La cárcel de Carabanchel, un ejercicio de memoria.

De la que fue uno de los espacios de represión del franquismo hoy no quedan ni las ruinas

Ahora que la Unesco ha declarado Patrimonio Mundial el edificio de la ESMA, el mayor centro de torturas de la dictadura argentina, la deconstrucción de la cárcel de Carabanchel es un ejercicio de memoria obligatorio.

El barrio madrileño fue castigado por el régimen al ser elegido para construir allí en 1940 este gran complejo con estructura panóptica; con forma de estrella de ocho brazos que parten de un ojo central que nunca descansa, vigilante. Ese edificio fue levantado con los trabajos forzados de los presos políticos al terminar la Guerra Civil y fueron estos mismos los que comenzaron llenando la prisión.

Sus galerías, principalmente la 7, estuvieron marcadas por los nombres de Marcelino Camacho, Simón Sánchez Montero, Nicolás Redondo o Enrique Mújica, entre los más de 1.700 presos políticos y sociales que por allí pasaron. También los comunes, que consiguieron años después la mejora de sus derechos y que fuesen respetados al aprobarse la ley orgánica penitenciaria por aclamación. Por allí pasaron también los famosos El JaroEl GasolinaEl Vaquilla, que inspiraron el cine quinqui.

Torturas, misas obligatorias, hacinamiento, indigencia, drogas, motines, conquista de derechos… de todo aquello quedó solo el cascaron y una década después el edificio fue derribado haciendo oídos sordos a las inquietudes de quienes querían mantenerlo, recuperarlo, transformarlo para crear un centro de memoria histórica democrático y dotar su terreno de usos sociales. Para recordar la cárcel y no olvidar lo que allí pasó recorremos en Hoy por Hoy sus pasillos con uno de los educadores de la prisión, César Álvarez.

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