La historia de Eusebio y Rafael, dos cordobeses de Los Pedroches y el Guadiato asesinados en los campos de concentración nazi

Familiares de estas dos víctimas cuentan detalles de sus vidas en las I Jornadas de Memoria Histórica celebradas en Peñarroya-Pueblonuevo

E. D. C / https://www.eldiadecordoba.es/
Las vidas de Eusebio Crespo Díaz y Rafael Juan Montero condensan todos los grandes dramas del siglo XX: miseria, emigración, represión, guerra, exilio, reclusión, trabajos forzosos, genocidio… pero a la vez personifican los grandes ideales de justicia, igualdad y libertad.

Eusebio era una persona como cualquier otra, dedicado a su trabajo y a su familia, natural de Torrecampo, un pueblo que a principios del pasado siglo contaba con poco más de 3.000 habitantes y que vivía sobre todo del campo, con una serie de terratenientes que eran dueños de la mayor parte del término municipal. Así, Eusebio apenas disponía de los mínimos servicios necesarios no ya para vivir, sino para sobrevivir.

Por su parte, Rafael era minero, pues nació cuando la cuenca minera de Peñarroya-Pueblonuevo se constituyó como uno de los más importantes polos industriales de Andalucía y el mayor de la provincia de Córdoba.

Ambos lucharon por el gobierno legalmente constituido, la República, y contra un golpe de Estado, lo que les obligó a salir de manera precipitada, en una dolorosa huida a Francia, cruzando los Pirineos, junto a cientos de miles de civiles, hombres, mujeres, ancianos y niños.

Las autoridades francesas los recluyeron durante meses en campos de internamiento. Desde allí, algunos se alistaron en la Legión Extranjera para combatir al nazismo, en una guerra que se presagiaba como inminente; y la mayoría lo hicieron en las Compañías de Trabajadores Extranjeros para hacer obras de fortificación de la Línea Maginot, en la frontera con Alemania, entre otros trabajos.

Pero en mayo de 1940, el ejército de Hitler invade Francia sin apenas oposición y miles de republicanos que estaban integrados en la Legión o en las Compañías de Trabajadores Extranjeros fueron apresados y conducidos a los stalag o campos de prisioneros de guerra, localizados por todo el territorio del Tercer Reich.

En un principio, a todos ellos se les respetó tal condición de prisionero conforme a la legislación internacional, pero a los pocos meses, ya fueron declarados rotspanier (rojo español) y deportados, sin conocimiento alguno del destino y en unas condiciones infrahumanas, hacinados en vagones de transporte de ganado y mercancías, con dirección al campo de Mauthausen, ubicado en Austria, cerca de la ciudad de Linz, a orillas del Danubio.

El gobierno de Franco les negó la condición de españoles a estos republicanos e impidió toda posibilidad de repatriación. Los nazis adjudicaron a los deportados españoles el triángulo azul que designaba a los apátridas y que llevaban cosido en el traje a rayas que, desde ese momento, pasó a ser su única y, para algunos, definitiva vestimenta.

Lo que ocurrió allí durante la Segunda Guerra Mundial es complicado de comprender. El frío, el hambre, el horror, la deshumanización, la nada más descarnada es lo que sufrieron estos hombres y mujeres. Rafael fue asesinado el 10 de enero de 1942 en el campo principal, Mauthausen, y Eusebio fue asesinado, apenas un mes después, en el subcampo de Gusen, el 2 de febrero de 1942.

María José y Veredas Santofimia Romero, biznietas de Eusebio, y Patricia y Azahara Cabello Carreño, sobrinas-nietas de Rafael, fueron las encargadas de narrar estar historias durante las I Jornadas de Memoria Histórica que se han celebrado este fin de semana en Peñarroya-Pueblonuevo.

Una cita que sirvió también para colocar 14 stolpersteine o piedras de la Memoria -una decena de Pueblonuevo y cuatro más en Peñarroya-, y que contó con un par de ponencias sobre memoria y futuro, la primera a cargo del delegado en Andalucía de la Amical de Mauthausen y otros campos, Ángel del Río, que tuvo por nombre Andaluces en los campos de concentración nazis, y una segunda, bajo el título Memoria, deportación, derechos humanos y cultura en paz, a cargo de Enric Garriga, presidente de la Asociación Buchenwald y vicepresidente del Comité Internacional de Buchenwald, Dora y Kommandos.

El epílogo llegó con las historias que contaron las cuatro jóvenes familiares de deportados del Norte de la provincia, que narraron lo que ellas recordaban, el vuelco en sus vidas al conocer más sobre sus familiares, sus vivencias, su necesidad de saber más, la alegría de reencontrarles y la importancia de que la Memoria Histórica sea contada para que estos hombres y mujeres olvidados regresen a la memoria del país que les olvidó, España.

Miradas jóvenes sobre historia, palabras para hablar de memoria y futuro, de presente y esperanza, de pasado y responsabilidad histórica. Mujeres jóvenes que homenajearon a sus familiares de la mejor manera que supieron hacer, con su presencia, con sus palabras, con sus miradas, con su fuerza. Todo en memoria de Eusebio y Rafael, que a buen seguro estarían orgullosos de sus familiares.

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