Guadalajara. Ascensión cumple su sueño: recupera los restos de su padre, enterrado en una fosa común

Yo quiero que me entierren con él”

Ascensión Mendieta cumple a los 90 años el deseo de exhumar a su padre

La fosa ha empezado a abrirse este martes gracias a la justicia argentina

El País 19.01.2016 / NATALIA JUNQUERA
 
“Moriré pronto, pero ahora sé que he hecho todo lo que podía” “Yo quiero que me entierren con él…”. Ascensión Mendieta ha logrado a los 90 años cumplir un deseo que ha ocupado casi toda su vida: sacar a su padre de la fosa común en la que yace desde el 15 de noviembre de 1939, cuando fue fusilado por las autoridades franquistas. Ella tenía entonces 13 años. Los 88 los cumplió en un avión a Argentina, un país donde no conocía a nadie y al que viajó en noviembre de 2013 para hablar con una sola persona: la juez que investiga los crímenes del franquismo desde 2010, tras el portazo del Tribunal Supremo a la causa abierta por Baltasar Garzón. Fue en el despacho de la magistrada argentina María Servini de Cubría, a 10.000 kilómetros del hogar de Ascensión, desde donde se envió el exhorto a España en febrero de 2014 para abrir la fosa. Los trámites judiciales y administrativos se han prolongado casi dos años, pero esta mujer menuda que hoy no levantaba el ojo de la tierra está acostumbrada a esperar. Eso sí, ayer casi no durmió. “Me desperté a las tres de la mañana y ya no pude volver a pegar a al cementerio de Guadalajara, donde se encuentra la fosa, acompañada de sus hijas, Chon y Pilar, su nieta, y la abogada que presentó su caso en Argentina, Ana Mesutti, quien cuenta, tuvo “el enorme privilegio” de darle la noticia de que por fin habían conseguido todos los permisos. “Se puso a llorar desconsoladamente y ahí entendí de verdad lo que significa tener un familiar desaparecido”.

Hace muchísimo frío, pero no hay forma de convencer a Ascensión para que vaya a tomar un café caliente. Tienen que llevárselo hasta la silla desde la que ahora ve llevarse en carretillas 76 años de tierra y olvido. “A mi padre lo enterraron de los primeros, debe estar al final de todo… Ahora lo voy a tener conmigo. Me voy tranquila, feliz”.

Podría haberse acomodado en la resignación o hacer caso al cuerpo cuando le recordaba su edad, en forma de achaques, pero la voluntad de Ascensión era más fuerte porque, como explicó muchas veces, no le daba miedo morirse, sino hacerlo antes de poder recuperar los restos de su padre o pensando que no había hecho todo lo posible para lograrlo. No sabe decir a cuántas manifestaciones ha asistido para pedir ayuda para abrir las fosas del franquismo. A muchas fue con su hermana Paz, con la que le hubiera encantado compartir este momento, pero ella falleció en 2012. En todas llevaba colgado del cuello un cartel con la fotografía de sus padres.

“Mi madre se ha dejado sus ahorros, sus años y su vida en esto”, explica Pilar Vargas, hija de Ascensión. Preguntada por qué les dirían a los que les critican por remover el pasado responde: “Que se pongan en el pellejo de mi madre, que solo quiere los restos de su padre para hacerle un funeral y un entierro digno. Somos gente muy pacífica. No tenemos ningún rencor”. Lo primero que han encontrado al entrar en el cementerio ha sido un monumento a los caídos del bando nacional lleno de flores con los colores de la bandera española.

Timoteo Mendieta tenía 41 años y siete hijos el día que lo mataron. El más pequeño aún no caminaba. Era carnicero y, desde marzo de 1937, presidente de UGT en su pueblo, Sacedón (Guadalajara). “Los pobres no tenían dinero para comprar carne y los ricos no querían comprar en el puesto de un rojo. No le daban trabajo tampoco en el campo por lo mismo”, recuerda Vargas.

Cuando llamaron a su quinta, se incorporó al ejército del bando republicano durante la Guerra Civil. Un vecino y un militar lo denunciaron y en un consejo de guerra sumarísimo fue condenado a muerte por “auxilio a la rebelión”. Un día, su mujer, María, que vivía con sus hijos en Madrid desde el inicio del conflicto, recibió un telegrama de su hermana: “Baja a Guadalajara, urgente”. Todas las prisas no fueron suficientes. Cuando llegó, recuerda Ascensión, “le dijeron que ya lo habían enterrado”.

María se había casado con Timoteo en contra de sus padres, que no querían un yerno de izquierdas, así que no la ayudaron. En Madrid vivió durante algún tiempo con su suegra, su cuñado y sus siete hijos. “Diez personas en una habitación”, recuerda Ascensión. El más pequeño de sus hermanos dormía en la tapa de un baúl. Para sacar a su familia adelante cambiaba loza por judías y fue detenida dos veces. En Guadalajara, en una fosa con otros 21 hombres fusilados entre el 16 de noviembre de 1939 y el 9 de marzo de 1940, quedó el amor de su vida. Hasta ahora.

Las tareas de exhumación

El arqueólogo René Pacheco dirige las tareas de exhumación, que pueden prolongarse 14 días. El Gobierno de Mariano Rajoy eliminó las ayudas para la apertura de fosas del franquismo y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) sufraga estos trabajos gracias a donaciones como la de un sindicato de electricistas noruego o premios como el de ALBA, el grupo estadounidense de Archivos de la Brigada Abraham Lincoln, que, en colaboración con la fundación Puffin, entrega anualmente un galardón para recordar la labor de los brigadistas internacionales que lucharon en la Guerra Civil.

Pacheco llama la atención sobre un detalle importante. En esta exhumación ha estado presente, durante unos minutos, un juez. También una fiscal. “En todas las fosas que abrimos avisamos al juzgado correspondiente del hallazgo de cuerpos con signos de muerte violenta, pero lamentablemente la justicia siempre dice que estos casos han prescrito y deja desamparadas a las familias”, explica.

Familiares de otro de los fusilados enterrados en la misma fosa, como Hortensia Corral, se acercan a media mañana al cementerio. Quieren darle las gracias a esa mujer menuda que ha logrado que se abra la tierra, la única que hoy no tiene frío.

¿CONOCE A ESTOS HOMBRES?

Hortensia Corral Vicente, sobrina de Tomás Valentín Vicente, fusilado en febrero de 1940 y enterrado en la misma fosa común que Timoteo Mendieta, se abrazaba a Ascensión llena de gratitud. “Gracias a esta mujer vamos a poder enterrarlo con mi abuela, que estuvo 40 años llorando por no tener un sitio donde dejarles flores a su hijo”. 

En la fosa común del cementerio de Guadalajara hay, según el Registro del Ayuntamiento, 22 hombres ejecutados por las autoridades franquistas. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que realiza estos días la exhumación, busca a familiares de las otras víctimas, para que si lo desean, puedan llevarse sus restos y celebrar un funeral en su memoria. Esta es la lista completa de ejecutados:

Manuel Escamilla Rebollo. Natural de Sacedón (Guadalajara). Era miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas y jornalero. Tenía 25 años el día que lo mataron, el 16 de noviembre de 1939.

– Tomás Escamilla Rebollo. Tenía tres años más que su hermano Manuel cuando lo mataron. Ambos fueron fusilados el mismo día. Soltero, también era jornalero y miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas.

-Sabas López Tomico. Era natural de Casasana y aún no había cumplido los 25 cuando lo ejecutaron. Según la declaración indagatoria de la Causa 1988 de 1939 pertenecía al Partido Comunista y había entrado en el ejército republicano como voluntario.

-Isidoro Moreda Lozano. Le apodaban Pernales y era natural de Sayatón (Guadalajara). Estaba casado y era barbero de profesión. El día que lo mataron tenía 31 años.

-Juan Antonio Martínez Vivar. Nació en Alcocer (Guadalajara) y estaba afiliado a UGT. Según el expediente de su consejo sumarísimo había sido presidente de la Casa del Pueblo y del Frente Popular de Alcocer. Tenía 51 años cuando fue fusilado.

-Casto Mercado Molada. Era, como Timoteo Mendieta, natural de Sacedón (Guadalajara). Estaba casado y tenía cinco hijos: Victoriano, María, Ángel, Antonio y Rafael. También estaba afiliado a UGT. Lo mataron a los 48 años.

Pedro Parra Toledo. Era vecino de Alhóndiga (Guadalajara) y jornalero. Estaba casado y se había afiliado a UGT. Su sentencia de muerte se ejecutó cuando tenía 30 años.

-Fidel Serrano Mayor. Era natural de Argecilla (Guadalajara) y labrador. Estaba casado y fue asesinado cuando tenía 38 años.

-Antonio Sierra Olivo. Vecino de Pastrana (Guadalajara), era soltero y jornalero de profesión. Cuando lo fusilaron tenía 24 años.

– Eusebio Viñas Ibarra. Era natural de Sacedón (Guadalajara) y estaba soltero. Según la declaración indagatoria llevada a cabo en 1939 pertenecía a UGT y llegó a ser teniente en varias divisiones del Ejército Republicano. Tenía 23 años el día que lo mataron.

Posteriormente, también fueron inhumados en esa fosa Isidro Expósito Delgado; Feliciano Fernández Manzano; Valentín Alcantarilla Mercado; Ángel Ardiz Gil; Jesús Barriopedro Santamaría; Ciriaco Écija Buendía; Ricardo Martínez López; José Rodríguez García; Julio Berges García y una mujer: Martina García Alcalde.