HEMEROTECA. Viaje a los Sanfermines de 1978.

Un recorrido por las calles de Pamplona, junto a la plaza de toros, donde la policía mató de un tiro a Germán Rodríguez hace 40 años.

Lamarea.com / 6 julio, 2018 /  Olivia Carballar

Existe una estela en homenaje a Germán Rodríguez y está prevista la colocación de una escultura, obra de Dora Salazar.

Hay un monumento gigante titulado El Encierro en la avenida de Roncesvalles, en el centro de Pamplona. «Prohibido subirse», dice una señal. En ese mismo lugar lucía, años atrás, una estela dedicada a Germán Rodríguez, muerto de un disparo por la policía en los Sanfermines de 1978. La calle en la que cayó su cuerpo es hoy una de las arterias comerciales de la ciudad navarra: entidades bancarias, una farmacia, restaurantes, tiendas de ropa… Una banderola anuncia el Fortín de San Bartolomé, un centro de interpretación de las fortificaciones de la ciudad. En una de las esquinas de la misma avenida se alza la sede del PP.

En 2005, la entonces alcaldesa, Yolanda Barcina (UPN), quitó en unas obras de remodelación urbana la estela a Germán, militante de la Liga Comunista Revolucionaria. Tras dos años de protestas, fue recuperada y desplazada al fondo del monumento en homenaje a la fiesta. Con el apoyo de la nueva alcaldía (Bildu), una escultura de más de dos metros en forma de cuerpo –sin rostros ni brazos– creada por Dora Salazar devolverá el recuerdo de Germán y de los hechos que ocurrieron hace ahora 40 años en esa avenida comercial que desemboca, como si no hubiera pasado nada, en la plaza de toros de la ciudad, que hoy anuncia visitas guiadas.

La policía entró en el coso el 8 de julio de 1978 tras el despliegue de una pancarta a favor de la amnistía. Resguardada por árboles de apariencia frágil, la plaza de toros ha visto pasar los años sin ninguna señal. Sí hay un monumento dedicado a Hemingway y su pasión taurina, y una placa con la ruta del Nobel de Literatura. «Quien quiera entender todo esto está invitado a visitar aquellos lugares que a Hemingway le cautivaron», se puede leer. La placa está fechada en 1968, una década antes. Ni rastro de lo que allí ocurrió diez años después. Quien quiera entender todo esto está invitado a visitar estos otros lugares, parafrasea una placa invisible.

«La memoria siempre hay que llevarla encima y el olvido siempre hay que tenerlo presente para combatirlo», recita con aires flamencos el grupo Rakatá, que ha acudido a la capital navarra a uno de los actos organizados por la plataforma San Fermines 78 Gogoan!, por el 40 aniversario de los hechos. Amigos y familiares acababan de llegar esos días del Congreso –aún con Rajoy como presidente del Gobierno–, que rechazó con el apoyo del PP, PSOE y Ciudadanos la desclasificación de los papeles para investigar un crimen que, como tantos otros en el periodo de la Transición, quedó (y continúa) impune.

«Existió un plan premeditado para ejercer una represión importante por parte de las Fuerzas de Orden Público durante las fiestas de San Fermín de 1978, como una especie de escarmiento contra una población navarra que se consideraba un peligroso referente en cuanto a lucha obrera y popular», dice el dictamen de la Comisión de la Verdad, elaborado a instancias del Ayuntamiento por un grupo de trabajo de la Universidad Pública de Navarra, en el que se aboga por la reapertura del sumario y presentar una denuncia por el delito de «lesa humanidad», que no prescribe.

A Fermín Rodríguez, camisa de cuadros, barba y bigote mullido, todavía le cuesta recorrer esas mismas calles que pisó su hermano y las decenas de personas que resultaron heridas frente a los fusiles lanzapelotas y las armas de fuego sacadas por la policía. «A nivel personal, la pérdida de mi hermano fue una tragedia, fuesen las circunstancias que fuesen, pero además fue un hecho muy público», explica con un café por delante en otro lugar emblemático de Pamplona, el Iruña, en la Plaza del Castillo, con el Palacio de Goyeneche a un lado y el kiosco de música en el centro.

A Fermín le duele todo aquello de una manera indescriptible. Él quiso siempre ser Fermín, pero la historia le dejó ser el hermano de Germán. A veces, incluso, hasta lo llaman por el nombre del que era el quinto de siete hermanos. «Era una persona excepcional. Yo, con más de 60 años, he vivido menos de lo que él vivió en 20», relata. «He pasado por distintas fases. Al principio me impliqué algo, iba a los homenajes, y luego dejé de hacerlo porque me dolió bastante, estaba un poco harto de la situación. Hace unos seis o siete años lo volví a retomar. No me gustaba hablar nada del tema y me sigue sin gustar demasiado y eso pasa en muchas familias», concluye mientras mira a Presen Zubillaga, miembro de la plataforma. No ha faltado un solo año el homenaje familiar y de amistades a Germán, confirma ella. «Forma parte de mi militancia», dice.

La lucha de este colectivo tiene un objetivo fundamental: que la verdad desoficialice la historia. Que se sepa el pasado de esas calles hoy plácidas y tranquilas para encarar el futuro. La diferencia este año, lleno de actividades, es que en este aniversario se han sumado las instituciones, desde el Ayuntamiento al Gobierno Foral. «Desde la primera entrada por el callejón la policía dispara pelotas de goma, botes de humo y munición real contra los que se encontraban en el ruedo y también contra los que aún permanecían en los tendidos y andanada de la plaza”, explica el pie de una foto firmada por Jorge Nagore. Forma parte de la exposición Memoria gráfica de la impunidad, coordinada por el historiador Iosu Chueca Intxusta y organizada dentro de los actos del 40 aniversario.

Las imágenes, expuestas en el Palacio del Condestable, dan una idea de lo que fueron aquellos Sanfermines de 1978 de los que apenas se suele hablar. Pero no solo eso. Que esas mismas fotografías en blanco y negro algunas, en sepia otras, compartan espacio junto a los carteles que concurren para los Sanfermines de 2018 dan idea también de ese paso de las instituciones navarras en el camino hacia la verdad.

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