Fuentes de León (Badajoz). La fosa de las botas con tachuelas

En Fuentes de León se han abierto dos zanjas clandestinas en el cementerio. Dentro, los restos de jornaleros que fueron represaliados por participar en la revolución agraria de la II República

MIRIAM F. RUA / Sábado, 7 diciembre 2019, 08:50

En Fuentes de León las gentes del campo iban con botas de cuero. Era el calzado que soportaba el frío y las subidas y bajadas con el ganado por el cerro al que llamaban ‘La patada de Dios’, en las últimas estribaciones de Sierra Morena. Los vecinos recuerdan el sonido que hacían las tachas de las suelas, remachadas una y otra vez, cuando pisaban las calles empedradas del pueblo. Era el aviso de su regreso.

Quince mujeres sobre las que nadie habla

En una zanja excavada en el cementerio viejo se están recuperando ahora los restos de diez hombres que han aparecido amontonados con esas mismas botas de cuero. Son los primeros de una larga lista de jornaleros fusilados o ejecutados por el ejército sublevado en 1936 en este municipio pacense a caballo entre Extremadura y Andalucía.

Sus nombres figuran en las actas de ocupación temporal de tierras que se produjeron entre marzo y abril de ese mismo año al calor de la reforma agraria de la II República. Forman parte de los llamados represaliados de la revolución agraria que en Fuentes de León representan el 95% de las 93 personas que engrosan la nómina de víctimas que están en fosas comunes.

En estos días el equipo comandado por el arqueólogo y antropólogo gallego Daniel Quiroga está terminando de exhumar los cuerpos de las fosas. Esta es una de las tres actuaciones que ha financiado el Ministerio de Justicia en Extremadura este año para la búsqueda, localización y apertura de fosas de la guerra civil y el franquismo. HOY ha estado esta semana en el cementerio de Fuentes de León acompañando a este equipo de trabajo.

El día es frío, arrecia el viento a 741 metros de altura, sin nada que lo frene. La lluvia da una tregua después de nueve días. En medio de uno de los dos jardines en torno a los cuales se disponen los bloques de nichos más antiguos hay una carpa. Debajo han encontrado dos fosas comunes.

Es la segunda exhumación que se lleva a cabo este año, en las que se han recuperado los cuerpos de casi un tercio de las 93 víctimas

Sabían que estaban allí. En verano se hizo una primera intervención de la mano del Premhex, el Proyecto para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura que financia la Junta y las dos diputaciones, y recuperaron los cuerpos de catorce represaliados, cinco eran mujeres, y dejaron la pista de otras dos fosas, que son las que se han abierto ahora.

Sorprende lo cerca que están del suelo. Apenas a un metro de profundidad Quiroga, director de la intervención, y el también arqueólogo Alfonso Monsálvez están de rodillas con un pincel, como el que se usa para barnizar la madera, para retirar la tierra pegada en los huesos de la fosa más cercana al acceso de la carpa. Lo hacen con esmero, como quien limpia un tesoro milenario.

Verles trabajar alivia por el respeto que le devuelven a quienes llevan 83 años enterrados de forma clandestina.

«Estos son crímenes de lesa humanidad. Buscamos a las víctimas para devolverles la dignidad» Daniel Quiroga | Arqueólogo y antropólogo

Las dos zanjas son estrechas y están a menos de un metro la una de la otra. «La impresión que da por la disposición de los cuerpos -unos boca abajo, otros de cúbito lateral- es que se ordenaban con el fin de que cupiese el mayor número de cadáveres y cuando estaba llena, se tapaba y se seguían enterrando en la zanja siguiente».

Esas zanjas las cavó Francisco Sánchez Blanco y acabó enterrado en una de ellas cuando lo mataron el 31 de octubre. «Estaba empleado en los trabajos del tercio, como el PER de hoy, y le mandaron a trabajar al cementerio. Alguien lo denunció y se lo llevaron», relata su nieto Felipe Sánchez.

En la fosa más grande, donde se han hallado restos de diez hombres, Quiroga llama la atención sobre las botas de cuero, muy bien conservadas. «No lo he visto en otras exhumaciones, donde lo normal es encontrar alpargatas o zapatos con suelas de goma, es un calzado típico de las personas del campo de esta zona».

La historiadora Candela Chaves, que está ahora al frente del Premhex, explica este hallazgo: «La gente que está en la fosa son esos trabajadores del campo que creyendo en el sueño de la reforma agraria lucharon por hacerla real y fueron represaliados por ello. Hay una relación directa entre la lista de personas que tenían que ser empleados en las tierras y la lista de desaparecidos».

Esta excavación deja además otra pista para seguir trabajando. Asoma una bota con tachuelas en la tierra que habla de otra fosa común. Ahora ni el dinero ni el tiempo les llega para abrirla, pero será la siguiente cuando se retomen los trabajos de exhumación, que esperan completar a lo largo del próximo año.

Les queda trabajo. En las dos campañas realizadas se han recuperado 27 cuerpos, apenas un tercio de los que están buscando. La represión en Fuentes de León, detalla Chaves, se produjo entre septiembre y diciembre del 36. Justo un mes después de la toma de Badajoz, las tropas sublevadas comandadas por el general Navarro entraron en el pueblo.

«Hay una relación directa entre la lista de las personas empleadas en las tierras y la de los desaparecidos» Candela Chaves | Historiadora

En los días siguientes se produjeron el grueso de las detenciones y asesinatos de la corporación municipal, incluido el alcalde Lorenzo Chamorro, de personas vinculadas a sindicatos u organizaciones afines a la República, y sobre todo de jornaleros. En octubre se produjo otra oleada menos abultada de ejecuciones, sobre todo de los que habían escapado del pueblo y justo un día antes de la Nochebuena del 36 se mataron a las dos últimas víctimas de la lista negra de este pueblo de la comarca de Tentudía, que por entonces contaba con 3.500 habitantes.

Se sabe que acabaron con ellas en el cementerio viejo. En el pueblo se dice que soltaban a los detenidos dentro, cerraban la verja, apoyaban la culata de la escopeta en el cerrojo y disparaban como quien está haciendo prácticas de tiro. Lo relata el alcalde, Francisco de Asís, quien en 2015 fue el que empezó a llamar a la puerta de las administraciones para que se abrieran las fosas de su pueblo. «Aquí se sabía mucho y se hablaba poco. Había un silencio muy grande que ha empezado a romperse cuando se han abierto las fosas, porque jamás pensaron que alguien en el 2019 iba a estar aquí para recuperar a las víctimas».

Un termo de chocolate caliente

No es el caso de Inma Rey, nieta de uno de los represaliados en Fuentes de León, que junto a su hermana Loli lleva años reclamando que se busque a su abuelo. Llega al cementerio con un termo de chocolate caliente para todos. Otras veces les llevan queso o chacina.

El equipo que trabaja en la exhumación está en el pueblo desde el 7 de noviembre y los han acogido como a una familia. Son ellos los que han llegado para abrir la fosa a la que Inma acompañaba a su abuela cada año por Los Santos. Antes de que se hicieran los primeros sondeos para localizar los enterramientos, ella ya sabía dónde estaban los cuerpos. Tenía un recuerdo nítido: clavaban las flores enfrente de una lápida con una cigüeña grabada. No se equivocaba.

¿Voy a poder recuperar a mi abuelo? Esa es la pregunta que hace Inma a los arqueólogos. Lo mataron acusado de un falso robo. Era guarda de seguridad en una fábrica de luz del pueblo. Al día siguiente de su muerte, salió ardiendo la casa de su delator, un compañero de trabajo. Dentro encontraron los enseres sustraídos. En su acta de defunción figura como causa de la muerte: choque contra la autoridad, un eufemismo muy común entonces.

«Había un silencio muy grande que ha empezado a romperse cuando se han abierto las fosas» Francisco de Asís Martínez | Alcalde de Fuentes de León

La misma inquietud tiene cada familiar que se asoma a la fosa. «No preguntan si han sufrido o cómo murieron, solo si le vamos a poder dar aunque sea un hueso de su familiar para enterrarlo y en el caso de esta fosa aún no se lo podemos afirmar», dice Quiroga.

Encima y en los laterales de las zanjas que se están excavando se han hecho a lo largo de este tiempo enterramientos convencionales con féretros que han erosionado los cadáveres. De algunos, solo quedan los pies.

Pese a ello, la identificación es la prioridad de las familias y también de su equipo. «Estos son crímenes de lesa humanidad en los que buscamos a las víctimas para devolverles la dignidad a ellos y a sus familias». Daniel Quiroga no es la primera vez que se enfrenta a una fosa común, pero se le escapan las lágrimas. «Lloro porque es emocionante y muy duro».

A sus 84 años, Carmela Méndez está pendiente de los trabajos de exhumación. Busca a su padre, José Méndez. Lo mataron con 35 años. Regentaba el bar que ella heredó, ‘La Golondrina’, en el centro del pueblo. «El dueño del bar de al lado acusó a mi padre por envidia, porque él no tenía ninguna idea política, tenía que tratar con todos. Lo mataron de un tiro en la cabeza. Mi madre hablaba a todas horas de eso».

Los restos que sacan de las zanjas van a parar a la antigua sala de autopsias del cementerio, revestida de azulejos blancos. Es una estancia fría, una sensación que no mitiga la estufa que tienen enchufada. Allí está el equipo de antropólogas forenses que examinan cada hueso y cada objeto que rescatan de la tierra. Una tijera plegable, un mechero, una faltriquera de cuero para guardar el tabaco, un monedero, las balas… Recogen todo, hasta el objeto más nimio, porque después puede ser la clave en el puzzle de la identificación.

Han trasladado su laboratorio allí para evitar que se erosionen más los restos con el desplazamiento y, a la vez, mantener la cadena de custodia. Ellas constatan la muerte violenta de quienes están en la fosa. En las zanjas hay casquillos de escopetas Mauser y balas de arma corta y en los huesos orificios de entrada y salida de proyectiles. Los cadáveres también les revelan otras pruebas: lesiones previas a la ejecución o el fusilamiento, como la fractura de tibia que ve en el esqueleto que ha reconstruido encima de la camilla. «Podría ser por torturas en interrogatorios previos o para vencer la resistencia de los detenidos».

Hasta que no se complete la exhumación de todas las fosas, la identificación seguirá siendo solo un deseo. Ahora mismo solo tienen 18 familias que buscan y 27 víctimas recuperadas pero más esperanza de la que han tenido en estos 80 años atrás.

https://www.hoy.es/prov-badajoz/fosa-botas-tachuelas-20191207002909-ntvo.html

Quince mujeres sobre las que nadie habla

Sábado, 7 diciembre 2019, 08:46

De las 93 víctimas que figuran en la nómina de represaliados durante la Guerra Civil en Fuentes de León, quince de ellas eran mujeres de las que apenas se sabe nada. «En los testimonios que hemos recogido en el pueblo nos dieron mucha información sobre los nombres de los represaliados pero no hemos encontrado apenas gente que nos hable de ellas», destaca la historiadora Candela Chaves. Le resulta especialmente significativo porque once de ellas fueron asesinadas el mismo día, el 29 de septiembre. «Y nadie las recuerda», apostilla. Saben que entre las víctimas había una madre y una hija, una mujer embarazada y una institutriz. A partir de ahí poco más se conoce. Chaves lo interpreta así: «Las mujeres no solo fueron represaliadas sino olvidadas por la memoria oral».

https://www.hoy.es/extremadura/quince-mujeres-sobre-20191207002850-ntvo.html