La mujer y la guerrilla, cuando sus propios compañeros o camaradas eran el enemigo.

Si ya era difícil la vida para el guerrillero, tanto urbano como rural, la mujer tuvo que soportar machismo y menosprecio por parte de sus propios compañeros de lucha, además de todos los peligros de la vida guerrillera.

ElSalto/ IMANOL/ 2019-12-23 19:12

Saludos a todas y todos. Para terminar el año y celebrar lo que es el quinto aniversario del blog, voy a echar la vista atrás y rescato uno de los artículos más leídos y que viene perfecto para la ocasión, el de las mujeres y la guerrilla. Este ha sido el año de las mujeres, de sus luchas y reivindicaciones, de sus denuncias y de su empoderamiento, así que, como el artículo original se publicó en Diagonal, y fue hace ya unos años, lo rescato para la gente nueva que pueda interesarle, en homenaje a todas esas mujeres que lucharon antes y luchan hoy.

Por otro lado, el mismo proyecto ha ido haciendo sus pinitos y tratando de quitarse parte del olor a macho…el mismo nombre ha cambiado, ahora es Ni cautivos ni desarmadas. Gracias también a la mujer que me echó una buena bronca durante la charla en La Kelo, con toda la razón del mundo, en las charlas ya siempre hay un apartado para las mujeres, mejorable y ampliable, pero bueno, voy dando algún paso. Para este nuevo año que entra, quiero meter una sección llamada “Mujeres de armas tomar” en la que iré metiendo biografías de libertarias que actuaron en la guerrilla, las redes de evasión o la resistencia en Francia, y si me da la vida, para el 8 de marzo sacaré un artículo sobre las mujeres del estado español que participaron en la resistencia francesa.

Y dicho todo esto, vamos a lo que interesa.
Hoy trataremos de aportar nuestro pequeño grano de arena en el peculiar y a veces espinoso tema de la participación de las mujeres en la lucha guerrillera. Si en el tema de apoyo a la misma y en su actuación como enlaces su participación fue indiscutible e indispensable, cifrándose su número en cerca del 40 por ciento, llegando hasta el 50 en regiones como Galicia o Asturias, no deja de ser sorprendente que su paso a la guerrilla nos deje unas cifras de alrededor de un dos por ciento, siendo la cifra total, cercana a las 150, o quizás no sea tan sorprendente, si echamos un ojo a la situación del colectivo femenino en el estado español, ligera excepción hecha de los años republicanos, valga como muestra este artículo de la Vanguardia de finales del siglo XIX: Desde su inteligencia a su estatura, todo en ella es inferior y contrario a los hombres…En si misma, la mujer no es como el hombre, un ser completo; es solo el instrumento de la reproducción, la destinada a perpetuar la especie; mientras que el hombre es el destinado a hacerla progresar, el generador de inteligencia, a la vez creador y demiurgo del mundo social. Así es que todo tiende hacia la no igualdad entre los sexos y la no equivalencia… 

Son las mujeres de la guerrilla doblemente olvidadas, por un lado por la losa de la desmemoria y la difamación implantada por el franquismo sobre todo el movimiento guerrillero, pero además por el peso de la dominación masculina que las ha marginado a lo largo de los tiempos. Desde el primer momento fueron denigradas por el franquismo por romper el supuesto rol que se les había impuesto de cumplir con los preceptos católicos, obedecer a la autoridad patriarcal y apegarse a las labores del hogar. Desde los altavoces del régimen fueron tratadas de “las queridas de los bandoleros”, “las putas de los rojos”, “barraganas del monte”, “marimachos”, “tiorras” o como escribió el teniente coronel Aguado Sánchez “interesante resaltar que el comunismo, procuró en las situaciones críticas facilitar el desahogo sexual de sus militantes con compañeras, aunque un poco en comunidad”, siempre reducidas a la mera condición sexual. Otro ejemplo lo tenemos en la descripción de una enlace de Cantavieja “Perteneció a las Juventudes Libertarias y también hacía la vida licenciosa; en resumen, una persona de todo peligro y muy degenerada en todos los ordenes de su vida”. Sin comentarios.

Menos comprensible es, que desde el bando propio, también se las difamara, excluyera y se reprodujeran muchas de las actitudes machistas que habían intentado empezar a cambiar durante el periodo republicano. A esto hay que sumar la incomprensión de muchos de sus compañeros de lucha. Entre otras perlas dedicadas a la mujer y su relación con la guerrilla, destacamos por ejemplo a Santiago Carrillo, quien justificaba el fracaso de la lucha guerrillera con las siguientes palabras: “Aparecieron también elementos de corrupción: mujeres, bebida, derroche de dinero, particularmente en el tiempo que menudeaban los golpes económicos”, cuando detuvieron a Dolores González en Málaga, comentó que: “no le daban ningún trabajo dentro del Partido por ser mujer, ya que tenían la opinión de que la mujer tiene poco de discreta”. En su gira por las agrupaciones guerrilleras del centro del estado, “Fermín”, uno de los máximos responsables de la guerrilla, cuando visito la 1ª Agrupación, lo que más le disgustó fue la presencia de mujeres en la sierra, prohibiendo su presencia en el monte, no solo por cuestiones de seguridad, sino por la rivalidad sexual que provocaban y socavaba la solidaridad del grupo. En una carta al comité regional del PCE de Madrid, exponía: “que había mujeres en la sierra, que sin ser las esposas de los guerrilleros, se unieron a estos en plan de concubinaje y ello imposibilitaba a cinco de los mejores guerrilleros con buenas armas y, además, por conocer de antaño las andanzas de los guerrilleros de la Agrupación, así como la mayoría de nuestros puntos de apoyo, su caída en manos del enemigo (cosa muy fácil) suponía el poner al descubierto la organización”.

Respecto a los libertarios, que decir, la organización Mujeres Libres siempre fue bastante ninguneada por sus compañeros varones, quienes vieron la emancipación de la mujer como una lucha secundaria. Si miramos el número de mujeres en los grupos de acción que pasaban desde Francia descubriremos su falta absoluta, respecto a los grupos que operaban en el estado de una forma fija, encontramos ya unas cuantas, pero siempre de manera muy minoritaria. En Levante, una antigua componente de Mujeres Libres que logró asistir como representante femenina a las reuniones clandestinas de CNT tuvo que escuchar la siguiente pregunta: ¿Que no tienes faena en tu casa?

También desde el ámbito de los historiadores se las ha tratado en repetidas ocasiones como “las hermanas de…”, “las compañeras de…”como queriendo minimizar tanto su componente ideológico como su actividad en la sierra.

La mayor parte de las mujeres que se echaron al monte, lo hicieron en circunstancias muy parecidas o idénticas a las de los hombres, cierto número con la caída del frente norte o el final de la guerra civil, otras huyendo de los castigos, vejaciones y las represalias que sufrían en sus pueblos o tras ser descubiertas en su labor de enlaces. Aquí tenemos que comentar, que la mayoría de los enlaces varones que iban siendo descubiertos se incorporaban a las partidas guerrilleras, mientras que muchas de las mujeres, en vez de subir a la sierra, o cambiaban de región para intentar pasar desapercibidas o eran ocultadas en casas o lugares más o menos seguros, aunque la mayoría de ellas eran detenidas en los meses o años posteriores. 
Una vez en el monte, su vida distó de ser fácil, algunas de ellas dieron a luz en la sierra, aunque generalmente se entregaba al recién nacido pocos días después a familias que pudieran ocuparse de ellos o a cabreros por su proximidad a la guerrilla. Fueron mayoritariamente destinadas a labores secundarias como la intendencia o la vigilancia. Según el testimonio de “Celia” de su vida en la sierra destacamos: “Desde el momento en que llegamos allí no éramos mujeres, éramos camaradas exactamente igual que ellos, con nuestro macuto al hombro. Y estuvimos dos años. Aquello era durísimo, era dormir en el suelo, no poderte desnudar, a veces no comer, hemos llegado a estar incluso una semana sin poder comer nada porque había nieves y de allí no se podía salir porque se dejaba rastro y tenías que pasar los ríos a nado, porque tampoco podías pasar por puentes ni por caminos, que estaban vigilados, había que ir atravesando el monte. Era durísimo como no te puedes imaginar, pero aprendimos mucho. Todo lo que he aprendido lo he aprendido en guerrillas y en la cárcel. Las otras chicas casi no sabían ni leer ni escribir, yo muy poco. Pero allí había gente muy preparada que nos enseñaba cultural y políticamente. Se preocuparon muchísimo de enseñarnos y cuando salimos éramos otras. Respetándonos exactamente igual que ellos. Cuando hemos estado en la cárcel nos han dado palos como no os podéis imaginar porque querían que mintiésemos y dijésemos que estábamos allí para acostarnos con ellos y eso jamás lo han conseguido, por muchos palos que nos han dado nunca lo han conseguido. Porque efectivamente no era así. Nos han respetado como nadie, nos han enseñado a ser igual que ellos y han sido gente a la que nosotras admirábamos y admiramos todavía”. Aunque la misma “Celia” reconoce que no habían salido a por suministros ni habían hecho guardias, aunque fueran armadas y las hubieran enseñado a utilizarlas. Como señala la historiadora Fernanda Romeu: cuando la guerrilla tenía su origen en un proceso generado “desde abajo” y tanto su composición como su estructura presentaban un carácter plural, como era el cado de la Federación de Guerrillas de León-Galicia, las mujeres encontraron más fácilmente un sitio entre los guerrilleros. Aunque casi todas ellas iban armadas y vestidas como los hombres, generalmente no formaban parte de las acciones directas que desarrollaba las partidas. Aunque como toda regla, aquí también había excepciones, Teresa Pla, “la Pastora” o “Durruti” como ella se autodenominaba, estuvo involucrada en numerosos hechos de armas siendo acusada de 28 crímenes, condenada a muerte, la pena le fue conmutada por la de 30 años. La misma pena cumplió Juana Doña, por su participación en la guerrilla urbana madrileña, además de las terribles torturas sufridas. La gallega Consuelo Rodríguez “Chelo” empezó de enlace y cuando fue descubierta se echó al monte, participó en varias escaramuzas contra las fuerzas de seguridad y consiguió llegar a la seguridad del exilio francés, para “Chelo” el combate antifranquista se desarrollaba en varios frentes, en los que no había separación entre lo personal y lo político: su condición de guerrillera armada, de mujer políticamente consciente y de mujer libre, estaban completamente imbricadas en su discurso. En el suroeste asturiano actuó Felisa Fernández “a Rubia da Serra” quien en compañía de “Boiro” cometieron una multitud de atracos. Desde 1944, estuvo en la sierra hasta la muerte de su compañero de partida, entregándose a las autoridades en mayo de 1953. También asturiana era Rosario “la Maña”, formó parte de las partidas libertarias del “Maestro de Villarmeirín” y de la de “Santeiro”, tomando parte en las acciones como uno más. Otra asturiana de armas tomar fue Delfina Chacón, quien actuó en la partida de “Los Chapones”. La gallega Josefa Escourido, resistió en una choza junto a José Pedreira hasta que los civilones quemaron la casa con ambos guerrilleros dentro. También conocemos los nombres de algunas de las mujeres que participaron en las invasiones pirenaicas de 1944, como Roser Giménez, Consuelo Carriedo, Pilar Vázquez, o “Ramona”, guerrillera detenida en les Borges Blanques el 16 de noviembre. Dolores Lavín “Lola”, de la partida libertaria de “el Cariñoso” muere tras un intenso tiroteo el 28 de octubre de 1941 en Peñacastillo (Cantabria) junto a dos compañeros de partida. Destrozada por la metralla de la granada que acababa de lanzar murió en Barcelona Francisca González “Paquita” durante una redada de la policía en un bar de la calle De la cera el 25 de enero de 1946. Según Mercedes Yusta, si la experiencia de las mujeres en la guerrilla fue revolucionaria, no fue tanto por el hecho de que portaran armas, cuanto por el hecho de vivir una experiencia de aprendizaje político que les permitió dar nuevas orientaciones y significados a sus vidas, transformando el afecto, el temor y el duelo en compromiso político, haciendo de su estancia en la guerrilla una experiencia liberadora. 

Terminar con el caso de Orencia Ventas Cita, quien subió a la sierra con el fin de que se detuviera a su hermano y líder guerrillero “Chaquetalarga”, para que se dejara en paz a su familia, habiendo sido captada por el capitán Chacón. Fue descubierta mientras dejaba marcas para que siguieran su rastro. Estuvo retenida en el monte durante varios meses, siendo posteriormente liberada (lo que produjo serias disputas en el grupo por saltarse el código de disciplina que condenaba a muerte a los delatores). Tiempo más tarde propició la caída de un grupo de enlaces y volvió a la sierra, donde fue finalmente ejecutada.

Sirva este anticipo para la segunda parte del artículo donde se intentará detallar a todas las mujeres que se echaron al monte de las que tengamos noticia y en las regiones que lo hicieron.Fuentes: La invasión de los maquis (Daniel Arasa), Maquis (Secundino Serrano), Guerrilla y resistencia campesina (Mercedes Yusta), La guerra de los vencidos (Mercedes Yusta), Con armas frente a Franco. Mujeres guerrilleras en la España de posguerra (Mercedes Yusta), El último frente (Odette Martínez), Huidos y guerrilleros antifranquistas en el centro de España. 1939-1955 (Benito Díaz), La resistencia armada contra Franco (Francisco Moreno), La sierra contra franco (Benito Díaz y Juan Pedro Esteban), Luchadores del ocaso (Ramón García), Las guerrillas antifranquistas.1936-1965 (Antolín Nieto), Sabaté (Antonio Téllez), Rojas (Mary Nash), As silenciadas (Pablo Ces), La liberación de París anima al maquis a “reconquistar” España (vv.aa.) y entrevista a Remedios Montero “Celia” realizada por Ana Gimeno.

https://www.elsaltodiario.com/ni-cautivos-ni-desarmados/la-mujer-y-la-guerrilla-cuando-sus-propios-companeros-o-camaradas-eran-el-enemigo