Carta a mi abuelo

Este mes de enero de 2007 fue el 50 aniversario de tu fallecimiento y es mi deseo escribirte esta carta conmemorativa. Pese a los años transcurridos lo hago igual que si fuera el primer aniversario, con emoción, respeto y admiración. Mis recuerdos siguen vivos y cuanto más tiempo transcurre más importante me parece aquella lucha que sostuviste contra los poderosos, defendiendo los derechos de los más débiles.

Cuando fusilaron a mi padre Miguel Aceituno Jiménez yo sólo tenía 13 meses, pero la providencia me dio un abuelo que me acogió con toda su ternura. Por ello fuiste para mí abuelo y padre al mismo tiempo, me educaste inculcándome tu sentido de la libertad y del respeto al ser humano. Tu palabra preferida siempre era la misma: “respeto”. A menudo decías que nunca había que ofender a los demás y que había que respetar a las personas, especialmente a los más humildes, y a continuación ponías ejemplos de personas que, aunque pobres, por su abnegación y lucha para sacar adelante a sus familias eran dignas de admiración, sobre todo en aquella época tan dura que os tocó vivir.

Los de tu clase social nunca te perdonaron ni entendieron que una persona bien acomodada lo diera todo por las personas más desfavorecidas, que continuamente eran explotadas por ellos. Con tal motivo te persiguieron, golpearon, encarcelaron y cometieron el escarnio de quitarle la vida a tu hijo Juan José. Además, te castigaron como testigo viviente a presenciar todas las crueldades e injusticias que se cometieron en Rute. Pero gracias a tu espíritu de lucha y fuerza moral lograste sobreponerte y ser un testigo incómodo, así como el espejo donde sus feas conciencias se veían reflejadas. Algunos en sus últimos días se marcharon de esta vida gritando con horror “que viene El Gato o que me pilla El Gato” (el apodo con el que se te conocía).

Para satisfacción de todos nosotros, en la posguerra, desafiando a las nuevas autoridades, los que sobrevivieron a tanta desgracia no te olvidaron y seguían viniendo a casa. Decían venir a verte y a charlar contigo. Yo pienso que no sólo a eso, más bien trataban de protegerte y agradecerte, en esos malos momentos, lo mucho que habías hecho por ellos. Muchas tardes, cuando no quedaban sillas libres, se sentaban en el tranquillo de la puerta y no pocos se quedaban de pie, unos y otros escuchando lo que les decías. Con esta solidaridad que diariamente te mostraba la gente y de paso a toda la familia, yo me sentía el muchacho más afortunado del pueblo.

El 13 de enero de 1957, San Leoncio y día de tu 91 cumpleaños, al felicitarte por la mañana aún recuerdo tu respuesta: “Hoy me voy sin haber logrado cambiar nada”. Así fue, esa misma tarde nos dejaste para siempre. Yo tenía 19 años y era la primera vez que presenciaba el fallecimiento de una persona. Ese momento, tras 50 años, aún sigue presente en mi mente. Durante mucho tiempo en la oscuridad de la noche me despertaba con la esperanza de volver a verte. Estaba seguro de que de alguna manera volverías, pero sólo pudo ser en sueños. Cuando alguna vez hablábamos sobre mi futuro me decías que no tuviera miedo, porque tú y yo siempre estaríamos juntos. Tardé muchos años en comprender su significado, pero al fin me quedó claro, ya que en todos los momentos importantes de mi vida siempre aparecía tu recuerdo y mi temor a defraudarte.

Siempre pensé que la muerte de una persona era algo terrible, sobre todo para el que se marcha. En tu caso, como estabas lúcido, fue un ejemplo de serenidad. Un mes llevabas sin quererte afeitar y lucías una abundante barba blanca. Ese día, mientras te llegada la hora de partir, la tranquilidad con que te despedías de nosotros nos tenía impresionados, y cuando acababa la tarde la expresión de tu cara cambió y, al dar el ultimo aliento, se tornó tan dulce y serena que sería muy difícil a un pintor plasmar una cara con tanta paz como había en la tuya.

Aunque un poco tarde, he de decirte que tu entierro fue un clamor popular. Ver tanta gente fue impresionante. Hubo disputas por llevar tu féretro y al pasar el cortejo fúnebre la gente susurraba La Internacional. También te digo que, por desgracia para España, al régimen franquista nadie lo pudo cambiar, el dictador llegó a vivir más de 80 años, y unos meses antes de su fallecimiento no le tembló el pulso para firmar algunas sentencias de muerte. En cuanto a la Iglesia, que tú pronosticabas que pronto abandonaría al régimen, no sólo no lo abandonó, sino que todavía pretende mantener aquellos privilegios. Como ocurrió entonces, sigue mirando hacia otro lado y no ha ofrecido ni una sola disculpa por su comportamiento desleal y falta de humanidad para con la mayoría de ruteños, que tanto necesitaron de su ayuda en aquellos trágicos momentos.

Me pusiste el listón tan alto que tratar de seguirte ha sido imposible para mí. Tu recuerdo y tus consejos los he tenido siempre presentes, pero aunque no guardo rencor no he podido perdonar y tampoco he llegado a olvidar. A pesar de la templanza de tu compañía y de vuestro celo para que no me afectara el entorno en que vivíamos, mi infancia fue muy dura. Aún recuerdo a aquellas gentes hambrientas, tosiendo por la tuberculosis, que buscaban en ti el remedio de sus males, cuando ya nada material podías dar y los consejos y buenas palabras poco valor tenían.

Ahora, tras muchas décadas, no hay responsables, sólo es historia, pero sí ha llegado a la gente la información de lo que acontecía en aquella época en Rute. La clase política y otra mucha gente buena están sacando a la luz las injusticias y la barbarie de aquellos años. Os están haciendo muchos homenajes a todos los desaparecidos y perseguidos. También ha sido escrito un libro por un historiador con mucho prestigio que ha colocado a cada persona en su sitio. Recientemente, en vuestra memoria ha sido inaugurado un monumento muy emotivo que ha sido donado por un escultor importante, y en las escuelas nuevas, de tan mal recuerdo, se ha construido un Centro Cultural al que el alcalde ha prometido ponerle tu nombre.

Miguel Aceituno Rodríguez

Nieto de Leoncio Rodríguez Mangas, alcalde socialista del Frente Popular en Rute, en 1936)

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