Javier Antón. Una perspectiva de la memoria

Una perspectiva de la memoria Javier Antón

Vocal de Memoria Histórica de la FAL

BICEL, nº 26, mayo 2018

http://fal.cnt.es/blog/sites/all/documentos/bicel/BICEL26.pdf

La antigua Grecia siempre ha sido sinónimo de conocimiento y sabiduría. Mnemósine, la titánide griega, encarnaba la memoria. Hesíodo asignaba a reyes y poetas la capacidad de hablar con autoridad al ser poseídos por Mnemósine. Pero los griegos conocían también además de su panteón, la filosofía y la geografía, por ello, Mnenósime daba nombre del mismo modo a un río del Hades o inframundo, mientras que las aguas del río Lete, opuesto por definición al Hades, era ofrecido a las almas de los muertos para que al reencarnarse no pudieran recordar sus anteriores vidas. Sin embargo, los difuntos iniciados eran animados a beber del río Mnemósine cuando morían, en lugar de hacerlo del Lete. Cosas de la categoría social de cada fallecido.

De alguna manera el legado greco clásico en lo referente a la Memoria, en particular la de componente histórico, nos advierte ya de las dobleces con las que dicho concepto es tratado o puesto en práctica. De siempre el poder instituido gestiona el recuerdo de lo histórico según sus particulares intereses y responsabilidades derivadas, creando así escuelas con orientaciones académicas, jurídicas y de opinión muy concretas, en apoyo muchas veces de principios espurios que banalizan la valoración correcta de los hechos históricos acontecidos. Oponentes políticos o ideológicos presentarán valoraciones contrapuestas ante unos mismos sucesos, sujetos por lo común a una tardía revisión de los documentos originarios de la dialéctica en cuestión, eso cuando la documentación necesaria para la investigación y análisis esté disponible, obstáculo que habitualmente ponen los estados y aparatos de poder concernidos. En el caso español muchos años después de la Transición, y en ciertos asuntos de detalle, el acceso está vedado a día de hoy, tal y como ha ocurrido u ocurre en países como Rusia, Estados Unidos, Inglaterra o Francia.

Si nos atenemos a la tradición histórica descrita, cuando hablamos de memoria en la actualidad, sin duda algunos tendrán en cuenta los principios y axiomas expuestos para su formulación identitaria, pero una gran mayoría se va a circunscribir tan sólo a la práctica de la mera efeméride y recuerdo vacuo, como un resorte que permite autoexculparse del nefasto y generalizado desconocimiento de los hechos ocurridos en la historia y tiempo de un lugar, de una sociedad estructurada o de una entidad social concreta. Los modelos educativos actuales contribuyen en mucho a lo señalado, de ahí que aquellos que recogen el legado de las grandes contribuciones del proletariado militante, y más en particular de las aportaciones del movimiento libertario español a lo largo del tiempo, deben potenciar y poner de manifiesto dicha obra. De lo contrario, pasará desapercibida para la clase obrera y el común de la ciudadanía. España, tierra plagada de efemérides, se ve afectada desde hace algo más de ocho decenios por los múltiples impactos del golpe cívico-militar iniciado en julio de 1936, que sigue perpetuando su influjo y repercusiones aún no resueltas. Por lo que bien puede afirmarse que la Guerra Civil, ni con mucho, ha concluido, ni por tanto la Revolución Social en su momento iniciada por la parte más consciente y entregada del proletariado español.

No es tiempo de ucronías. Pero sí lo es de manifestar la realidad de los hechos ocurridos desde el lejano julio del 36, sus tramas antecedentes, lo acontecido durante el propio conflicto bélico, y por ende, de todo el dolor e ignominia habidos con el gobierno dictatorial del general Franco, en sus cuarenta años de oprobio, genocidio y totalitarismo. La llamada Transición no ha supuesto al respecto más que un lavado de cara desde el propio régimen hacia un modelo de libertades burguesas en un contexto capitalista paneuropeo, en el que la subsiguiente globalización de los medios de producción, comercio, comunicaciones, sistema de poder, etc., ha dejado a la clase trabajadora ante el brete de sobrevivir permanentemente en un estado de continuo sobresalto, en función de las cíclicas crisis económicas, financieras, políticas o tecnológicas propias de la evolución del capital contemporáneo inducidas por sus factotum de poder. En eso y en conveniente escala poco ha cambiado la situación desde los años treinta del siglo precedente, no obstante si se han agudizado y especializado las formas de control económico y social sobre la población, que en muchos casos se debate entre participar consciente y pacíficamente del sistema o alzarse sin ambages frente al mismo. La gama de grises se impone, tanto como los posicionamientos transversales y acomodaticios de una parte de la sociedad española, que viene a eludir la verdadera dimensión y entidad del problema. Frente a los nuevos “vivan las cadenas”, se atisban pequeños destellos refractarios al vigente poder establecido y a las prácticas posibilistas-oportunistas que han surgido hace poco tiempo.

La reivindicación moral, social y económica, así como la difusión de las consecuencias y efectos de la victoria por la fuerza del régimen franquista, sigue igual de vigente, del mismo modo que lo es la reclamación, reconocimiento y dignificación de la memoria y honor de los represaliados por dicho régimen totalitario. La altura moral de miras no está siendo precisamente la orientación seguida al respecto. El Movimiento Libertario Español fue la única agrupación de organizaciones que se opuso a Los Pactos de la Moncloa en octubre de 1977, que firmaron las formaciones conservadores, los socialistas, comunistas y nacionalistas periféricos. La Ley de Amnistía (46/1977), supuso en la práctica una ley de punto final que exoneraba a los verdugos de sus propias responsabilidades, y la última Ley de Memoria Histórica de diciembre de 2005, pese a todo su articulado no sirve en la realidad para su aplicación práctica, ya que además de su lentitud adolece de múltiples problemas de aplicación, falta generalizada de recursos económicos y puntos de vista contrapuestos entre diversas administraciones.

El resultado de todo lo expuesto se sigue traduciendo en el todavía lamentable desconocimiento del paradero y proceso represivo sufrido por cientos de miles de personas, así como la represión paralela ejercida sobre sus familias y por extensión, sobre las organizaciones obreras contrarias a las fuerzas totalitarias del franquismo integradas por la fracción del ejército golpista, Falange, Requetés, iglesia católica, instituciones reaccionarias conservadoras, etc.

Miles y miles de casos detectados a través de documentación personal (civil, militar, sindical o política), documentos judiciales, policiales o de instituciones penitenciarias, están todavía por resolver. Tanto como los de aquellos que reclaman los que han perdido el miedo a indagar en la memoria de sus abuelos, padres, tíos, hermanos o hijos, como están haciendo familiares de las terceras y cuartas generaciones de los afectados directos, que claman por conocer esa realidad. Como también la de violaciones o niños desaparecidos, lacra social del franquismo e incluso posterior, la reclamación de los bienes de las organizaciones del Movimiento Libertario Español todavía en proceso de demanda judicial, o los expedientes de todos los afectados por el Tribunal de Orden Público, muchos de ellos todavía con vida. En fin, una larguísima lista de temas inconclusos y de complicada resolución. Un primer balance del estado de demanda pública en materia de memoria histórica que concierne a los afectados directos, indica que no ha habido ni hay un afán real de esclarecer la verdad, mucho menos en las ideas y actuaciones de diferentes agrupaciones memorialistas en las que predominan intereses grupales de orden político, caso que conocen muy bien los que participan en este tipo de agrupaciones o coordinadoras, de ahí su baja capacidad de coherencia y representación colectiva.

En el campo académico se advierte un fenómeno análogo. Grupos de interés vinculados a ciertas banderías u organizaciones pugnan por controlar la labor investigadora general, cuando no queriendo imponer determinados criterios en la praxis memorialista y sus programas de difusión. ¡Con el dinero y el pensamiento único hemos topado, amigo Sancho!.

Los discursos oficiales de muchas de las administraciones indican un mínimo grado de implicación en las reivindicaciones memorialistas, recrudeciendo así el fenómeno del olvido, por aquello de que ya es “cosa de muertos” (expresión literal oída a un responsable ministerial, pero que hacen propias otros dignatarios autonómicos o de ayuntamientos). Trabas a la detención de responsables vivos de la represión franquista reclamados por la justicia internacional, disculpas al genocidio, planteamientos diletantes, obstáculos en la excavación de fosas por la propia administración competente, limitación al acceso de sumarios y juicios sumarísimos albergados en juzgados militares, documentación de organizaciones sindicales, específicas, juveniles o femeninas en poder de archivos gestionados por el Estado que debieran estar al recaudo de sus legítimos dueños, etc.. Llama la atención del mismo modo que desde hace algún tiempo, ciertas administraciones controladas por algunas formaciones nacionalistas periféricas están desembocando en el mundo memorialista de modo más activo, al hilo de reivindicar casos de combatientes o represaliados del componente ideológico indicado, reclamando incluso a personajes asociados a la represión del mundo sindical y libertario que participaron en purgas a anarquistas y poumistas, o que incluso obstaculizaron la actuación de los luchadores libertarios en determinadas regiones septentrionales, memoria de los que abandonaron los frentes y pactaron con las fuerzas franquistas de ocupación. Un panorama desolador.

Por todo lo expuesto corresponde reclamar ahora una posición sólida, fuerte y decidida al respecto. La reivindicación memorialista no debe basarse en un mero trabajo disperso ni en la ocasionalidad de sus las actuaciones. No podemos limitarnos a jornadas y actos puntuales. Antes de que se instale el velo de silencio que muchos desean, habrá que llevar a cabo todos los esfuerzos necesarios para que esa desmemoria no se convierta en lo algunos empiezan a llamar postmemoria. Es decir, el olvido cómplice e interesado por ocultar un proceso genocida no prescrito, con algún responsable vivo del mismo que se pavonea en los medios de comunicación, con cientos de miles de ajusticiados, encarcelados y torturados, que se ocultan por diferentes administraciones, por el derecho a la dignidad y reconocimiento a la figura de tantos y tantos luchadores que ofrecieron su esfuerzo, sangre y vida por una humanidad libre. En suma, continuar con la vieja tradición griega de beber aguas del Mnemósine y del Lete, de inmortalizar lo realizado, para que nada se omita y nada quede en el olvido.Dicen que esa es cosa de bien nacidos.