo trabajaba y se atribuyó sus funciones. Yo, que no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético. Me puse entonces al servicio de los obreros como antes lo había estado a las órdenes del capitalista, es decir, siendo leal con ellos y conmigo mismo. Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado, y me comprometí a defender únicamente la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados. Me convertí en el “camarada director”, y puedo decir que durante los meses de guerra que estuve en Madrid, al frente de un periódico gubernamental que llegó a alcanzar la máxima tirada de la prensa republicana, nadie me molestó por mi falta de espíritu revolucionario ni por mi condición de “pequeñoburgués liberal” de la que no renegué jamás.

Vuelve a insistir en que “cuando no estuve conforme con ellos [los revolucionarios], me dejaron ir en paz”. Y añade: “Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba”. Y en lo que llamó su “deserción” pesaba tanto el terror rojo vivido en Madrid como el practicado por los aviones de Franco sobre la población civil; tanto el miedo a moros, legionarios y falangistas como a los analfabetos comunistas y anarquistas. A lo que añadía: “… yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos”.

Sigamos con su declaración:

Cuando el gobierno de la República abandonó su puesto y se marchó a Valencia, abandoné yo el mío. Ni una hora antes, ni una hora después. Mi condición de ciudadano de la República Española no me obligaba a más ni a menos. El poder que el gobierno legítimo dejaba abandonado en las trincheras de los arrabales de Madrid lo recogieron los hombres que se quedaron defendiendo heroicamente aquellas trincheras. (…).

El resultado final de esta lucha no me preocupa demasiado. No me interesa gran cosa saber que el futuro dictador de España va a salir de uno u otro lado de las trincheras. Es igual. (…). Desde luego, no será ninguno de los líderes o caudillos que han provocado con su estupidez y su crueldad monstruosas este cataclismo de España. A esos, a todos, absolutamente a todos, los ahoga ya la sangre vertida. No va a salir tampoco de nosotros, los que nos hemos apartado con miedo y con asco de la lucha.

Luego seguía imaginando cómo sería el futuro dictador –“¿De derechas? ¿De izquierdas? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. (…). Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende”– o qué tipo de Estado prevalecería, que él no veía ni como “colonia fascista” ni como “avanzada del comunismo”: “Ni tiranía aristocrática ni dictadura del proletariado”. Por todo ello:

Cuando llegué a estas conclusiones abandoné mi puesto en la lucha. Hombre de un solo oficio, anduve errante por la España gubernamental confundido con aquellas masas de pobres gentes arrancadas de su hogar y su labor por el ventarrón de la guerra. Me expatrié cuando me convencí de que nada que no fuese ayudar a la guerra misma podía hacerse ya en España.

Firmaba el prólogo desde Montrouge, “un arrabal de París”, desde donde retomó su oficio y se decidió a contar “lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera”.

La realidad fue más compleja

Lo primero que hay que resaltar es el momento en que Chaves escribe esas páginas. Aunque resulte impreciso ese marco temporal de enero-mayo de 1937 –quizás se refiera al tiempo que le llevó escribir los nueve relatos que componen el libro– lo cierto es que ya hacía varios meses que había abandonado Madrid y España. Está escrito desde el autoexilio parisino y es precisamente esto lo que da carácter a sus opiniones: debe justificar su decisión. Y para ello tiene que igualar a ambos bandos en todo lo que haga falta, aunque al hacer tal cosa esté poniendo al mismo nivel a quienes han dado un golpe de estado y a quienes, desde la legalidad, tratan de controlar una situación que en parte se les ha ido de las manos. No es cierto que “cuando estalló la guerra” se quedara en su puesto cumpliendo su deber, ya que no se incorporó al periódico hasta el día 4 de agosto, es decir, diez días después de que fuera incautado por el Consejo Obrero. Desde que se confirmó la noticia de la sublevación hasta que la situación en Madrid se consideró controlada, tanto Luis Montiel, dueño y director de Ahora, como Chaves Nogales, subdirector, estuvieron fuera de España.[7]

Su relato acerca de su nueva posición en el periódico no se ajusta a lo que muestran las actas de las reuniones del Comité de Incautación. Lo sabemos por algunas  investigaciones.[8] No es verdad que a partir de la incautación, que por cierto se hizo con todas las formalidades y ante notario, el diario se encontrara “en pleno régimen soviético”. En el tiempo transcurrido desde el 18 de julio al 6 de noviembre prevaleció una gestión de carácter democrático en la que, pese a las diferentes ideologías que allí existían, no hubo problemas de ningún tipo ni siquiera para los empleados que podían considerarse cercanos a las ideas de derechas. Jesús F. Salgado destaca que lo que Chaves escribió en el prólogo sobre la actuación del Comité de Control de Ahora no solo es inexacto sino que ni siquiera refleja su papel en dicho asunto.[9] Las actas muestran que, desde su regreso, Chaves buscó dirigir el periódico, para lo cual no encontró oposición alguna dentro del diario. Anduvo en un primer momento entre las dos orillas, la de la propiedad y la del Consejo Obrero, hasta que optó por la vía de socializar y colectivizar el periódico, dejando así fuera tanto al director como al secretario de la redacción. He aquí lo que recoge el acta del 6 de agosto:

Tenemos tres caminos: Primero, un ensayo de socialismo y colectivismo. Yo, dice Chaves, pondría toda mi fe, contando con el apoyo de todos en general, que sé que no me había de faltar, en crearme un público nuestro que supliese con creces la falta de publicidad. (…). Segundo, que el gobierno fuese el que se incautase esta Empresa dadas nuestras condiciones de ser el primer periódico sin jactancia que se hace en España en huecograbado. En este caso nosotros pasaríamos simplemente a ser meros empleados u obreros del Estado, cosa muy poco posible dado que ya existe prensa más o menos directamente del Estado. Y la tercera pudiera ser la de Control Obrero. Es decir, que nosotros no desechamos al capital, pero tenemos un Control sobre la dirección y la marcha de esta industria. (…). Chaves sigue diciendo que él como antes dijo se pronuncia por una forma de trabajo colectivista, sin que esto sea presionar a este Consejo.[10]

El hecho es que el 6 de agosto ya aparece como director de Ahora. Remedios Fariñas opina que en esta reunión “Chaves Nogales se implica lo bastante en el Comité como para no poder atribuirle una imparcialidad política, así que parece ser que no fue obligado a ser “el camarada director”.[11] Unos días después el Comité aprueba las propuestas de Chaves. Muestra de su estilo en esos días es su exigencia en la reunión del día 14 acerca de la necesidad de que los empleados estuvieran sindicados. Ese día se decidió el despido de aquellos que militaran en Falange y de los que habían ocupado las plazas de los obreros expulsados tras la huelga de impresores de 1934. Según Juan Carlos Mateos Fernández “Chaves Nogales se mostró particularmente exaltado en esta reunión y, frente a la postura más tibia de sus compañeros, llegó a afirmar entonces que los no afiliados, esto es, “los inorganizados, son indeseables”.[12] El 4 de septiembre, mientras otros compañeros del Comité creían que dicha decisión debía aplazarse, Chaves y otros dos mantienen que “debe llevarse a cabo inmediatamente el despido de los altos empleados de nuestra editorial”. Según Jesús F. Salgado, al obrar así, Chaves mostraba sus intenciones, ya que, si expulsaba a los ejecutivos, el empleado más antiguo que quedaba sería él mismo. Fue pues más moderado el Comité que él. Poco tiene que ver esto con la visión que dio en el prólogo, donde parece que todo le vino impuesto. Lo que está fuera de duda es que nadie le molestó.

No obstante, lo más novedoso del trabajo de Salgado es su análisis de algunos editoriales de Ahora en el tiempo en que Chaves Nogales ya era director, que en esta ocasión ampliaremos a otras de ese mismo período en que ocupó la dirección del periódico. La pregunta que surge es la siguiente: ¿Qué tiene que ver el hombre que escribió esos editoriales con el del prólogo de A sangre y fuego? Algunos de los protagonistas de la “Operación Chaves” han puesto de manifiesto sus muchas virtudes: la clarividencia que le hizo ver que allí no se luchaba por la democracia o la capacidad de alertarnos e iluminarnos a todos (Trapiello); la sagacidad que le permitió mirar y contar con claridad lo que otros no vieron con la sensatez de un republicano progresista (Muñoz Molina); la agudeza que le permitió salvarse del clima extremista (J.A. Rojo); la voluntad de no alistarse en ningún bando salvo en el suyo propio (A. Carretero) consiguiendo así no mancharse de las ideologías del siglo XX a las que sucumbió Europa (Figueredo), o la perspicacia que le hizo ver antes que nadie la semejanza del terror de los dos bandos. En conclusión, estamos, según parece, ante el mejor periodista español del siglo XX (Martínez Reverte), del mismo nivel que Orwell o Grossman (Muñoz) y cuya trayectoria es equivalente a la de España (Trapiello), incluyendo ahí la preclara visión que lo llevó a  caerse pronto del caballo de la II República (Javier Torres).[13]

Sin embargo, el Chaves Nogales que muestran los editoriales de Ahora es un ferviente defensor de la República y algo más. Desde su privilegiado recuadro de la página 3 de Ahora, el del periódico más vendido de Madrid en aquel momento, inicia en octubre una campaña que cierra a comienzos de noviembre que merece analizarse, ya que desde allí propuso (ver selección de textos en anexo) que los voluntarios que huyeran fuesen fusilados (día 2), justificó el proceso iniciado el 18 de julio que debía culminar con el aniquilamiento de los facciosos (día 6), llamó a estar listos para la guerra que se acercaba (día 11), ensalzó a la Nueva España surgida como reacción al golpe militar de julio (día 15), glorificó a la URSS y al PCE (día 17), criticó la humanización de la guerra (día 18), cantó al proletariado, a su capacidad ofensiva (día 20) y a la resistencia revolucionaria (día 22), despreció a los intelectuales españoles que estaban dando cobertura ideológica al fascismo (día 24), alertó sobre las matanzas que se producirían  de ganar el enemigo (día 27), mostró su fe en la revolución y en la victoria del proletariado, que debía alumbrar un mundo mejor (día 28), glorificó a los milicianos que luchaban (día 29), justificó y llamó al exterminio (día 30), propuso reprimir con la dignidad que el hombre castiga a la alimaña (día 31), expuso los motivos para resistir hasta la muerte (día 1), se opuso al canje de prisioneros (día 3), llamó fervientemente a la defensa de Madrid (día 4), lanzó una arenga final (día 5) y dio un último aviso: o los aniquilamos o nos aniquilan (día 6).[14]

Según Remedios Fariñas hay que entender que el editorial de un periódico no tiene por qué reflejar la opinión de quien la escribe, sino el criterio del periódico. Dice: “Manuel Chaves no escribe su juicio en ningún editorial, tampoco sabemos en qué circunstancias se encuentra, ni si se siente presionado, tampoco se tiene en cuenta que estaba en una Guerra Civil donde cada día había muchas personas que eran fusiladas”.[15] Parece lógico pensar que ese criterio rigiera con anterioridad al golpe militar, cuando  todos –director, ejecutivos, redactor-jefe y empleados– permanecían en su sitio, pero desde luego no a partir de la incautación del periódico y de la constitución del Consejo Obrero con Chaves a la cabeza, ya que a partir de ahí se había entrado en otra dimensión. Los editoriales estaban estrechamente ligados a los directores. Carece de sentido que un director de periódico no se identifique con los editoriales que él mismo escribe, máxime habiendo llegado a dicho cargo por voluntad propia. Lo que no sabemos, porque no parece que dejara nada escrito sobre ello, es qué pensaba el Chaves Nogales del exilio de aquellos aguerridos editoriales.

Nada de lo dicho anteriormente llamaría la atención si no fuera por el hecho de que el 6 de noviembre, con la familia ya fuera de Madrid, decidió partir hacia Valencia sin avisar a nadie y seguir en dirección a Barcelona, desde donde poco después pasó a Francia. O sea que eso de que “cuando no estuve conforme con ellos, me dejaron ir en paz” tampoco refleja la realidad. El día 13 el comité del periódico, sorprendido por la huida de Chaves y de Manuel D. Benavides, director de Estampa, del mismo grupo, decidió despedirlos formalmente por abandonar su puesto. Poco tiene que ver esto con lo que contaría en 1937.

Según Salgado, Chaves, convencido de que las columnas fascistas ocuparían Madrid, temía tener que responder por lo escrito en su periódico, por haber ocupado la dirección sin permiso del propietario y por haber formado parte del Comité de Control. Además había hecho campaña desde la Asociación de la Prensa, absorbida a los pocos días del golpe por la Agrupación Profesional de Periodistas, afín a la UGT, para organizar milicias armadas para la lucha. Precisamente fue después de una arenga en la Asociación cuando partió con otros periodistas en coche para Valencia.[16] Esto obliga a realizar otra lectura no solo ya de los editoriales sino, sobre todo, del prólogo de A sangre y fuego.

Otras lecturas

Para empezar, no dijo la verdad Chaves Nogales al definirse. Evidentemente él era algo más que un “pequeñoburgués liberal”. Sus hijos estudiaban en Inglaterra, veraneaba con la familia en Santander y ganaba, ya antes de la República, “un fabuloso sueldo” de 2.500 pesetas al mes, es decir, diez veces más que un periodista de a pie o un simple oficinista.[17] Luis Montiel Balanzat, que fue quien lo contrató en 1930 para poner en marcha el diario Ahora, había militado en la extrema derecha del Partido Conservador, llegando a ser diputado en varias ocasiones entre 1918 y 1923. Aceptó la nueva situación surgida en 1931 desde un republicanismo moderado que se tornó mucho más conservador a partir de octubre de 1934 y que no vio con buenos ojos la formación del Frente Popular. Él marcó la orientación ideológica del diario hasta su incautación, que contó con la plena colaboración de Chaves.[18]

Este dejó escrito que podría haber sido asesinado tanto por unos como por otros, lo cual no deja de llamar la atención constituyendo él mismo la prueba de que no solo pudo vivir en Madrid y dirigir un periódico sin que nadie lo molestara sino que, cuando le vino en gana, abandonó la ciudad y el país. Cabe imaginar lo que le hubiera ocurrido si el sábado 18 de julio le llega a coger en la Sevilla de Queipo. Su relato de la incautación de Ahora y de cómo llega a la dirección no se ajusta a lo ocurrido. Como hemos visto no es él quien acata las decisiones del comité poniéndose a su servicio, sino quien maniobra para conseguir la dirección y quien apuesta por un modelo de gestión  colectivista. Él mismo explicó al comité que esta opción era la que cabía tomar ante un hecho evidente: el superávit de la empresa procedía de la publicidad, “la cual acudía a nosotros porque la política que hacía esta antigua empresa era de un apoyo, más o menos encubierto, a la clase capitalista”, y previsiblemente iba a desaparecer.[19] También fue él, como hemos visto, quien exigió la sindicación de todos los empleados y quien propuso el despido del personal de alto nivel, frente al criterio del propio comité que pedía moderación. De ahí que tanto Mateos Fernández como Salgado se preguntaran a quién creer, si al Chaves del prólogo o al de las actas del comité del periódico.[20] Según Mateos Fernández

Durante el tiempo que se mantuvo al frente del diario bajo esa forma colectivista que él mismo había defendido, Chaves Nogales jugó a ser un revolucionario, quizás lealmente consigo mismo pero no con sus compañeros.[21]

¿Dónde quedaba en sus editoriales esa convicción de que todo estaba perdido y que ya no había nada que salvar? ¿Sintió alguna vez de cerca la amenaza del terror rojo? ¿Realmente se permitió no tener solidaridad alguna con los asesinos? ¿Dónde quedaron esos duros editoriales proponiendo el fusilamiento de lo que huyeran, el aniquilamiento de los facciosos, el exterminio del enemigo o sus críticas a la humanización de la guerra y la política de canjes? El propio Salgado señala algo que nadie parece haber visto. La aviación franquista llevó a cabo un terrible bombardeo sobre zonas céntricas de Madrid en la tarde del 30 de octubre. Al día siguiente el editorial de Chaves, titulado “El hombre y la bestia”, cerraba proponiendo castigar “no con el instintivo y ciego zarpazo de la bestia acosada, como hacen ellos, sino con la dignidad con que el hombre castiga a la alimaña”. Esa misma noche y al día siguiente se produjeron sacas en la cárcel de Ventas.[22] No se quiere decir con esto que Chaves fuera el responsable de dichas masacres sino que, como los demás, mostró la indignación producida por los bombardeos y justificó la “fría e implacable venganza”.

¿Y cómo entender esas constantes llamadas a la lucha para la defensa de la República mientras “su condición de ciudadano” de la misma le permitía huir de la ciudad? ¿Qué condición es esa que obliga a los demás a permanecer en sus puestos hasta la muerte si fuera necesario, como escribió en su último editorial del 6 de noviembre, mientras él se prepara para abandonar Madrid sin decir ni adiós? Y si lo hizo por puro miedo, ¿por qué no reconocerlo simplemente sin buscar absurdas justificaciones?

Tampoco le funcionó muy bien su sentido común ni su olfato profesional cuando divagó sobre lo que esperaba a España afirmando que no le preocupaba el resultado de la guerra, ya que tenía la seguridad de que lo que iba a salir de uno u otro lado de las trincheras era un dictador, que por supuesto no sería ninguno de los que había provocado el problema. A Chaves le daba igual que el dictador fuese de derechas o de izquierdas. Fueron estas extrañas reflexiones las que le llevaron a “abandonar su puesto en la lucha”. ¿Qué pensaría de estas palabras escritas en los primeros meses de 1937 en los años siguientes, cuando pasó primero a París y luego a Londres? ¿Qué le parecería Franco y la España de 1939 a 1944 convertida en la “colonia fascista” que no quiso ver antes, cuando la tenía a la vista? Los artículos que escribió en esos años muestran a un hombre tan obsesionado como alejado de la realidad española.

Llamar “estar errante por la España gubernamental confundido con las masas que huían de su hogar y su labor por el ventarrón de la guerra” a las pocas semanas que le llevó pasar de Madrid a Valencia y de esta a Barcelona resulta excesivo; tanto como afirmar que dejó España por estar convencido de que nada bueno podía hacerse ya. Lo cierto es que el 6 de noviembre partió hacia Valencia junto con otros cuatro periodistas en un coche de la redacción y que a finales de ese mismo mes estaba en Francia.[23] Concluyó el prólogo afirmando que desde París se decidió a contar lo visto o vivido, lo cual tampoco se ajusta a la realidad. Chaves no vivió las grandes jornadas de la batalla de Madrid y sin embargo se permitió escribir un libro titulado La defensa de Madrid. Con su huida y su inexistente fe en la victoria el director de Ahora se perdió una de las fechas clave del proceso abierto con el 18 de julio, aquella en que el golpe triunfal se quebró ante la heroica defensa de la capital y se gestó la larga guerra que se prolongaría durante más de dos años.

 

NOTAS

[1] Espinosa, F., “Literatura e historia. En torno a Chaves Nogales y la tercera España”, en rev. Pasajes, nº 44, Valencia, 2014, también incluido en Lucha de historias, lucha de memorias. España, 2002-2015, Aconcagua, 2015, pp. 541-574. La Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España subió el  diario Ahora a Internet en noviembre de 2016.

[2] Para Alcalá- Zamora, marcado por su salida de la presidencia del gobierno en mayo de 1936, la misión de la “tercera España” no fue otra que impedir la guerra civil que las otras dos deseaban, siendo víctima de dicha guerra. Su renacimiento era para él la única posibilidad de esperanza para el país (véase Alcalá-Zamora Torres, N., “La tercera España” (1937), en “Confesiones de un demócrata. Artículos de L’Ere Nouvelle (1936-1939)”, Obra completa. Parlamento de Andalucía-Diputación de Córdoba, 2000.

[3] También se suele mencionar siempre a Clara Campoamor por su denuncia del clima de terror que se apoderó de Madrid a partir de la sublevación y por su decisión de abandonar el país en septiembre del 36. Sin duda su testimonio es importante. Pero conviene añadir que, pese a su valiente defensa del sufragio femenino, se sentía tan distante de la experiencia republicana que ni siquiera votó en las elecciones generales de febrero de 1936. Si en esa ocasión se marchó a Inglaterra, lo raro es que permaneciera en España hasta septiembre de 1936. Véase su testimonio en Campoamor, C., La revolución española vista por una republicana, Espuela de Plata, 2005.

[4] En el primer encuentro que tuvieron Manuel Azaña y Claudio Sánchez-Albornoz tras dejar este la embajada de Lisboa y pasar un año en París, el primero le dijo: “Tener miedo es humano, y si usted me apura, propio de hombres inteligentes. Pero es obligatorio dominarlo cuando hay deberes públicos que cumplir” (Preston, P., Las tres Españas del 36, Barcelona, 1998, p. 287).

[5] Como no podía ser de otra forma Gallego-Díaz destacó en Chaves “su radical negativa a dejar de ver lo que sucede antes sus ojos, a someterse a la interpretación obligada que exigen los bandos en la contienda. Una independencia que le llevó a un exilio muy temprano y a su expulsión, durante décadas, de los manuales de periodismo y de la literatura” (Tomo la cita de Fariñas Tornero, Remedios, “Manuel Chaves Nogales, antecesor del periodismo narrativo. De la crónica al reportaje. Un estudio de caso: La defensa de Madrid”, tesis doctoral presentada en la Universidad de Sevilla, 2017, p. 107).

[6] Cintas Guillén, Chaves Nogales. El oficio…, p. 241.

[7] Según María Isabel Cintas ambos volvieron de Londres, donde sus respectivas hijas estudiaban (Cintas Guillén, María Isabel, Chaves Nogales. El oficio de contar, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2011, p. 204).

[8] Mateos Fernández, Juan Carlos, “Bajo el control obrero. La prensa diaria en Madrid durante la guerra civil, 1936-1939”, tesis doctoral presentada en la UCM en 2002; Cintas Guillén, María Isabel, Chaves Nogales. El oficio de contar, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2011; Salgado Velo, J.F., Amor Nuño y la CNT. Crónicas de vida y muerte, Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 2014, y Fariñas Tornero, Remedios, “Manuel Chaves Nogales, antecesor del periodismo narrativo. De la crónica al reportaje. Un estudio de caso: La defensa de Madrid”, tesis doctoral presentada en la US en 2017.

[9] Salgado Velo, op. cit., pp. 234-235.

[10] Ibid., pp. 237-238.

[11] Fariñas Tornero, op. cit., p. 118.

[12] Mateos Fernández, op. cit., p. 155.

[13] Todas las referencias remiten al artículo ya citado en nota 1.

[14] La del día 7, titulada “Aurora roja”, se trata de una simple nota.

[15] Fariñas Tornero, op. cit., p. 121.

[16] Salgado Velo, op. cit., p. 236.

[17] Mateos Fernández, op. cit., p. 45.

[18] Montiel huyó a Argentina tras el 18 de julio de 1936. En 1932 creó el diario As y en 1964, a su regreso de América, la revista Semana.

[19] Este problema se vio compensado con el hecho de que, al desaparecer la prensa de derechas, el diario Ahora quedó para mucha gente como el que menos rechazo les provocaba, con lo cual aumentó las ventas considerablemente. En las semanas siguientes al 18 de julio, entre las dos ediciones matinales y las de la tarde, se alcanzaban los 250.000 ejemplares (Mateos Fernández, op. cit., pp. 149-152). 

[20] Salgado Velo, op. cit., pp. 237 y 238.

[21] Mateos Fernández, op. cit., p. 195.

[22] Salgado Velo, op. cit., p. 244.

[23] Cintas Guillén, op. cit., p. 213. El mismo Ahora comentó en la edición del 29 de noviembre que había escrito un artículo en El Noticiero Universal de Barcelona.

(*) Fuente: Pasajes: Revista de pensamiento contemporáneo. 2019. Núm.. 57

 

II

12.02. 2020

Desde España
Tanto en la zona republicana como en la franquista se tuvo noticia de la nueva vida de Chaves a través de los artículos que con su firma comenzaron a aparecer en diversos países. El 17 de junio de 1937 una columna sin firma del ABC de Sevilla recordó el pasado de Chaves y le advirtió que por mucho que condenara ahora el terror rojo no tendría cabida en la “España auténtica”. Le acusaba de haber manipulado en su momento a la Asociación de Prensa de Madrid contra la represión realizada en Asturias en octubre de 1934; de su actuación a partir de febrero de 1936, convirtiéndose en “capitán de los revoltosos”, y de cómo se apoderó de la directiva de la Asociación tras el 18 de julio haciendo lo que le vino en gana. Según ABC “es el periódico Ahora, (…), el que con mayor saña incita al crimen y al saqueo”. Así, lo tachó de “lacayo de Rusia” y lo responsabilizó del asesinato de diversos periodistas, entre ellos Antonio Bermúdez Cañete[24] y el subdirector del ABC de Madrid y presidente de la Asociación de Prensa Alfonso R. Santamaría, de quien decía –en artículo firmado por “Juan de Córdoba”– que había resistido pese a sentirse espiado “por aquel Gobierno de criminales que capitaneaba Chaves Nogales…” dentro de la Asociación.[25]

Según el diario monarco-fascista

Chaves Nogales quiere congraciarse con la España auténtica, en la inminencia de la plenitud del sol triunfal y escribe desde el extranjero –donde está huido y rebasado– unos reportajes para condenar y execrar el terror rojo en Madrid. (…). No. Decididamente, no. Hay mucha sangre en el foso para que se pueda saltar sobre ella con una pirueta que es un sarcasmo, ¡y un ensañamiento más! para nuestros mártires…

También le acusaba del cinismo con que el periódico había informado de los crímenes que se produjeron en el Madrid del verano del 36. Citaba el caso del general Saro, asesinado el 19 de agosto de 1936. En su edición del 20 pudo leerse en Ahora lo siguiente: “Ha fallecido en Madrid el general don Leopoldo Saro, que, como se recordará, formó parte del Directorio Militar de Primo de Rivera”.

Poco después de la columna del ABC, el 8 de julio de 1937, apareció en la sección “Tiro al blanco” de La Voz, bajo control del PCE, un texto titulado “Un equilibrista. El Sr. Chaves Nogales”, donde se leía:

… el ex director de Ahora –ex director desde el 7 de noviembre: que conste bien el pequeño dato–, (…), está haciendo equilibrios en la cuerda floja de la neutralidad. De una neutralidad que casi siempre supone inclinarse del lado faccioso, como ha hecho ahora –(…)– el romántico autor de “A.M.D.G.” [Ramón Pérez de Ayala]. Y que es lo que hará el Sr. Chaves tan pronto como se decida a tomar carrerilla. Lo que está haciendo ahora es un entrenamiento absolutamente tímido. Preparativos para el día de mañana, en efecto.

A continuación, al mencionar casos como los de Baroja, Pérez de Ayala o Martínez Ruiz, se preguntaba qué sucedía cuando se pasa la frontera “con un pasaporte concedido a base de airear en cándidos despachos oficiales un antifascismo perfectamente camuflado”. Decía también el articulista que cómo, por más que lo peor le cogió ya en Barcelona, había podido olvidar tan pronto los primeros bombardeos sobre Madrid y qué hacía escribiendo sobre hechos que no conocía ni había vivido. “Son los inconvenientes de marcharse con demasiada prisa” o, lo que es lo mismo, “de marcharse del teatro antes de que acabe la función”. Concluía así:

… cuando la guerra se acabe ya vendrá el Sr. Chaves Nogales (D. Manuel) a que se la cuente cualquier “maestro Juan Martínez” de los que han estado aquí. Ahora bien: eso tendrá que ser también para los lectores de Toulouse. Lo que es a nosotros el biógrafo de Belmonte no nos engaña más de una vez.            

Por esas mismas fechas, en julio de 1937, la Agrupación Profesional de Periodistas de Madrid expulsó a los afiliados que había huido de la ciudad. Ahí estaban, entre otros y aparte de Chaves, los directores de varios diarios. Se les concedió un último plazo de dos semanas para que volvieran a su puesto y así poder explicar su decisión ante una comisión formada por los delegados ugetistas de los periódicos. 

Volvemos a encontrar otra andanada contra Chaves en el periódico CNT de 26 de noviembre de 1938 nuevamente por sus artículos. Su título “Chaves Nogales, el periodista inverecundo. De lacayo de Montiel a colaborador de publicaciones periódicas francesas”. Se aludía en esta ocasión a un texto firmado por él en el diario L’Oeuvre en el que se leían cosas como que “Nosotros, los españoles, depondríamos las armas –con mucho gusto– si hubiera un momento de reflexión que haría (sic) la guerra imposible” o que “El terror blanco es tan brutal y tan horrible como el terror rojo. El número de asesinatos cometidos en la España nacionalista no es inferior al número de asesinatos cometidos en la España republicana”. Efectivamente se está aludiendo al artículo “¿Mediación en España o guerra de exterminio?”, publicado en dicho periódico el 12 de noviembre de 1938 y en el que se leía

El principal argumento de la resistencia a toda mediación es la repugnancia que hay a tratar con un enemigo deshonrado por sus crímenes. No se pacta con asesinos, es evidente. El argumento sería incontestable y justificaría una guerra de exterminio si todos los asesinos se encontraran enrolados bajo la misma bandera. Pero a pesar de todas las propagandas no se ha logrado demostrar que una de las dos Españas tenga el monopolio del crimen. El terror blanco ha sido tan brutal y tan horrible como el terror rojo. El número de asesinatos cometidos en la España nacionalista no ha sido inferior, en total, al de los asesinatos perpetrados en la España republicana.

Actualmente, por motivos de propaganda, unos y otros quieren hacer pasar a sus asesinos por agentes de la autoridad y pretenden convertir los asesinatos en ejecuciones; pero la guerra solo espera para terminar el momento en que los españoles honorables de uno y otro campo quieran desligarse completamente de los criminales a los que se encuentran fatalmente ligados.[26]

Esta “neutralidad” y equidistancia sacaban de quicio a quienes vivían y conocían la realidad española, que acusaban a Chaves de haber abandonado su puesto al frente del diario Ahora y de haber huido a Francia dedicándose a escribir artículos lamentables en los que “pretende cubrirse con una capa de afección a la España republicana” igualando a las dos partes en conflicto y situándose por encima de ellas. Por lo demás, el artículo demostraba el escaso conocimiento que Chaves tenía de lo ocurrido en España, tanto por lo que se refiere a igualar el terror en ambas zonas como a la ingenua idea de que por parte del fascismo podría llegarse a algún acuerdo con el gobierno republicano.

Reflexiones finales

Chaves Nogales, un buen periodista, podía haber abandonado Madrid en los días claves de noviembre de 1936 y dirigirse a Valencia y Barcelona para pasar a Francia ese mismo mes y, por poco glorioso que resultase, lo entenderíamos. Se trataría simplemente un hombre acosado por el miedo y convencido de que si los fascistas entraban en Madrid su vida corría peligro, lo cual no es de extrañar sabiendo lo que luego pasó a periodistas menos significados que él. A Chaves no lo comprometía solo el republicanismo moderado de su periódico sino, sobre todo, lo ocurrido desde que se incorporó al diario el 6 de agosto hasta el día clave del 7 de noviembre. El problema es que, al verse desbordado por la realidad, en vez de reconocer los hechos optó por justificar lo que hizo buscando motivos más allá del miedo.

Si los fascistas hubieran entrado entonces en Madrid él hubiera encontrado a posteriori un buen pretexto para tomar la decisión que tomó, pero la ciudad quedó en poder de la República y la vida siguió mientras él ya se había escapado de la realidad creándose un mundo propio ajeno a ella. De ahí que sus escritos a partir de ese momento, pese a la calidad e interés de muchos de ellos, estén desenfocados y no reflejen realmente lo que estaba ocurriendo. Así, de afirmar tres semanas después del golpe que era cosa de “los espíritus más simplistas y elementales” reducir lo que estaba ocurriendo en España a una lucha entre comunismo y fascismo, pasó en noviembre de 1938 a decir que la lucha iniciada en España en julio de 1936 era entre la Revolución y el Imperio, es decir, exactamente lo contrario.[27]

Tras pasar a Francia lo lógico es que, harto de lo vivido y convencido de todo lo que dijo estarlo, se hubiera olvidado de la guerra de España, pero no fue así. La guerra de la que había huido lo persiguió hasta la muerte. Quedaría su obra pero desde luego no lo que escribió sobre lo vivido en Madrid y en España a partir del 7 de noviembre. Para calibrar su desenfoque basta con aludir a su obsesión favorita de igualar el terror en ambas zonas, bien recibida y explotada por los que no cejan en su empeño de denigrar la República igualándola con quienes la agredieron, pero en modo alguno refrendada por diversos testimonios del momento ni por la investigación histórica.

Prueba de que no percibía bien lo que había ocurrido en España y la situación real del país a fines de 1938, a solo unos meses del final, es su convencimiento de que la mayoría de los españoles deseaban llegar a un acuerdo que pusiera fin a la pesadilla. Estas eran sus palabras: “Si fuera posible hacer un plebiscito en España, se comprobaría que el noventa y nueve por ciento de los españoles se pronunciaría por la mediación y el compromiso”.[28] Afirmar tal cosa a esas alturas significa que Chaves Nogales ignoraba totalmente los principios genocidas que habían guiado a los golpistas desde que se lanzaron a destruir la República con el apoyo de los sectores más reaccionarios. Prueba de ello es su afirmación de que “los asesinos no son de derechas ni de izquierdas”,[29] que va en apoyo de su teoría de que todos eran iguales pero que olvida que quienes dieron el golpe militar eran per se una coalición surgida para imponerse mediante la violencia a quienes habían dado vida a la República y votado en febrero de 1936 al Frente Popular.

La razón de que no se haya mirado de manera objetiva la vida y obra de Chaves se debe exclusivamente al hecho de que su prólogo viniera bien a los que andaban buscando a un personaje con pedigrí republicano y que al mismo tiempo despreciase por igual a ambos bandos. Con las figuras clave de la generación de la República lo tenían complicado, ya que, por muy críticos que pudieran ser con los excesos habidos en zona republicana, todos tuvieron claro de qué parte estuvo la razón. Bastará con recordar lo dicho por dos figuras del exilio como Luis Cernuda y Juan Ramón Jimenez:

Para mí el levantamiento es responsable no solo de la muerte de miles de españoles, de la ruina de España y de la venta de su futuro, sino que todos los crímenes y delitos que pueden achacarse a los del lado opuesto fueron indirectamente ocasionados también por los franquistas.[30]

Yo lamento profundamente muchas cosas que han ocurrido en la España republicana, cosas que en ninguna catástrofe natural o social es posible evitar, pero estoy siempre en mi mismo sitio, y no porque hayan ocurrido tales cosas de una parte, voy a pasarme a la otra, donde han ocurrido además las mismas o peores cosas. Siempre estaré conmigo y con la democracia, con los demócratas dignos (…).[31]

Incluso dentro del gremio de la prensa es difícil encontrar a periodistas que siguieran la línea de Chaves. Lo que sin duda no encaja en la imagen que de él han dado los “descubridores” del prólogo es que de su pluma también salieran los encendidos editoriales de Ahora de las semanas anteriores al 7 de noviembre de 1936. No resulta fácil conciliar una sentida arenga en favor de la defensa de Madrid con la preparación de la fuga al día siguiente. Al contrario que tantos literatos y periodistas Chaves Nogales, pese a acabar tan mal como ellos, ofrecía un perfil diferente que lo había relegado al olvido y que fue el objeto de estudio de María Isabel Cintas. Luego llegaron  los que necesitaban un personaje que sirviera a sus intereses, lo cual demuestra una vez más que el pensamiento dominante lo devora todo.

Lo cierto es que Chaves necesitó tachar de asesinos a unos y otros sin más matices para dar sentido a su escapada y es precisamente esta excusa la que ha sido utilizada por algunos para sumarlo a la “tercera España”. La teoría del “defensor de la democracia” que se ve obligado a salir de España “empujado por los odios de uno y otro bando” debe ceder espacio a la del periodista demócrata que no supo superar el miedo y decidió justificar su deserción en que todos eran iguales. Y en cuanto a la idea fija de que pudo ser víctima de ambos bandos no es del período en que estuvo al frente de Ahora, sino posterior a su huida. La realidad era otra: para la España franquista era un indeseable por su trayectoria profesional y su republicanismo, y para la España republicana se convirtió en un traidor desde el momento en que abandonó su puesto. Nunca le perdonaron que huyera cuando más falta hacía ni que, ya desde Francia, se dedicara a igualar a unos y otros.

Pese a todo, el interés por la obra de Manuel Chaves Nogales no se agota en lo que escribió entre 1936 y 1944. Su obra es amplia y contiene suficientes elementos de interés como para que merezca nuestra atención. Lo que no es de recibo es reducir su vida y obra a un prólogo hecho en un momento crucial de su vida tras salir de su país y en medio de una Europa carcomida por los fascismos y que se encaminaba hacia la guerra mundial. La perspectiva del tiempo confirmaría que el primer embate de este proceso se libró en España, donde, tras un golpe militar parcialmente fallido y una larga  guerra, triunfaría el fascismo.

 Notas

[24] De Bermúdez Cañete se dice que fue asesinado el 21 de agosto de 1936 en la puerta de la checa existente en el Círculo de Bellas Artes. Pero existe otra versión que afirma que fue asesinado por agentes nazis que actuaban en Madrid. Bermúdez, católico militante, había sido expulsado de la Alemania nazi por sus artículos contra la política religiosa del nazismo. El origen de esta versión es la documentación hallada en la embajada alemana cuando su gobierno rompió con la República, según la cual existió una sección de la Gestapo encargada de organizar atentados y actos de provocación (véase Venegas, José, Las elecciones del Frente Popular, Buenos Aires, 1942, p. 91).

[25] ABC de Sevilla, 20/08/1938.

[26] Agradezco a Maribel Cintas la ayuda para localizar el artículo, en francés en el original pero que se encuentra traducido en Chaves Nogales, Manuel, Crónicas de la guerra civil, Espuela de Plata, Sevilla, 2011, pp. 131-136 (Edición de M.I. Cintas).

[27] Me refiero a los artículos “Lo que pasa en España y lo que pasará” (La Nación, Argentina, 08/08/1936) y ¿“Mediación en España o guerra de exterminio”? (La Paix Civille, nº 7, noviembre de 1938), ambos incluidos en Chaves Nogales, Manuel, Crónicas de la guerra civil, Espuela de Plata, Sevilla, 2011, pp. 23-29 y 131-136. Edición a cargo de María Isabel Cintas Guillén.

[28] Tomo la frase del artículo ya citado en la nota anterior “¿Mediación en España…?”.

[29] Chaves Nogales, M., “La gran mentira de las adhesiones al franquismo”, diario Madrid de 27 de enero de 1938. (Se trataba de un diario gubernamental publicado en París que se conserva en el Archivo Negrín).

[30] Cintas Guillén, Chaves Nogales. El oficio…, p. 291.

[31] Orihuela, Antonio, Ruido blanco. Textos (in) surgentes, La Vorágine, Santander, 2018, p. 87-88.

 

ANEXO: FRAGMENTOS DE LOS EDITORIALES DE AHORA (2 OCTUBRE – 6 NOVIEMBRE 1936)

(…).

Ahora no hay más que la necesidad vital de aniquilar a esas malas bestias de comandantes y capitanes del Tercio y Regulares que, sin ningún escrúpulo de orden intelectual, tienden instintivamente su garra sobre Madrid.

                                                                                                              “Obedecer y herir”, Ahora, 02/10/1936

¿Qué hacemos con los que huyen? –pregunta Ángel Pestaña en el editorial de “El Sindicalista”. Fusilarlos. No puede haber otra respuesta. Son inútiles los aspavientos y los distingos. A la guerra nos han llevado; como en la guerra tenemos que producirnos. (…).

Los trabajadores que han empuñado las armas para defender sus libertades tienen que ser soldados con todas sus consecuencias. El que no se sienta capaz de serlo, que abandone el fusil. A ninguno se fuerza. Pero el que se crea acreedor al honor de defender la revolución con las armas en la mano, ya sabe a lo que se compromete. Si no cumple con su deber, si huye, si deserta ante el enemigo, se le fusila.

Tal fe tenemos en el pueblo, que nos atrevemos a pronosticarlo: Planteado el problema en sus verdaderos términos, ni un solo fusilamiento será necesario.

“El honor de defender la revolución con las armas en la mano”, Ahora, 04/10/1936

(…).

La guerra, tal como está planteada, es la etapa más dolorosa, si se quiere la más crítica, de un vasto proceso de evolución que empezó mucho antes del 18 de julio y terminará mucho después de haber sido de haber sido aniquilada en las montañas de Navarra la última partida facciosa. Queremos recalcarlo así hoy, segundo aniversario de la revolución de los mineros de Asturias.

                                                                                              

“Cómo afrontar la guerra”, Ahora, 06/10/1936

(…).

La tensión de la guerra se mantiene difícilmente en el ambiente urbano; pero la dura realidad es que la amenaza cierta sobre Madrid nos obliga a todos, absolutamente a todos, a adoptar la actitud del combatiente y su íntima disposición de ánimo. Combatientes somos ya virtualmente todos los que estamos en Madrid. La guerra no es una preocupación remota, sino una realidad de presencia que hay que afrontar como tal, aunque no suenen ni lleguen a sonar en el recinto urbano los cañonazos y las descargas de fusilería.

Esta debe ser la convicción que guíe nuestros actos y nuestras palabras. Colocados en esta disposición de ánimo, penetrados de cuál es nuestra verdadera situación, prescindiremos automáticamente de todo aquello que por ser superfluo o frívolo puede restar eficacia en un momento dado a nuestra capacidad combativa. Ese momento culminante de la defensa de Madrid puede no llegar, pero no quisiéramos que. Si llegase, nos sorprendiera pronunciando discursos, redactando arengas, teorizando, fijando posiciones, discutiendo… Hay que echarse el fusil a la cara y esperar. Si la guardia es molesta y al final resulta innecesaria, no habremos perdido nada. Tanto mejor. 

                                                                                                           

  “En guardia”, Ahora, 11/10/1936

Maniatada en los primeros momentos por esa confabulación de egoísmos y ruindades que preside hoy los destinos de Europa, se puso España el 18 de julio a luchar por si independencia. Hemos tenido que pelear a la desesperada con uñas y dientes contra la traición de unos militares canallas y unos señoritos cretinos que nos vendieron al imperialismo fascista, como en 1808 nos vendieron los Borbones al imperialismo napoleónico. (…).

«Los especuladores de la traición”, Ahora, 15/10/1936

                                                                                    

Contra la traición del fascismo nos hemos alzado todos: liberales, pequeños burgueses, republicanos demócratas, nacionalistas catalanes y vascos, de derecha y de izquierda, socialistas, comunistas, sindicalistas y anarquistas. (…).

La gratitud del pueblo español al pueblo ruso no puede aceptar limitaciones, salvedades ni fronteras ideológicas. Con la U.R.S.S. y con el Partido Comunista estamos desde ahora todos, absolutamente todos los que somos dignos de llamarnos españoles. En un momento crítico el mundo, temeroso y egoísta, nos volvió la espalda y se resignó vilmente a consentir sin protestas que los traidores de dentro y los enemigos de fuera estrangulasen impunemente a nuestro pueblo. (…). A ese pueblo, a la U.R.S.S. y al Partido Comunista se lo debemos todo. (…).

La ayuda de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas no es de las que envilecen, sino de las que dignifican a quien la da y a quien la recibe. “No hacemos más que cumplir con nuestro deber”, dice escuetamente el telegrama que Stalin envió ayer al secretario del Partido Comunistas español. “Defendemos la República, conservando intactas nuestras convicciones”, dicen aquí los partidos políticos y las organizaciones proletarias, desde los burgueses liberales hasta los anarquistas. Sobre esta base de mutua dignidad ha de edificarse el monumento de gratitud de España. Cuando los comunistas va a las trincheras a batirse por la República democrática, los no comunistas tienen el deber moral de corresponderles con idéntica y, si es posible, mayor generosidad.

 Hay dos corrientes de opinión meritísimas nacidas de la entraña generosa de nuestro pueblo que pugnan inútilmente por abrirse un cauce: una de ellas es la humanización de la guerra; otra, la resistencia de la conciencia popular a la adopción falta del régimen de terror en la retaguardia, puesto en práctica desde el primer día por el enemigo con una crueldad tan monstruosa que difícilmente podrá emularla nunca el pueblo en armas por grande y ciego que sea su furor. (…). Dura es la justicia revolucionaria, terrible ha sido la reacción popular contra sus opresores; pero nunca, nunca quienes contemplamos el espectáculo terrible de la guerra civil desde este lado, tendremos una idea exacta de lo que es el terror de la otra parte. Esto es necesario tenerlo muy presente. No hacemos la guerra que queremos, sino la guerra a que nos han llevado. Cuando los comandantes y los capitanes del Tercio y Regulares azuzaban a sus chacales ofreciéndoles primas en metálico por las orejas y las manos cortadas a los marxistas, el pueblo español, consternado, no podía concebir cómo se atrevían los militares a poner en práctica en su patria misma las reglas salvajes de las guerras africanas. ¿Humanizar la guerra? ¿Pero es que las bestias feroces que cometieron las matanzas de Andalucía y Extremadura son capaces de humanos sentimientos? ¿Es que se puede llegar a un estatuto humanitario con quienes tienen a gala el desprecio que sienten por la vida humana y a orgullo el haber roto traidoramente con todos los compromisos que los ligaban al pueblo?

No; esas generosas corrientes de humanidad no pueden tener expansión mientras se alce ante nosotros el dique de la bestialidad fascista. Hay que cerrar los ojos y oprimirse en corazón para que no suene su latido. El único medio que tenemos en nuestra mano para humanizar la guerra es abreviarla. Acabar pronto. Como sea. Pero acabar.

El horror de esta hora no debe acongojarnos. Nuestra responsabilidad histórica está salvada. Cuando en el futuro se juzgue la conducta que en este trance observó nuestro pueblo, habrá de hacérsele justicia. Pueblo alguno de la tierra afrontará idénticas circunstancias con más humano y justiciero sentido.                                                                                                                  

 “El terror”, Ahora, 18/10/1936

(…).

El enemigo está cerca. Sus vanguardias, melladas ya en el batir constante de estos tres meses, por recio que sea su temple, llegan al corazón de España. Aquí van a encontrarse con la verdadera fuerza de choque del pueblo, que no tiene punto de semejanza con  esas tropas de africanos y mercenarios que siembran el terror por pueblos y aldeas. Nuestra arma decisiva es el bloque de acero del proletariado organizado sindicalmente, que acaso no haya sabido convertirse con bastante rapidez en ejército regular; pero conserva intacta hasta el momento su capacidad insurreccional, la gigantesca fuerza explosiva de sus masas de trabajadores.

Esta es la punta de acero de la que carecíamos. Nuestra arma ofensiva es la capacidad ofensiva del proletariado, que si no conoce a estrategia militar, ha aprendido en sus heroicas luchas sociales a vencer y a morir antes que someterse. La fuerza de choque de los traidores y nuestra verdadera fuerza van a enfrentarse. Ha llegado la hora. El proletariado está en pie.

                                                                                                       

“La punta de acero”, Ahora, 20/10/1936

(…).

Ahora, al llegar el enemigo a los alrededores de Madrid, es cuando vamos a tener en vanguardia la verdadera fuerza del pueblo. (…). Ahora, a los puestos de Madrid, nuestra verdadera fuerza de choque, el obrero consciente de la ciudad, el aguerrido militante de la lucha social, el proletario con capacidad insurreccional y conciencia revolucionaria, va a enfrentarse, al fin, con su enemigo mortal. Sabe lo que se juega en el envite. Conoce toda su responsabilidad y mide exactamente el peligro que le amenaza. Detrás de él no hay nada. Ningún efugio [sic], ninguna esperanza. En sus manos tiene su vida y su muerte, su gloria y su ruina. De una vez y para siempre. Las hordas de salvajes africanos y mercenarios asesinos avanzan hacia él. El instante ha llegado.

                                                                                                     

“Frente a frente”, Ahora, 22/10/1936

(…).

Cuando nosotros hacemos desde Ginebra patéticas apelaciones a la conciencia universal para que los pueblos libres vengan en nuestra ayuda, ya tienen ellos media España entregada traidoramente a la codicia extranjera. Esto es todo. No hay más. Esa tropilla de intelectuales canallas y traidores que se esfuerzan en dar al fascismo un contenido ideológico, no ha conseguido enmascarar con sus facecias la trágica verdad de ese Ejército nacional de soldados moros, legionarios extranjeros, aviadores italianos, técnicos alemanes y espías portugueses que se titulan “salvadores de España”.

                                                                                                     

“Los bárbaros”, Ahora, 24/10/1936

(…).

¡Basta ya! Vamos a ganar la guerra. ¡Como sea! Entiéndase bien. La conducta seguida por el enemigo con el tácito consentimiento del mundo civilizado, que nos vuelve la espalda, nos releva de las consideraciones y escrúpulos que hasta aquí detuvieron nuestro brazo. El ejército rebelde ha llagado a las puertas de Madrid. En estos instantes la opinión pública de toda Europa sabe que la entrada triunfal de estas hordas en Madrid equivaldría a una matanza espantosa, calcula fríamente que pasarían de cien mil los asesinatos que se cometerían solo en la capital de España, y ante este hecho monstruoso la conciencia universal se inhibe diciendo resignadamente: ¡Ay de los vencidos!

Pues bien; que nadie ose pedirnos cuentas el día de mañana. ¡Ay de los vencidos!, decimos también nosotros.

                                                                                                   

“¡Ay de los vencidos!”, Ahora, 27/10/1936

(…).

Detrás de nuestro Ejército hay un pueblo organizado ya. La revolución que había que hacer en España está en marcha, y el tránsito de un régimen a otro se está haciendo casi insensiblemente. Tabla rasa hicimos el 18 de julio. Aquel mismo día empezó nuestra obra constructiva. La gran sorpresa del mundo será comprobar maravillado que, al mismo tiempo que ganábamos la guerra, hacíamos una revolución. Ni el enemigo, que se fía para triunfar en el proceso de descomposición social que, según sus cálculos, estamos siguiendo, ni las potencias extranjeras, que miran con recelo nuestra audaz experiencia, han sabido advertir este hecho, que es la máxima garantía de nuestra victoria. La vida social, política y económica de España se organiza sobre nuevas bases, a retaguardia de las Milicias populares, que contienen los asaltos del enemigo. Este, que no es dueño más que del terreno que pisa, no deja detrás de sus columnas de mercenarios más que campos de muerte y desolación. Venceremos. La aguda punta de su vanguardia va a quebrarse al chocar con la pétrea fortaleza del proletariado organizado de la capital. Y rota el arma ofensiva, se verá que tras el puño criminal que la esgrimía no hay nada, absolutamente nada.

Mientras aquí hay un pueblo, todo un pueblo, organizado ya para una vida social más justa, más libre, más humana, en fin, que la que hasta ahora aquí arrastrábamos.

                                                                                                   

“Lo que hay detrás de cada ejército”, Ahora, 28/10/1936

 

(…).

¿Cuándo has ido así a la lucha, soldado de España? Nunca, antes de que fuesen expulsadas de la gobernación del Estado las pandillas de militares traidores y políticos venales al servicio del capitalismo. Unas semanas han bastado para que un Gobierno tuyo, auténticamente proletario e identificado con el pueblo, pueda poner en tus manos las herramientas de la victoria y decirte: ¡Adelante!

No es vana ilusión ni garrula palabrería. Es una realidad tangible. Hoy mismo el ejército del Centro avanzará asistido de todos los medios materiales que el triunfo requiere. Los partes de victoria que el ministro de la Guerra aguarda no se harán esperar. En veinticuatro horas –(…)– nuestras escuadrillas de bombardeos han destruido las bases aéreas de los rebeldes en Talavera, Sevilla, Granada y Cáceres. ¿Es, o no, una realidad?

¡Adelante, milicianos, soldados de España, que por primera vez vais a batiros por vuestros propios ideales y sin la angustia de ser traicionados por el mismo Estado que os manda a la muerte! Delante de vuestros parapetos está el enemigo, la tropa mercenaria y extranjera, tras la que se oculta y protege el brillante cortejo de los generales traidores, los señoritos asesinos, los curas sin conciencia, los explotadores sin entrañas, toda la canalla que hay que raer de España. ¡Adelante, milicianos, soldados del pueblo, trabajadores! ¡Adelante!

                                                                                                       “Alocución”, Ahora, 29/10/1936

(…).

La guerra no está ganada por muchos tanques y muchos aviones que tengamos. Tendremos que ganarla a fuerza de heroísmo y sacrificio. Ayer hemos visto correr como gamos, delante de nuestras vanguardias, a los rebeldes. No nos equivoquemos. Para hacerlos correr mañana tendremos que dar el pecho como lo hemos dado hoy. Cien veces les derrotaremos y cien veces reharán su frente y nos presentarán batalla.

Hasta que los exterminemos. ¿No vienen ellos predicando y practicando una guerra de exterminio?                                                                                                   

“La dura verdad”, Ahora, 30/10/1936

(…).

La infamia cometida ayer por la canalla fascista al bombardear sin previo aviso y desde tres mil metros de altura las calles céntricas de Madrid, a las cinco de la tarde, merece tal castigo, tan fría e implacable venganza, que desearíamos no dar ninguna expansión verbal a nuestra ira, porque no perdiese con el torrente de nuestras imprecaciones la violencia explosiva que, encerrándola celosamente en el pecho, ha de conservar intacta hasta el instante feliz en que podamos hacerla saltar. (…).

Quisiéramos –lo repetimos– conservar en estos momentos toda nuestra serenidad, la sangre fría que necesitamos para poder castigar implacablemente, pero sin perder un punto nuestra condición de hombres. Herir, no con el instintivo y ciego zarpazo de la bestia acosada, como hacen ellos, sino con la dignidad con que el hombre castiga a la alimaña.

                                                                                                   

 “El hombre y la bestia”, Ahora, 31/10/1936

(…).

Tenemos que resistir y que avanzar de cara a la muerte, sin más coacción que la de nuestra conciencia. El miedo no podemos vencerlo con el terror, sino con la convicción, con el noble sentimiento del deber, con la fe. Vuestro jefe, el general de las fuerzas del Ejército del Centro, os ha dicho ayer escuetamente: “Pensad a solas, en los momentos de descanso, lo que sería de nosotros y de los nuestros si por no poner en la lucha todo nuestro valor y disciplina, perdiéramos la contienda”.

¡Pensadlo, soldados de la libertad! Pensad en vuestras mujeres y en vuestros hijos. El enemigo no puede ganar la horrenda partida. No la ganará más que si vosotros la dais por perdida. Y entonces sí que perderíais cierta e inexorablemente esa vida que os hacéis la ilusión de hurtar al peligro. A la muerte se la desafía y se la vence dando el pecho; retrocediendo, se la concita no solo desde nuestras cabezas, sino sobre la de vuestras mujeres y vuestros hijos inocentes, que sucumbirán por el solo delito de ser vuestros.

Hoy es el día decisivo. Mucho ha sido hasta aquí vuestro heroísmo, soldados de la libertad, pero no basta. ¡Un esfuerzo más! ¡Adelante!

¡La victoria es la vida!

¡Y está al alcance de vuestros fusiles!

«El precio de la vida es la victoria», Ahora, 01/11/1936

¡Alto! ¿Qué es eso del canje de prisioneros? ¿Qué es eso de la humanización de la guerra? El Pueblo español, que ha sido arrastrado a la más inhumana y bestial de las guerras por la exclusiva y caprichosa voluntad de unos generales traidores, el pueblo que ha visto caer a sus hijos a millares, sacrificados fríamente por el implacable terrorismo blanco, tiene derecho a preguntar, cuando se le hable de humanización de la guerra. ¿Qué es eso? ¿Qué es lo que se pretende? (…).

No sabemos lo que pensará el Gobierno ante esta contingencia; pero nuestro deber como órgano de opinión del pueblo es señalar desde ahora mismo el riesgo que supondría su aquiescencia a una maniobra de tal naturaleza que no tendría más finalidad que la de procurar impunidad al adversario. (…).

¿Qué es eso del canje de prisioneros? ¿Qué potencia amiga puede, sin atentar a la soberanía del Estado español, hablar siquiera de prisioneros? ¿Qué prisioneros son esos? ¿Los delincuentes contra la seguridad del Estado? ¿Pero es que puede haber en Europa o en el mundo un solo Estado capaz de tratar en pie de igualdad a los que se rebelaron contra el Estado legalmente constituido y al poder público que ejerce legítima y constitucionalmente su función? (…).

En cautividad no hay en España más que la inmensa masa de población civil toma en rehenes por los facciosos para asegurar, merced a esa injerencia exterior que ahora se intenta, la impunidad de su rebeldía.

Si lo que se pretende es eso, conseguir la impunidad para los rebeldes, el Estado español tiene el deber inexcusable, apremiante, de hacer ante el mundo una petición de principio que corte en flor tan intolerable maniobra.

«La soberanía del Estado», Ahora, 03/11/1936

(…).

Esta es la situación. Todo se gana y se pierde en esas colinas de los alrededores de Madrid; todo está ahí, en esas lomas pardas, contra cuyos surcos se aplastan nuestros milicianos; ellas lo son todo: el bienestar de las clases trabajadoras, la libertad de los ciudadanos, el porvenir de la patria, el pan, la vida. Que nadie se equivoque. Esos desnudos repechos son hoy la sede de la España federal, la capital de Cataluña y de Euzkadi, el último reducto de las libertades ciudadanas, el firme bastión de las conquistas del proletariado.

¿Sabremos defenderlas?

A la lucha. Todo es gana y se pierde en un metro cuadrado de terreno. ¡Defiéndelo si quieres defender tu vida, soldado del pueblo!

“A vida o muerte!”, Ahora, 04/11/1936

 

                                                                                                          

¡Pueblo de Madrid! La hora ansiada y terrible ha sonado. Esta misma mañana, en tus propios arrabales, se está jugando a vida o muerte tu destino. Vas a salir a luchar, y quisiéramos que fuese con el corazón ligero; que entrases en fuego con el ánimo alegre del que, pase lo que pase, ha de ganar por fuerza. Todo un mundo mejor tienes por delante y al alcance de tus fusiles. No tienes nada que perder: tu hambre, tu tristeza, tus cadenas; si acaso la pobre vida de esclavo que te harían llevar tus vencedores. (…).

Toda tu vida esperaba este día. El heroísmo no se improvisa. Si no supiéramos que el héroe, el verdadero héroe, va elaborándose lentamente a lo larga de toda la existencia y que la vida entera de nuestro pueblo ha estado aguardando este trance heroico, podríamos dudar de ti, pueblo de Madrid. No podemos dudar quienes te hemos visto año tras año rechinar los dientes y apretar los puños de rabia e impotencia, soñando que algún día habrá de llegar la hora del triunfo final.

Esa hora ha llegado. La hacen sonar, mientras amanece, los cañones extranjeros que están vomitando su metralla sobre nuestros hogares.

(…).

Nunca hemos estado tan cerca del triunfo. Pero nadie se figure que hemos de lograrlo sin antes llegar al máximo rendimientos del heroísmo y del espíritu de sacrificio. Dura ha de ser la pelea. La misma conciencia que el enemigo tiene de su vulnerabilidad le hará atacar desesperadamente y revolverse con temibles coletazos. Hagámosle frente con el ánimo bien dispuesto para la más feroz de las batallas. Nadie piensa que a estas alturas sea posible economizar esfuerzo ni sacrificio alguno. Si no lo damos todo, si no lo echamos todo por delante, si no adelantamos heroicamente el pecho, no ganaremos. No ganaremos, aunque tengamos tanques y cañones y aviación; aunque todo el pueblo esté a nuestro lado; aunque el mundo entero venga a ayudarnos. Con todo eso no ganaremos si, individualmente, en lo íntimo de nuestro ser, cada combatiente no está convencido de que solo arriesgando la propia vida, sacrificándose si es preciso, se puede ganar. No es esta una guerra de habilidades estratégicas y sutilezas políticas. Un ímpetu biológico ha lanzado a las grandes masas de España contra las clases tradicionalmente directoras que las traicionaron. No hay nada que pueda eludir el choque espantoso que ha de producirse fatalmente para que esta tragedia llegue a su término.

El que lo eluda perecerá.

El enemigo, que está instintivamente avisado, querrá provocar la horrible y definitiva colisión cuanto antes. Y acudimos hoy a las puertas de Madrid dispuestos a aniquilarlo, o será él quien nos aniquile. 

                                                                                                                 

“Hoy y aquí”, Ahora, 06/11/1936

Vamos a la vida o a la muerte. La aurora de este día ha de ser la de un nuevo mundo, más justo, más bueno, más luminoso y radiante del que hasta ahora aquí hemos vivido. O será ya una noche eterna el mundo de las sombras, entre las que se alzará el pavoroso espectro y la tiranía de los más bajos instintos extraídos de su sepulcro medieval por una horda de asesinos.                                                                                                               

Fuente: Pasajes: Revista de pensamiento contemporáneo. 2019. Núm. 57