“La hija de Franco me dijo: ‘Qué pena que mi padre no esté enterrado en El Pardo'”.

“La hija de Franco me dijo: ‘Qué pena que mi padre no esté enterrado en El Pardo'”

RAFAEL J. ÁLVAREZ / OLGA R. SANMARTÍN / @olgarsanmartin / Madrid /Sábado, 12 octubre 2019 – 01:59

El hombre que coordinó el entierro del dictador hace 44 años cuenta cómo será la exhumación

23 de noviembre de 1975. Son las 09.00 horas. Junto a cuatro enterradores «de la misma estatura, con buena educación y físicamente fuertes», Gabino Abánades sale del cementerio de La Almudena escoltado por varios coches oficiales.

Sabe que va a enterrar a Francisco Franco. Pero no dónde.

– Dos días antes me habían llamado para que eligiera a cuatro hombres. Debían tener una estatura similar para mantener una cierta estética en el acto. Pensé que debían ser profesionales educados, que no se dejaran llevar por las emociones ni fueran a expresar nada. Y físicamente fuertes; eran los que iban a bajar el féretro con los tiros de cuerda. Cuando nos recogieron, no sabíamos dónde íbamos. Yo pensé que iba a ser en El Pardo, porque allí la familia Franco tenía una cripta. Fue durante el camino cuando nos enteramos de que íbamos al Valle de los Caídos.

Se llama Gabino Abánades, tiene 73 años, ha dirigido exhumaciones de más de 300.000 cuerpos y recuerda cada minuto del día en que coordinó al equipo que inhumó a Franco. «Hombre, estaba bastante acostumbrado, pero no les negaré que fue un servicio muy especial».

Este ex jugador de pelota y cazador se jubiló hace ocho años tras una vida dedicada a los muertos. Porque llegó a ser el responsable municipal de los 13 cementerios de Madrid, una autoridad funeraria por la que han pasado tragedias anónimas y desgarros colectivos como los accidentes aéreos de Mejorada del Campo y Barajas, la discoteca Alcalá 20 o los atentados de ETA y del 11-M.

Su sitio en la Historia comenzó el 21 de noviembre de 1975, cuando el concejal de Sanidad del Ayuntamiento le telefoneó para decirle que preparase una cuadrilla porque «posiblemente» iba a inhumar a Franco.

Tenía 29 años.

«Al día siguiente me lo confirmaron». Cuando, el 23 de noviembre, Abánades supo que iba camino del Valle de los Caídos, preguntó si tendrían que ser ellos los que moviesen la lápida. «’No, de eso se encarga Patrimonio’, nos contestaron».

La cuadrilla llegó a Cuelgamuros temprano. «Teníamos que calcular cuánto tiempo tardarían quienes portasen el féretro desde la base de las escalinatas hasta el interior de la basílica. Así que lo hicimos a paso lento y lo ensayamos cuatro veces. Tardamos unos siete minutos».

Pusimos el ataúd con la cabeza hacia el altar y lo bajamos. Pesaba 145 kilos

Cuando el ataúd de Franco llegó a la base, la lápida de 2.000 kilos ya estaba retirada. Y ahí empezó el trabajo de nuestro protagonista. «Estaba pendiente de que todo saliera bien. No oí ni un lamento, ni una voz, ni una exaltación. Sólo silencio. Pusimos el féretro con la cabeza hacia el altar, cogimos los tiros y lo bajamos despacio. Era un féretro de madera maciza de caoba, del modelo 10. Tenía dos centímetros de grosor y pesaba 80 kilos, que unidos a los 60 o 65 del cuerpo de Franco, hizo que bajáramos un féretro de unos 145 kilos. Fue sencillo. Nunca lo olvidaré, como no olvido a mis cuatro compañeros, que ya han muerto todos».

– ¿Cómo estará hoy el cuerpo?

– Acartonado. Es el término técnico. Franco fue embalsamado. Y por las condiciones donde está enterrado, donde no penetra el frío ni el calor, es probable que se mantenga en buenas condiciones. Habrá perdido algún fluido, pero su cuerpo estará rígido, momificado, acartonado. Su rostro podría ser reconocible.

Este experto mayúsculo cuenta cómo cree que va a ser la exhumación. «Retirada la lápida, un operario bajará y se situará en la parte de los pies del ataúd, que es la que menos pesa. Lo levantará a pulso y meterá los tiros de ese lado. Desde arriba, dos operarios tirarán de esas cuerdas para izar un poco más la caja y el enterrador se meterá debajo para colocar los tiros de la parte de delante. Saldrá y, con los tres compañeros, dos por la cabeza y dos por los pies, tirarán del féretro hacia arriba».

¿Y entonces?

«El Reglamento de Sanidad Mortuoria dice que cuando un cuerpo se saca de un cementerio para enterrarlo en otro debe ser cambiado de ataúd. Por muy buena que sea la madera, el féretro de Franco estará deteriorado. Sacarán el cuerpo, posiblemente con el acolchado del ataúd original, y lo colocarán en el nuevo. En una hora lo tendrán hecho».

Abánades está a disposición del Estado para la exhumación y la inhumación. «Pero nadie, ni el Gobierno, ni la familia, me ha llamado».

«El enterramiento en la cripta será también rápido. Los porteadores bajarán a hombros unas escaleras hasta una estancia que tiene dos lápidas. En una está enterrada Carmen Polo y en la otra está la inscripción con el nombre de Francisco Franco. Esa cripta se construyó entre 1962 y 1968; yo la conozco bien. Por eso siempre pensé que Franco sería enterrado allí».

Abánades sigue pendiente del Día-D. Por si acaso. Hoy distrae su jubilación con la Alcaldía de Sacecorbo (Guadalajara) y asiste «con la Ley de Memoria Histórica por delante» al debate sobre la exhumación.

Y no olvida lo que oyó un día.

7 de febrero de 1988. Gabino Abánades está dirigiendo el entierro de Carmen Polo en el cementerio de El Pardo cuando se acerca a la hija del dictador para darle el «título de derecho funerario» de la cripta. Carmen Franco Polo recoge el documento y pronuncia en voz baja unas palabras dirigidas al jefe de los enterradores:

– Me dijo: «Qué pena que mi padre no esté enterrado aquí».

– O sea, ¿usted cree que la familia hubiera preferido que Franco fuera enterrado en El Pardo en vez de en el Valle de los Caídos?

– No lo sé, pero lo deduzco. Tengo la impresión de que quien decidió enterrarlo en el Valle de los Caídos fue el Gobierno de entonces. Deduzco que si hubieran preguntado a la familia, Franco habría sido enterrado en El Pardo hace 44 años.

https://www.elmundo.es/espana/2019/10/12/5da0e50dfc6c83fc798b4625.html