Granada. El Maestro cojo y los dos banderilleros.

Federico García Lorca animó durante la madrugada que pasaron en ‘La Colonia’ al maestro Dióscoro, muy deprimido tras su arresto.

diariosur.es | Julián Méndez | 14-12-2014

  • Al poeta Federico García Lorca no le fusilaron solo. En algún lugar entre Víznar y Alfacar, su cuerpo fue enterrado junto a los de un profesor republicano y a dos ‘hombres de acción’ de CNT-FAI

  • Sabrán que es Dióscoro por la muleta. Por lo poco que quede de la contera y del apoyo de la axila forrado en cuero después de 75 años enterrados en el cortijo de Víznar. A su lado, o encima, desmadejados por el plomo de los fusiles, estarán los cuerpos de dos banderilleros anarquistas, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Y, también, el cadáver del poeta Federico García Lorca, al que podrán identificar por su cráneo globuloso y sus característicos defectos en los pies.

Esta misma semana, los trabajos para localizar la fosa común en la que, según testimonios e investigaciones, deberían descansar los restos del poeta han sufrido un nuevo revés. La tumba tampoco está en el Peñón del Colorado de Alfácar (Granada). Pero la tarea no se detendrá. La retroexcavadora seguirá cavando en la zona tras los restos del fusilado más famoso de la Guerra Civil, un poeta «que todo lo aprendió de la tierra, que escribía con la tierra en la yema de los dedos», como recuerda Luis García Montero.

Esa misma obstinación por la memoria de esta tierra granadina ha permitido arrojar luz sobre las vidas de los tres hombres que, también contra su voluntad, acompañaron a Federico hasta la muerte. Tres cadáveres más de esa «geografía del terror» española.

Alguien excavó en la fosa

Datos del georadar. La más completa excavación emprendida para localizar los restos de Federico García Lorca se desarrolló en 2009. Sin éxito. Basada, entre otros, en los testimonios del enterrador Manuel Castilla ‘el comunista’, el georadar puso de manifiesto que alguien pudo haber removido aquel terreno poco después del fusilamiento.

Movimientos de tierra. La zona donde se supone que podrían estar enterrados los cuatro cuerpos ha sufrido grandes movimientos de tierra. De forma «temeraria e irresponsable» a decir de algunos, un antiguo alcalde socialista ordenó construir un campo de fútbol en el lugar. La obra se paró por presiones de la familia Lorca. Luego se quiso hacer una pista de motocross. Hoy, es un parque dedicado al poeta, con un monolito que le recuerda.

50 maestros fueron fusilados en Granada en la Guerra Civil. El 5 de septiembre de 1936, más de un mes después de su muerte, a Dióscoro y a otros 31 maestros se les abrió un expediente de depuración y les suspendieron «de empleo y sueldo». El cura de Pulianas, José Tovar Castillo, le acusó de impartir enseñanzas ateas a los niños. El cabo de la Guardia Civil informó que consideraba que el maestro se había pasado a los rojos.

El primero de los tres se llamaba Dióscoro Galindo González. Era un maestro de escuela republicano. Con todos sus atributos; un integrante de aquella avanzadilla de progreso, educación y libertad que la República esparció por España en sus escasos años de vida. Dióscoro era un maestro cojo y rojo.

Había nacido en Cigüñuela, a escasos kilómetros de Valladolid, en una familia acomodada, el 12 de diciembre de 1877. Sus padres, Clemente y Marcelina, le vieron partir hacia Madrid siendo todavía un muchacho: iba a estudiar para veterinario. Allí, y siguiendo la moda que dictaban, entre otros, dandis como Ramón María del Valle-Inclán, vestía abrigado y a la última. Con capa española, una prenda que, como se verá, le iba a cambiar la vida.

Un día, al bajarse del tranvía, la pesada capa quedó enganchada en el vagón, con tan mala suerte que su pierna izquierda quedó atrapada en los raíles. El convoy le pasó por encima. Fue operado de urgencia, pero no pudieron salvarle la extremidad, amputada para evitar la gangrena. Dióscoro tuvo que abandonar Veterinaria y regresó a Valladolid, donde estudió Magisterio, el oficio que convertiría en su auténtica vocación, como explica el historiador granadino Francisco Vigueras Roldán.

Educado en las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, Dióscoro ejerce como maestro en Andalucía a partir de 1929. Primero en Santiponce, cerca de la capital sevillana, y, más tarde, en Pulianas (Granada), en el que sería su último destino. Allí, en un pueblito de apenas 2.000 habitantes, con mayoría de empobrecidos jornaleros dedicados al cultivo del cereal, el olivo y la viña, «la triada mediterránea», según explica su alcalde Rafael Gil Bracero, propaga Dióscoro «los valores republicanos de libertad, igualdad y solidaridad, en una sociedad clasista y dominada por valores cristianos con los que choca su espíritu rebelde», proclama el regidor de Pulianas.

«Era un maestro humanista y solidario», resume Nieves Galindo, nieta del maestro. Capaz, recuerda, de enseñarles las cuatro letras por la noche a los niños jornaleros que tenían que arrimar el hombro en el tajo durante el día. Tuvo Dióscoro serios enfrentamientos con el secretario municipal, Eduardo Barreras, por la casa que le asignaron, «poco más que un pesebre», insuficiente para el maestro y sus tres hijos. Así que alquiló de su bolsillo una casona, el Caserío de los Ángeles, a las afueras del pueblo, con las ventanas verdes. Su hijo Antonio era quien le trasladaba en coche a diario hasta la escuela.

El maestro dejó claro cuál era su ideario desde el principio, pero dio un claro paso al frente en las elecciones del 16 de febrero de 1936, cuando representó al Frente Popular en la mesa electoral. «Jugó un papel decisivo para impedir que los caciques cometieran fraude. Nunca se lo perdonaron; cuando el Frente Popular ganó las elecciones, muchos vecinos fueron hasta su casa gritando ‘¡Viva el maestro nacional de Pulianas!’», apunta el historiador Vigueras.

Un maestro de la República. A Dióscoro Galindo, nacido en Cigüeñuela (Valladolid), lo ejecutaron los golpistas con 58 años entre Víznar y Alfacar. No le perdonaron sus enseñanzas laicas. Había perdido la pierna izquierda en Madrid, atropellado por un tranvía.

Los poderes fácticos tampoco le perdonaron haber desterrado el cerrilismo y la religión de aquella clase única, donde se mezclaban chicos de todas las edades y de todas las procedencias. Antiguos alumnos ya fallecidos, como Juan y Agustín Gómez, recordaron hasta su último día cómo, con fábulas, Dióscoro explicaba y negaba la existencia de Dios, al que animaba a llamar a la puerta, para demostrarles su presencia.

Los cuatro pistoleros

El 20 de julio de 1936, día de la sublevación militar en Granada, Dióscoro Galindo «era ya un hombre señalado por los falangistas de Pulianas como el maestro rojo», sostiene Francisco Vigueras. Un mes más tarde registraron su casa. No encontraron nada. Pero volvieron dos días después. «Cuatro pistoleros se lo llevaron a las dos de la madrugada. Me dijeron que si les seguía me disparaban», recordaba el hijo del maestro cojo. «Al día siguiente fui a la Comandancia, donde teníamos un amigo, el capitán Peramo. Tras hacer varias llamadas me dijo que lo sentía mucho, pero que no se podía hacer nada. Lo habían fusilado».

Dióscoro Galindo tenía 58 años cuando fue fusilado entre Víznar y Alfacar, dicen que muy cerca de la Fuente de Aynadamar, la Fuente de las Lágrimas.

El maestro de primeras letras pasó sus últimas horas en La Colonia, como sostiene el investigador Ian Gibson, con Lorca que, según Manuel Castilla (su supuesto enterrador) llevaba una corbata de lazo como la que «llevan los artistas» y con dos hombres, dos afamados banderilleros adscritos al sindicato CNT-FAI. Su nieto Francisco Galadí recordaba a este reportero que su abuelo fue «un luchador por los derechos de los demás y así le fue en esta tierra». «Su oficio había sido hojalatero, un buen oficio porque hacía conducciones de agua. Pero le gustaban los toros. Era un torero de izquierdas en un mundo de derechas como los toros. Un raro que se afilió a CNT (con 20.000 seguidores en Granada) para ayudar a la gente a salir de la miseria. A mi abuela, Paca Calleja Usero, se le ponían los pelos de punta cuando nos hablaba de él».

Por el Paseo de los Tristes

Era lo que se llamaba un ‘hombre de acción y teorizantes’, de los que pidieron fusiles al gobernador militar de Granada para combatir la sublevación. Se las negaron y, con lo poco que tenían, resistieron tres días al cañoneo del Albaicín desde la Alhambra. Galadí (que tenía tres hijos, como el maestro) y su compañero -(«eran como hermanos»)- Joaquín Arcollas Cabezas, escaparon al cerco y se ocultaron en las cuevas de Huétor Santillán, con idea de sumarse a una columna que se dirigiría a Córdoba. Pero Galadí quiso despedirse de su familia. Les capturan por un chivatazo. Atados a la parte trasero de un carro, son golpeados y conducidos por el Paseo de los Tristes hacia el Gobierno Civil. Luego los condujeron a Víznar donde se encontraron con Federico y Dióscoro. Galadí rechazó al cura y, lector de García Lorca y sabedor de su fama, le animó. «Tenemos que morir con dignidad», le dijo. No sirvió de nada. Los asesinaron en un barranco. Como escribe Francisco Vigueras «la guerra la perdieron los poetas y los maestros y la ganaron los curas».

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