Galicia. Heridas que solo sanan al cerrarse

Fonseca acoge una muestra sobre los 608 gallegos que padecieron en una cárcel franquista de Pamplona

La Voz de Galicia | Xurxo Melchor | 8-2-2015

A los que creen que es malo reabrir heridas habría que invitarles a pasarse a partir de mañana por el salón artesonado del Colexio de Fonseca para observar con calma la exposición «Que aflore o soterrado: o forte de San Cristóbal, baluarte da represión franquista». El equipo que ha estudiado durante 25 años esta cárcel de Pamplona en la que padecieron 608 gallegos, de los cuales 96 se dejaron allí la vida, ha contado con la colaboración de la Universidade y el Ateneo para confeccionar una muestra compuesta por 32 paneles que son el más amplio recorrido por la historia más áspera del considerado como el penal más duro del franquismo, pero también por las múltiples relaciones de solidaridad, fraternidad e incluso amor que allí se generaron.

Koldo Pla Larramendi es el historiador que mejor conoce el fuerte de San Cristóbal y ayer estuvo en Santiago para presentar la exposición, en la que también se exhibirán un documental y una película. El penal estuvo abierto entre 1934 y 1945. Los malos tratos, el hambre y el frío que padecieron sus reclusos han quedado bien patentes en las propias paredes del edificio, repletas de pintadas de los que por allí pasaron, sufrieron y perecieron.

Una fecha destaca sobre todas en la historia de San Cristóbal. El 22 de mayo de 1938, sin ayuda exterior, 2.500 presos huyeron del penal, pero la evasión falló porque un vigilante logró zafarse de los presos y dio la voz de alarma. Solo tres lograron llegar a Francia y 207 murieron fusilados, de los que 55 eran gallegos. Entre las figuras destacables resalta, por ejemplo, la de Francisco Lamas, recluso por ser alcalde republicano de Lugo y que como era médico acabó siendo el doctor de la cárcel, que al final se convirtió en hospital penitenciario para tuberculosos.

En ese recorrido por los 32 paneles de la muestra también ocupa lugar de especial atención el cementerio de las botellas. Fue el camposanto del penal y se llamó así porque a los muertos se les colocaba una botella entre las piernas con sus nombres. Así se ha podido identificar a algunos. Al resto solo lo está logrando el arduo trabajo del equipo de Pla Larramendi, que ha permitido a muchos hijos y nietos de prisioneros sanar unas heridas que no estaban cerradas, sino que supuraban con el pus del ignominioso olvido.

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/santiago/2015/02/08/heridas-solo-sanan-cerrarse/0003_201502S8C89916.htm