En el verano de 1936 Andalucía vivía las operaciones de los generales sublevados para consolidar su rebelión. Una campaña de tipo colonial en un territorio que consideraban enemigo. La guerra social adoptó sus más oscuros caracteres. Para comprender las causas de la rebelión no se puede olvidar su componente social. Tras el golpismo militar estaban los intereses de los propietarios amenazados primero por el reformismo que debían haber satisfecho las autoridades republicanas y, después, por la acción revolucionaria de amplios sectores de la población, en especial la obrera y campesina.
Esta perspectiva es la que explica la naturaleza de la represión de los llamados nacionalistas. El terror, más allá del uso que se considerara necesario para el triunfo, hay que situarlo en el contexto social. Su expresión más evidente fue el exterminio físico del adversario. Como en el caso de Diego Rodríguez Barbosa y en el de la mayoría de los asesinados. Ninguno de ellos había sido capaz de imaginar hasta que punto podía llegar la barbarie. Ni los militantes obreros, ni las propias autoridades, que temieron más a los trabajadores, que les pedían armas, que a los sublevados…
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