La falta de contenidos de la recuperación de la memoria en la enseñanza secundaria

Cuarto capítulo de la serie sobre las ‘Actitudes contrarias a la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica’

SALAMANCATVALDIA.ES | ÁNGEL IGLESIAS OVEJERO | 9-3-2017

A juzgar por la experiencia adquirida en lo que va de siglo, tanto en la recogida de testimonios orales, como por las reacciones que ha provocado nuestra descripción de la represión franquista (2016), los efectos de “la política del olvido” han sido catastróficos en el sudoeste de la provincia de Salamanca. Fuera del estricto ámbito familiar, al cabo de 25 años de Democracia, los mismos hijos de víctimas, se mostraban reacios a librar secretos en el contexto local, por el miedo acumulado y confuso a “los que mandan” y a la reacción de sus convecinos, motivos que no afectan a los informantes emigrados a Comunidades del norte (País Vasco, Navarra, Cataluña) o países extranjeros (Francia, Suiza, Alemania). Abstracción hecha del ambiente familiar, la generación de los nietos de los represaliados no conocían (no conocen) casi nada de lo que sucedió antes, durante y después de la Guerra hasta el fin de la Dictadura, al margen de algunos avatares del mismo conflicto bélico (y, obviamente, los ecos de la cantinela del “milagro económico español”, atribuido a Franco en la historia oficial del Régimen). Así tuvimos ocasión de comprobarlo en algunos encuentros con estudiantes de secundaria en Ciudad Rodrigo  y de una treintena de universitarios que asistieron a las Jornadas de El Rebollar (2007), algunos de los cuales acogieron con emoción el descubrimiento de la represión sangrienta por los testimonios directos. El desconocimiento de la memoria en este caso se debía a la falta de información adecuada en la enseñanza secundaria presumiblemente a nivel estatal y, en este caso concreto, en Castilla y León, una comunidad autónoma que, según estos y otros indicios, sigue apegada a la política del olvido más que ninguna otra.

Después de la Ley de Memoria Histórica (LMH, 2007), era de esperar que en los libros de texto de Historia de España para la enseñanza secundaria se reflejaran de un modo adecuado los contenidos correspondientes al período de la posguerra civil y la dictadura franquista, incluidas la represión y la oposición a la Dictadura. Era el objetivo fijado para una investigación, financiada por el  Ministerio de la Presidencia, llevada a cabo en 2013 por un equipo de la Universidad de León y dirigida por el profesor Enrique Javier Díez Gutiérrez. La muestra incluía el análisis de 21 libros de texto más utilizados en las Comunidades Autónomas (10 editoriales), 12 correspondientes al 2º curso de Bachillerato, donde más se desarrolla el período en cuestión, y 9 al 4º curso de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO), en que también se trata del mismo, así como algunos libros representativos de la enseñanza primaria. También se efectuaron 610 entrevistas, sobre la adecuación del contenido, a profesores de diversos Institutos de Secundaria, públicos o privados-concertados, en zonas rurales o urbanas, grandes o pequeños. Los departamentos de Historia encuestados representaban el 10% de la población objeto de estudio en toda la geografía estatal, aunque fueron más solicitados los de la Comunidad de Castilla y León, por pertenecer a ella la mayoría del equipo investigador. Los resultados se publicaron en 2014 (Revista Complutense de Educación, vol. 25, nº 2), en cuya presentación se adelantaba que dichos contenidos se habían empezado a introducir, “aunque no con la suficiente profundidad”. Habida cuenta de la exposición detallada, queda claro que se trataba de una lítote.   

El primer resultado significativo es que los manuales escolares se refieren a la represión de la Dictadura y la lucha antifranquista, pero de un modo superficial y en fecha tardía. Solamente en las ediciones recientes se alude a esta resistencia, pero casi solo a la más moderada y política de los años 60, sin apenas referencias a la lucha armada del maquis en los años cuarenta. Se olvida o se minimiza la represión franquista sistemática y legalmente manipulada de aquella década. Y existe una serie de temas tabúes, intocables: la caución de la Iglesia a todo el proceso represivo, los mecanismos de la legislación franquista para la incautación de bienes de familias republicanas y sus consecuencias (penurias de las víctimas, enriquecimiento y nuevas fortunas oligárquicas entre los afines al Régimen), la implicación de la población civil (los que se sintieron ganadores de la guerra) en la represión, la intimidación y la exclusión social promovida por la Dictadura contra los desafectos, el necesario reconocimiento de las víctimas del franquismo y de los que lucharon por el mantenimiento del orden republicano.

La investigación  revela que la proporción de espacio que, con respecto a otros temas, en los manuales de 2º de Bachillerato se dedica al estudio de la República, la Guerra Civil y la Dictadura parece adecuado (cerca del 40%). Pero de hecho la mayor parte se dedica a la descripción de la Guerra Civil (pormenores y batallas), en menor medida a la época de la República y en proporción mucho menor a la represión de la Dictadura y la lucha antifranquista. Apenas se alude a las sacas; se pasan por alto los enterramientos clandestinos en fosas y la represión sistemática contra los sospechosos y sus familias. Y los movimientos de recuperación de la memoria histórica no figuran en los contenidos de los libros de texto.

La oposición bélica se describe de un modo simplista, con tendencia a legitimar el Nuevo Régimen con el triunfo militar. Bajo una aparente exposición objetiva (“neutral y aséptica”) se oculta una parte importante de los hechos, de modo que se confirma la llamada teoría de la equidistancia o equiparación, en la que se reparte la culpabilidad por igual (“los desmanes de ambos bandos”, “todos fuimos culpables”, “el Terror Rojo y el Terror Blanco”). Solo en los libros más recientes se matiza un poco esta versión (“el conflicto no era inevitable”, la inexistencia de “revolución comunista” con la que se ha justificado el Alzamiento, la explicación del conflicto a consecuencia de la oposición entre los grupos dominantes de la Restauración y los grupos emergentes de obreros y burgueses). Esta teoría de la equidistancia tiene sus antecedentes en el último franquismo, se mantiene en la Transición y subyace en la misma LMH (2007).

Las entrevistas de los profesores pusieron de relieve la dificultad para tratar este tema en los libros escolares de Historia, a consecuencia del rechazo de la Memoria. Quizá la motivación esté en un prejuicio académico, que condiciona al mismo profesorado, al considerar que la Historia ofrece una garantía de  veracidad, frente a la presunta subjetividad de la Memoria, como si una y otra fueran incompatibles. La Transición se construyó sobre un pacto, para que los franquistas cedieran el poder a cambio de una amnesia colectiva, practicada por los gobiernos siguientes, a pesar de la implícita impunidad de los crímenes que ello suponía. En esta tesitura, la tardía recuperación de los recuerdos testimoniales del pasado reciente apenas tiene calado en los libros de Historia.

Cabría la posibilidad de que los contenidos de la memoria histórica hubieran calado en la enseñanza en los dos o tres últimos años. Pero los datos que recordaba Patricia Rafael en setiembre de 2016 (VICE News) no parece que dejen margen excesivo para el optimismo. El mismo E. J. Díez, coautor con Javier Rodríguez de las unidades didácticas de La Recuperación de la Memoria Histórica, considera que la enseñanza en las escuelas del significado de la República, las causas de la Guerra y lo sucedido durante la Dictadura sigue siendo una asignatura pendiente. Lo mismo señala Fernando Hernández, profesor de Didáctica de Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Madrid, quien definía su experiencia como alumno y docente en la Enseñanza Secundaria y la Universidad con esta lapidaria descripción: “(…) nuestra Historia Contemporánea es un gran agujero negro”. Era una constatación que ilustraba con el nivel de conocimientos (o sea de ignorancia) sobre el período de la Dictadura, que revelaba una encuesta entre un centenar de alumnos universitarios a mitad de la carrera de Magisterio.

En espera de que haya alguna ley educativa que mejore el estado de cosas, la inclusión de la memoria histórica en los cursos escolares depende del talante de los profesores de la asignatura de Historia. Ahora bien, según la encuesta del citado E. J. Díez, solo un número reducido de docentes estaba comprometido con hablar del período en cuestión, una minoría se oponía y la mayoría “pasaba de puntillas por lo que pudiera pasar”. Es de suponer que estas actitudes se reflejan en los trabajos de acompañamiento, que en otras partes, como el País Vasco, se comprueban e incluso dan ocasión a los nietos de represaliados en Castilla y León para transmitir la tradición familiar, cosa que quizá no podrían hacer en su comunidad de origen, donde no se tiene constancia de que tales deberes se fomenten. Las Asociaciones que trabajan en la recuperación de la memoria no siempre son bien recibidas en los institutos. En Ciudad Rodrigo, la visita de hace unos diez años no se ha vuelto a repetir. Y en general, Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, se lamenta de que las puertas se cierran con amables (y vergonzosas) excusas, lo que le llevaba a esta amarga formulación sobre la deficitaria cultura democrática: “En este país ha habido una especie de fábrica de ignorancia que produce una incultura absoluta de los derechos humanos”.

Más o menos, los citados profesores coinciden en señalar que la mejora de esta lamentable situación requiere “una voluntad política y una visión compartida de los valores democráticos” (F. Hernández), tomando ejemplo de lo que se ha hecho en Francia o Alemania, donde las instancias competentes han fomentado y aplicado medidas educativas adecuadas con respecto al conocimiento de los grandes sucesos del siglo XX, sus causas y efectos. Pero mucho tendrán que cambiar las actitudes de las autoridades competentes a nivel estatal, comunitario, provincial y local para que en este rincón mirobrigense desaparezca esa lacra de la incultura democrática y la insensibilidad ante la impunidad histórica del franquismo que, en cierto modo, es comparable con el analfabetismo crónico de hace un siglo.

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