Lurdes Valls Crespo. La posmemoria como contra-memoria crítica

El concepto de posmemoria nos permite enfrentarnos al pasado dictatorial del Estado español de manera crítica con el discurso de la “Transición” y el “marco del silencio” impuesto desde la Ley de Amnistía de 1977.​1

29 de mayo del 2018

“Ninguno de nosotros recuerda solo, recordamos lo que la sociedad nos permite recordar porque el relato siempre es social” 
Fernando Reati

Didi Huberman afirmaba en el ensayo Cuando las imágenes tocan lo real que “el archivo suele ser gris, no sólo por el tiempo que pasa, sino también por las cenizas de todo aquello que lo rodeaba y que ha ardido”. En el contexto español muchas han sido las cosas que se han quemado intencionadamente y esto ha constituido una pieza clave para entender el marco que acompaña y condiciona las representaciones culturales que hacen referencia al pasado bélico y dictatorial (y también a la ausencia de éstas). Como dijo el ya emérito rey Juan Carlos I en su discurso de toma de posesión el 22 de noviembre de 1975, entre alabanzas al difunto dictador: “El nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea”. Tenía razón: no podemos entender este marco caracterizado por la obliteración, por la amnesia intencionada e institucionalizada hacia nuestro pasado sin apelar a la clara política continuista que lo ha hecho posible. En este contexto, las prácticas reparativas que se enmarcan dentro del ámbito de la posmemoria hacen que los olvidos intencionados del pasado sean cada vez más recurrentes e ineludibles.

POSMEMORIA Y PRÁCTICAS REPARATIVAS

Lo primero que podemos decir es que el concepto de posmemoria, que en realidad y como veremos, encierra en sí un caleidoscopio de conceptos complementarios, nos ofrece un modelo para analizar e interpretar la forma como nos relacionamos con las representaciones culturales de la guerra y la dictadura y algunos de los condicionantes que esta relación presenta. Pero no solamente estamos hablando de una herramienta de análisis, sino que hablamos también de un quehacer crítico para con este “marco del silencio” que opera normativamente en el contexto español desde la Ley de Amnistía de 1977 y que supone el fundamento de la llamada “Cultura de la Transición”, donde la falsa concordia se edificó sobre la aún más falsa equiparación de culpas, bajo la propagación acrítica e interesada de lo que se ha venido a llamar “la teoría de los dos demonios”.

A partir de los años 90, con el advenimiento de “la tercera generación”, es decir, con el advenimiento de la generación de los nietos, parece que nos movemos lentamente hacia lo que Leigh A. Payne ha llamado la “coexistencia contenciosa” (esto en cuanto a las narrativas y formas de representación del pasado se refiere) y de esto son responsables, en parte, las prácticas reparativas. 

Laia Quílez define la posmemoria aplicada al contexto español como una forma de contra-memoria crítica que se ha de enfrentar a la construcción de la memoria oficial y, por tanto, como una memoria insumisa o incómoda que parte del presente y que afecta a nuestra concepción de los poderes hegemónicos

Pero, ¿qué son las prácticas reparativas? Las prácticas reparativas son ejercicios artísticos y/o culturales que están fuertemente modulados por el contexto de producción y recepción y en este sentido, en nuestro entorno específico, están fuertemente modulados por el marco normativo del silencio que se nos impone. Pero a la vez estas prácticas pretenden ponerlo en duda, haciendo presente a través de diferentes recursos la imposición discursiva que encierra y las consecuencias de ésta. Son palos en la rueda: lo que intentan es romper con la iterabilidad del marco gracias al cual el relato oficial se ha venido presentando como el único posible, o más bien, como el único aceptable.

LA POSMEMORIA Y EL CASO ESPAÑOL

No podemos hablar de la posmemoria, en cuya corriente enmarcamos dichas “prácticas reparativas”, sin hacer mención a la obra La generación de la posmemoria. Escritura y cultura visual después del Holocausto. En este ensayo la pensadora Marianne Hirsch define el concepto, en relación a las generaciones herederas del Holocausto del siguiente modo: “El término posmemoriadescribe la relación de la generación de después con el trauma personal, colectivo y cultural de la generación anterior, es decir, su relación con las experiencias que recuerdan a través de relatos, imágenes y comportamientos en medio de los cuales crecieron […]. En forma de contra-historia, la ‘memoria’ nos ofrecía los medios para comprender las estructuras de poder que animaban al olvido, la inconsciencia y la supresión de la memoria y, por tanto, resultaba claro que tenía que ver con actos de reparación y re-interpelación”.

En este sentido, la investigadora Laia Quílez define la posmemoria aplicada al contexto español como una forma de contra-memoria crítica que se ha de enfrentar a la construcción de la memoria oficial y, por tanto, como una memoria insumisa o incómoda que parte del presente y que afecta a nuestra concepción de los poderes hegemónicos.

En palabras de Benjamin, es necesario pasar el cepillo a contrapelo por la Historia con mayúsculas, por ese relato construido, contado y transmitido sobre las tumbas de todos los que deja atrás, amparando y provocando la impunidad de los perpetradores a través del silencio y el blanqueamiento. Así, es un deber ético y político provocar en un contexto como el español la entrada en la vergangenheitsbewältigung (el enfrentamiento crítico con el pasado). Y podríamos decir que la posmemoria como una forma de contra-memoria crítica que enmarca las prácticas reparativas es nuestro cepillo. 

En palabras de Benjamin, es necesario pasar el cepillo a contrapelo por la Historia con mayúsculas, por ese relato construido, contado y transmitido sobre las tumbas de todos los que deja atrás, amparando y provocando la impunidad de los perpetradores a través del silencio y el blanqueamiento

La apelación a Benjamin no es un simple recurso retórico. La concepción crítica de Benjamin para con la Historia con mayúsculas y su concepción del tiempo abierto, que presenta no una una estructura lineal con la forma pasado-presente-futuro sino más bien un continuum donde el pasado se imbrica con el presente, hace pensar el trabajo del historiador (y del artista) como una tarea performativa que ha de hacer aflorar los fantasmas de la Historia. Si tuviese que traducir a aforismo el impulso que provoca el quehacer de las prácticas reparativas o de posmemoria, elegiría el siguiente fragmento de la Tesis VII de sus tesis Sobre el concepto de historia: “No hay documento de cultura que no sea a su vez, documento de barbarie”. Es por esto que parece evidente que la concepción benjaminiana del quehacer histórico y su concepción del tiempo abierto es germinal para entender el advenimiento de la posmemoria que se desarrolla a escala internacional precisamente por la intención de ocultamiento que caracteriza los grandes crímenes del s. XX y en la que nuestro país va, como siempre, a la cola.

LA POSMEMORIA Y “LO FANTASMAGÓRICO”

Como se habrá podido ver ya, el concepto de “lo fantasmagórico” es una constante en el ámbito de la posmemoria: lo encontramos presente tanto en la concepción de Huberman sobre el archivo, como en la concepción benjaminiana de la Historia y también en el impulso reparativo de las prácticas posmemoriales. La figura del espectro como metáfora para expresar el silencio frente a un pasado con muchos espacios en negro conecta con el término Haunted que Derrida utiliza para hablar del pasado traumático como algo que vuelve irremediablemente al presente, desdibujando la línea que separa las temporalidades estancas. La investigadora María Rosón nos dice en la entrada para el término Haunted del libro Barbarismos Queer que “los fantasmas son el retorno de lo reprimido en la historia, es decir, la marca del trauma histórico que ha sido borrado de la memoria consciente pero cuya presencia se siente a través del fantasmal trazo”. En este sentido, El espíritu de la colmena o El espinazo del diablo serían sólo dos ejemplos de las producciones artístico-culturales que se refieren a nuestro pasado traumático y que trabajan con la alegoría del fantasma.

Por todo esto, las prácticas reparativas o posmemoriales que empiezan a sucederse en nuestro país y que tienen como hito fundador la creación de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y, sobre todo, como nos recuerda Ferrándiz, el inicio en los trabajos de exhumación de las fosas, abren el camino para romper con el marco normativo del silencio, y empiezan a producir el desvelo no sólo de las víctimas sino también de los perpetradores. Porque si hay una cosa clara es que donde hay víctimas, hay perpetradores.