La Puebla de Cazalla. CARTA PARA EL ABUELO. Maricarmen España

CARTA PARA EL ABUELO

Dedicada a tod@s l@s abuel@s y bisabuel@s no identificados de la fosa de La Puebla de Cazalla (Sevilla).

Lantejuela, a 2 de abril de 2022.-

 

Querido abuelo,

El 10 de enero de 2020, fue el propio Viceconsejero de Cultura de la Junta de Andalucía, quien por teléfono me comunicaba -al igual que a cada una de las familias- que tu ADN no fue positivo y que eras uno de los 75 cuerpos de la fosa de La Puebla de Cazalla, que no podrían identificarse. Solo dos, Jesús y Miguel,  se encuentran ya con los suyos.

Tenías el pelo negro y unos grandes ojos pardos y cantabas como los ángeles, por eso te apodaban “Repite”, porque siempre -en las cuadrillas de trabajo- te pedían que repitieras tu cante.

Eras un luchador y un valiente jornalero. Destacabas por eso. Amabas la libertad y la igualdad de tod@s y eras un “cachito de pan”, con algo de genio. Aunque en tu corta vida siempre hiciste el bien por donde pasabas, te mataron por ser firme en tus anhelos y fiel a las ideas de mejora y esperanza, y –aun a pesar de estar ya el Ayuntamiento en manos de los sublevados- defendiste públicamente en la plaza de Lantejuela y en voz muy alta –abuelo, todos te oyeron- al alcalde democrático destituido el 25 de julio, tan  sólo unos días después del golpe. Una llamada, una entrega por teléfono, “única en la provincia” es como fue oficiosamente descrita recibiendo los elogios de militares falangistas de alto rango y, a pesar de la esperpéntica derrota, no dudaste en defender sin miedo la libertad y la democracia.

Tampoco han podido ser identificados tus compañeros jornaleros, la cuadrilla entera del Cortijo de Casablanca,  a mitad de camino hacia Osuna,  y que asesinaron junto a ti por aquel bando de guerra de los de Queipo en el fatídico y negro verano: los hermanos Francisco y José Quirós Fuentes, Teodosio Cornejo Cadenas, Gonzalo Vicente Escalona Cádiz, el padre del Vizco y El Loreto.

Quiero contarte abuelo que después de tu asesinato, a la abuela la pelaron y le dieron aceite de ricino, la pasearon por el pueblo en un acto vil que sirvió de escarnio público. No les importó su avanzado embarazo ni el hijito que no volviste a ver de 3 años. Tu angustia en cada curva del camino -por lo que dejabas atrás y por la incertidumbre de un destino inesperado-  la he sentido muchas veces abuelo, sin poder remediarlo. Y miraba mis manos que parecían estar amarradas con cuerdas, al igual que las tuyas, durante muchos años. Quiero contarte que además del apodo Repite, que hemos heredado la familia, ahora os llamo, con permiso, “los 7 magníficos de Lantejuela”, como el título de la película del oeste que tanto le gustaba al “yayo”,  tu hijo,  y que trata de 7 justicieros que defendieron a un pueblito de campesinos mexicanos de un ladrón llamado Calvera y de su banda de forajidos, porque al pueblo le quitaban sus cosechas y el hambre corría por sus calles embadurnadas de humillaciones.

Pero el hambre de muchos era real y las humillaciones también y las esperanzas de cambio se convirtieron pronto en peligrosas para los pocos de siempre y así,  toda la represión se puso en marcha. Y como a muchos republicanos y republicanas asesinados durante aquellos meses -convertidos en años – de terror implantado, a ti te quitaron la vida en aquella perversa madrugada del 17 de septiembre de 1936, sin darte oportunidad de defenderte con nada, tú que defendiste todo con la palabra. Estando frente a frente ante el pelotón de falangistas canallas,  al principio te dejaron ir, pero al instante te derribaron por la espalda cuando huías saltando por encima de los nichos, hiriéndote de bala en una pierna,  para después rematar la cobardía y acabar con un tiro de gracia, estando ya en el suelo, caído,  indefenso y amarrado. Chorreaba la camisa del pistolero que cargó contigo a sus espaldas, pero algo de alivio siento porque no llegaste a ver el gran agujero al que te arrastraron y  donde iban a esconder por siempre tu cuerpo exánime. Y esa camisa manchada con tu sangre volvió a Lantejuela como triunfo de  infames, mientras ya se cernía en nuestra familia una historia cruel de desaparición y de muerte, del imposible para encontrarte.

Y pasaron muchos años y muchas cosas hasta que tuvimos vuestros huesos delante, evidencias de vuestras muertes violentas recogimos y pudimos extraer muestras para quitarle a la tierra lo que nunca fue suyo. Era imposible apartar la mirada ante vuestros restos yacentes, y era imposible también quedarse quieta en el borde y no intentar bajar a la fosa, coger las herramientas y tranquilizar así el alma. Vuestras cuencas sin ojos eran miradas cargadas de dolor y de denuncia y era, abuelo, imposible evitarlas.

Y quiero contarte, que a pesar de que la trayectoria de la bala en el hueso entre fémur y cadera, de abajo hacia arriba parecía delatar que uno de aquellos cuerpos pudiera ser el tuyo,  tu identificación no ha sido nada rotunda, a pesar de las dos veces que así lo hemos intentado. Demasiados asesinatos, abuelo, una masacre del horror; demasiado tiros iguales sin poder diferenciarlos apenas, tiros de ejecuciones certeras, genocidio y exhibición de la barbarie paralizante como aviso para los vivos,  todo planeado -abuelo- para aniquilar sistemáticamente lo nuevo, lo no deseado por los mismos pocos de siempre. Para los vivos el horror, bañado en miseria y más hambre. Para los muertos en la esperanza, silencio y olvido. Todo un desastre humano por privilegios de asco.

Por mucho que tus biznietos y tu nieta quisiéramos hoy llevarte a Lantejuela como siempre habíamos hablado, bajo la bandera que amabas, tu bandera de la esperanza, llevarte a ti y a tus compañeros encontrados en la profunda fosa de La Puebla, tus huesos, abuelo, y los de la  mayoría de tus compañeros de enterramiento, no han podido guardar esa gota de colágeno que sería suficiente para sacar el ADN  y así poder cumplir nuestros sueños, de haceros regresar, llenos que estamos de vuestras almas. Son unos sueños de lo imposible, abuelo, que pasaron a ser posibilidad en el Memorialismo y justo desde el 2004, cuando supimos el sitio exacto donde estabais mal enterrados para esconderos y para que os olvidáramos. En casa no te olvidamos nunca, abuelo.  Ni tu hijo ni tu nieta. Tu bondad y tu historia de desaparición y muerte, nos acompañaban siempre. Vivía todavía Franco, pero después, con la democracia, con la sombra alargada de un franquismo nunca juzgado, era difícil encontrar una versión veraz de lo ocurrido y el silencio y la mentira falsamente vencedora inundaban todo lo escondido y ocultado. Y un camino desde Lantejuela hasta la Puebla era el que recorríamos sin saciarnos, llenos de preguntas sin respuestas del cómo, cuándo y sobre todo del por qué y del dónde. Con aquella rotundidad de lo imposible,  siempre mantuvimos la ilusión de reviviros, con una historia en la frente,  porque para aquella niña de 9 años, tú nunca estuviste muerto, y he cumplido aquel pacto extraño que hicimos los dos, aquella promesa con la que me sonreíste ¿te acuerdas? De buscarte. Ahora abuelo, tus biznietos te conocen y sigues viviendo también en sus corazones y tu historia traspasará más generaciones si cabe.  Porque vosotros sois la verdad que hace trizas la mentira de los vencedores, que más que vencer, lo único que hicieron fue tapar aquel desastre humano del que te hablo en enterramientos ilegales, un crimen perpetuado en el tiempo mientras no os saquen a todos y la documentación seca de la represión cruenta salga por fin al aire.

Y también quiero hablarte abuelo, de esas corazonadas que cualquier familiar tiene al pie de fosas abiertas, al ver un pendiente, un chupete, un sonajero, un espejo o un lápiz de carpintero entre huesos,  y que yo también sentí en junio de 2014, durante la 4ª fase, contemplando con un nudo en la garganta el enterramiento nº 8, compuesto por 7 cuerpos llenos de cal hasta los tuétanos, cuando nos pareció que aquel que yacía, boca abajo, arrastrado el último, herido en una pierna y con un agujero mortal de bala asesina en el cráneo pudiera ser el tuyo, y procedimos acto seguido  a sacarte en volandas de la fosa para pasear simbólicamente la victoria de la luz sobre las sombras, en silencio respetuoso de desfile de aquellos restos que parecían ser los tuyos,  por delante del nicho “de orden” de los de lápida y muerto en cama o por la patria, sin juicio ni verdades,  de uno de los mayores verdugos de La Puebla. A pesar de ese fugaz momento,  de la victoria misma sobre la siniestra frase de impunidad escabrosa “donde los hemos metido nunca los encontrarán” de ese asesino que estaría en aquel instante viendo desde su tumba no solo nuestro desfile sino el gran agujero abierto de par en par presente. A pesar también de que quisiera que esa corazonada sentida hubiese sido la buena, y aquel desfile, el empuje definitivo para revivirte, tus huesos -abuelo- no han dado el resultado de identificación que yo quería. Tampoco 75 más de tus compañeros y compañeras. Porque los años transcurridos fueron demasiados, vergüenza  en demasía de una democracia débil en derechos humanos y del querer mirar para otro lado. Porque permanecisteis embarrados y envueltos en demasiada cal, en demasiados despropósitos y velos tupidos, durante los 78 años de vuestra sepultura en aquella profunda fosa ilegal, llena de humedades. “El Carnero”, abuelo, llamaban a aquella vieja cantera de extracción de áridos. ¡qué nombre le pusieron!, -¿verdad abuelo? Premonitorio del uso que después tuvo: carne de pobres jornaleros, de mujeres y de hombres, de víctimas amarradas con la que estaba repleta. Nos costó encontraros a la profundidad donde os metieron, 53 catas con una retro y 3 largas fases más de intervención anteriores al hallazgo de esto que te cuento.

Vertisteis mucho ADN del vuestro en nosotros, vuestros nietos y biznietos,  en aquellos niños y niñas, llenos de vuestras almas, porque las defunciones no constaban y el limbo se convirtió en norma jurídica de la dictadura y de la democracia. Un traspaso de almas éste que pienso, que sirvió de motor para ir en busca de vuestras tumbas, para darnos ese sentido de resistencia necesaria ante tanto desastre y  olvido, ante tanta barbarie pasada, un traspaso de almas, éste que pienso, que ha resultado -como consecuencia- que vuestros huesos hayan sido como el papel mojado, a la hora de analizarlos, aunque nunca una letra muerta.

Me entristece enormemente -abuelo- no poder llevarte hoy a Lantejuela para enterrar tus restos con los de tu hijo, ni poder entregar a todos los demás a sus familias tampoco.  Quedáis aquí de momento, en un monumento que dignifica vuestra sepultura, que os recuerda cómo lo que fuisteis  y os nombra por siempre y para toda la eternidad, no con el calificativo de perros como os nombraba el asesino carnicero de Queipo,  sino como luchadores por la libertad. Nombre a nombre os quisieron eliminar; nombre a nombre seréis recordados. Sin tierra infame que oculte vuestro asesinato.

Sólo me queda el consuelo de haber hecho, abuelo, todo lo que pude por encontrarte y desenterrarte, a ti y a todos los demás, cuando vi–con angustia, nervio y espanto- la inmensidad de cuerpos que había y la magnitud del desastre. Además, 8 mujeres, abuelo, y dos neonatos. Cinco metros, abuelo,  la fosa más profunda que se hallado en Andalucía y en España, una fosa difícil, debajo de escombros y de nichos de osario, con tierras de diferentes colores, una cantera manchada con vuestra sangre; escondidos os querían, en dictadura y con la democracia, todos amarrados y todo bien atado para que nunca pudierais ser encontrados, ni la verdad tan siquiera, ganando la impunidad a fuerza de machacar y ensuciar  también el presente. Y nosotros, vuestras familias, hemos tenido que apretar y mucho para terminar de sacaros a todos. Un buen gobierno local y unas buenas gentes nos han ayudado, abuelo, demostrando que cuando se quiere se puede, poniendo el listón muy alto.

Después de romper algunos silencios, en mi caso, he ido como tú hubieras ido: en primera línea y dando la cara, con el corazón entre las manos, hasta donde la ciencia ahora nos para.

Muchos lamentamos haber llegado tan tarde. Y ahora no podemos llegar más allá; no es posible. Sabemos que vuestros restos están aquí y seguiremos hacia adelante investigando la particularidad de vuestras heridas que son las nuestras del alma, y que a vosotros os delatan. Ya no tenéis las manos amarradas, ni las nuestras lo están tampoco. Ahora todos saben por qué os asesinaron,  “Asesinados por su Amor a la Libertad”, proclamamos fuerte y alto, y es necesario que generaciones futuras y no tan futuras, en este mismo y complicado presente, sepan por qué os mataron, por mucho tiempo que pase. Quizás la ciencia adelante más, abuelo,  y el resultado, en unos años, sea otro.

Vuestros restos, quedan en La Puebla de Cazalla. No sabemos si de momento o para siempre, y es posible  que sea así como lo hayáis dispuesto: seguir en unión para hacer más fuerza en lo que queda todavía pendiente,  la Memoria en su sitio, abuelo, y la Justicia a nuestra manera,  y la intervención de todas las fosas de la vergüenza y del espanto. De los que nos quedan por recuperar en Lantejuela estamos ahora camino cierto con paso firme hacia el Cortijo de la Rabia, en Écija, te lo quiero contar también abuelo: que ya poco nos queda, para recuperar a otros de tus compañeros del mitin en la plaza, entre ellos, el de tu alcalde, al que defendiste sin espada, solo con la palabra.  Pensar en lo que tenemos por delante,  abuelo, me sirve hoy de consuelo.

Quiero decirte abuelo que en estos años de excavaciones he aprendido mucho: de vuestras vidas y de vuestras muertes, de lo que  significan vuestros valores y  que son ahora más necesarios que nunca. Díselo a tus compañeros y compañeras, que creo me estarán escuchando: que vuestra lucha continúa y que vuestros ideales os sobrevivieron, que por lo tanto habéis triunfado por mucho que quisieran que os perdierais en las sombras del sin sentido y del tiempo y en el aberrante régimen de privilegios que se impuso a golpe de muerte y que a día de hoy sigue parapetándose involutamente detrás de la Ley de Amnistía del año 77, una ley deshonrosa para una democracia, abuelo, de impunidad de los crímenes de lesa humanidad cometidos en España. Pero todo se encuentra, y entre el cielo y la tierra nada se esconde. Estamos hoy aquí, demostrándolo.

Quiero decirte abuelo que ojalá estés orgulloso de mí, como yo lo estoy de ti. Quiero contarte que fue gracias a tu nombre que conocimos la existencia de 200 nombres más de personas con historias de desaparición y de muerte iguales a la tuya, que son las nuestras.

Yo no me olvidaré de nada, te lo prometo, de nada de lo vivido en la fosa durante todos estos años y de lo aprendido a cada paletada de aquella máquina retro y de aquellos cinco metros de tierra bajo los que os metieron y que ya, hoy por hoy,  no existen.

He tratado de empujar en la fosa con la ayuda de muchos, lo mismo que tú hiciste incluso muerto. Se trataba de mi deber y de mi dignidad, porque tu habías cumplido ya con el tuyo, estando tu dignidad intacta.  He tratado de luchar por todos como si lo hubieses luchado tú, como si hubiesen sido tus propias manos y no las mías las que desenterraban; tu propia voz, tu potente voz, y no la mía, la que aclamaba en un canto hermoso “Verdad, Justicia y Reparación”.

Deseo, abuelo,  haber cumplido con mi labor en esta victoria contra las sombras, contra los silencios, contra los escombros, contra las profundidades oscuras y las mentiras, una labor que tú iniciaste como otros muchos y muchas en este país, para hacer una sociedad más libre y más justa, a salvo de ladrones, no ficticios, sino reales, como Franco.

Abuelo, te queremos mucho.

 

Tu nieta, Mª Carmen y tus biznietos Manuel y Silvia

Manuel España Gil, 29 años.

(Lantejuela, 15-01-1907- La Puebla de Cazalla, 17-09-1936+)

“Asesinado por su Amor a la Libertad”

Gracias en nombre de mi abuelo y de toda mi familia por hacer posible lo imposible. De todo corazón, no tengo palabras, para agradecer todos los esfuerzos y la voluntad humana y política que desde el equipo de gobierno con Antonio Martín Melero al frente como alcalde ha puesto a lo largo de todo el proceso desde que estabais en la oposición. Doy las gracias al Alcalde por su compromiso, a Loli Crespillo, alcaldesa en funciones,  por su cercanía, al concejal Miguel Ángel Rivero, por su sensibilidad y sus desvelos,  especialmente al maestro de temple y sabiduría -en muchos sentidos- Pepe Santos, al concejal del Cementerio Pepe Melero por un trabajo increíble de localización de familiares de los nichos a derribar, a Manuel Solís el enterrador por la tenacidad que empleó, a Andrés el compañero de la máquina retro que puso todo su empeño y habilidad para encontrarlos; a Antonio Ponce por su trabajo bien hecho. A los voluntarios  Encarni Conde y  José Cano, amigos que son por siempre; a los equipos de arqueología que han pasado por aquí en estos años, al equipo de Juan Luis Castro Arqueoactiva; al equipo de Aranzadi; al equipo de Arq´cuatro y especialmente al equipo compuesto por  Helena Vera Cruz y JuanMA Guijo, a todos gracias por su profesionalidad y por su amistad; a la asociación DIME de Marchena (especialmente en recuerdo a los incansables Javier Gavira (in memoriam) y Ana Rivas y Antonia Parra y Bienvenida), a la Asociación AMHyJA, sin la que hubiera sido imposible las primeras fases, por el apoyo que recibí en los primeros momentos de Paqui y Gracia Maqueda y Rafael, cuando el vertedero; a la misma Asociación llamada ahora Nuestra Memoria, por la foto preciosa que nos hicieron, un hermoso recuerdo que sirve de contraportada del libro que escribí, a los periodistas suecos Martin Jhonson, Pontus Hjorten, por su reportaje y por un paseo en globo sobre el Valle de los Caídos que nunca olvidaré; también a los periodistas Gervasio Sánchez y Eduardo del Campo por los sendos artículos que escribieron, a Conchi Cejudo por su programa de “Vidas enterradas”, y a todos los vecinos que se pasaron por la fosa en alguna ocasión,  y a todos los trabajadores que han estado allí como Manuel Duarte. Especialmente doy las gracias también al nieto del enterrador Antonio Cano Andrade porque su testimonio fue clave para encontrarlos. Y especialmente al primer Comisario José Mª Romero Calero que puso fin a los escombros y al Director de Memoria Democrática Luís Naranjo por intentar traer la verdad a la historia de Andalucía de manera eficiente de tal forma que hizo posible el derribo de los nichos de osario y la declaración como lugar de memoria histórica por siempre; a Pepa Cabanillas, funcionaria y ahora amiga por todo lo que trabajó para que este proceso siguiese adelante y a Cecilio Gordillo, para el que no tengo palabras de agradecimiento, por todas sus enseñanzas y su amistad.  En memoria, también quiero agradecerles y recordarles, a jóvenes compañeros que ya no están y que se fueron demasiado pronto sin ver terminado todo el proceso:  al voluntario y miembro del SAT José Crespillo y a José Antonio Álvarez Alférez, concejal de Lantejuela. Y a Antonio Mena Mena, familiar de desaparecido, buscaba a su padre,  y que fue el presidente de la Asociación RMH “Romance de Juan García” hasta su fallecimiento. Gracias a los que hoy habéis asistido a este acto y digno homenaje. Gracias a la organización. Y las gracias infinitas a todos y a todas, que de una u otra forma han colaborado con el movimiento de Recuperación de la Memoria Histórica, tan necesario en este país para que exista la Verdad, la Justicia y la Reparación para con aquellos que nos faltan desde hace ya demasiado tiempo.

Gracias a todos y a todas por hacer posible, lo imposible, y es que “Todo parece imposible hasta que se hace” (Nelson Mandela).

La lucha continúa.