El cortijo de Gambogaz se encuentra actualmente muy deteriorado – Raúl Doblado
Los herederos del propietario original, Ignacio Vázquez Gutiérrez, piden que se aplique la Ley de Memoria Histórica para desvelar cómo se enajenó la finca
Alberto García Reyes / Sevilla Actualizado:08/12/2019 08:58h
Todo es decrépito allí. Hay un trasiego de tractores en una nave trasera, pero el resto del cortijo es un símbolo de la fugacidad del poder. En el patio central, los limoneros lloran sobre un erial de maleza, las fachadas están completamente heridas, las ventanas son ágape de polillas y la puerta principal tiene borradas por el tiempo algunas letras del caserío: Gambogaz. El cortijo que fue cuartel del general Gonzalo Queipo de Llano en Sevilla exhibe aún un viejo esplendor, casi abusivo, que ahora es un lugar casi abandonado en el que aúllan varias decenas de perros sueltos, pero inofensivos. Los vecinos de Camas, el pueblo al que pertenece la finca, pasan por delante en su afán por rebajar el colesterol todos los días. El encargado merodea la zona con una furgoneta, pero no accede nunca a las entrañas de la casa. Dentro sólo está el jardinero, que cuida una parte, la mejor conservada, en la que aún parece haber vida.
El palacio en el que otrora exhibió su poderío el hombre que dirigió el alzamiento franquista en Sevilla es ahora una construcción cadavérica, con farolas y techos rotos, con los muros roídos. Ha pasado suficiente tiempo como para hacerse algunas preguntas. Porque en la historia del cortijo aún hay dudas sin resolver. Gambogaz llegó a manos del teniente general en 1937, sólo unos meses después del alzamiento y tras una dura represión contra el Frente Popular que permitió a Queipo tomar la ciudad rápidamente. Pero hay dos versiones «oficiales» sobre cómo se hizo el de Tordesillas con esta finca de 650 hectáreas situada a orillas del Guadalquivir, que en aquellos tiempos era probablemente la más rentable de la provincia.
Una sostiene que la compró el Ayuntamiento de Sevilla, entonces presidido por Ramón de Carranza, con las aportaciones de un duro que hicieron los funcionarios municipales y centenares de voluntarios y que, posteriormente, la ciudad se la donó al general como regalo por su «hazaña». Supuestamente, la colecta alcanzó las cien mil pesetas en diciembre de 1937. La otra asegura directamente que Queipo de Llano la compró. Él mismo lo escribió el 9 de diciembre de 1937 en ABC: «No hace muchas noches, una radio roja, con la malquerencia que es peculiar en ellos, decía que con el producto de la suscripción en mi honor había yo comprado un cortijo para vivir de la renta. Sí, se ha comprado un cortijo, todos los de Triana lo conocéis, es el cortijo de Gambogaz, pero se ha reservado, no para que yo viva de su renta, sino para obrar en él la reforma agraria, sirviendo de base a la labor futura del Gobierno». Pero, ¿a quién se lo compró? ¿Por cuánto dinero? ¿En qué condiciones?
Sobre los propietarios anteriores al alzamiento poco o nada se ha sabido hasta ahora. Se trata de los Vázquez, una dinastía de grandes terratenientes sevillanos cuyos herederos han decidido poner en pie la versión que les contó su bisabuela, Rosario Reina, viuda del dueño de la finca en el momento en el que todo ocurrió. Se remiten para ello a la Ley de Memoria Histórica porque entienden que pudieron ser perjudicados por el franquismo. ABC ha hablado con Luis García Vázquez, José Manuel Vázquez González y Gonzalo Pineda Vázquez, tres miembros de la familia que han decidido ponerse a investigar para resolver las dudas que ha generado esta historia en su casa desde que sus abuelos decidieron contarla, ya bien asentado el franquismo.
Y han encontrado un documento sorprendente: la hoja registral de Gambogaz sigue estando a nombre de su tatarabuelo. La nota simple indica que la «suerte de tierra denominada La Calzada, que forma parte del Cortijo llamado de Gambogaz», tiene como titular al cien por cien del pleno dominio a Ignacio Vázquez Gutiérrez y que ésta fue «adquirida por herencia, en virtud de escritura autorizada por el notario don Pablo María Álava de Sevilla, el día 27 de abril de 1.858». Según el catastro, esta finca es concretamente la que incluye el cortijo. Es decir, ni Queipo de Llano ni sus herederos la inmatricularon nunca a su nombre. ¿Por qué? Los Vázquez se han reunido con varios miembros del gobierno municipal de Camas para solicitar todo el historial urbanístico de estas tierras con el objetivo de confirmar una sospecha que les acecha desde hace décadas: Gambogaz no se vendió. O, al menos, no en las condiciones que se han contado de forma oficial. «¿Qué sentido tenía vender la finca más productiva de la provincia justo después de haberla modernizado?», se preguntan.
Agricultor revolucionario
Vázquez Gutiérrez había sido un revolucionario de la agricultura en España. En el libro «Tierra y parentesco en el campo sevillano. La revolución agrícola del siglo XIX», de Françoise Heran, se explica que su inventario «post mortem» era inabarcable y que todo lo había conseguido a partir de un nuevo modelo de producción que se basaba en la industrialización de los cultivos. Fue, según los historiadores, pionero en el uso de la maquinaria para recolección y en apenas dos décadas se había hecho con tierras en toda la provincia. Suyos eran originariamente cortijos tan importantes como «El Esparragal» en Gerena o «Clarevot» en Los Palacios, por citar sólo algunos.
Estas propiedades se repartieron entre sus diez hijos y al noveno de ellos, José Antonio Vázquez Rodríguez, le correspondió Gambogaz, que de ahí pasó a manos de la siguiente generación, entre ellos José Vázquez de la Lastra. Esta tercera línea continuó la revolución iniciada por su antepasado, pero Vázquez de la Lastra falleció joven, con poco más de 30 años, dejando dos hijos. Su viuda, Rosario Reina, se hizo cargo entonces de su parte de la finca. Corría el año 1929. Ocho después, a pesar de que los resultados de la explotación eran inmejorables, supuestamente la vendió a Queipo de Llano. Pero la historia que conocen los actuales herederos, nietos de los dos muchachos a los que correspondía el cortijo, es bien distinta: «Nuestros abuelos nunca firmaron ninguna venta y su madre, por sí sola, no podía hacerlo. Lo que nos han contado de toda la vida es que a nuestra bisabuela le dijeron que si no soltaba Gambogaz, sus dos hijos irían al frente. Eso ha sido algo que se ha llevado con mucho secreto en nuestra casa porque había miedo».
Los tres Vázquez que están representando a la familia -dos de ellos son abogados- llevan varios meses haciendo pesquisas y creen que la Ley de Memoria Histórica les ampara para reivindicar qué pasó con sus propiedades. «En realidad no nos mueve el interés por unas tierras, sino el deseo de saber lo que pasó y de acabar con la incertidumbre que siempre ha rodeado esta historia», coinciden. Y los documentos parecen avalarles. Cuatro herederos de Gonzalo Queipo de Llano –Ernestina, Mercedes, Ana María y Gonzalo- han vendido «cinco fincas independientes procedentes del cortijo de Gambogaz e inscritas en el Registro de la Propiedad de Sevilla número Tres», según se indica en una auditoría interna de una de las empresas de la familia del general a la que ha tenido acceso este periódico. Sin embargo, el caserío no se ha tocado y sigue inscrito a nombre del propietario original. Las tierras se han segregado a partir de este cortijo, pero la construcción principal no ha cambiado de titular. «Si Queipo de Llano le compró Gambogaz a nuestra bisabuela, que sus herederos enseñen el contrato y se acabó la historia». Hasta ahora, nunca lo han hecho. ABC ha podido confirmar que pagan el IBI en el Ayuntamiento de Camas, pero, ¿con qué título de propiedad. «¿Bajo qué figura jurídica se hizo aquella enajenación? ¿Fue una venta, una expropiación forzosa? Que lo expliquen y nos quedamos todos tranquilos, porque nosotros sólo buscamos una cosa: que se sepa a ciencia cierta de quién es Gambogaz», sentencian.
En estos momentos, el hogar del hombre que mandó en Sevilla durante el franquismo es, seguro, propiedad del abandono. Y de la paradoja. Porque la Ley de Memoria Histórica podría amparar en este caso a unos antiguos terratenientes que, por cierto, han creado un grupo de Whatsapp familiar en el que se informan de todos los trámites que están llevando a cabo con un nombre muy ilustrativo: «Los terrateníamos».
Gonzalo García Queipo de Llano: «Tenemos las escrituras, todo está en regla»
La inscripción de la finca de Camas a nombre del propietario original y las dudas que en el seno de la familia Vázquez ha generado siempre este asunto les permite ahora recurrir a la Ley de Memoria Histórica para averiguar qué paso exactamente con Gambogaz. Pero los herederos de Queipo de Llano están tranquilos. ABC ha contactado con uno de los nietos del general, Gonzalo García Queipo de Llano, que actualmente preside la Fundación Pro-Infancia que creó la familia y que tiene precisamente como sede el cortijo. «La nota del Registro de la Propiedad es falsa o inútil porque eso no es así. La propiedad de la finca está muy clara con todas sus escrituras». García Queipo de Llano reitera que «tenemos las escrituras» y que «todo está en regla», aunque no sabe precisar cuánto se pagó por estas tierras: «El precio no lo sé, lo tendría que buscar, pero todo está en orden y nunca hemos tenido ningún problema». El nieto del militar que dirigió el alzamiento en Sevilla admite que «hay una parte de la finca que está deteriorada, pero la vivienda sigue existiendo y continúa teniendo uso».
No recuerda más datos, pero un hijo de Queipo llegó a enviar una carta al diario El País en 1977 para explicar que se recaudaron fondos para la compra de Gambogaz y el general creó una Fundación Benéfico-Social-Agraria, hechos que «están claramente reflejados en la escritura número 415/1937 del notario de Sevilla señor Echaide Aguinaga, así como los fines de la Fundación».
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