Jerez de la Frontera (Cádiz). Ya son eternos en su barrio de San Miguel: homenaje a los jerezanos asesinados en campos nazis

La iniciativa ciudadana Stolpersteine financia y coloca placas en memoria de Salvador Linares Barrera, Rafael Domínguez Redondo, Diego Pérez Núñez, Manuel Carrasco Cortijo y Antonio de la Rosa Tozo, casi vecinos en Jerez y asesinados en campos de concentración durante la II Guerra Mundial

“Aquí vivió Salvador Linares Barrera. Nacido en 1917. Exiliado en 1939 (Francia). Deportado en 1940 (Mauthausen). Asesinado el 30 de noviembre de 1941 en Gusen”; “Aquí vivió Rafael Domínguez Redondo. Nacido en 1916. Exiliado en 1939 (Francia). Deportado en 1940 (Mauthausen). Asesinado el 15 de enero de 1942 en Gusen”. Es lo que se puede leer en las placas instaladas este viernes en Jerez, junto a las de Diego Pérez Núñez, Manuel Carrasco Cortijo y Antonio de la Rosa Tozo, los cinco jerezanos de los que se tiene constancia que fueron asesinados en campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Después de sortear muchas trabas, y de lograr financiación a través de una campaña de micromecenazgo, ha tenido que ser la ciudadanía organizada la que instale las Stolpersteine, piedras de la memoria en homenaje a las víctimas de campos de concentración, este 27 de enero, coincidiendo con el aniversario de la liberación de Auschwitz en 1945, cuando se celebra el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

“Mi abuela no empezó a hablar del tema hasta que sintió más libertad, porque en la dictadura imperaba la ley del silencio y tenía mucho miedo”, cuenta Natalia Gay López-Cepero a lavozdelsur.es, sobrina nieta de Diego Pérez Núñez, que llegó a Mauthausen en 1940. Después fue trasladado a Gusen, un subcampo con una cantera aun más peligrosa, y más tarde al castillo de Hartheim, donde murió en diciembre de 1941 en una cámara de gas usada para depurar la raza aria.

Diego Pérez era hermano de la abuela materna de Natalia, que no pudo estar en el homenaje, pero sí su madre y dos hermanas. “Nos parece un gesto bonito para poder recordarlo y contar su historia. Pero por otra parte sentimos mucha tristeza al recordar por todo lo que pasó un muchacho tan joven: guerra, exilio, deportación, campo de concentración… Y con un final tan trágico, en una cámara de gas. Es importante que se sepa lo que sucedió”, aporta, “para que su historia y la de tantos otros no caiga en el olvido”.

En casa de Natalia, fue su madre quien empezó a hablar de Diego Núñez. “Mi hermano mayor buscó más información y encontró el nombre de Diego en la lista de españoles muertos en campos de concentración. Desde el año 2000 ya lo sabíamos”, asegura, aunque su abuela falleció sin saber qué fue de su hermano. “En los documentos oficiales se le daba por desaparecido”, dice.

Diego Pérez Núñez vivió y creció en el número 2 de la calle Lecheras del barrio jerezano de San Miguel, donde se ha colocado la Stolpersteine con sus datos. Su pertenencia a las Juventudes Libertarias de la CNT le llevaron a abandonar la ciudad durante la Guerra Civil. Su hermano Pepe, que llegó a impulsar el Ateneo Libertario, huyó, y Diego tras él. Al campo de concentración de Mauthausen llegó en agosto de 1940 y fue asesinado un año más tarde.

‘El Panaderito’, un desconocido para su familia

Rafael Domínguez Redondo, El Panaderito, vivió en la calle Zarza, donde su familia tenía un horno de pan en el que aprendió el oficio. Rafael formó parte de las Juventudes Libertarias de la CNT, salió de Jerez pocos días después del golpe de Estado de 1936, llegó a luchar en la batalla del Ebro —donde fue herido— y fue prisionero en el campo de concentración de Le Barcarès, en Francia, donde estaba junto a otras 20.000 personas.

“Mi padre es el menor de cinco hermanos y desconocía que había tenido un tío en un campo de concentración, es más, ni siquiera conocía la existencia de Rafael”, relata Tatiana Domínguez Aguilar, sobrina nieta de El Panaderito, a lavozdelsur.es. “Mis otros dos tíos mayores murieron y los hermanos de mi padre que aún viven tampoco tenían conocimiento”, agrega.

“Estoy segura de que ha sido un tema tabú, por lo menos en la familia de mi padre. Pero mi abuelo murió a principios de los 90 y ya habían pasado bastantes años de eso, de la carta que le envió el Gobierno alemán y de la dictadura, así que, al menos que yo no lo sepa, murió en silencio”, aporta Tatiana. “Parece ser también que la madre solía ir a Madrid a preguntar por su hijo, por lo que deduzco que hasta que no llegó la carta en el 63 no lo supieron”.

La familia de Tatiana se entera del triste final de Rafael Domínguez gracias a Bartolomé Benítez, un historiador cordobés afincado en Jerez que ha puesto en pie las historias de los cinco jerezanos que fueron deportados y destinados a campos de concentración nazis.

El historiador que puso en pie las historias

“En Jerez nadie se preguntó si había deportados jerezanos. Teníamos constancia de que había un listado de andaluces que estuvieron en campos de concentración, pero nadie se había parado a investigar ni a buscar información”, contaba Bartolomé Benítez, en una entrevista con este periódico. Después de investigar durante varios años, afirma con rotundidad que “hubo deportados en todos los pueblos de Cádiz”.

Los cinco jerezanos deportados son una muestra “pequeña” pero muy “representativa” de los tipos de prisioneros de Mauthausen. Todos llegan a Francia, donde son internados en campos de concentración improvisados. “Los franceses les dicen que si quieren salir de esos campos, o vuelven a la España franquista, o se apuntan a la Legión extranjera o trabajan para el Ejército. La mayoría se apuntó a las compañías de trabajadores extranjeros y se dedicó a cavar zanjas o abrir trincheras”, señala Benítez.

Cuando los alemanes conquistan Francia, estos deportados son tratados como presos de guerra bajo la protección de la Convención de Ginebra, pero el Gobierno franquista se desentendió de ellos y pasaron a manos de la Gestapo. “Es un cambio administrativo tremendo, porque no están protegidos por la Convención de Ginebra y entran en el campo de concentración como apátridas, pero luego pasan a la categoría de Rojos Españoles”, dice el historiador.

Manuel, Antonio y Salvador

El jerezano Manuel Carrasco Cortijo nació en 1915 en los Llanos del Malabrigo —entre La Barca de la Florida y San José del Valle— pero vivió luego en la calle Cerrofuerte, en San Miguel. Una vez cruza la frontera francesa, Carrasco es destinado al campo de Saint Cyprien, donde se hacinan unas 100.000 personas en unas condiciones sanitarias y humanas deplorables. Con El Panaderito coincide más tarde, y junto a él y a otras 1.500 personas, es trasladado a Mauthausen, donde llegan en enero de 1941, para luego ser trasladados a Gusen, donde estaban Diego Pérez Núñez y Salvador Linares Barrera. Carrasco murió en noviembre de 1941 y Domínguez en febrero de 1942, suicidándose al lanzarse contra una valla electrificada.

Antonio de la Rosa Tozo es el jerezano deportado sobre el que se tiene menos información. En 1943 llega al campo de castigo de Vernet, al sur de Francia, donde llevan a los detenidos de la Resistencia, aunque se desconocen los motivos que lo llevaron hasta allí. De la Rosa viajó en un “tren fantasma” por el país galo, en un trayecto que duró ocho semanas hasta llegar a Dachau, cerca de Múnich (Alemania), y que empezaron 690 personas y acabaron 536, entre los que se murieron de hambre, los que se lanzaron a las vías del tren con el convoy en marcha o los fusilados. El jerezano murió a finales de 1944, apenas cuatro meses antes de que el campo de concentración fuera liberado por los americanos.

Salvador Linares Barrera llegó a Mauthausen en noviembre de 1940. De este jerezano que nació cerca del Tempul hay poca información, pero se sabe que lo capturaron los alemanes en la región francesa del Loira y fue mandado al campo de tránsito de Fallingbostel, desde donde lo enviaron al campo de concentración austriaco.

La Stolpersteine de Salvador Linares se puede encontrar en el número 5 de calle Molineros, la de Antonio de la Rosa Tozo en la plaza del Arenal y la de Manuel Carrasco Cortijo en el número 2 de la calle Cerrofuerte.

“Este homenaje contribuye a visibilizar sus historias y permite dejar constancia de ello de forma oficial: su importancia reside, entre otras cuestiones, en que ayuda a poner sus nombres en conexión con la represión ejercida por el franquismo en nuestro país, causa que les llevó al exilio y posterior asesinato, así como homenajear a estas personas en el conjunto de los miles de represaliados y asesinados en el resto del territorio europeo”, describen desde Stolpersteine Jerez.

”Esta iniciativa ha sido promovida en nuestra ciudad por ciudadanos de a pie, sin mediación institucional alguna, contando, exclusivamente, con la colaboración de personas que, concienciadas de la importancia de la memoria histórica, se han prestado generosamente para hacer posibles todos los trámites hasta la colocación de las Stolpersteine”, aseguran los impulsores de un acto que hace justicia con Salvador, Rafael, Diego, Manuel y Antonio.

Con este acto, Jerez se suma a la lista de 2.000 ciudades de 26 países diferentes que cuentan con un memorial Stolpersteine, una idea original del artista alemán Gunter Demnig, que colocó la primera en el año 1995, en su Colonia natal. Ya hay más de 79.000 placas instaladas en todo el mundo.

Ya son eternos en su barrio de San Miguel: homenaje a los jerezanos asesinados en campos nazis (lavozdelsur.es)