La fosa fallida de Celestino, el panadero ‘paseado’, que deja abierta una herida en el Torío: “Pero buscarle ha sido sanador”
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica se despide de la fosa de Garrafe de Torío sin éxito en la localización concreta de algún represaliado de la zona pero satisfechos por “la concienciación” de la comarca
Buscando al panadero de La Pola 87 años después de ser ‘paseado’ por la Guardia Civil
Celestino, el panadero de La Pola de Gordón, descansa desde ayer un poco más en paz. No deja de doler la violenta manera en que murió, ‘paseado’ a punta de pistola allá por noviembre de 1937 a manos de varios guardias civiles, después de haber recibido la orden de cavar su propia tumba y habiéndole separado para siempre de una de sus hijas que le acompañaba.
Él se debatía un poco entre la contraposición de emociones de su padre, el nieto de Celestino, que tras culminar la excavación autorizada sin que apareciera pista alguna “ha estado algo abatido, con la mirada como perdida”, y la de su madre, que ha confesado: “No importa, siento paz”.
El arranque de la retroexcavadora del martes comenzó esperanzador, al aparecer un trozo de cinturón que rápidamente certificaron como de la época. Sabían por testimonios que, de aparecer, Celestino no aparecería con restos del traje que llevaba ni su reloj de bolsillo, porque era vox populi que los llevó durante años un conocido falangista de su mismo pueblo natal, Ruiforco de Torío. Pero incluso a pesar de bajar más de un metro en algunos puntos y escudriñar durante horas la tierra, cero rastro.
Es posible que el problema, además de tratarse de “una zona muy movida” durante años, fuera que de la posible sepultura de Celestino estuviera casi debajo de la actual carretera LE-315, muy ensanchada respecto a la de hace casi 90 años, y allí no hay nada que hacer, es intocable.
“Compensa”, tiene claro Marco, mientras relata el cálido ánimo que les dio ese ciclista que de mañana temprano hizo un alto en su ruta al ver la excavación y preguntó qué estaban haciendo, en cuanto supo que allí se buscaba desenterrar un drama humano que jamás debió ocurrir y mucho menos quedar impune.
“Pasa mucha gente” cuando excavan, “y están bastante concienciados, muchos te cuentan sus experiencias”. Como la que desgrana un vecino, que recuerda cómo cuando de pequeños les mandaban arar “había dos o tres fincas” en un pueblo cercano “que siempre nos decían que allí no hiciéramos nada; claro, porque sabían lo que había pasado y lo que se podía encontrar” tras la Guerra Civil y la victoria del fascismo franquista.