Franco sigue vivo en las esquelas

andalucesdiario.es | Antonio Avendaño | opinión | 20-11-2014

Franco sigue vivo en las esquelas. No muy vivo ni en muchas esquelas, pero ahí continúa, recordado cada 20 de noviembre en los periódicos de papel que, a su vez, amarillean ellos mismos con el color de la muerte. Varios diarios del grupo Vocento, antaño fervientemente católicos, entre ellos Ideal de Granada, han publicado esquelas de ese muerto que no acabamos de matar y mucho de menos de enterrar (y no digamos ya de incinerar).

La esquela de Granada también recuerda con emoción a José Antonio Primo de Rivera, de quien se toma la libertad de calificarlo como “gran pensador”; como se decía en otro tiempo, llamar a José Antonio ‘gran pensador’ no es un acto de libertad responsable, sino de peligroso libertinaje.Como lo es decir de Franco, y también lo dice esa esquela, que “murió en acto de servicio”: los cándidos apologistas no sospechan cuán cerca han estado, con esa frase, de admitir que el último gran acto de servicio de Franco a su patria fue, precisamente, morirse.

La noticia del día 20 de noviembre no es que en España queden franquistas. Ni siquiera que blasonen de serlo. La noticia es que haya periódicos respetables que publiquen recordatorios conmemorativos de un dictador con incontables crímenes y ferocidades a sus espaldas. Pero si hay periódicos que lo hacen es porque pueden hacerlo, es decir, porque no pagan precio alguno por ello: porque en España publicar tales esquelas no está suficientemente mal visto.

Puede que esté mal visto, pero poco: lo bastante poco como para que publicarlas no empañe el buen nombre de los medios de que lo hacen. Ninguno de esos periódicos está dirigido por franquistas. ¿Entonces? Entonces nada. Se recuerda mucho en días como éste que en países como Alemania es delito hacer apología del nazismo o negar el Holocausto: en España no solo no es delito hacer lo mismo con Franco y el franquismo, es que ni siquiera es pecado.

Este artículo no es, propiamente, un reproche a los periódicos. Es un reproche a nosotros mismos. Todos esos periódicos son tan sinceramente demócratas como en el pasado fueron sinceramente franquistas. Y lo que vale para los periódicos vale, como mínimo, para medio país. En la ominosa tumba del Valle de los Caídos no solo yace Franco, yace también la España que no fue capaz de acabar con él. España es una democracia sincera, pero no fue una dictadura hipócrita. La complicidad de una gran mayoría del país con Franco y con el franquismo es imposible de borrar y complicado de administrar: tan imposible y tan complicado que, de hecho, seguimos en ello.

Lo dijimos con motivo de la muerte del primer expresidente de la democracia: Suárez era hijo de Franco y la democracia era hija de Suárez, de manera que la democracia es nieta de Franco, aunque la muy ladina simuló que no tenía pasado. Es lógico que así fuera: se trataba de un pasado, primero, demasiado atroz y, segundo, con demasiados cómplices.

De la complicidad de ayer provienen las esquelas de hoy, pero al menos en esto no deberíamos seguir engañándonos a nosotros mismos: las esquelas son una inequívoca prueba material y moral de nuestra complicidad, pero no de la complicidad de ayer, sino de la de hoy mismo: una complicidad que no será delito ni será pecado, pero que no deja de ser una cosa bastante fea.

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