«La sentencia de muerte de Puig Antich fue más una respuesta al Proceso de Burgos»

El vicedecano de la Facultad de Geografía e Historia de la Complutense publica «Puig Antich. La Transición inacabada» en el 40 aniversario de la muerte del joven sentenciado a garrote vil.

Europa Sur | Tamara García | 3-11-2014

Cuando hace unas semanas el profesor Gutmaro Gómez Bravo nos concedía esta entrevista, la jueza argentina María Servini aún no había emitido la orden de detención y extradición contra 20 personas vinculadas con la represión y crímenes del franquismo, entre ellas, Antonio Carro Martínez, ex ministro de la Presidencia,  Licino de la Fuente, exvicepresidente del Gobierno, Antonio Barrera de Irimo, exministro de Hacienda (fallecido el pasado septiembre) y José Utrera Molina, exministro franquista, todos acusados de haber convalidado con su firma la sentencia de muerte de Salvador Puig Antich. Cuando hablamos con el vicedecano de la Facultad de Geografía e Historia de la Complutense fue para tratar su último libro Puig Antich. La Transición inacabada. Si nuestra entrevista hubiera tenido lugar ayer, quizás no se parecería a ésta. O sí.  

-Curioso subtítulo, La Transición inacabada, ¿es el caso de Puig Antich paradigma de esa época?

-Sobre todo del final de la Dictadura, además de ejemplificar el tema de la revisión de las sentencias judiciales del franquismo, que no se ha producido ninguna. El poder judicial tiene ahí una responsabilidad. La tuvo entonces y la tiene ahora. Por eso, la Transición es un proceso inacabado.

-¿Por qué no se ha revisado ninguna sentencia?

-No sólo por los jueces conservadores, hay varios factores. Lo que apunto en la obra es que en existe una década pérdida tanto en la manera en que se ha llevado a cabo las exigencias de las revisiones como los poderes que tenían en su mano acceder a esa revisión. No es una cuestión tan simple de que sea uno azul o rojo, sino de bastante recelo por ambas partes. 

-Han pasado 40 años de la muerte de Puig Antich, ¿el aniversario es una excusa para reivindicar una injusticia histórica?

-Pues sí, es una manera de reivindicar la última muerte a garrote por el franquismo, que fue muy simbólica. Simbólica también porque este proceso sigue abierto en la justicia argentina y es simbólico porque es un asunto latente, tanto la demanda de memoria como la demanda por parte de aquellos que no reivindican la memoria y que quieren interiorizar esto de otra manera. Y también es simbólico moralmente porque, que a estas alturas que se siga diciendo en auto judicial que aquellos juicios fueron justos y que tuvieron garantías procesales, no hace un buen servicio a la sociedad española. 

-¿Con qué documentación ha trabajado el libro?

-Fundamentalmente, la obra tiene documentación del Consejo de Guerra; documentación policial aunque parcial, porque sigue siendo documentación reservada; y documentación norteamericana del departamento de Estado, son los informes que mandaba la Embajada Norteamericana al departamento de Estado. Así que me tuve que ir allí, a Meryland, a verla y, a veces resulta más fructífero irte fuera porque aquí hay dificultades con los archivos. También hay archivos de Gobernación, que es la correpondencia del gobernador de Barcelona, también significativa. 

-La documetación diplomática es una novedad.

-Exactamente, son archivos que ellos han desclasificado y a nosotros nos ofrecen mucha luz. En ellos se demuestra que en España estaba decididos ejecutar a cualquiera que atentara contra las fuerzas de seguridad. Esta documentación es bastante reveladora. Por ejemplo, yo no había caído en la cuenta de la secuencia. Los norteamericanos desvelan que la ejecución está aprobada bastante antes de lo que pensábamos y la hicieron coincidir con la muerte de otro acusado de la muerte de un guardia civil, todo ello un día antes de la expulsión de Añoveros… En definitiva, es una cuestión global de cómo enfocar el orden público y la disidencia. También cuentan esos papeles que las ejecuciones no se producirían hasta que volviera el, por entonces, Príncipe Juan Carlos de su viaje por Asia… Creo que si siguen desclasificando, sobre los próximos 10 a 15 años, el enfoque sobre la Transición cambiará.

-Entonces, ¿fue una muerte ejemplarizante? 

-Totalmente, fue un mensaje de dureza que tiene una lectura de consumo interno hacia los sectores más duros en un momento de inestabilidad del Régimen con la muerte de Carrero Blanco y en un momento de declive también físico de Franco. Estaba mandando un mensaje a su propias filas. Frente a los más aperturistas y frente a las críticas de las democracias occidentales que amenazaban, incluso, con vetar la entrada de España en el Mercado Común, el Régimen se apoyó en el Ejército y en los sectores más proclives a la mano dura.

-¿El proceso de Burgos repercutió de alguna manera en la condena de Puig Antich?

-Claro. Lo que intento demostrar es que esa sentencia de muerte no es tanto una respuesta a la muerte de Carrero Blanco sino que es una respuesta al tema del proceso de Burgos, donde se conmutan aquellas penas de muerte. Aquello creó un malestar que se interpretó como una claudicación ante el Poder Civil. Así, se volvió a imponer la justicia militar y la reutilización de los mecanismos de comienzos de la Guerra del 36. 

-¿Había hueco para la justicia civil  en ese momento?

-Muy poquito. De hecho, el caso de Salvador es un ejemplo clarísimo de cómo un jefe de policía está por encima de un juez. La autopsia del policía se hace una comisaría, a partir de ahí no se puede considerar un juicio justo. Además, la justicia civil colaboraba, en buena parte, en la gestión cotidiana de la justicia militar y con el propio Régimen. Lo que sí existe en ese tiempo son intentos  por parte de sectores profesionales, como colegios de abogados o los propios gobernadores civiles, de buscar  un espacio donde la sociedad civil tuviera un mayor protagonismo. Pero ese proyecto es dinamitado con la intromisión directa del Ejército en materia de orden público. La justicia militar no iba a ceder ni un milímetro en sus atribuciones. De hecho, en el caso de Puig Antich se ignora no sólo a la sociedad civil, que se movió para parar la ejecución, sino al propio Gobernador Civil de Barcelona, con lo que significaba un gobernador civil en la época… 

-Con la documentación que aporta, ¿se rompe con la creencia del reformismo del gobierno de Arias Navarro? 

-A mí siempre me llamó la atención que Carrero Blanco pasara como el duro del Régimen y Arias Navarro como la cara más amable. Tampoco es que sea totalmente al revés pero, por ejemplo, el proyecto de apertura de reforma política es de Carrero Blanco y lo único que hizo Arias Navarro fue presentarlo ante las Cortes y, dos meses después, fulminarlo. Arias Navarro ha sido demasiado bien tratado por la historiografía española. Se le ha considerado en algunas ocasiones un protodemócrata y para nada, además, al final de todo, con Montejurra, con las huelgas de Madrid, se la va todo de las manos. Él era un jurídico militar y eso representa muy bien lo que era la esencia del Régimen. De hecho, su último gobierno fue el intento clarísimo de continuar el franquismo sin Franco con la mayor dureza posible.  Fue nefasto desde todos los puntos de vista…. Y esas intuiciones que yo tenía se apoyan ahora con la documentación, en los archivos americanos, sobre todo.   

-¿Es una cuestión de justicia histórica revisar el caso de Puig Antich?

-Se lo debemos a la familia y a toda la sociedad que de una manera u otra ha sido víctima, lo ha propiciado o ha mirado para otro lado. Ya no es una cuestión de buenos o malos, de rojos o azules, eso no nos sirve para entender esto. Si en el 2012, que es la última vez que se presentó la revisión, se deniega alegando que aquello fue una sentencia justa que procedía de un sistema legal vigente, pues se hace un flaco favor a la propia democracia y a la propia justicia porque pierde su capacidad, su imparcialidad, a la hora de no valorar pruebas que en el año 1974 fueron desestimadas porque el juicio estaba totalmente dirigido desde el principio por el juez instructor militar y que, años después, en plena democracia, el Tribunal Supremo mire para otro lado… Yo creo que la justicia española queda muy mal y creo que es el actor fundamental para desmontar esta cosa maniquea en la que se ha convertido la Guerra, la Posguerra y la Transición. 

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