Ian Gibson: «He terminado por fin mi ciclo con Federico García Lorca. No revisaré más mis libros ni haré ninguno nuevo»

El hispanista Ian Gibson repasa para el diario ‘Público’ todas las investigaciones y teorías que han surgido en torno a la figura de Lorca y su paradero. Reclama el simbolismo de Lorca para las víctimas del franquismo, denuncia el pasotismo de sus familiares y confiesa su enorme intriga por saber dónde está la fosa del poeta

PÚBLICO | MARÍA SERRANO | 27-2-2017

El hispanista Ian Gibson repasa para el diario Público todas las investigaciones y teorías que han surgido en torno a la figura de Lorca y su paradero. Afirma con rotundidad que nunca dejará de lado todas las nuevas pesquisas que le lleguen de la figura del poeta granadino pero que, sinceramente, quiere cerrar esta etapa. Gibson reclama el simbolismo de Lorca con las víctimas del franquismo, el pasotismo de sus familiares, la enorme intriga de buscar el lugar donde esta su fosa. “A mí me angustia no saber dónde están sus restos. Si no se encuentran seguirán hasta la eternidad las preguntas, las teorías, las discusiones al respecto. También las mentiras”, destaca el investigador lorquiano.

Gibson reclama aquel espacio de la carretera entre Víznar y Alfacar como un espacio para la memoria de un valor imprescindible para futuras generaciones. Tampoco deja atrás cuestiones actuales de memoria como la salida de los restos de Franco del Valle de los Caídos. “Si España fuera el gran país que dice Rajoy, se habrían entregado ya los restos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera a sus respectivas familias”.

¿Le cansan ya tantas y tantas teorías sobre el posible paradero del cuerpo de García Lorca?

Sí, mucho. Empecé a investigar al asesinato de Lorca en 1965, cuando a Franco todavía le quedaban diez años, y aquí estamos, en 2017, sin que se hayan encontrado aún los restos del poeta y con no sé cuántas hipótesis al respecto. No sé si soy capaz de aguantar más la situación. 

El último equipo de investigación de la asociación Recuperando con Honor ha destacado en un informe reciente, firmado por el arqueólogo Javier Navarro, que el poeta fue asesinado en el antiguo campo de entrenamiento de Alfacar, enterrado allí mismo, desenterrado no mucho después de ser asesinado y trasladado a otra ubicación desconocida. ¿Qué piensa sobre esta teoría?

La identificación de dicho emplazamiento, basada en testimonios orales no necesariamente fiables, procede del periodista granadino Eduardo Molina Fajardo, director del diario falangista Patria, en su libro póstumo Los últimos días de García Lorca (1983). Pienso que, antes de empezar la excavación, Miguel Caballero, encargado de la documentación histórica del caso, debería de haber tenido en cuenta las recientes pesquisas del investigador Gabriel Pozo, también granadino, que lleva cuatro años situando el entierro en el mismo paraje pero un poco más al oeste, y hasta ha proporcionado coordenadas exactas del mismo. Reproduje los datos aportados por Pozo en mi libro La fosa de Lorca: crónica de un despropósito (2010) y no creo posible que Caballero los desconociera. Pero decidió hacerles caso omiso. Ni en la bibliografía del Informe Final (Provisional) de Navarro ni en el cuerpo del mismo se menciona a Pozo, cuya colaboración era esencial. Ya lo sabemos, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Es bastante patético. 

¿Cómo se puede explicar que empezasen a construir un campo de fútbol encima de un lugar donde habían ocurrido, según parece, numerosos fusilamientos?

Es casi inconcebible. Y vergonzoso. ¡Y en un municipio dirigido entonces por el PSOE! ¡Que insensibilidad! Tuvo que parar la iniciativa Manuel Chaves, entonces presidente de la Junta de Andalucía, al recibir una queja indignada por parte de la hermana del poeta, Isabel García Lorca. Al allanar el terreno parece ser que se encontraron algunos restos humanos, nunca denunciados ante juez alguno. Luego se cubrió de miles de toneladas de tierra traídas de otros sitios. Todo ello, claro, dificulta hoy enormemente la investigación del nivel original del lugar. 

¿Cree que el Ministerio del Interior posee informes exhaustivos de las circunstancias del asesinato y el posterior traslado del cuerpo del poeta?

El informe no “corrobora” que el Ministerio del Interior tenga más información de la ya conocida y publicada, muy vaga por cierto, sobre las circunstancias del asesinato del poeta. No creo que jamás haya habido un “informe exhaustivo” de Ministerio alguno sobre el caso. Tampoco sobre un posible traslado de los restos. 

Hay otros incluso que hablan de que los tiene la familia… 

La familia ha negado siempre que ellos consiguieran el traslado de los despojos del poeta a otro lugar. No tengo más remedio que creerles. 

El periodista Fernando Guijarro dice que el régimen de Franco obligó a los padres de Lorca a estar en el momento de su desenterramiento y que se llevaron el cuerpo.

Bueno, el “régimen de Franco”, como tal, no existía en agosto de 1936. Habría que decir, más bien, el “régimen de Queipo de Llano”. Considero alocada la teoría de Fernando Guijarro, cuyo libro tengo delante en este momento, y no creo en tal traslado, efectuado según él a los pocos días del asesinato. Con todo, ya que según Guijarro los restos exhumados se enterraron en la Huerta de San Vicente, debajo del suelo de una de las estancias de la casa, sería facilísimo localizarlos con un georradar. ¡Que convenza al Ayuntamiento de Granada para que hagan una búsqueda allí, toda vez que es de su propiedad y es una búsqueda que apenas costaría nada! 

Supongo que usted tiene su propia teoría acerca de la ubicación de los restos…

Sí, yo creo que siguen dentro del parque García Lorca en Alfacar, donde los buscó en 2009 -y mal- la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, con una subvención de la Junta de Andalucía. Un año antes, en 2008, se había publicado en el diario granadino Ideal una entrevista sensacional con Ernesto Antonio Molina Linares, segundo presidente de la Diputación Provincial de Granada cuando, en 1986, se inauguró el parque García Lorca en Alfacar.

Molina declaró que, cuando vallaban el recinto, aparecieron huesos humanos al lado del olivo donde a mí me dijo Manuel Castilla Blanco en 1966 que enterró al poeta y las otras tres víctimas de aquel “paseo”. Molina Linares añadió que los huesos se metieron en un saco luego enterrado en otro lugar del recinto para su localización posterior. La Diputación estaba entonces en manos del PSOE, bajo la presidencia de Juan Hurtado. La revelación de Molina Linares no fue investigada por el PSOE ni tenida en cuenta en el informe previo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica antes de empezar su búsqueda un año después. Y se publicó en el Ideal, el periódico granadino más leído.

Creo saber dónde, dentro del recinto, hay más posibilidades de encontrar los restos del poeta y de las otras tres víctimas. Y afirmo que con un georradar su localización sería, como en el caso de la Huerta de San Vicente, muy fácil. Por el momento no digo nada más. 

¿Ha hablado recientemente sobre las nuevas teorías con la portavoz de la familia, Laura García Lorca?

No hablo nunca con ella de este asunto, sería una pérdida de tiempo para ambos. Ellos han dicho una y otra vez que no quieren que se busquen los restos del poeta. Y punto. De modo que no hay nada que hablar. Lorca es el desaparecido no solo más famoso, sino más amado, del mundo, y su familia no ha hecho nada por ayudar a quienes nos desvivimos por saber exactamente dónde están sus restos. No les he visto nunca en ningún acto en favor de la Memoria Histórica. Podían haber liderado el movimiento o por lo menos haberlo apoyado con su nombre. Que yo sepa no han hecho absolutamente nada en este sentido. Me parece muy extraño, por no acudir a otro adjetivo. 

¿Cree que fue un tema de riñas familiares, de venganzas como argumentaba el falangista Molina Fajardo, la causa final de la muerte de Lorca?

Hubo, y está fuera de duda, una mezcla de razones. Odio personal, específico, sí, de algún familiar pueblerino perteneciente a la CEDA y compinche del ex diputado de la misma, Ramón Ruiz Alonso, el principal responsable de la denuncia. Pero, sobre todo, odio generalizado de las derechas granadinas hacia quien las había calificado públicamente, no sin razón, unos meses antes de la sublevación, como “la peor burguesía de España”. Es que le odiaban a muerte: por sus maravillosos dones, por el dinero que ganaba, por su fama, por su condición de gay, por su padre (que también tenía enemigos políticos), por Yerma, por ser discípulo de Fernando de los Ríos, por sus declaraciones a la prensa, por su antipatía declarada hacia los Reyes Católicos, por la Barraca, por haber apoyado el Frente Popular… En aquellas circunstancias, en Granada, Lorca tenía absolutamente todo en contra. 

¿Se acercó usted en algún momento a autoridades o personas del régimen en su primera etapa de investigación sobre Lorca en la Granada de los 60?

Autoridades, no, pero traté asiduamente a todos los hermanos Rosales aún vivos. Y fui el segundo investigador en lograr entrevistar en Madrid a Ramón Ruiz Alonso (el primero, diez años antes, fue Agustín Penón). Grabé clandestinamente la entrevista, que se publicó en mi monografía sobre el asesinato del poeta, editada por Ruedo Ibérico, en París, en 1971, y prohibida de inmediato en España. Todo esto lo cuento en un capítulo de mi libro Aventuras ibéricas. Recorridos, reflexiones e irreverencias, que publicará a finales de marzo Ediciones B.

¿Aportará pronto nuevos datos inéditos sobre Lorca? ¿Qué le queda por investigar y sacar a la luz?

He terminado por fin, después de tantas décadas, mi ciclo lorquiano. No revisaré más mis libros sobre él ni haré ninguno nuevo. Pero en el momento apropiado suscitaré el asunto de la posibilidad de buscar sus restos otra vez en el parque de Alfacar. Y seguiré apuntando los pormenores inéditos que me lleguen y mandándolos a mi archivo en el Museo-Casa Natal García Lorca de Fuente Vaqueros, para que se puedan servir de utilidad para futuros estudiosos. 

¿Por qué cree que continúa la búsqueda incesante del poeta después de tantos intentos fallidos?

Yo creo que es imprescindible descubrir por una vez, con todas las garantías, dónde están, exactamente, sus restos. ¡Se trata de un ser querido! ¡Del mejor embajador español de todos los tiempos! ¡De un poeta mundialmente reconocido que cantó como nadie a Granada! A mí me angustia no saber dónde están sus restos. Si no se encuentran seguirán hasta la eternidad las preguntas, las teorías, las discusiones al respecto. También las mentiras. Si yo tuviera un abuelo asesinado y tirado como un perro a una fosa común, lo buscaría. Creo que lo haría cualquier ser humano normal. Lo hicieron los ganadores de la guerra con sus asesinados. ¿Cómo van a negarles a los perdedores el mismo derecho? 

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