García Morato en Cáceres en 1936

La polémica. Los restos del aviador franquista provocan agria controversia en Málaga

J. R. ALONSO DE LA TORRE Viernes, 28 febrero 2020, 08:15

El 8 de septiembre de 1936 era martes y reinaba una tensa espera en el palacio de los Golfines de Arriba, ocupado por el general Francisco Franco y su estado mayor. Desde el 1 de septiembre, las tropas sublevadas contra la República no avanzaban en el sur de Extremadura. Ese día habían tomado Azuaga y habían frenado. En el norte, en el avance hacia Madrid, tras entrar en Talavera de la Reina el jueves 3 de septiembre, una contraofensiva republicana tenía empantanado al coronel Yagüe y a sus columnas de regulares y legionarios.

Franco acababa de regresar de una visita al frente en Talavera y, al volver a Cáceres, se había visto obligado a refugiarse de un ataque aéreo de la aviación republicana bajo un puente. Su famosa ‘baraka’ lo había salvado del ataque, se comentaba en el Jámec y el Europa, los cafés más animados de Cáceres, que durante ese mes parecía la capital del mundo.

Si la actividad bélica estaba parada, la diplomática hervía. En el hotel Álvarez (hoy, Alfonso IX) se sucedían esa semana los huéspedes importantes. El 1 de septiembre, se había alojado allí el coronel italiano Ruggiero Bonomi, que había negociado la llegada de cazas Fiat CR32. Al día siguiente, había llegado el aventurero irlandés Nöel Fiztpatrick para ofrecer a Franco ayuda de su país. El sábado 5, pernoctaron el teniente coronel alemán Walter Warlimont y el general italiano Mario Roatta. Venían a negociar con Franco el envío en octubre de 307 soldados alemanes y abundante material de guerra a los castillos de las Arguijuelas.

Antes de la entrevista con los enviados de Hitler y Mussolini, el domingo 6, Franco había asistido a misa en Santa María y después había sido aclamado por cientos de manifestantes en el balcón del palacio de los Golfines. Pero ni el lunes 7 ni el martes 8 de septiembre sucedió nada reseñable: el frente no avanzaba ni más allá de Azuaga ni más al norte de Talavera. El contraataque de la República había frenado en seco a Yagüe en el camino hacia Madrid y Franco y su estado mayor se desesperaban ante la falta de cobertura aérea y la tardanza de los Fiat CR32 prometidos por Mussolini hacía una semana.

Más allá de la diplomacia de guerra, la vida seguía con sus luces (el 4 de septiembre se publicaba en el ‘Diário de Noticias’ de Lisboa el famoso artículo de José Augusto describiendo Cáceres en guerra como una ciudad feliz) y sus sombras: el 1 de septiembre habían sido condenados a muerte en Consejo de Guerra seis vecinos de Almoharín, que serían fusilados el 13 de septiembre, y el día 3 habían sufrido el mismo trance cinco vecinos de Salorino, incluido su médico y líder regionalista y socialista Antonio Elviro Verdeguer, siendo fusilados el 7 de diciembre de ese año.

El 9 de septiembre, llegaban al aeródromo de Cáceres tres escuadrillas de Fiat CR32 al mando de los oficiales italianos Dequal y Mantelli y del capitán español Joaquín García Morato. La ayuda italiana permitiría dar cobertura aérea desde Cáceres a las tropas sublevadas y, efectivamente, ese mismo día tomaban Cardenchosa de Azuaga en el sur y Arenas de San Pedro en el norte, uniendo así las provincias de Toledo y Ávila.

García Morato pasó varias semanas en Cáceres, combatiendo en la zona de Talavera y Toledo. El aviador más famoso y laureado del ejército de Franco derribó 40 aviones durante la guerra más 12 probables, participó en 140 combates y bombardeó Jaén y Antequera. A los tres días de acabar la guerra, se estrelló durante una exhibición y murió. Estos días, protagoniza una sonada polémica porque la Comisión de la Memoria Histórica pide que se exhumen sus restos de la iglesia malagueña del Carmen en el barrio del Perchel. Como Franco, ya exhumado, Morato también estuvo en Cáceres en septiembre del 36.

https://www.hoy.es/extremadura/garcia-morato-caceres-20200228002640-ntvo.html