Huercal – Overa (Almería). Las aguas de la ira o la muerte de María Asensio Morales por un “pelotazo” de la Guardia Civil en 1981

Las aguas de la ira

Concluye en Almena la instrucción de un sumario por la muerte de una manifestante en Overa

Ferran Sales / Barcelona 16 OCT 1983

En la madrugada del 4 de marzo de 1981, las mujeres y niños de las casas de Los Menas, en la barriada de Overa, en el término municipal de Huercal-Overa, Almería, salieron al camino para impedir que Explotaciones Agrícolas Cuevas de Almanzora, Sociedad Anónima, se les llevara el agua. En el transcurso de los incidentes, protagonizados por los vecinos y las fuerzas de la Guardia Civil, murió una mujer, María Asensio Morales, de 29 años de edad, casada y madre de dos hijos. El sumario instruido por estos hechos ha llegado hace pocos días a la Audiencia Provincial de Almería. El fiscal ha reclamado el archivo de la causa, mientras los abogados querellantes se disponen a solicitar el procesamiento del capitán que mandaba las fuerzas de la Guardia Civil. Ayer algunos de los vecinos de Overa volvieron a salir al camino para reconstruir el suceso.

A modo de preámbulo. Explotaciones Agrícolas Cuevas de Almanzora Sociedad Anónima y las tres comunidades de regantes de Overa empezaron a pleitear hace unos cuatro años. El litigio se desencadenó cuando los campesinos de este barrio de Huercal-Overa se enteraron de que la compañía había comprado aquellos dos minúsculos solares, para poder perforar unos pozos, sacar el agua y llevársela hasta una plantación de tomates, situada en un pueblo vecino. Los de Overa, angustiados, pensaron que, si así se hacía, todo se desmoronaría en menos que canta un gallo, y que el difícil equilibrio conseguido con el paso de los siglos y que les permitía regar los naranjos, los limoneros y mantener aquel pequeño oasis, en medio de un inmenso erial, se iría al traste. Los temores de los campesinos se veían agravados por la sequía y avalados por un informe elaborado por el Instituto Geofísico y Minero en el que se asegura que “cualquier aumento en la sacada de las aguas subterráneas de la zona, sería faltal y muchos pozos de Overa quedarían en seco”. Los agricultores de Overa sumaban a estos argumentos el ejemplo de lo acaecido en la zona de El Saltador, donde el franquismo no había reparado en gastos, ni en medios en el momento de abrir pozos, destruyendo así las reservas y provocando la salinización de las aguas.

Consecuentemente, optaron por plantear ante el juzgado de primera instancia e instrucción de Huercal-Overa un interdicto de obra nueva, reclamando la paralización de las obras de la sociedad anónima. Además de este procedimiento civil, los vecinos de Overa iniciaron un segundo recurso por la vía administrativa y ante el Gobernador Civil de la provincia. La primera refriega judicial se saldó en favor de la empresa Explotaciones Agrícolas Cuevas de Almanzora, que obtuvo del juzgado una resolución favorable con la que se le permitía abrir los pozos y llevarse el. agua.

A finales de febrero de 1981 llegó hasta las cercanías del caserío de Los Menas un camión cargado con tuberías. Las mujeres salieron a la calle y medio en broma, medio en serio, impidieron que las obras se llevaran a término. Los camiones dieron media vuelta y se fueron por donde habían venido. Ocho días más tarde empezó a correr la voz en el pueblo de que los camiones volvían de nuevo. Esta vez custodiados por la Benemérita.

Aquella tarde los vecinos se reunieron en la finca de La Florida de San Antonio, mientras sus representantes lo hacían con los de la sociedad anónima, en el Ayuntamiento de Huercal-Overa. Aseguran que en la reunión del ayuntamiento, en pleno debate, se levantó un anciano e intentó hacer reflexionar a los de la Sociedad Anónima que aquello “podía acabar con un baño de sangre”. El abogado Darío Fernández, que por aquella época defendía los intereses de Explotaciones Agrícolas, aseguró que ese temor “era un fantasma”.

Han pasado ya más de treinta meses y todos han regresado al mismo camino. Un grupo de mujeres espera, de pie, frente a los cipreses, de espaldas a los naranjales. Acompañan con su silencio los lloros de tres matronas, que permanecen sentadas en una piedra, medio escondidas por las ramas de los árboles.

“Nos pusimos de acuerdo cuando volvíamos a Overa, después de la reunión de San Antonio. Coincidimos en que lo mejor era que fuésemos las mujeres y los niños a interceptar la llegada de los camiones, con sólo nuestra presencia. Pensábamos que, si iban los hombres, la Guardia Civil les pegaría. A nosotras, no. Por eso nos levantamos a las seis de la mañana y nos fuimos hasta el camino. Al principio éramos pocas. El único Guardia Civil que apareció fue el capitán, montado en su coche particular, junto con el chófer. Descendió del vehículo y nos preguntó: ¿Ya están aquí?. Sí, ya estamos aquí, contestamos. Entonces, él volvió a subirse en el coche y se fue. Era noche oscura. Hacía frío. Algunas mujeres llevaban la toquilla encima de los hombros. Encendimos una lumbre y estuvimos bromeando. Esperamos. Algunos hombres se acercaron hasta donde estábamos nosotras”.

Un brinco en el aire

El relato de Mari Carmen Parra se interrumpe por las voces de sus vecinas, aclarando tal o cual punto. Baltasar -Baltasar Venancio Sánchez Alarcón, 37 años vendedor de frutas ambulante, viudo de María Asensio- también se ha puesto a llorar. Se ha retirado del grupo y se ha acercado hasta la acequia, para patear una piedra.

“Vimos de lejos que venía el camión, custodiado por las fuerzas de la Guardia Civil. A pie. Avanzaba poco a poco. Empecé a gritar: ‘Que vienen, que vienen’. Una mujer voceó: Tos hombres quedaros atrás’. Recuerdo como si fuera ahora que ellas se pusieron cantar todas juntas: ‘Overa unida, jamás será vencida’. Lo cantaron sólo una vez. Cuando empezaban de nuevo, se quedaron a media frase. Un disparo, como una bengala, se levantó hacia el cielo. Después dispararon. Se escuchaban las voces de fuego, fuego… y adelante, adelante… Me había quedado en medio de las 80 mujeres. Estaba muy cerca de ella. Vestía pantalones y un jersey oscuro. La reconocí porque su cabello era rubio. De pronto, dio un brinco en el aire. Giró, como giran los protagonistas de las películas de vaqueros, cuando son alcanzados por una bala. Todo estaba lleno de humo de los gases. No se oía otra cosa que los disparos de las bolas de goma y los gritos de las mujeres. Pensé que se había desmayado, me arrodillé junto a ella, le tomé la cabeza y entonces me di cuenta de que tenía la cabeza abierta como una granada. Estaba desangrándose. Desde la margen del camino un Guardia Civil me apuntaba con el arma. Me dijo que la soltase. Quería llevármela. Empecé a gritar: ‘Vámonos, que van a matamos a todos'”.

 

Ginés Miguel Sánchez Martos lo recuerda con un cierto nerviosismo. El grupo de testigos ha empezado a deshilvanarse por el camino, entre el naranjal, acurrucándose entre los hierbajos, imitando los movimientos de la Guardia Civil, reproduciendo el ruido de los disparos, utilizando los brazos como si fueran armas. Un hombre ha descendido hasta el centro del camino y ha trazado con el pie en el polvo una línea imaginaria, gritando con insistencia: “Aquí cayó, aquí cayó”. Luego han vuelto a reagruparse mientras con la mano desplazaban una nube imaginaria le gases y humos. Como si fuera in sueño.

 

“Empezamos a correr y ellos privanzaron. El camión se puso en movimiento y continuó su camino. Poco a poco. Siguieron disparando, aun cuando estábamos ya en el interior del pueblo. A ella se la llevaron al Hospital de Huercal Overa. Después a Murcia. Falleció 19 días más tarde. Aquella mañana instalaron los tubos y pusieron en marcha la bomba. Durante todo el día la Guardia Civil estuvo recogiendo los casquillos de bala y las pelotas de goma del suelo. Aún ahora, de vez en cuando, entre los naranjales encontramos algunas de aquellas bolas. Todo pasó en menos de 10 minutos”.

Pilar García y las demás mujeres han vuelto hacia Overa. Al pasar por el Llano del Viude, la comitiva se ha detenido junto a los pozos clausurados. Alguien ha recordado que, a pesar de que jamás llegaron a entrar en funcionamiento, en Overa se han quedado ya sin agua una tercera parte de los pozos. Es la sequía.

A modo de epílogo

El pasado 11 de julio el juzgado de Huercal-Overa dió por concluida la instrucción del sumario en el que se investigan los sucesos de Overa y decidió remitir la causa a la Audiencia de Almería. Entre los 218 folios de que se compone la investigación llama la atención el dictamen de un forense en el que se asegura, refiriéndose a la herida que le produjo la muerte a María Asensio: “Ni una bala produce lesiones tan intensas, como las aquí estudiadas, utilizando un léxico poco científico, pero expresivo, es como si le hubiera explotado una granada”. Junto a estas afirmaciones, y a requerimiento de los abogados acusadores Rafael Salinas y Francisco Ramos, aparece un informe técnico policial en el que se asegura que las pelotas antidisturbios deben utilizarse a más de 100 metros. A menos distancia pueden, según este informe, provocar lesiones de suma gravedad.

El fiscal, después de leer la causa, con fecha del pasado 17 de septiembre, pidió su sobreseimiento y archivo. Frente a este informe del ministerio público se perfila la decisión de los letrados Salinas y Ramos, que han manifestado la decisión de reclamar el procesamiento del capitán que mandaba las fuerzas de la Guardia Civil. Para estos letrados el comportamiento de las fuerzas fue, cuanto menos, imprudente y desproporcionado.

Mientras, la Audiencia de Almería discute el futuro del caso de María Asensio. Los pozos de Explotaciones Agrícolas Cuevas de Almanzora continúan clausurados. El procedimiento civil y el administrativo han entrado en la recta final. Se espera que antes de acabar el año la Audiencia Provincial de Almería dicte una resolución definitiva sobre el interdicto y que, por su parte, la Audiencia Territorial de Granada se defina sobre la reclamación administrativa.

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