Los presos de Mora de Luna

LNC Domingo/14/06/2020

En el embalse de Barrios de Luna cerca de 50 derrotados o contrarios al sistema fueron empleados en los trabajos más duros. Algunos murieron durante las labores a causa de las pésimas condiciones de trabajo y otros después, por la silicosis

Al término de la guerra civil, la demanda de energía eléctrica desbordó todas las previsiones, creando un gravísimo problema de suministro, agudizado extraordinariamente en los períodos de estiaje. El nuevo régimen dictatorial presidido por Francisco Franco hubo de esforzarse en este terreno de abastecimiento de energía eléctrica, poniendo sobremanera énfasis en la construcción de embalses o pantanos, al punto de que por este motivo se renombrase al Caudillo de España como ‘Paco I, el Hidráulico’. Los embalses tenían negativamente sobre sí la desaparición de pueblos, la emigración de sus pobladores, la pérdida de cultivos y elementos históricos y artísticos. En el lado positivo, además de generar electricidad, servía para hacer convertibles miles de hectáreas baldías o de secano.

Por lo que respecta al caso concreto del embalse de Barrios de Luna, el proyecto de construcción se debió al ingeniero de la Confederación Hidrográfica del Duero Luis de Llanos y Silvela. Se inició con la II República en 1935 y se finalizó poco antes de empezar la contienda en 1936. Pero todo quedó paralizado con el estallido de la guerra civil, de ahí que hasta el año 1945 no se iniciaran las obras que finalizaron con la inauguración por Franco el 24 de septiembre de 1956. Dicen las noticias del momento, que en la inauguración el Generalísimo estaba acompañado por su esposa, séquito y autoridades provinciales y directores de Eléctricas Leonesa, S.A., en una mañana de lluvia. Por entonces una prodigiosa obra de 16 kilómetros de longitud y 1.400 hectáreas de superficie, con un embalse de agua de trescientos millones de metros cúbicos, un muro de contención de 82 metros de altura, la posibilidad de riego de 50.000 hectáreas y una producción anual de la central hidroeléctrica de 80 megawatios anuales. Quedaron bajo las aguas 16 pueblos de alrededor de 750 vecinos y 600 hectáreas de terreno cultivable, cotos de caza y pesca y diferentes restos de carácter histórico y arquelógico. Toda la obra y expropiación supuso un coste de 300 millones de pesetas. El embalse está unido a la central hidroeléctrica de Mora de Luna dedicada a San Isidoro por un túnel o galería de 3.600 metros de longitud. En la actualidad pertenece a la empresa Gas Natural Fenosa.

Un hecho importante en la historia del embalse de Barrios de Luna fue el derrumbe de uno de sus dos viaductos, acontecido el 14 de agosto de 1973, desplomándose una de las bóvedas que alcanzaba 24,10 metros de altura y que milagrosamente no produjo víctimas, pues ya se sabía de su deterioro, pero que puso en evidencia la mala calidad del hormigón empleado en la construcción y posible fraude.

Para llevar a cabo los trabajos de esta obra hidráulica se hizo necesaria la contratación de alrededor de 1.200 trabaadores. Los primeros procedían de las localidades próximas al embalse, aunque también vinieron de Galicia y, tras la finalización del embalse del Ebro en Burgos, de otras provincias, a lo que había que añadir un fuerte contingente de presos políticos. Característico de todos los regímenes totalitarios es la utilización de mano de obra de los derrotados o contrarios al sistema, respecto a España por haber defendido la causa republicana. En el caso del embalse de Barrios de Luna, cerca de 50 de ellos fueron empleados en los trabajos más duros, como la apertura del canal de abastecimiento de la central de Mora de Luna y la construcción del dique de retención de aguas frente a la presa. Los presos vivían en barracones junto a la central custodiados por la Guardia Civil y funcionarios de cárcel desplazados desde León recibiendo una sobrepaga. Algunos de los presos murieron durante las labores a causa de las pésimas condiciones de trabajo; otros morirían más tarde como consecuencia de la silicosis motivada por ingerir el polvo de las perforaciones.

Uno de los aspectos más siniestros y silenciados de la dictadura franquista fueron precisamente los campos de concentración y los destacamentos de presos políticos o batallones de trabajadores que hasta casi treinta años después de la guerra civil se usarían para la reconstrucción del país. La paz en la postguerra se construyó sobre la base de alrededor de 700 centros de privación de libertad: 194 campos de concentración, 217 batallones de trabajadores, 87 batallones disciplinarios, 200 prisiones, 16 embalses, 10 canales, 8 minas, aereopuertos, puertos y otras obras públicas, como estaciones ferroviarias, carreteras y puentes. Todo ello superado por la megalomanía del Valle de los Caídos, que pretendió ser el monumento y símbolo de una época, erigido, como los demás, con el sudor y sangre de centenares de presos políticos republicanos.

El jornal medio de un preso político durante el franquismo se cifraba en 4,75 pesetas, en el caso de ser un hombre con esposa y un hijo a su cargo que estuviese al servicio de algún órgano del Estado. Ese dinero era periódicamente ingresado por el Patronato para la Redención de Penas en una cuenta cifrada del Banco de España, a nombre del entonces subsecretario de Presidencia de Gobierno, a la sazón, Luis Carrero Blanco, conforme ha podido documentar y probar el profesor Antonio-Miguel Bernal (‘Los presos del Canal’. 1940-1962)

Si bien los presos políticos de la construcción del embalse de Barrios de Luna y central hidroeléctrica de Mora de Luna vivían, como se ha indicado en barracones al lado de estos enclaves, tomaron parte en los acontecimientos que tuvieron lugar en las poblaciones respectivas. Tal fue el caso de tres incendios acaecidos en la localidad de Mora de Luna, como atestiguan las fotografías adjuntas. Según ha comunicado a quien suscribe una de las vecinas, aún recuerda que se produjeron tres incendios por causas diversas afectando a algunas cuadras del pueblo techadas con cobertura de escobo. Una de ellas lo fue por motivo de un cohete lanzado en el festejo de una boda. En otra ocasión, el incendio lo produjo el descuido de un cigarrillo en un bautizo. El último fue a causa de una chimenea. Estos incendios no llegaron a alcanzar gran importancia gracias a las medidas de extinción realizadas rápidamente por los presos políticos, aunque fuera con remedios tan elementales como el uso de calderos.

 
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