La localidad de Constantina, ubicada en la comarca de la Sierra Morena sevillana y situada al NE de la capital de la provincia, forma parte del Partido Judicial de Cazalla de la Sierra. Su término municipal limita al norte con los de San Nicolás del Puerto y Alanís de la Sierra; al este con los de Navas de la Concepción y Puebla de los Infantes; al sur con los de Lora del Río y Villanueva del Río y Minas; al oeste con el del Pedroso y al noroeste con el de Cazalla de la Sierra, delimitando ambos términos el curso de la Ribera del Huésnar.
Al igual que ocurriera en otros pueblos de la comarca, durante las tres primeras décadas del siglo XX el municipio de Constantina experimentó un considerable crecimiento poblacional, hasta alcanzar en 1930 su cima demográfica con 14.619 habitantes -7.283 varones y 7.336 mujeres- de los que 2.830 vivían en los llamados diseminados y 11.789 en el casco urbano.
Dicho incremento, cuyo origen puede atribuirse a la favorable coyuntura económica vivida por la comarca entre 1910 y 1920, sobre todo tras el estallido de la I Guerra Mundial y la fuerte demanda de materias primas y alimentos por parte de los países europeos, hecho que conllevó un cierto auge de la actividad industrial derivada de la producción agro-ganadera y forestal de la zona -aguardientes, curtidos, aceites, harina, corcho, embutidos, alcohol y vino-, acarrearía también su cuota de conflictividad social al incrementarse también la mano de obra jornalera abocada al paro cuando la grave crisis económica mundial derivada de la llamada Gran Depresión de 1929 se hizo patente.
Crisis que en la provincia de Sevilla se vería agravada por la importante deuda contraída por las instituciones públicas durante la dictadura de Primo de Rivera con motivo de la celebración de la Exposición Iberoamericana de dicho año. No hay que olvidar que pese a este pequeño auge de la industria local en las dos primeras décadas del siglo XX, el peso fundamental de la economía de la zona estaba basado en la agricultura y la ganadería bajo un sistema de producción latifundista, sistema que por sus injustas y peculiares características abocaba al paro durante gran parte del año a la mayoría de su población, los jornaleros, a la par conllevaba una alta tasa de conflictividad social entre patronos y asalariados.
Como el lector podrá apreciar en la tabla que insertamos al final del párrafo, de las 48.098 hectáreas que comprendían el término municipal de Constantina, más del 50% correspondían a monte alto, representando los destinados a los cultivos que más mano de obra requerían, olivar y viña, tan sólo el 10% de la superficie total.
Los datos oficiales dan cuenta también de que a la llegada de la II República el 64% del término –fincas mayores de 500 hectáreas- se encontraba en manos de tan solo 19 propietarios, la mayor parte de los cuales residían fuera del municipio. Otros datos indican que los vecinos contribuyentes al erario municipal sumaban 571. De ellos, 171 lo hacían entre 1 y 50 pesetas; 271, de 50 a 500; 44, de 500 a 1.000; 38, de 1.000 a 2.000; 26 de 2.000 a 5.000 y 11, más de 5.000 pesetas.
Todas estas cifras son sólo un botón de muestra de las enormes desigualdades sociales que presentaba el municipio a comienzos de la tercera década del siglo XX. No hay duda de que las durísimas condiciones de vida que a la llegada de la República soportaban las clases trabajadoras, la inmensa mayoría de su población por otro lado, junto a la intransigencia y egoísmo de las clases pudientes cuya beligerancia y hostilidad contra el esperanzador régimen republicano desde su nacimiento fue manifiesta, permiten comprender y entender el altísimo nivel de conflictividad social que se vivió en el pueblo durante los años del periodo republicano y algunas de las funestas consecuencias que acarrearía el golpe militar dado por las derechas en julio de 1936.