Cárceles de mujeres en Zaragoza: Las presas políticas de Predicadores

Cuando en abril de 1939 terminó la Guerra Civil, España se convirtió en una “inmensa prisión”. Dado que en 1939 las plazas penitenciarias disponibles en España sólo cubrían a 20.000 reclusos y las cifras oficiales publicadas por el Ministerio de Justicia en 1946 daban una población reclusa de 270.719 en 1939 y de 233.373 en 1940, era impensable ubicar a toda la población republicana capturada por los vencedores en las cárceles ya existentes. En consecuencia se hizo preciso habilitar otro tipo de edificios: conventos, fábricas, almacenes… Todo servía para alojar a tan gran número de personas hasta que se les fuera colocando en los sitios definitivos adaptados para tal menester.

De esta locura, no se libró ningún grupo de población. Muchas mujeres al igual que muchos hombres engrosaron el número de internadas en las cárceles españolas. Aunque el número es bastante menor que el de los hombres, también es considerable, en 1939 ascendía a 50.400 mujeres.

En Zaragoza terminada la guerra, dado el abrumador número de reclusos que tenía la Prisión Provincial, se decidió concentrar a las mujeres en la antigua cárcel de la ciudad, Predicadores, en desuso desde la inauguración en 1928 de la Cárcel Provincial de Torrero.

La cárcel de Predicadores se hallaba en el palacio de los Duques de Villahermosa. Dicho ducado fue instaurado por Juan II de Aragón a favor de Alonso de Aragón (bastardo tenido con Leonor de Escobar), conde de Cortes y de Ribagorza. En 1759 el edificio fue cedido al Tribunal de la Inquisición hasta 1820. Posteriormente una Real Orden de 6 de junio de 1821 dicta que se establezca en ese caserón la cárcel pública, llamada también Nacional. Aun así las obras no se iniciaron hasta el 12 de octubre de 1841, finalizando el 12 de mayo de 1842. La prisión debe su nombre a la calle donde se encontraba emplazada, la cual, a su vez lo toma del convento de la orden de Predicadores que en el siglo XV fundara Santo Domingo de Guzmán en su persecución de la herejía albigense. Posteriormente, tras la revolución de 1868, la calle cambiará su nombre por el de Democracia, nombre que conservará hasta el Alzamiento Nacional, en que recuperará su nombre primitivo.

Desde 1873, los ocho juzgados que poseía la ciudad compartieron edificio con la prisión hasta la construcción de los nuevos juzgados en la Plaza del Pilar ya en el siglo XX.