La historia de Otto Engelhardt. Un telegrama a Hitler desde San Juan de Aznalfarache

► Un largometraje documental difunde la vida de un personaje trascendental en la Sevilla de la primera mitad del siglo XX: trajo la luz y el tranvía, fue un gran filántropo, emprendedor, republicano y pacifista

► Según documentos hallados, evitó un atentado en el Puerto de Sevilla durante la Primera Guerra Mundial

► Su recuerdo fue borrado por completo tras su fusilamiento en el 36, una ausencia injusta que su familia y algunos colectivos luchan ahora por reparar

DIARIO DE SEVILLA | MARÍA JOSÉ GUZMÁN | 16-11-2019

¿Quién pudo enviar un telegrama el 6 de agosto de 1934 desde San Juan de Aznalfarache al mismísimo Adolf Hitler ordenándole la clausura de los campos de concentración? Este episodio histórico, verídico y documentado, es tan insólito como la vida de su protagonista: Otto Engelhardt, una figura que fue clave para la Sevilla de la primera mitad del siglo XX, pero sobre la que cayó una pesada losa de olvido el 14 de septiembre de 1936, día en el que fue fusilado.

El personaje es de película. Tal es el potencial de su historia que ha sido ya llevada al cine a través de un largometraje documental de Ricardo Barby con material, sin duda, para hacer no sólo una película, sino toda una serie. Un trabajo que se presentará el próximo domingo en el Festival de cine de Braunschweig, cosas del destino, la ciudad donde nació Engelhardt. Y que ha permitido, además, arrojar luz sobre la vida de este alemán de nacimiento y sevillano de corazón.

Relatos que han sido un misterio hasta hace muy pocos años para su propia familia. “Mi abuela Teresa, que era su nuera, era quien reunía a los pequeños de la familia y nos contaba muchas historias, pero yo era muy pequeña, lo que sé me lo transmitió mi hermano Conrado”, comenta Ruth Engelhardt, bisniesta del alemán, cuyo retrato vestido de cónsul ha presidido siempre su salón familiar. Hasta hace una década ni siquiera era capaz de distinguir qué había de verdad y leyenda en esos relatos. “Empecé a reconstruir la historia desde el final, desde su fusilamiento en el 36”, apunta, explicando que fue el contacto con una asociación de memoria histórica quien la animó a escribir el primer microrrelato sobre su bisabuelo.

Cuando hace ya tres años el equipo del documental empezó a trabajar en él, sólo había trascendido que Otto Engelhardt había sido un alemán fusilado en el 36 en Sevilla por sus críticas al nazismo y poco más. Y en ese contexto se produjo el encuentro con la familia y el historiador Carlos Font, los únicos que, por separado, habían indagado en la figura del alemán. Todos han participado en la cinta que, sin pretenderlo, ha logrado ir borrando lagunas históricas gracias a un arduo trabajo de investigación por los distintos archivos europeos que sigue produciendo nuevas revelaciones y sacando a la luz documentos insólitos.

Hay que hacer una elipsis para conocer bien la historia. Sevilla, 1894. Un ingeniero que trabajaba para AEG, la compañía eléctrica alemana, llega a la ciudad con el encargo de crear la Compañía Sevillana de Electricidad, fundada con capital germano. Otto Engelhardt fue el primer director de dicha empresa, hoy absorbida por Endesa. Un gestor de éxito que impuso una estrategia que multiplicó por cinco el crecimiento de la compañía en pocos años y que gozaba de la gratitud de sus propios empleados. La prueba, que existe, es un libro de firmas que le regalaron en 1910 sus empleados, uno de los escasos documentos que hacen referencia a él en la actual empresa.

Este alemán trajo a Sevilla el alumbrado público y la electrificación del transporte en una época en la que el tranvía era tirado por mulas. Este segundo cargo le valió el apodo popular de Otto el de los tranvías.

“Era un personaje querido y nos gusta recordar que trajo la modernidad a esta ciudad”, apunta su bisnieta mientras enseña la Medalla de Isabel la Católica que le entregó Alfonso XIII cuando engalanó un coche y tres jardineras del tranvía para recaudar fondos para los heridos en Melilla durante la guerra del Rif, en 1909.

El gobierno alemán cuidó a su súbdito y en 1903 el káiser Guillermo II lo nombró cónsul honorario del Imperio Alemán en Sevilla, donde participaba muy activamente de la vida social. Su bisnieta guarda en su casa con celo el uniforme que lucía como diplomático. “Era un puesto simbólico, no de carrera, pero el cónsul Engelhardt vivió el cataclismo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el embajador alemán en Madrid, el Conde de Rattibor, lo reclutó para el servicio de información alemán en Andalucía aprovechando su red de contactos, su posición económica y su buen nombre”, explica Font que, entre sus hallazgos como investigador, cuenta con anotaciones de los pagos que Engelhardt hacía a empresarios, periodistas y otros destacados personajes de la época.

El alemán se construyó una vivienda en la cornisa de San Juan de Aznalfarache con claro estilo regionalista que apunta a los diseños de Aníbal González, aunque se desconoce si la autoría es suya o de alguno de sus discípulos. Tras la muerte de Otto la familia siguió habitando la conocida Casa del alemán que incluso en una época llegó a albergar un psiquiátrico, pues su nieto Conrado es psiquiatra. Luego se vendió a otra familia que la conservó en buen estado hasta que se deshizo de ella y acabó en manos de una inmobiliaria. El declive fue galopante y ahora está en estado de abandono. El Ayuntamiento sanjuanero inició hace unos meses los trámites para intentar quedarse con la propiedad y darle un uso museístico o cultural.

Los aliados también vigilaron al cónsul, que fue acosado en esta etapa y que ya se reveló como un personaje libre y comprometido, según un episodio confirmado a raíz de una carta que envió al presidente de la República alemana en 1929, el mariscal Hindenburg, donde critica al Gobieno alemán y le reclama los servicios que él había prestado como informante, sacando a relucir una anécdota con un submarino, otro dato histórico insólito. “Un capitán de la Marina Imperial alemana llevó al consulado alemán en Sevilla una serie de bombas pesadas y cartuchos de dinamita con la intención de lograr la aquiescencia del consulado alemán para atentar contra los barcos españoles que salieran del puerto de Sevilla”, relata Font. La discusión fue de alto calibre y Engelhardt, tras la bronca, se deshizo de los explosivos tirándolos en un punto indeterminado del Guadalquivir, por Gelves al parecer. “Si ese episodio hubiese prosperado, ¿cómo habría afectado a la neutralidad española?”, se preguntan hoy sus familiares.

Otto entendía que su papel de cónsul era para misiones de paz, no de guerra. Su valentía queda fuera de toda duda, aunque hay historiadores que apuntan que su cargo de cónsul honorario facilitaba esa libertad que no todos tenían en esos momentos.

A partir de esa fecha, los desencuentros con el gobierno alemán cada vez eran más evidentes. Los aliados también lo acosaron y desprestigiaron hasta conseguir que dimitiera de sus cargos, también como director de Sevillana, en 1919.

El final de la guerra también supuso la ruina para Engelhardt que, como buen emprendedor que había demostrado ser, se reinventó y fundó unos laboratorios farmacéuticos en San Juan de Aznalfarache: Sanavida, nombre que resuena en el subconsciente de los sevillanos cuando se explica que, entre otros productos, fabricaba el Ceregumil y otros vigorizantes. Font ha encontrado en los archivos fotografías donde el alemán posa en un stand para promocionar sus productos en la Exposición del 29.

Engelhardt había sufrido un gran desengaño con su país y no lo ocultaba. Esto lo llevó a transformarse en un hombre de talante liberal, pacifista convencido y republicano, comenta Font, convencido de que el alemán encontró en España lo que no vio en la antigua república alemana y de ahí su fervor por la II República española.

Es paradójico cómo algunos escritos del alemán acaban con un ¡Viva España!  Se comprueba en su autobiografía Adiós Alemania (1934), de la que se conserva un facsímil actualmente depositado en el Archivo General de Andalucía en la que declara: “Como España es el primer país que en su Constitución republicana se afrenta contra el crimen de la guerra, exclamo con todo corazón, ¡Viva España!”.

Otto Engelhardt llegó a devolver las muchas condecoraciones y medallas concedidas por el Gobierno alemán y en 1932 obtuvo la nacionalidad española, un año antes que de Hitler fuera nombrado canciller. Ya vivía en Villa Chaboya, que, pronto, se convirtió en objetivo del espionaje porque el ingeniero alemán no dudó en combatir con fuerza desde el primer momento al nazismo.

El ex cónsul empezó a publicar artículos en la prensa de la época, muchos en El Liberal dirigido por José Laguillo, en los que sin rubor llega incluso a caricaturizar al führer. En uno de los artículos escritos en este diario el 15 de octubre de 1932, titulado La Dictadura en Alemania, concluye: “Gracias a Dios que vivo ahora como ciudadano español, bajo la protección de un Gobierno que está tan lejos del fascismo como yo de Hitler y sus príncipes. ¡No dejo de amar a mi Alemania y deseo para ella de corazón que vengan pronto días felices sin Hitler, sin barones y príncipes; días republicanos de verdad…” Engelhardt fue uno de los primeros en ver los peligros del nazismo, pero no de lo que llegaría luego a España después de la II República.

La investigación ha permitido también localizar anuncios en la prensa donde Otto ofrecía su casa a los alemanes necesitados de exilio. Su faceta de pacifista se refuerza con la aparición de documentos que lo señalan como impulsor de una iniciativa ciudadana “Pro Sevilla, ciudad de la contraguerra” en 1932.

Otra anécdota que recuerda su nieto Conrado y que recoge su personalidad rebelde se sitúa en una de las visitas que el Gran Zeppelin hizo a Sevilla. Mandó ondear en Villa Chaboya la bandera republicana alemana y con un megáfono gritó a su paso  “¡Abajo el gobierno fascista alemán!”. La citada autobiografía, Adiós Alemania, lleva como subtítulo “con sus barones y fascistas”. Su provocación máxima fue cuando dirigió un telegrama urgente a Hitler, con fecha de 6 de agosto de 1934, ordenándole la clausura de los campos de concentración. El excepcional documento fue localizado por el historiador Carlos Font dos días antes de concluir el rodaje del documental. No satisfecho, dio un paso más y, dispuesto a denunciar ante todo el mundo los métodos nazis, en 1935 dirige de nuevo una carta extensa a “Herr Adolf Hitler, Führer del pueblo alemán”, que es toda una declaración a favor de los derechos humanos.

Todos estos documentos, al igual que las fotografías cedidas por la familia serán depositados en breve en el Archivo General de Andalucía con la intención de crear un fondo que pueda ser consultado por todos los investigadores, una opción que permitirá arrojar de seguro nuevos datos sobre el personaje.

Tras comenzar la Guerra Civil española, fue ingresado por una flebitis en el Hospital de las Cinco Llagas: sala San Cosme, cama número 37, según se recoge en la documentación. En la que es hoy la actual sede del Parlamento andaluz, en uno de sus patios, se repuso el año pasado una placa que en su día lució en la sala San José, hoy ya no existe, en agradecimiento al alemán por sus donaciones.

Otto Engelhardt recibió el alta el 12 de septiembre de 1936 de manera repentina, pues seguía enfermo, y tras ser detenido y retenido, en aplicación del bando de guerra del general Queipo de Llano, en la Delegación de Orden Público, fue fusilado el 14 de septiembre de 1936, se cree que en el Cementerio de San Fernando de Sevilla. Su cadáver, como el de otras víctimas de la Guerra Civil, reposa en una fosa común. Tenía 70 años y su oposición al nazismo le costó la vida.

Otto se había casado en Sevilla en segundas nupcias con Mercedes Granados (su primera mujer, Ana Holtz, no tuvo un final feliz), que tuvo tuvo que convivir con registros de la Gestapo y hasta con los soldados alemanes de la Legión Condor que se alojaron en su casa, según relata el historiador Carlos Font. Conrado Engeldhart, el padre de Ruth y nieto del ingeniero que desafió a Hitler, era un niño de muy corta edad cuando se sucedieron estos acontecimientos que lo marcaron. “Mi padre vivió registros, oía los fusilamientos a veces desde su casa y tuvo que hacer la comunión a las siete de la mañana por ser nieto de rojo”, comenta Ruth.

En la familia Engelhardt se cuenta que Mercedes guardaba una botella de champán para cuando cayese Franco, pero murió antes. Y se hizo un silencio que se ha roto siete u ocho décadas después. “Y ahora no vamos a parar”, añade Ruth mostrando la declaración de reparación y reconocimiento personal que le entregó a la familia el Ministerio de Justicia en 2011 tras acreditar que Otto Engelhardt sufrió persecución y violencia por razones políticas e ideológicas y fue injustamente ejecutado. “Hay cosas que no se pueden olvidar, no es resentimiento, es que somos muchas familias las que intentamos rescatar del olvido a nuestros seres queridos, asesinados por el terror, por un sinsentido”, comenta Ruth convencida de que el tema de la recuperación de la memoria histórica se entiende mejor en Alemania que en España.

En tierras germanas se presentará la semana que viene el documental de Ricardo Barby, que se estrenó en primavera en San Juan de Aznalfarache y que ahora irá al festival de cine de Braunschweig (en el de cine europeo de Sevilla, que concluye estos días, no ha tenido cabida para pesar de sus autores). Días antes lo hará en el Festival de Zaragoza y antes de que acabe noviembre en Montaverner (Valencia). Entre enero y febrero la cinta se pasará por festivales en México y Venezuela. Y se espera que Canal Sur, que ha colaborado en la producción y tiene los derechos, emita el documental antes de que finalice el año. El mejor altavoz para una historia que aún tiene mucho por descubrir.

Villa Chaboya

El alemán se construyó una vivienda en la cornisa de San Juan de Aznalfarache con claro estilo regionalista que apunta a los diseños de Aníbal González, aunque se desconoce si la autoría es suya o de alguno de sus discípulos. Tras la muerte de Otto la familia siguió habitando la conocida Casa del alemán que incluso en una época llegó a albergar un psiquiátrico, pues su nieto Conrado es psiquiatra. Luego se vendió a otra familia que la conservó en buen estado hasta que se deshizo de ella y acabó en manos de una inmobiliaria. El declive fue galopante y ahora está en estado de abandono. El Ayuntamiento sanjuanero inició hace unos meses los trámites para intentar quedarse con la propiedad y darle un uso museístico o cultural.

Reconocimiento en el callejero

La lucha por rescatar del olvido a Otto Engelhardt ha dado ya algunos frutos. Su nombre está presente ya en los callejeros de Sevilla y en San Juan de Aznalfarache. En este municipio del Aljarafe, además de una plaza, cuenta con su esfinge en la moneda social que circula ya por algunos comercios y que recibe el nombre de ossetana.

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