Guerrillero antifranquista enterrado en la tumba familiar 64 años después de su muerte

Jesús Hernández, alcalde de Crespos,  municipio al que pertenece Chaherrero, rechaza que la apertura de fosas, como sostiene una parte de sus compañeros de partido (PP), reabra heridas y cree que precisamente las autoridades públicas deberían facilitar el trabajo para precisamente devolver a las familias los restos de sus desaparecidos.

Por Patricia Rafael / June 12, 2015 |

Perfecto de Dios tenía 19 años cuando emprendió la huida a Francia con su madre y dos compañeros tras haber combatido durante dos años a la dictadura franquista en su Galicia natal.

Era 1950 y ya no había esperanza de que algún país europeo acudiera a ayudar a los republicanos que tras el fin de la guerra civil española [1936-1939] seguían luchando contra el régimen de Francisco Franco.

Los cuatro guerrilleros se dirigían a Madrid donde un contacto les ayudaría a cruzar la frontera pero en la localidad de Chaherrero, al nordeste de Madrid, una patrulla de la Guardia Civil les dio el alto y se inició un tiroteo en el que Perfecto cayó muerto. Desde entonces ha permanecido enterrado en una fosa junto al cementerio del pueblo hasta que el pasado domingo la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica entregó sus restos a su hermano Camilo quien después de 64 años ha podido enterrar a su hermano en la tumba familiar.

La exhumación de la fosa de Perfecto es una de las 158 que ha realizado la asociación desde que en 2000 se estableció como entidad para precisamente localizar y ayudar a los familiares que tratan de recuperar los restos de sus allegados desaparecidos durante la dictadura.

La Asociación calcula que hay más de 114.000 enterrados en más de 2.000 fosas repartidas por todo el país, como detallan los mapas realizados por la propia entidad y diferentes administraciones.

Hasta hace cuatro años la asociación recibía una subvención de entre 45.000 y 60.000 euros del Ministerio de la Presidencia para actividades relacionadas con las víctimas de la Guerra Civil, que les permitía cubrir el 20 por ciento de los trabajos de apertura de fosas e identificación de restos — el 80 por ciento restante se realiza con la ayuda de cientos de voluntarios.

Pero con la llegada del Partido Popular (PP) al Gobierno en 2011 las ayudas se acabaron y la asociación tuvo que dedicarse al trabajo de archivo e investigación, hasta que un sindicato noruego de electricistas, Elogit, donó a la entidad 6.000 euros — posteriormente donó otros 6.000 — para que continuara con los trabajos de exhumación.

La apertura de la fosa y la identificación de los restos fue posible precisamente gracias a esta ayuda económica y a la colaboración desinteresada de un forense del Instituto Médico Legal de Portugal y del Equipo Argentino de Antropología Forense, que nació a finales de los años 80 para identificar a los desaparecidos de la dictadura militar.

“Gracias a ellos hemos podido hacer las pruebas de ADN que aquí pueden llegar a costar más de 600 euros”, explica a VICE News Marco Antonio González, miembro de la Asociación y uno de los cuatro empleados que trabajan a tiempo completo en el laboratorio que la entidad tiene en Ponferrada (León), y donde centralizan todos sus trabajos de investigación.

“En Argentina se sorprenden de cómo trabajamos porque allí cuando localizan una fosa un juez comienza una investigación y la identificación se hace como se realizaría en el caso de encontrar un cadáver”, explica el técnico.

En España, todos los intentos que ha habido — como el iniciado por el juez Baltasar Garzón en 2008 — para investigar los crímenes cometidos durante el franquismo han sido archivados amparándose en la Ley de Amnistía. Aprobada en 1977, recién estrenada la democracia tras casi 40 años de dictadura, la norma declara impunes los delitos cometidos antes del 17 de diciembre de 1976. En una respuesta parlamentaria reciente el Gobierno la calificó de “instrumento fundamental de reconciliación”. En otras ocasiones, los autoridades judiciales han rechazado comenzar una investigación por considerar prescritos los delitos denunciados por los familiares.

En 2007, el Gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero aprobó la que se conoce como Ley de Memoria Histórica, que si bien contemplaba, entre otras medidas, la eliminación de símbolos franquistas o ayudas para los familiares de víctimas, la norma no establece un protocolo de actuación en la apertura de fosas ni una asunción por parte del Estado de los costes de exhumación e identificación, como reclamaban las asociaciones. Esa labor queda, por tanto, en manos de entidades como la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que sobrevive gracias al trabajo voluntario, los donativos de socios o entidades extranjeras y premios, como el recientemente otorgado por la Asociación del Archivo de la Brigada Lincoln en reconocimiento a su labor.

Camilo de Dios fue uno de los primeros en acudir a la Asociación al poco de constituirse. “Nos contó que él estaba en la cárcel en 1950 cuando se enteró de que habían matado a su hermano. Se lo dijo su madre por carta que fue detenida en el tiroteo con la Guardia Civil”, señala González. Desde entonces la familia había tratado de localizar los restos.

Tras varias búsquedas, el historiador de la Asociación, Alejandro Rodríguez, localizó el expediente en el Archivo Militar de Ferrol, que ha permitido saber detalles sobre la autopsia que se hizo en su momento y conocer el lugar exacto de enterramiento: una fosa junto al cementerio de Chaherrero, un terreno que se había expropiado a un vecino del pueblo para poder enterrar el cadáver de Perfecto.

Hace poco más de un año, la Asociación pudo llevar a cabo la exhumación a donde se acercaron curiosos del pueblo, que siempre habían sabido que había un guerrillero enterrado en el pueblo.

Entre ellos estaba Jesús Hernández, de 26 años, por entonces teniente de alcalde de Crespos — ahora será investido primer edil tras ganar su partido, el PP, las recientes elecciones municipales —, municipio al que pertenece Chaherrero.

“Mi abuela fue herida en el tiroteo que acabó con la vida de Perfecto y ha sido una historia que siempre ha estado en mi familia”, explica por teléfono Hernández. Y continúa: “En el pueblo la apertura de la fosa se vivió con mucha emoción y es un hecho que nos une a la familia de Camilo porque su hermano ha estado muchos años enterrado con nosotros”. Rechaza que la apertura de fosas, como sostiene una parte de sus compañeros de partido, reabra heridas y cree que precisamente las autoridades públicas deberían facilitar el trabajo para precisamente devolver a las familias los restos de sus desaparecidos.

‘La guerra civil y la dictadura dejaron muchos muertos pero a los nuestros los tiraron a las cunetas como si fueran perros’.

Tres días después de haber recuperado los restos de su hermano, Camilo de Dios, de 82 años, dice que tiene un sentimiento agridulce. “Veo a mi hermano ahí en pedacitos pero por otro lado he cumplido la promesa que le hice a mi madre”, cuenta por teléfono desde su pueblo natal de Sandiás. Rememora cómo, con 16 años, se enteró en la víspera de la Navidad de 1950 que su hermano mayor había muerto.

“Yo estaba en la cárcel y recibí una carta de mi madre contándome todo. Me dijo que viajaban a Madrid y que habían entrado en el pueblo a buscar comida y es cuando se produjo el tiroteo”. Su madre fue condenada a 30 años de prisión, como él, apresado también durante un tiroteo, en Orense “cuando cumplía una misión político y militar”.

Camilo cumplió 11 años de condena, después de que se le revisara la pena por ser menor de edad. Su madre, 13, tras aplicársele varias reducciones de pena. Al regresar a su pueblo tuvieron que comprar de nuevo sus tierras, que durante la guerra civil se habían convertido en un cuartel de la Falange — partido político de ideología fascista — y posteriormente en una cárcel. Ninguno abandonó su militancia política en la clandestinidad del Partido Comunista.

“La guerra civil y la dictadura dejaron muchos muertos pero a los nuestros los tiraron a las cunetas como si fueran perros”, dice Camilo. Carmen siguió empeñada en recuperar los restos de su hijo pero falleció en 1999 sin lograrlo. Su hijo mediano ha podido ahora cumplir su promesa y cerrar una herida que permanecía abierta desde hacía 64 años.

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