El final de una búsqueda

A tan solo tres días de haberse celebrado las Elecciones al Parlamente Europeo, donde 491 millones de personas vivimos en la Europa de la libertad, la igualdad y la solidaridad. Unas elecciones democráticas, donde nuestros políticos del PSOE nos han lanzado mensajes que tajantemente afirman que “ … España, no puede ser catalogada como una sociedad euro-escéptica, distanciada de Europa, porque Europa es nuestro presente y nuestro futuro.”, me van a permitir que hoy yo si me muestre escéptico, desengañado y tremendamente avergonzado, de una España que sí se distancia de Europa y que buscando nuestro prometedor presente y futuro, se olvida desinteresadamente de su reciente pasado.

Me duele pensar que nuestros políticos solo se acuerdan de las necesidades de los ciudadanos en periodo electoral y de ninguna forma creo, no quiero pensar, que acortar la distancia con el resto de países democráticos y libres, países “como el nuestro” europeos, se haga permitiendo que cientos de miles de personas de este país permanezcan desaparecidas desde hace ya más de 73 años. Si es ese el único ejercicio político de libertad, para hacer una sociedad mas justa, más progresista y más digna, yo sigo siendo escéptico. Quiero seguir siéndolo.

Porque al escepticismo mas real se llega al ver como transcurre el tiempo, como se incumplen las promesas, como se aprueban leyes que luego no se desarrollan, como el estado no se es capaz de facilitar la información que por añadidura esta obligado a facilitar, como de forma sistemática mira para otro lado, mientras miles de cientos de familias conviven todavía con la incertidumbre, el desamparo, el luto y el dolor.

Hoy podría haber sido un día como cualquier otro… a tan solo tres días de haberse celebrado las Elecciones al Parlamento Europeo… pero no ha sido así.

La visita de Francisco Pino García, ha sido la causante de que hoy, no sea un día cualquiera. Su visita y su largo viaje. Los cuales han hecho que me pregunte:

¿Qué motivo puede impulsar a una persona octogenaria, en el ocaso de su vida a emprender un viaje de ida y vuelta, un viaje de varios miles de kilómetros, a su localidad natal, desde de muchísimos años de permanecer alejado de ella?

¿Qué sentimientos vuelven a cobrar vida, para hacer llorar a un anciano, que durante toda su vida ha esperado un gesto de amabilidad, de comprensión… de solidaridad?

Y el mismo me ha dado la respuesta a estas preguntas. El final de una búsqueda…

Francisco, comenzó a buscar a su padre, una simple pista, un detalle, un documento, un testimonio, desde el mismo día que presencio su detención ilegal, cuando contaba con tan sólo siete años. Hoy, ya tiene ochenta cumplidos. Su búsqueda ha cumplido ya los setenta y tres años. Setenta y tres años que han dado para sufrir y llorar mucho. Ha enterrado a su madre muy lejos de su localidad de origen, ha recorrido todos los lugares imaginables e inimaginables, llamando a sus puertas solicitando información acerca del paradero de su padre José Pino Jiménez. Los Ayuntamientos los Juzgados de paz, registros civiles y los archivos eclesiásticos han sido durante mucho tiempo visitados de forma insistente y repetitiva, sin que ninguno de ellos haya logrado arrojar la más mínima información que facilite alguna pista sobre el paradero de José.

Cédulas de citación, notificaciones y certificados han convivido con él de forma infructuosa. Pues ninguno de ellos recoge el asesinato, la desaparición y ocultación del cadáver de su padre. Desaparecido en agosto de 1936, en la localidad cordobesa de Puente Genil.

José Pino Jiménez, es guarda ferroviario, vigilante nocturno de la estación de tren de esa localidad, natural de la localidad vecina de Herrera (Sevilla) se caso con María García Gálvez y se vino a vivir a Puente Genil, donde formo una familia, junto a su esposa y sus seis hijos.

En el mes de Agosto de 1936, una vez tomada la localidad porteña por las fuerzas del Comandante Castejón, se procedió a revisar los domicilios en la Ribera Baja, uno por uno, casa por casa, deteniendo, encarcelando y fusilando a todo aquel que era señalado como partidario del régimen republicano y afecto o militante a algún grupo político o sindicado obrero. En uno de esos registros, José fue detenido. En su misma casa, en presencia de su mujer y de sus hijos, que le vieron salir de la misma, tranquilo… el nada tenía que temer, pues nada había hecho.

Fue el último día que Francisco y toda la familia pudieron ver a su padre con vida. Nunca más volverían a verle, a saber de él o a tener noticias suyas.

Su esposa María, quedo viuda y con seis bocas a las que alimentar, seis hijos con los que llorar, con los que lamentar la perdida de José. Muchas preguntas en el aire, y ninguna respuesta para las mismas.

Su búsqueda, la de María, la llevo, como a otras tantas viudas a acercarse pasados los años al Juzgado de Puente Genil, para solicitar la inscripción de la muerte de su marido. No se pudo realizar. Amenazada, aún varios años después, las nuevas autoridades querían, pretendían que María aceptara que la muerte de José se produjo de forma natural, a lo que ella se opuso de forma decidida. Jamás se produjo dicha inscripción. José ha continuado, continúa todavía a efectos legales siendo un “desaparecido” en esta nuestra España europea, europeísta.

Ninguna pista arrojaron las nuevas autoridades acerca de su último destino, de la ocultación de su cadáver. Física y documentalmente, José desapareció sin dejar ningún rastro, ninguna prueba.

María hace ya algunos años que murió. En Barcelona descansas sus restos. Hoy es su hijo, Francisco, quien acuciado por el lento pero devastador paso del tiempo, tomó el relevo de su madre, en este final de la búsqueda. Una búsqueda de más de setenta años. Llamando de puerta en puerta buscando pruebas del destino final de su padre. Recorriendo cientos y cientos de kilómetros, dedicando el tiempo, todo su tiempo a localizar, lo que mas ha querido en su vida, a su padre.

En un país, que celebra elecciones, europeas, autonómicas… sobre el recuerdo y el olvido de quienes tanto dieron y nada recibieron.

Olvidando el pasado, dudo mucho que incluso en esta Europa podamos construir solidamente un presente de igualdad y un futuro de libertad.