La joven Enriqueta, juzgada por un tribunal franquista a los 15 años

Pura Sánchez, investigadora granadina, cuenta una historia inédita, la de una niña de la guerra, Enriqueta Trujillo, que pasó por un consejo de guerra con tan solo 15 años. Los hechos ocurrieron cuando la menor tenía doce en el pueblo de Pedro Martínez (Granada). Una radiografía más de la ilegalidad de aquel régimen de Franco que juzgó a menores en tribunales militares. Enriqueta está viva. Tiene 95 años sus vivencias en el libro, ‘La luz de la inocencia’ (editorial Bellaterra).

“El testimonio de Enriqueta es el de la una vida singular, marcada por la violencia que debieron sufrir las vencidas. Una vida en la que la condición de mujer resistente acabará imponiéndose a la de víctima” Enriqueta Trujillo nunca fue educada en la religión católica. Su padrastro Eduardo la quiso educar en la escuela racionalista, promovida por la CNT en el pueblo de Sallent, de Barcelona donde leía la Revista Blanca anarquista, editada por los padres de Federica Montseny. Hija de María Gallardo, con la que emigró sola a Cataluña al final de la dictadura de Primo de Rivera, nunca tuvo una vida fácil. “Antes de los 21 años había vivido el mayor drama de su vida; cárcel, un juicio militar, la pérdida de su madre. Ha sido una auténtica superviviente”, cuenta a Público Pura Sánchez, investigadora y autora del libro ‘La luz de la inocencia’.

Con su memoria nítida Enriqueta recuerda un día de su niñez, en la década de los años 20. “Un día, cuando volvía de la escuela, vi que, en la plaza del pueblo, habían plantado unas mesas, ante las que se iba formando una cola de gente. En medio de la plaza, un hombre se dirigía a los transeúntes. “No os quedéis aquí, viendo cómo vuestros hijos pasan hambre y necesidad”. Cuando llegó a su casa la madre ya había tomado una decisión. “Nos vamos a Cataluña, que no sé dónde está, pero yo no sigo aquí recogiendo hojas, llena de barro, tirada por esos caminos y matándome a fregar por la comida y poco más”.

María partió con Enriqueta siendo muy niña a Cataluña. Su madre se volvió a enamorar de Eduardo un hombre anarquista que logró que tuviera una cierta estabilidad en una etapa tan incierta. Eduardo, el hijo de este, Eduardico, María y Enriqueta formaron una familia libre en la Barcelona de los años 30. Este hombre, afiliado a la CNT era del municipio de Pedro Martínez, un pueblo de la provincia de Granada, que ahora solo tiene un millar de habitantes a causa de la fuerte emigración sufrida en los años 50 y 60. Pero pronto la paz de aquellos días empezó a perturbar a la familia. “Eduardo no quería engañar a María. Su militancia en la CNT podría traer problemas”. El padrastro anarquista de Enriqueta, volvería de nuevo a su pueblo para empezar allí una vida con todos ellos.

A pesar de los años vividos, en la memoria de Enriqueta, ya nonagenaria, han quedado estampado los días en que su “padre” Eduardo la llevaba a los mítines del Cine Condal de Barcelona, donde aprendió el espíritu de la solidaridad que lo ha acompañado toda su vida. “Nunca ha podido olvidar aquel tiempo donde la lucha fue crucial y su ideología la marcaría el resto de su vida”.

Enlace de la Brigada Maroto a los 12 años de edad

Pura Sánchez recuerda a Público cómo aquella joven, de tan solo doce años, fue miembro durante la República de las Juventudes Libertarias de Pedro Martínez. Ya iniciada la guerra hace de “enlace” en la 147 Brigada Maroto. “En el año 37 Enriqueta tenía trece años y había conocido muy de cerca ya lo que era el frente, que se organiza cerca de El Molinillo”, una aldea cercana a Tocón de Quéntar, en plena sierra. El “padre” de Enriqueta escribe una carta como civil al miliciano Maroto, quien pide a Eduardo que él y su familia se ocupen de la intendencia. Empieza el adiestramiento de la niña Enriqueta como enlace: se le enseña a montar a caballo y el camino habitual que debía recorrer. “Es curiosa cada anécdota”, puntualiza Pura Sánchez. “En las entrevistas que le he hecho a Enriqueta nunca pensó que era un enlace del ejército republicano, de una brigada mixta. Siendo tan niña, creía que aquellos sobres lacrados eran correspondencia familiar. Y lo que tenían eran importantes instrucciones militares. Pero el guardia civil que la acusaría años después nunca supo de aquella etapa de enlace que la hubiera llevado a un fusilamiento seguro”.

La guerra continuaba. Sembraba pánico en las calles de Pedro Martínez, donde Enriqueta vivía ya casi adolescente junto a su madre y su hermanastro. “En aquellos años las rencillas eran motivo suficiente para estar señalado y ser familia de los Tiburcios e hijastra de Eduardo fue motivo suficiente para que la joven Enriqueta estuviera en el punto de mira” de aquellos guardias civiles.

“Es una niña. ¿Ha matado a alguien? ¿Usted la conoce de algo?”

El 5 de abril de 1939, ya acaba la guerra, Enriqueta vio como a las mujeres del pueblo las pusieron en fila. “La niña se aproximó al edificio del ayuntamiento nuevo con cautela. Desde el último recodo de la calle, pudo observar cómo se había formado una fila de hombres, que iban entrando uno a uno, conforme los iban nombrando”. El guardia Molinero, quien llevaría a Enriqueta hasta la cárcel “estaba armado con un vergajo con el que iba descargando con furia vergajazos en las espaldas de cada uno que entraba”. Estaban también las compañeras de Enriqueta de la Asociación de Mujeres Antifascistas, la mayoría jóvenes, alguna mujer casada e incluso la Virginia, una anciana que acabaría muriendo en la cárcel. Pura Sánchez cuenta como Enriqueta entró asustada y encogida en la sala en la que, tras una mesa, había dos militares, que eran los que dirigían el interrogatorio. Uno de los oficiales pareció compadecerse de ella. “Es una niña. ¿Ha matado a alguien? ¿Usted la conoce de algo?” “No. Ha venido de Barcelona, pero está apuntada al sindicato y está en la lista que les he dado”. Pura cuenta como los “soldados le dijeron entonces que se fuera a su casa, preparara el macuto, y esperara que fueran a buscarla para llevarla a la cárcel”.

El periplo carcelario de Enriqueta Trujillo empezó en una prisión totalmente improvisada en Pedro Martínez, para marchar al poco tiempo a la cárcel de mujeres de Guadix, donde permaneció casi cuatro meses. Su madre María no lograba soportar el trago, era demasiado duro ver a la pequeña Enriqueta entre barrotes y suplicaba cada día en el cuartel que la llevaran a prisión con su hija. En aquel tiempo , su pareja Eduardo también estaba recluido en un campo de concentración. “María hizo lo imposible para que el despiadado guardia Molinero la llevara con ella”. Y así fue. María y Enriqueta permanecieron unos meses en la cárcel de Guadix. A sus 45 años, María Gallardo se encontraba bastante mal. “Vomitaba toda la comida que ingería en la prisión. Estaba en mal estado y su pesar era demasiado grande”.

Acusada a los 15 años de adhesión a la rebelión

En enero ya de 1940, Enriqueta es trasladada a la cárcel de mujeres de Granada. Su madre queda en la otra prisión y tiene poco conocimiento de que a su hija de quince años la van a juzgar sola en un Consejo de Guerra.

Pura Sánchez consiguió el legajo del juicio sumarísimo que ahora, por fin, ha conocido Enriqueta y su familia, hace tan solo unos meses. Nunca había logrado acceder a aquellos papeles que se encontraban en el archivo histórico provincial de Almería “a Enriqueta se la consideró culpable de los hechos que se le imputaban y que le atribuyó el guardia Molinero en el escrito de denuncia “Intervino en el asalto y destrucción de la casa Cuartel de la Guardia Civil de este pueblo, alentando a las masas. También tomó parte en la destrucción de la Iglesia Parroquial y recaudó fondos con destino al Socorro Rojo Internacional”. Se la acusó de un delito de adhesión a la rebelión. Según reza la sentencia “los testigos justificaron sus actuaciones declarando que obró, no por iniciativa propia, sino impulsada por los padres, que eran marxistas de la peor clase”. Enriqueta solo admitió haber sido la presidenta de las Juventudes Libertarias en su pueblo.

En el expediente del consejo de guerra se indica que el 25 de junio de 1940 Enriqueta pasara a disposición del Tribunal Tutelar de Menores. “No consta en el expediente judicial la fecha en la que fue excarcelada. Sin embargo, en una agenda que conserva Enriqueta, ella misma anotó que salió de la cárcel el 8 de diciembre de 1943, para ingresar seguidamente en el convento de las Adoratrices” por ser aún menor de edad en aquellos años.

“Ay, mamica… mamica, ya no te veré más. Ya no me esperarás en ningún sitio”

Aquellos cinco años marcaron para siempre la vida de esta joven granadina. Y la hicieron vivir uno de los peores momentos de su vida dentro de la cárcel. Enriqueta vio cómo su madre entró con una camilla en la prisión de Granada casi moribunda. Es el único momento de la entrevista donde Enriqueta no es capaz de contener las lágrimas.

La propia autora se estremece al recordar el testimonio de Enriqueta, cuando las monjas de la enfermería de la cárcel la dejaron sola tras su fallecimiento: “Prepararon el cuerpo de María para velarla y encerraron a madre e hija”. Así pasó Enriqueta la última noche con su madre “María, amortajada, en el suelo y ella, para estar cerca, se acurrucó junto a la muerta” Por la mañana temprano, vinieron cuatro hombres y metieron a María en un cajón de tabaco para enterrarla.. “Ay, mamica… mamica, ya no te veré más. Ya no me esperarás en ningún sitio”, gritaba Enriqueta en el pobre cortejo que tuvo hasta la puerta de la cárcel. María Gallardo Vergara fue enterrada en una fosa común. Nadie le dijo a Enriqueta donde estaban sus restos. Ni aún a día de hoy ha podido tener conocimiento de ello.

El intento de reeducación de Enriqueta

El día que la joven salió de prisión era aún menor de edad. “Seguía siendo un sujeto peligroso, que poco podía aportar como “roja” a la sociedad y la llevaron a un convento para reeducarla” Enriqueta cuenta que pasó peores días en el convento que en la propia cárcel donde estaba con paisanas que al menos le brindaban su cariño y su solidaridad.

Anunciación fue su nuevo nombre ,pero Enriqueta se revelaría en cada momento para hacer entender a aquellas monjas que ella no iba a servir a Dios. “Quería salir y casarse. Tener su propia vida”.

Tardó mucho tiempo en poder volver de nuevo a Pedro Martínez ,donde tenía hecha una promesa. Un joven de su edad, Antonio el Rubio, le dijo unas palabras antes de ingresar en la cárcel: “Que no llores, Enriqueta, que aunque vuelvas con sesenta años, me he de casar contigo”. Ya en 1948 Enriqueta pudo casarse con Antonio y tener nueve hijos, aunque la vida nunca dejó de darle momentos difíciles.

En los años 60 ,Enriqueta perdió a su marido y hace pocos años ,a dos de sus hijos. Sigue fuerte y la publicación de su historia le ha proporcionado una gran alegría a ella y a su familia. La historia de esta menor en las cárceles del franquismo es un hecho “más habitual de lo que nos creemos” en la historiografía reciente. Cuántos informes de conducta, cuántas menores de 21 años eran consideradas “sujetos peligrosísimos” como le ocurrió a la joven Enriqueta. El número es incalculable pero los tribunales militares no dejaron de acusar a niñas inocentes y de encarcelarlas, al considerarlas “peligrosísimas para la causa nacional” o “individuas de dudosa moral”.