Málaga. De la represión a la historia reprimida

Investigadores de nueve universidades andaluzas se unen para publicar La memoria de Todos, un trabajo sobre los crímenes de la dictadura que reflexiona sobre el alcance de la memoria histórica y desmonta los mitos del revisionismo

La Opinión de Málaga | Lucas Martín | 16-4-2015

En los últimos años se han publicado cientos de libros. Algunos inspirados en lecturas apasionadas, de dudosa templanza científica. El estudio de la Guerra Civil y de la represión ha pasado del oficialismo mitológico y el silencio a una carrera atropellada por la negación activa, en ocasiones tan atiborrada de monstruos y de máscaras que parece que los hechos fueron a la postre sólo una cuestión de fe, dependiente, en un última instancia y en un país monstruosamente alineado, del espejo y la ideología con los que se miren.

La hambruna, las condenas a muerte, los destierros han sido apresados en una corriente contradictoria y relativista que ha llevado a muchos historiadores y familiares a hurgar en los archivos y lanzarse a contar con la única perspectiva que consideran realmente objetiva. La guerra y las posteriores represalias no son el producto de visiones de mundo encontradas y enfebrecidas, sino la demolición a conciencia de un sistema democrático y de tradición liberal, con arraigo en el sur de España desde el siglo XIX.

Esta es la tesis de partida que ha llevado a un grupo de catedráticos y profesores de las universidades de Andalucía a publicar La memoria de Todos, un trabajo conjunto que reflexiona sobre el sentido de la recomposición histórica y recusa con datos la deformación alucinada introducida por el revisionismo. El libro, que se presenta esta tarde, a las 19.00 horas, en Turismo Andaluz, sintetiza los hallazgos de las investigaciones obtenidos en las últimas décadas y apela al alcance de la memoria histórica, que, en opinión de sus autores, debe siempre servir para ayudar a sustentar la democracia y resaltar sus virtudes cívicas. «Nos hemos acostumbrado en los últimos años a una visión que es falsa y que habla de la equidistancia, de que todos fueron culpables, lo que resulta muy poco riguroso e injusto», precisa Fernando Martínez, catedrático de la Universidad de Almería, y coordinador, junto a Miguel Gómez Oliver, de la Universidad de Granada, del volumen.

En el texto, en el que también participan los profesores malagueños Manuel Morales Muñoz y María Dolores Ramos, además del investigador Miguel Ángel Melero Vargas, se da cuenta de la brutalidad de la represión en Andalucía, que rebasó, en su titánica sistematicidad, a la del resto de las regiones del país. Los datos recabados por los investigados son escalofriantes: 57.000 fusilados, campos de trabajo, más de seiscientas fosas. Y un exilio masificado en el que Málaga cobra especial protagonismo. De los más de 45.000 andaluces forzados a la huida, más del 35 por ciento fueron malagueños. Por una razón que, más allá de las circustancias y la cronología de la toma, tiene que ver con La Desbandá, la ratonera que conmocionó a Europa, dejando el viejo camino que comunicaba con Almería sembrado de cadáveres y de proscritos.

Fernando Martínez cree que el empecinamiento destructor que hostigó a Andalucía obedeció, en gran parte, al peso de la agricultura y la reacción frente a las mejoras laborales promovidas por el gobierno de la Segunda República. En pocos meses, los terratenientes de la región vieron como la política multiplicaba el salario de los campesinos y garantizaba su derecho a huelga, mutilado hasta ese momento en la práctica por la movilidad de las peonías. La asimilación del discurso democrático, el progresivo cuestionamiento de un tipo de hegemonía que los propietarios interpretaban casi como de derecho natural, acabó, según el catedrático, por desatar el odio y la violencia represiva. Miles de agricultores afiliados a sindicatos fueron arrancados de sus familias y masacrados, en muchos casos sin ni siquiera el simulacro, de formalidad pacata y envilecida, del juicio sumarísimo.

La memoria de Todos, editado por la Fundación Alfonso Perales, agrupa en tres partes sus diferentes artículos. La primera aborda el periodo de vigencia de la Segunda República; la segunda, la represión y la tercera la dimensión que ha adquirido en los últimos años la recuperación documental y testimonial de lo sucedido. Qué es la memoria histórica y cuáles deben ser sus contenidos, una pregunta que para los autores exige siempre comenzar con letra mayúscula, colocando en el centro de la trama a las víctimas y el derecho a conocer de las nuevas generaciones. «No debería existir ningún tipo de controversia porque estamos hablando de un ataque a la democracia y eso tiene que unirnos a todos, con independencia de la ideología», señala.

Para el catedrático la controversia alimentada en la última década es producto de una transición imperfecta y del pacto de no agresión, que provocó que ni siquiera se desdijera la versión cicatera del periodo administrada por las autoridades franquistas. «Fueron los propios altos cargos del régimen los que tutelaron el paso a la democracia. Y ese viaje es lo que hace que el acercamiento a los hechos sea diferente al llevado a cabo en países como Italia o Alemania, donde cayeron los totalitarismos», reseña.

Los investigadores que colaboran en el proyecto coinciden en que el estudio de las represalias todavía tiene muchos avances pendientes y páginas por aclarar y se muestran partidarios del establecimiento de una comisión de la verdad que apueste por esclarecer la totalidad del periodo.

En el análisis de la represión de Andalucía cobra especial relieve la provincia. Tanto en lo que respecta a los fallecidos del bando golpista –alrededor de 8.700– como la feroz venganza posterior, que casi no tuvo paralelo en el conjunto de la península. A Málaga le salió muy cara su vieja etiqueta de ´roja´. Y buena prueba de ello son los resultados de la investigación llevada a cabo en el antiguo cementerio de San Rafael, en el que fueron ejecutadas más de 4.400 personas. Y, además, durante un periodo amplio, desprendido trágicamente de la lectura que limitaba los asesinatos a los primeros años de la posguerra. Según la información obtenida por Francisco Espinosa, investigador de la Asociación por la Memoria Histórica, el último de los fusilados en el cementerio data de 1954. Una fecha que, como límite para los últimos crímenes, se prolonga en el libro, que culmina con las muertes, en otros puntos,de 1975.

A la investigación de Andalucía, el texto añade capítulos específicos como el firmado por María Dolores Ramos, que se centra en la doble humillación sufrida por las mujeres, que fueron ultrajadas por ser familiares de izquierdistas y por su condición proverbial de sumisión respecto al hombre. La historia que no fue escrita.

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