Las excavaciones en el campo de concentración de Albatera destapan los cimientos de un barracón, munición percutida y objetos de los presos

Los arqueólogos han estado dos meses trabajando en el enclave histórico recuperando la estructura del complejo y tratando de localizar las fosas comunes que los testimonios orales ubican en las inmediaciones. Las exploraciones continuarán el próximo año y en el futuro está prevista la musealización del espacio.
Miguel Ángel Valero / Miguel Ángel Valero / 28 oct 2021 07:00

La cuchara de la retroexcavadora araña el suelo apartando el primer medio metro superficial de tierra, unos ojos concentrados inspeccionan el terreno recién despejado, buscan diferencias en el color o la textura del estrato, una impronta, cualquier signo de que la tierra haya sido removida en el pasado y vuelta a depositar para tapar algo. Días antes, esos mismos ojos escudriñaban los campos adyacentes en coordinación con el oído atento a los pitidos del detector de metales. Un tenedor, una hebilla, una medalla de San Cristóbal, un cartucho de Mauser… Tras casi dos meses de trabajo, el equipo de arqueólogos que trabaja en la búsqueda y excavación de los restos del campo de concentración de Albatera (Alicante) ha conseguido reunir una notable colección de objetos que casi con toda seguridad pertenecieron a los prisioneros que hace ocho décadas pasaron por este breve centro de detención.

Algunos de esos reos consiguieron escapar y contar las atrocidades vividas en esos bancales rodeados de palmeras. Otros, en cambio, continúan sepultados allí hasta que alguien los encuentre. Basándose en el testimonio de los primeros, el arqueólogo e historiador Felipe Mejías y su equipo han estado estos dos últimos meses trabajando sobre el terreno y volverán el próximo año para encontrar a los segundos, los que siguen enterrados, “si no nosotros, otros encontrarán las fosas, porque estar están seguro”, afirma rotundo Mejías.

El campo de concentración de Albatera fue construido en 1937 bajo el Gobierno republicano como campo de trabajo y posteriormente convertido por el ejército sublevado, entre abril y noviembre de 1939, en un campo de concentración para presos políticos y represaliados que trataban de escapar del horror fascista al final de la contienda. Se calcula que entre 15.000 y 20.000 personas fueron hacinadas en las instalaciones, muchas de las cuales murieron como consecuencia del hambre y las enfermedades o fusiladas por el mero hecho de acercarse a las vallas.

Condenadas al olvido, han tenido que pasar 80 años para que alguien les buscara. Empezaron hace casi un año, a finales de 2020, con la primera campaña de prospección en la que el equipo de Mejías pudo ubicar exactamente el barracón excavado en esta segunda intervención. Se trata de una estructura con una planta de 60 metros de largo y siete de ancho, los arqueólogos han podido desenterrar la base de las 63 columnas que lo sustentaban. En su momento fue una estructura de cinco metros de altura, tejado de uralita a dos aguas, paredes, cerchas y vigas de madera, cerramiento de ladrillo hueco, suelo de cemento alisado y aseos en el centro.

Musealización del espacio

Tras el sondeo mecánico y el descubrimiento de los cimientos del edificio, los arqueólogos realizaron el registro fotogramétrico de los restos a fin de obtener modelos digitales y, en un futuro, encargar a un especialista la virtualización del espacio. En ese sentido, Iñaki Pérez Rico, director general de Calidad Democrática, Responsabilidad Social y Fomento del Autogobierno de la Generalitat Valenciana, por su parte ya avanzó que sobre la base de este primer hallazgo está proyectado construir un centro de interpretación, y si bien todavía no se ha concretado nada Pérez Rico ya ha lanzado “la idea de recrear uno de los barracones” para que sea “un espacio que sirva para la reflexión de todos los que pasen por allí sobre todo de manera didáctica” orientado a escolares “para que vayan conociendo uno de los aspectos más tristes lamentables de nuestro pasado”, resaltó Pérez Rico. 

Para materializar estos planes de musealización el primer escollo a salvar es el de la propiedad del terreno. El del barracón recién descubierto actualmente pertenece a un hombre de edad avanzada que se encuentra incapacitado y tutelado por el Institut Valencia de d’Atenció Social-sanitaria (IVASS), por lo que en caso de que sus descendientes decidan vender el terreno, al declararse como lugar de la memoria la Generalitat podría ejercer el derecho de tanteo y retracto y adquirirlo para su uso público. Pérez Rico indicó que una de las propuestas llegadas al portal de los presupuestos participativos fue la de destinar una partida presupuestaria a la compra de los terrenos, y al respecto el director general declaró que si bien no saben “muy bien como será el proceso” de compra de los terrenos, “la primera intención de todas es hacernos con esa parcela” en la que están trabajando los arqueólogos.

Según Iñaki Pérez Rico, de la Conselleria de Qualitat Democràtica, “la primera intención de todas es hacernos con esa parcela” en la que están trabajando los arqueólogos

A esta compra Mejías añade la necesidad de que la administración adquiera también la parcela adyacente, que actualmente se encuentra subarrendada para producción de hortalizas y que se ubicaría en lo que hace 80 años fue el centro del campo de concentración. Por su parte, Pérez Rico avanza que a finales de 2021 o principios de 2022 esperan tener listos los expedientes de declaración como lugares de la memoria del campo de Albatera y del paredón del Terrer en Paterna (València), donde se realizaron más de dos mil ejecuciones, a fin de blindar el reconocimiento legal y el interés público de estos enclaves. En ese sentido, Mejías explica que le han informado de que hay gente y propietarios de la zona que “saben o han visto” cosas relacionadas con el campo de concentración pero “tienen miedo de hablar por si el Gobierno les quita su parcela”, indica.

Mientras tanto continuarán las prospecciones arqueológicas gracias a las subvenciones canalizadas a través del Ayuntamiento de San Isidro, municipio en cuyo término municipal se encuentra el campo. El alcalde de la localidad, Manuel Gil, indicó que “su intención es seguir trabajando en torno al campo de concentración y finalizar con un centro de interpretación” por el atractivo turístico que supondría para el pueblo. Por el momento, desde el Consistorio gestionaron la subvención de 15.000 euros para la primera campaña de “investigación, localización y exhumación de fosas”, concedida en noviembre de 2020 por el Ministerio de Presidencia a través de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP); la de los trabajos de los últimos dos meses, de 14.400 euros concedidos por la Generalitat valenciana para “investigación sobre lugares de la memoria”, y una tercera que se ejecutará el próximo año de 11.200 euros también de la Generalitat y para localización y exhumación de fosas. 

Al respecto, Pérez Rico destacó que está en contacto con Diego Blázquez, director general de Memoria Democrática del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática y que se están “creando sinergias y se está consiguiendo que todos trabajemos un poco en la misma línea” porque a su juicio la puesta en valor del lugar no tiene importancia solo “a nivel autonómico sino que me parece que la importancia del campo de concentración de Albatera es el final de la guerra como tal y creo que también el Estado tiene que contribuir a que ese lugar se dignifique y se ponga en conocimiento de todo el mundo”, destacó el alto cargo valenciano.

Testimonio vivo

Y es que el campo de concentración de Albatera se ocultó durante décadas pero siguió escondido en la memoria de muchas personas y familias enteras. Mejías calificó de “muy emocionante” el hecho de que dos familias de Zaragoza y el País Vasco viajaran expresamente hasta Alicante para conocer el lugar en el que estuvieron prisioneros sus abuelos. Son testimonios vivos de una historia que Mejías y su equipo están tratando de reconstruir, y en esa labor uno de los testimonios más valiosos fue el de Antonio Mesa, vecino de San Isidro que hace cuarenta años, mientras trabajaba sobre los terrenos que unas décadas antes albergaron el campo de concentración, al excavar en el suelo para instalar una tubería a él y a su cuadrilla les apareció un cadáver. “Cuando lo vimos no quisimos decir nada”, destaca Antonio, “[de haber dicho algo] me hubieran preguntado qué hago yo desenterrando muertos, y yo no lo desenterré, yo me lo encontré”, puntualiza.

Ahora el equipo de arqueólogos trata de volver sobre los pasos de Antonio y excavar cerca del punto que les señaló como el lugar aproximado en el que cuarenta años antes experimentó tan macabro hallazgo. Ante la escasez de fuentes documentales sobre el campo de concentración de Albatera, el equipo de arqueólogos debe apoyarse en el testimonio de las personas que siguen vivas y todavía guardan algún recuerdo. Con las historias de esos testigos y ayudados por los escasos hallazgos que surgen esporádicamente, como un conjunto de fotos del campo tomadas entre 1937 y 1938 por el fotoperiodista inglés Henry Buckley, que se encontraron hace un año en el Arxiu Comarcal de l’Alt Penedès.

Objetos encontrados

Las búsquedas realizadas hasta ahora basándose en las zonas señaladas por las fuentes orales ya han dado sus frutos con el hallazgo de varios cartuchos percutidos de fusil Máuser y de pirotécnica sevillana, que Mejías señala como propios del bando nacional. También hallaron tres proyectiles de plomo pertenecientes a armas no reglamentarias que el director de la excavación atribuye a “paramilitares falangistas”, lo cual coincide con el descubrimiento hace un año del mismo tipo de munición en cuerpos de fusilados en Paterna. Para el equipo de arqueólogos los hallazgos de estos proyectiles les ha proporcionado “mucha información y permitido identificar espacios que no se pueden documentar si no es con arqueología”, subraya Mejías

También han aparecido cubiertos, varias latas de sardinas, medallas de santos y restos de botellas y basura que los internos del campo iban enterrando por todo el recinto. No obstante, la principal sorpresa hasta ahora ha sido el hallazgo de la red de fosas sépticas del barracón recuperado, que deriva en una red de canalizaciones hasta una fosa séptica general de gran valor arqueológico que el equipo de Mejías ya tiene localizada y piensa acometer en la campaña de excavaciones del próximo año.

En los colectores que han sido desenterrados por los arqueólogos ya han aparecido varios objetos cotidianos de los internos del campo

No obstante en los colectores que han sido desenterrados por los arqueólogos ya han aparecido varios objetos cotidianos de los internos del campo tales como una navaja de afeitar, un botón que según el arqueólogo “tiene toda la pinta de ser un botón del ejército franquista” porque, a falta de limpiarlo y consolidarlo para su conservación, “se le intuyen unas alas que tienen que ser las del aguulucho”. Así mismo los arqueólogos también hallaron un pequeño anillo de mujer o de niño con unas iniciales grabadas, algo que da pie a los arqueólogos a especular con la posibilidad de que un prisionero lo arrojó a las letrinas del barracón para evitar que los guardias se lo quitaran ante un futuro incierto, en un intento de reconstrucción e interpretación de una parte de la historia que trató de ocultarse y que no sería posible recuperar sin desenterrar lugares como este.

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