La Línea (Cádiz). La increíble historia del relojero millonario y “de izquierdas”

Miguel Rodríguez, medalla de Andalucía y propietario de Festina y Lotus, busca a su abuelo en una fosa común y lucha contra el franquismo

Elplural.es/ Juan Luis Valenzuela @tetemalo / Sáb, 3 Mar 2018

El acto de entrega de las Medallas de Andalucía celebrado el pasado 28 de febrero tuvo momentos de intensa emotividad donde el sentimiento andaluz afloró en la piel de cada uno de los galardonados.

También hubo secuencias interesantes en este Día de Andalucía como el de conocer el perfil y la trayectoria de alguno de los designados. Sin duda, uno de los grandes descubrimientos fue Miguel Rodríguez Domínguez, un empresario de éxito, un auténtico ‘self-made man’, un admirable hombre hecho a sí mismo que tiene a gala y luce con mucho orgullo ser andaluz y haber nacido en  La Línea de la Concepción.

Este gaditano es propietario de la marca de relojes Grupo Festina, uno de los líderes mundiales en relojería y joyería. El grupo fabrica cinco marcas para el mercado relojero (Festina, Lotus, Jaguar, Candino y Calypso) y dos de joyería (Lotus Style y Lotus Silver). Rodríguez también es socio de otras grandes empresas como NH Hoteles o Banco Sabadell.

Pero detrás de este reconocido emprendedor hay toda una trayectoria de inicios durísimos, de esfuerzos y sacrificios. Un tránsito -el de niño emigrante que tuvo que abandonar su querida Andalucía para instalarse en Cataluña y que acabó como un empresario millonario-, que no le ha hecho olvidar ni sus orígenes ni le ha llevado a instalarse en lo políticamente correcto como le suele pasar al gran empresariado.

Huyendo del paro hacia Badalona

Detrás del éxito de Miguel Rodríguez hay un camino hecho a base de mucho trabajo desde niño y desde la dura emigración.

Miguel junto con su padre emigró desde La Línea de la Concepción natal a Badalona en 1948. Y es que tras el cierre de la frontera con Gibraltar por decisión de Francisco Franco, el padre de Rodríguez engrosó la lista del paro y a su familia no le quedó más remedio que huir de esa situación y buscar sitio en el exilio económico catalán. Miguel tenía entonces 16 años.

Allí dio muestra de su arrojo y capacidad de trabajo siendo peón de albañil, lavando coches, trabajando en una fundición. Con una fuerza de voluntad hercúlea estudiaba al mismo tiempo que trabajaba por las noches. Primero delineante y más tarde perito industrial. Cuando le vino el momento de ingresar en el ejército para hacer el servicio militar entonces obligatorio decidió esquivar la mili y optimizar su tiempo emigrando a Suiza.

Según su propio testimonio se fue “con el billete de tren y 400 pesetas en el bolsillo”, sin saber nada de francés. Este idioma lo adquiría rápidamente con intensas y continuas lecturas de periódicos de izquierdas como ‘Le Monde’ o ‘L’Humanité’.

Del PCE a Bandera Roja y Comisiones

Allí trabajó como camarero. Nada más llegar se afilió al Partico Comunista, pero un posterior viaje a Bulgaria hizo que se cayera del caballo pecero y del régimen soviético y se volvió crítico. Tanto que le costó su expulsión de partido y decidió afiliarse a Bandera Roja. Una frase que le atribuyen podría definir su coherencia ideológica por encima de la fortuna que atesora: “Soy un hombre de izquierdas, y eso es una concepción del mundo: un empresario debe enriquecerse pero también dar riqueza y puestos de trabajo a la sociedad”.

Coherencia que hay que subrayar en un hombre que vende cada año varios millones de relojes en 60 países, con una facturación altísima y un capital y patrimonio acumulado -ganado con su sudor-, enorme. Un pasado admirable como el que le llevó con Franco vivo a participar en la creación de Comisiones Obreras. Pasados diez años y tras años de trabajar como mecánico de turbinas, el delito de haber desertado prescribió y regresó a España y de nuevo a Barcelona.

Trayectoria vital de duro trabajo

Fue en la Ciudad Condal donde se sorprendió de la fácil venta de unos relojes que se trajo desde Suiza. Se le encendió su iluminada y audaz bombilla  y apostó por montar una tienda de relojes en el barrio chino barcelonés. Rodríguez cogió su maleta y se fue a vender relojes por España. Pero lo estático no era su mundo. Su esposa siguió con el comercio y él se lanzó a la venta nacional visitando provincias. Viajes a lo largo y ancho de España, jornadas de 40 horas, noches sin dormir…

Tan alta fue la venta que de nuevo, a principios de los ochenta, da un paso más adelante y adquiere dos marcas suizas -Lotus y Festina-. Años más tarde adquirió Jaguar y Candino en el año 2002. Actualmente posee fábricas en Córdoba y Suiza. En su afán de mecenazgo llegó a patrocinar un emblemático equipo ciclista español, el Festina.

Piensa que el ciclismo es como su mundo empresarial: “si dejas de pedalear, te caes. Y hay que ir muy por delante, porque si te coge el pelotón, te comen”.

Persona discreta e incorrecto políticamente

Es una persona discreta, no le gusta la popularidad y huye de los focos. Políticamente es incorrecto o tal vez coherente. En su día se mojó contra el gilismo y Jesús Gil haciendo campaña en su contra y critica a la clase política, a la española y a la andaluza, porque creen que solo se acuerdan de ellos cuando llegan las elecciones y porque han hecho poco por la Memoria Histórica.

Busca a su abuelo en fosas comunes

Miguel Rodríguez Domínguez también es un importante defensor de la recuperación de la memoria histórica. Su implicación ha sido intensa en la exhumación de la fosa común de la finca de ‘El Marrufo’, en pleno Parque Natural de Los Alcornocales, donde creía que se encontraban los restos de su abuelo. 

Ha patrocinado los caros trabajos de exhumación colaborando con la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo de La Sauceda y El Marrufo. A este respecto, en una ocasión afirmó que “es de juzgado de guardia que tenga que ser un particular quien financie la excavación”.

El abuelo de Rodríguez fue víctima de unas de las tantas vendettas que se dieron en la Guerra Civil. Era propietario de una granja de cerdos y un día fue a vacunarlos a Jerez. Luego enfermaron y se descubrió que jamás el veterinario los vacunó. Le engañó al inyectarle agua en vez de la vacuna apropiada por lo que denunció al veterinario, que tuvo que pagar una indemnización. Al comenzar la Guerra, el veterinario, de ideología falangista, se vengó de su abuelo y lo hizo “desaparecer”.

Y encima… ¡andaluz!

He aquí un perfil de un empresario modélico y de una persona que se define a sí mismo como un andaluz raro porque “no le gusta el flamenco y odia el fútbol”. Un linense que en una ocasión dijo que “No se puede ser todo: alto, guapo, rubio, andaluz. Yo no soy alto, ni rubio, ni guapo, ¡pero soy andaluz!”.

Andaluz, hasta la médula y medalla de Andalucía, justa medalla que recogió “en nombre de La Línea, tierra de trabajadores”. Como él.

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