Jorge Cepillo Galvín. Voluntariado, “voluntad” política y elecciones.

Voluntariado, “voluntad” política y elecciones.

Jorge Juan Cepillo Galvín. Arqueólogo.

2 de diciembre de 2018.

Cuando esta reflexión vea la luz, ya habrán concluido las elecciones andaluzas y a partir de los resultados electorales se configurará un Parlamento y un Gobierno autonómico que regirán los destinos de los andaluces durante los próximos cuatros años. En los días previos a esta cita electoral habremos escuchado multitud de pronunciamientos, promesas y silencios en la materia que nos ocupa: la intervención en los cientos de fosas comunes del genocidio franquista que siembran los campos y ciudades de nuestra comunidad, ocupadas por decenas de miles de víctimas de crímenes de lesa humanidad que quedaron impunes en los cuarenta años de Constitución que se celebrará en los próximos días. Escucharemos, por tanto, frases pomposas y grandilocuentes de las bondades de una Transición en la que sus actores principales decidieron que había que olvidar a esas víctimas, que había que “matarlas” de nuevo y enterrarlas aún más en el olvido y la desmemoria de las fosas a las que les llevó su defensa de la legalidad democrática republicana.

Y claro está, lo que no se hizo una vez muerto el dictador, reivindicar el papel de las víctimas que yacían en las fosas de la vergüenza, recuperar sus historias, su memoria y sus restos, haciéndolo en el momento histórico en el que procedía la ruptura democrática con el pasado de una dictadura sangrienta, algunas administraciones y partidos políticos pretenden, cuarenta años después del momento en el que tuvieron que hacerlo, reivindicar que están a la vanguardia de las políticas públicas de memoria.  Estar a la vanguardia en esta materia en España es bien fácil,  un país en el que apenas se ha hecho nada en cuarenta años de Constitución en lo que se refiere a  la exhumación de las decenas de miles de asesinados por la dictadura que yacen bajo nuestros pies sin que, como ciudadanos demócratas, apenas nos inmutemos.

La memoria histórica, como se conoce popularmente, siempre ha sido un caladero de votos para los partidos de izquierda porque la derecha de este país, algo que nunca llegaré a entender por las convicciones democráticas de la que hace gala, no quiere escuchar hablar de fosas ni de historietas de abuelos rojos. Y una democracia asentada sobre miles de cadáveres no puede gozar de muy buena salud.  Pero, al  menos, hay que reconocerle a la derecha política que en esta materia es clara: cero euros para memoria histórica. Es la izquierda, la que siempre ha querido pescar en este caladero, la que tiene un problema de identidad o de valores, actuando de forma tímida y parsimoniosa. Y por eso nos sorprende cada vez menos a los que creemos en una apuesta decidida y valiente por parte del Estado, con la dotación presupuestaria necesaria y los medios adecuados, para ejecutar en un plazo corto de tiempo, antes de que mueran los pocos hijos o hermanos que quedan de las víctimas del genocidio, la exhumación de todas las fosas del genocidio franquista de este país.

Mientras el actual Ejecutivo se deja la piel en intentar exhumar a contrarreloj a Franco, algo que considero necesario, no hay un plan a corto plazo ni una dotación presupuestaria consistente para exhumar a las miles de víctimas del dictador. Pero claro, parece que esta medida puede tener más rentabilidad electoral que afrontar un programa decidido para solventar de una vez por todas el asunto de las fosas. Y se anuncian reformas  legislativas de dilatada burocracia, como es habitual en este país, para esas miles de víctimas que siguen esperando en las fosas clandestinas que alguien deje de una vez de jugar con su tragedia y se ponga definitivamente a mover el pico y la pala y sus muertes no queden impunes y en el olvido por más tiempo.

Esa “voluntad” política por solucionar este tema, esas tímidas políticas públicas de memoria, las que se autoproclaman con autobombo y complacencia a la vanguardia de no sabemos qué, tiene afortunadamente para sonrojo de las administraciones un claro contrapunto en la sociedad civil que, organizada en torno a asociaciones de memoria histórica, defensoras de verdad, con el corazón y con las manos, de la recuperación  física de los miles de cadáveres que siembran nuestra democracia, y que trabajan diariamente con un pilar fundamental que hacen posibles sus objetivos: el voluntariado. Mientras las administraciones dicen que financian estas intervenciones con ridículas asignaciones presupuestarias, que se cobran una vez finalizada la exhumación y que apenas dan para cubrir una mínima parte de los gastos que se generan en este tipo de actividades, ni los sueldos de los técnicos que trabajan en ellas, hay un verdadero ejército de personas, cuyas únicas armas son los picos, las palas, los cubos y los carrillos, que se dejan la piel, el alma y el tiempo en hacer posible lo que las administraciones y la democracia debieron solucionar hace ya cuarenta años.

El voluntariado, en el que incluyo a personas anónimas provenientes de cualquier  ámbito profesional y social, familiares implicados directamente en el trabajo de las fosas, arqueólogos, antropólogos, etc, no entiende de planes cuatrianuales, no entiende de reformas legislativas, ni de burocracia, pero sí tiene muy clara una cuestión: este asunto no se puede demorar más años. No podemos seguir viendo cómo van muriendo cada día los pocos hijos que quedan de las víctimas que yacen en las fosas, sin darles un último descanso antes de partir de este mundo: recuperar unos cuantos huesos para recobrar la paz que la dictadura y la democracia les negó.