La huella de la Gestapo en la Brigada Político Social

ELDIARIOCV.ES | 13-11-2019

La Brigada Político Social fue instrumento fundamental de la represión franquista. Lucas Marco, licenciado en Sociología y en Ciencias Políticas y colaborador en diversos medios de comunicación, acaba de publicar el libro ‘Simplemente es profesionalidad. Historias de la Brigada Político Social de València’, editado por la Institució Alfons el Magnànim tras obtener la I Beca de Periodismo de Investigación Josep Torrent de la Unió de Periodistes Valencians.

En esta investigación periodística, basada en materiales de archivo inéditos, testimonios de policías y de detenidos, autobiografías y sumarios judiciales,  el autor revisa por primera vez quiénes eran los componentes de la Brigada Político Social de Valencia, cómo actuaban y qué fue de ellos tras la dictadura.

Uno de los capítulos, que es el que eldiario.es publica como adelanto editorial, analiza la huella de la Gestapo en esa brigada y por él desfila, entre otros, un policía “corrupto y obsesivo” llamado Julián Carlavilla, que además publicó varios libros de “chaladura conspiracionista que mezclaban anticomunismo, antisemitismo, paranoia antimasónica y homofobia”.

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La huella de la Gestapo en la Brigada Político Social, por Lucas Marco

La influencia de la Gestapo en la Brigada Político Social marcó un punto de inflexión en la reconfiguración de la primigenia policía franquista. Los anarquistas aún recordaban en 1978, en pleno proceso de transición de los principales mandos de la Brigada Social a las más altas responsabilidades en el ministerio del Interior, el suministro de una “eficacia técnica de la Gestapo hitleriana que en la década de los cuarenta tan bien conocieron nuestros cuadros sindicales” [1].

El 31 de julio de 1938 los sublevados franquistas firmaron un acuerdo con Alemania que permitía el intercambio sin intervención judicial de los detenidos por los servicios policiales de ambos países. Incluso el jefe de la Gestapo en persona, Heinrich Müller, visitó Madrid en 1942, según documentos del espionaje norteamericano desclasificados medio siglo más tarde [2]. “La Gestapo tenía especial interés en repatriar a los judíos, comunistas y socialistas alemanes que habían combatido en las Brigadas Internacionales y habían acabado capturados por las fuerzas de Franco”, explica el historiador Paul Preston [3]. En contrapartida, apunta el hispanista británico, el agregado de la Gestapo en la embajada alemana en Madrid, Paul Winzer, “dirigió un programa de instrucción para la policía política de Franco”. Se dedicó a ello, en varios puntos de la geografía española, al parecer hasta 1944 [4].

La prensa española de la época, tanto republicana como franquista, se refería a Winzer como el “delegado de la policía alemana” [5] o el “jefe de la sección española de la Gestapo” [6], que trabajaba “a las órdenes directas de Von Faupel [el embajador alemán en Madrid]” [7]. Paul Winzer ingresó en el partido nazi en 1932 y dos años después en la Policía Criminal. Más tarde, tras superar un curso de capacitación, fue enviado al cuartel general de la Gestapo en Berlín. En mayo de 1936 llegó a España como agente encubierto [8]. Así, “nos encontramos, por tanto, en 1939 en España con una bien organizada red del Servicio de Seguridad, creada por el General de la Bandera de Asalto de las SS y asesor de Asuntos Criminales, Paul Winzer. La central estaba situada en Madrid, pero Winzer mantenía delegaciones en todos los consulados alemanes” [9].

El convenio firmado por ambos países tenía un precedente en los acuerdos de 1934, ratificados al año siguiente, entre el gobierno derechista de la CEDA y la Gestapo alemana que incluían intercambios informativos y formativos [10]. Otros gobiernos también tuvieron relaciones con la Gestapo: el director del FBI norteamericano, J. Edgar Hoover, recibió a uno de los principales ayudantes de Himmler en 1938 e “intercambió correspondencia amigable con funcionarios de la policía nazi hasta bien entrado 1939”, según su biógrafo [11].

El acuerdo hispano-alemán de 1938 iba más allá del de 1934 y permitía a la policía española y a la Gestapo facilitarse mutuamente “informaciones sobre experiencias generales y detalles respecto al comunismo, anarquismo, emigración y demás actuaciones peligrosas contra el Estado”. Además, también preveían “auxiliarse recíprocamente y cuando convenga (…) para descubrir las actividades y objetivos de los centros comunistas y de cualquier otra índole peligrosa para el Estado”. Incluso llegaron a ejecutar labores de información sobre personas que “se encuentren fuera del territorio alemán o español” [12].

Durante la posguerra española varios agentes fueron trasladados a Francia, a la embajada en París y a los consulados, para localizar y controlar al exilio republicano y, prioritariamente, a sus autoridades. “Sirvieron para indicar a los nazis, que ocuparon la zona atlántica francesa, los republicanos españoles que debían controlar, detener o extraditar a España”, explica el historiador Federico Vázquez Osuna [13]. Prueba de ello son los casos del ex presidente de la Generalitat de Catalunya, Lluís Companys, y de los ex ministros Joan Peiró y Julián Zugazagoitia, fusilados por el franquismo.

El agente de policía Pedro Urraca, que detuvo a Companys, trabajaba directamente para la Dirección General de Seguridad y se especializó en el seguimiento del exilio republicano, tanto en París como más tarde en Bruselas. En la capital francesa mantuvo una relación fraternal con la Gestapo y “formará equipo con Federico Velilla, jefe de la Falange en Francia y el agente Landstater, propuesto por la Gestapo” [14]. Tal como cuenta la biógrafa del policía que detuvo a Companys, la actividad policial del franquismo no sólo se centró en el exilio republicano; “el 28 de marzo de 1942, Urraca dirigió una circular a sus superiores explicándoles su plan para tender una trampa y detener a un grupo de judíos que, supuestamente, se dedicaban a ofrecer pasaportes franceses falsos a otros judíos y republicanos para que puedan salir de España”. De hecho, el control del exilio en Francia perduró durante décadas: en 1962 un informe de la Brigada Político Social sobre las actividades comunistas en Valencia se refería a su “servicio de información anticomunista establecido en los medios del P.C. de España en Francia” [15].

La influencia de la Gestapo en España fue profunda en el ámbito policial. Como aseguraba un oficial del espionaje británico, “los archivos policiales españoles y los oficiales de la Dirección General de Seguridad recibieron órdenes de facilitar a los alemanes todo lo que necesitaran” [16]. El historiador Paul Preston, por su parte, sostiene que “la Policía estaba muy influida por la Gestapo. Los teléfonos de embajadas y ministerios estaban intervenidos con la aquiescencia oficial, conseguida por soborno o por afinidad ideológica” [17]. Los documentos del espionaje norteamericano localizados en Washington por el periodista Xavier Vinader muestran cómo un equipo de oficiales de la Gestapo, supervisados por Himmler, contribuyó a la confección de la Dirección General de Seguridad, del Servicio de Información Militar y del Servicio de Información de fet y de las jons[18].

Al menos entre 1940 y 1941 “prestan servicio una o varias secciones de la policía política” a la Alemania nazi, según el historiador José Luis Rodríguez Jiménez [19]. Para ello, el director general de Seguridad, José Finat y Escrivá de Romaní, crea una Brigada Especial secreta al frente de la cual sitúa al policía de la Brigada Social y activo escritor propagandista de extrema derecha, Mauricio Carlavilla. Compuesta por varios agentes de la BPS, “entre las misiones asignadas a esta brigada figura la de controlar a los judíos residentes en España, actividad iniciada en 1939, una vez recibidas peticiones en este sentido desde la embajada alemana”, expone Rodríguez Jiménez.

El policía y escritor Mauricio Carlavilla (su nombre real era Julián Carlavilla del Barrio), empezó su carrera en Valencia en 1921 y una década más tarde será destinado a la Brigada Social[20]. Fue un policía “corrupto y obsesivo”, como destaca el historiador Paul Preston. No en vano, en Valencia Carlavilla apenas duró un año, hasta que el gobernador civil escribió una carta de su puño y letra pidiendo al director general de Seguridad su “traslado con urgencia de aquí” ya que la “índole de las faltas que viene cometiendo hace difícil su justificación en expediente” [21]. En 1926, estando destinado en el protectorado marroquí, fue acusado de sacar tajada de la “prostitución clandestina tolerada y explotada en provecho propio”, algo que reseñó “la prensa local” [22]. En 1936 se fugó a Portugal al verse implicado en un intento de atentado contra el presidente de la República Manuel Azaña, un complot por el que fue detenido el agente de la Brigada Político Social Juan Antonio Escobar Raggio, que más tarde se convertiría en un destacado historiador de la Policía siendo ya comisario [23]. Al estallar la Guerra Civil Carlavilla ejerció “funciones privadas al servicio de la embajada [franquista] de España en Lisboa” [24] pero, en un extravagante giro de los acontecimientos, fue detenido por la policía política portuguesa por un turbio asunto y finalmente expulsado del país luso, según los documentos diplomáticos confidenciales que constan en su expediente [25].

La obra de Carlavilla –una chaladura conspiracionista que mezclaba anticomunismo, antisemitismo, paranoia anti-masónica y homofobia– fue “propagada con todas las facilidades oficiales” [26]. En uno de sus libros narró, de pasada, una “visita oficial al campo de Orianenburgo” [27], que estuvo bajo el control de las SS hasta su liberación el 22 de abril de 1945 por el Ejército Rojo. Según recordaba –en 1956– “los campos de trabajo recibieron millares y millares de sodomitas de todas las clases sociales. Allí se les veía distinguiéndose de otras categorías de presos por el color de la estrella de tela cosida en el uniforme carcelario”. En aquella visita, Carlavilla se mostró interesado ante sus acompañantes por el “trato que resultaba un mayor castigo para el pederasta que para los demás presos, incluidos judíos y comunistas, los más odiados por el hitlerismo”. Para este agente de la Brigada Social, que era comisario en el momento de escribir este libro, la represión del nazismo contra la homosexualidad se quedó corta: “la severidad hitleriana para con los homosexuales, con haber sido grande (…) no evitó, ni mucho menos, todo el mal”. De hecho, como recuerda el historiador Jordi Canal, el sacerdote antisemita Juan Tusquets tildó a Carlavilla, con el que había colaborado durante la guerra, de “nazi acérrimo” [28].

Otro aspecto de la colaboración entre la Gestapo y la policía española fue la persecución de la masonería. Según el preámbulo de la Ley de 1 de marzo de 1940 de Represión de la Masonería y el Comunismo, todos los males de la historia de España, desde la pérdida del imperio colonial hasta la caída de la monarquía, se debían a “la acción conjunta de la masonería y de las fuerzas anarquizantes movidas a su vez por ocultos resortes internacionales”. Como explica el historiador Pelai Pagès, “en la práctica, cuando se constituyó el primer tribunal a partir de esta ley se limitó a juzgar a masones, puesto que los comunistas ya eran convenientemente juzgados por los Consejos de Guerra” [29]. La Ley del 30 de enero de 1938 que reestructuraba la Policía en el bando franquista “con fines cada vez más políticos, incorpora un departamento de Masonería y otro de Judaísmo (primera vez que un organismo policial franquista hacía constar que el judaísmo era objeto de investigación), ambos integrados en la cuarta Sección, Antimarxismo”, en la cual se encuadraba la Brigada Político Social [30].

Aunque las prioridades represivas de nazis y franquistas no eran exactamente las mismas, “entre las competencias del Servicio de Seguridad [alemán] en España entraba la localización y vigilancia de masones que conspiraban contra los gobiernos de Alemania o España” [31]. Para ello los responsables de la Gestapo en España y la Delegación para la Recuperación de Documentos de Salamanca intercambiaron información sobre supuestos masones alemanes en España. De hecho, el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, que guarda los archivos requisados durante la guerra por la Delegación para la Recuperación de Documentos, conserva varios índices de listados de masones españoles ordenados alfabéticamente por apellidos y que incluye la logia de pertenencia, la población en que se encuentra y la profesión [32]. Según la descripción del propio archivo, “posiblemente se trate de un informe elaborado por la Gestapo sobre masones que se encuentran en prisiones y campos de concentración nazis”. En definitiva, para la historiadora Ingrid Schulze Schneider, la cooperación hispano-alemana en la represión de la masonería “funcionó bien a nivel policial y en el campo de la propaganda; pero las altas jerarquías nazis tenían un interés mucho menor que las españolas en perseguir a los masones”.   

Las relaciones bilaterales entre Heinrich Himmler y el ministro de Orden Público, el general Martínez Anido, orquestaron un modelo de cooperación policial exitoso para ambas partes. Tanto es así que, en una carta del 1 de febrero de 1945, Paul Winzer agradece a la DGS la “información referente a personas que reclutan extranjeros y los guían por el suelo francés y los traen clandestinamente a España”[33]. “Puedo asegurar que esta información es del mayor interés para nuestros servicios en Francia y por esa razón le estoy muy agradecido”, explicaba el jefe de la Gestapo en España, que también pedía que “en el futuro siguieran de acuerdo en enviarnos información similar que fuera obtenida por sus servicios”.

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[1] cnt nº 11, enero de 1978.

[2] El País, 30 de junio de 1997.

[3] Preston, P. El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después. Barcelona: Debate, 2011.

[4] Amorós, M. Argentina contra Franco. El gran desafío a la impunidad de la dictadura. Madrid: Akal, 2014.

[5] Heraldo de Zamora, 3 de diciembre de 1940.

[6] La Voz, 14 de junio de 1937.

[7] Mi Revista, 1 de septiembre de 1937.

[8] Viñas, Á. Franco, Hitler y el estallido de la Guerra Civil. Madrid: Alianza, 2001.

[9] Schulze Schneider, Ingrid (1996). “La cooperación de la Alemania nazi en la lucha franquista contra la masonería”. En La masonería en la España del siglo XX, J. A. Ferrer Benimeli (coord.), Vol. 2. VII Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española (Toledo, del 17 al 20 de abril de 1995).

[10] González Calleja, E. La Segunda República española. Barcelona: Pasado y Presente, 2015.

[11] Summers, A. Oficial y confidencial. La vida secreta de J. Edgar Hoover. Barcelona: Anagrama, 2011.

[12] Ros Aguado, M. La guerra secreta de Franco. Barcelona: Crítica, 2002.

[13] Vázquez Osuna, F. Anarquistes i baixos fons. Poder i criminalitat a Catalunya. Barcelona: L’Avenç, 2015.

[14] Aguilera, G. Agent 447, l’home que va detenir el president Companys. València: Tres i Quatre, 2011.

[15] Archivo Histórico Nacional. FC-M Interior_Policia_H, Exp. 53103_230. “Actividades comunistas en Valencia”, R.S. núm 6.104/xiv de la Secretaría General y Técnica de la Comisaría General de Investigación Social, dgs.

[16] Macintyre, B. El hombre que nunca existió. Operación carne picada, la historia del episodio que cambió el curso de la segunda guerra mundial. Barcelona: Crítica, 2014.

[17] Preston, P. La política de la venganza. El fascismo y el militarismo en la España del siglo xx. Barcelona: Península, 1995.

[18] Vinader, Xavier (2013). “L’origen nazi de la policia secreta de Franco”. Sàpiens, nº136.

[19] Rodríguez Jiménez, J. L. (2007). “El antisemitismo en el franquismo y en la transición”. En El antisemitismo en España, Àlvarez Chillida, G; Izquierdo Benito, R. (coords.). Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha.

[20] agmi. Expediente de Julián Carlavilla del Barrio. Documentos 2 a 15. Extracto de antecedentes en la DGS.

[21] agmi. Expediente de Julián Carlavilla del Barrio. Documento 44. Carta del gobernador civil de Valencia al director general de Seguridad del 3 de junio de 1922.

[22] agmi. Expediente de Julián Carlavilla del Barrio. Documento 108. Informe sobre el traslado del agente de la Policía Gubernativa Julián Carlavilla a la Península, 30 de noviembre de 1926.

[23] abc, 3 de mayo de 1936 y La Vanguardia, 6 de mayo de 1936. Escobar Raggio, J. A. Índice bibliográfico de policías escritores. Policía, revista técnico-legislativa. Madrid, 1952.

[24] agmi. Expediente de Julián Carlavilla del Barrio. Documentos 320 y 321. Informe del funcionario del Cuerpo de Investigación y Vigilancia agregado a la Embajada de España en Lisboa al subdirector general de Seguridad, 19 de septiembre de 1939.

[25] agmi. Expediente de Julián Carlavilla del Barrio. Documentos 328 y 329. Informe confidencial nº 1.306-S.S. del director de los servicios secretos de la Polícia de Vigilância e Defesa do Estado al director general de Seguridad, 7 de diciembre de 1939.

[26] Rodríguez Puértolas, J. Historia de la literatura fascista (tomo II). Madrid: Akal, 2008.

[27] Carlavilla del Barrio, M. Sodomitas. Madrid: Editorial Nos, 1956.

[28] Canal, Jordi (1996). “Las campañas antisectarias de Juan Tusquets (1927-1939): una aproximación a los orígenes del contubernio judeo-masónico-comunista en España”. En La masonería en la España del siglo XX, J. A. Ferrer Benimeli (coord.), Vol. 2. VII Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española (Toledo, 1995).

[29] Pagès, P. Les lleis repressives del franquisme. València: Tres i Quatre, 2009.

[30] Rodríguez Jiménez, José Luis (2001). “Funcionarios de la policía franquista al servicio de la teoría de la conspiración: el caso de Comín Colomer”. En La masonería española en el 2000: una revisión histórica. J. A. Ferrer Benimeli (coord.), Vol 2, ix Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española (Segovia, 2000).

[31] Schulze Schneider, Ingrid (1996). “La cooperación de la Alemania nazi en la lucha franquista contra la masonería”. En La masonería en la España del siglo xx, J. A. Ferrer Benimeli (coord.), Vol. 2. vii Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española (Toledo, del 17 al 20 de abril de 1995).

[32] cdmh. se-Fichero_Masónico-Índices,39

[33] Martín de Pozuelo, E.; Ellakuría, I. La guerra ignorada. Los españoles que combatieron a los nazis. Barcelona: Debate, 2008.

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