Aterrados, desterrados y enterrados: La represión franquista del profesorado universitario

La dictadura de Franco, mediante procedimientos represivos, logró acallar y penalizar a los enemigos, amedrentar a los tibios y paralizar cualquier tipo de contestación. El objetivo de la represión era erradicar partidos, instituciones y valores cívicos de la democracia incluyendo la crítica.

1 La represión franquista tuvo voluntad interclasista. Trató de disuadir a las clases trabajadoras, cuya protesta progresiva estaba removiendo los pilares de la España tradicional, y a las clases medias urbanas librepensadoras.

2 Trabajadores e intelectuales de izquierda fueron vistos los unos como agentes de la revolución, y los otros como portadores de “la peste” del liberalismo. Con la represión se trataba de atemorizarles por sus actos, ideas y “omisiones” (no adherirse a la insurrección reaccionaria). Además, la represión fue el paso previo y necesario para la construcción del nuevo Estado y sirvió también para prolongar el tiempo la dictadura.

3 La exclusión del disidente se realizó mediante tres procedimientos violentos que nadie ha definido mejor –creo– que el profesor chileno de origen valenciano José Ricardo Morales. Los tres procedimientos, según este profesor, tienen que ver con la palabra tierra. A unos disidentes se les enterraba mataba a palizas o en penosas condiciones en la cárcel… A otros disidentes se les desterraba: se les forzaba al exilio, se les expulsaba del país, se les trasplantaba… Y a otros, en fin, se les aterraba –se les echaba a tierra, se les derribaba–: se les abatía, se les encarcelaba, se les castigaba, se les dejaba sin trabajo, se les depuraba, se les confiscaban los bienes, se les humillaba, se les hacía callar, se les imponía el exilio interior, se les obligaba a unas condiciones de vida y trabajo durísimas que constituyen la autarquía.

4 A los fusilados se les privaba de la vida, a los exiliados del entorno, la tierra y las raíces, y a los aterrados de la libertad (prisión), del trabajo (depuración) y de los bienes (sanciones económicas).

Nos interesa analizar esta experiencia en la universidad. De hecho, la sublevación franquista fue también una sublevación contra la cultura moderna y contra la universidad, precisamente en el momento en que una y otra alzaban el vuelo. La Institución Libre de Enseñanza y la Junta para Ampliación de Estudios, tras no pocos años de esfuerzos fomentando el racionalismo educativo y el espíritu crítico, y enviando a los mejores estudiantes a Europa, estaban logrando un cambio radical en el cultivo de la ciencia, las artes y la política. Pero este espíritu de reforma y apertura, este intento de superar la “tibetanización de España”, en frase de Ortega, fue el que soliviantó a la vieja derecha española. El franquismo se dedicó a destruir esta realidad política y cultural y para ello se sirvió de una sistemática represión que tuvo en la universidad uno de sus focos más sistemáticos.