Exilio, memoria personal y memoria histórica El hispanismo francés de raíz española en el siglo XX

Cuando preparábamos las Jornadas que dan origen a este libro Exilio, memoria personal y memoria histórica. El hispanismo francés de raíz española en el siglo XX, escribíamos:

«Este coloquio pretende dos objetivos fundamentales. De una parte, homenajear, como se merecen, a las dos últimas generaciones de hispanistas franceses por sus extraordinarias aportaciones al conocimiento de nuestra cultura y, en particular, de nuestra historia: la generación de exiliados antes y durante la guerra civil, que nacieron en España o ya fuera de España, y la generación de los que emigraron después de la guerra, más por motivos económicos que políticos. A la primera pertenecen nombres tan capitales en el hispanismo como Joseph Pérez, Bartolomé Bennassar, François López, Augustin Redondo, Benito Pelegrín; y a la segunda, la de los Tomás Gómez, Jean-Claude Villegas, Julián Montemayor…

Se han dedicado infinidad de coloquios a glosar las contribuciones del hispanismo francés, desde Morel-Fatio o Merimée, pero nunca se ha ahondado en el balance de lo que debemos a estas últimas generaciones que nos han aportado, y siguen aportando, un legado fundamental para el mejor conocimiento de nuestro pasado. Es más, quienes mejor han defendido la herencia cultural hispánica, quienes más impermeables han sido a la leyenda negra, quienes más y mejor han pensado el concepto de España, tan maltrecho en nuestros pagos, han sido ellos y , por lo tanto, el reconocimiento a su labor lo merecen indiscutiblemente. A este respecto, se encargarán a diversos historiadores españoles la tarea de analizar y glosar las obras de cada uno de estos hispanistas para desentrañar su significación historiográfica.

Pero nuestra intención no acaba aquí. Queremos llegar más lejos. Las biografías de estos hispanistas son un misterio. En sus currícula queda en la más absoluta oscuridad sus raíces españolas, la dialéctica de sus relaciones entre España y Francia, las contradicciones entre su fascinación por la España del Siglo de Oro y su torturada imagen de la España que los arrojó al exilio. Es en este centro nuclear de sus biografías personales donde queremos ahondar. Queremos que sean ellos los que, por primera vez, desvelen la oscuridad en que siempre han refugiado su identidad nacional. Reconstruir la memoria personal de estos hispanistas nos permitirá analizar, en profundidad, las claves de los exilios españoles en Francia y su múltiple tipología.. La memoria de estos hispanistas ha estado situada en los siglos XVI, XVII, XVIII o XIX. Ha llegado la hora de focalizar esa memoria en sus orígenes y su trayectoria personal, no académica ni científica. En este caso, no nos interesa tanto sus brillantes currícula profesionales, sino adentrarnos en su propia peripecia vital.

Si conseguimos estos objetivos, estamos seguros que el balance de las conclusiones del coloquio hará historia». Ahora, el resultado está en sus manos. Los lectores podrán comprobar como no andábamos equivocados al augurar intensidad y sinceridad. Si bien los estudios de los profesores Luis Ribot, Jaime Contreras, Aurora Egido y María Victoria López-Cordón centran de manera ajustada y precisa la producción investigadora, contextualizándola en la historiografía de la época y enraizándola con determinadas tradiciones históricas y filológicas, de Bartolomé Bennassar, Joseph Pérez, Augustin Redondo y François Lopez respectivamente, son , sin embargo, las reflexiones, confesiones, impresiones o memorias de los propios hispanistas los que consiguen atraparnos en una lectura subyugante que va más allá de la historia y de lo científico.

Emociona sobremanera leer las peripecias vitales, con riesgo de la propia vida, de quienes salieron de muy niños, o de los que nacieron en el exilio con lo que significa de desarraigo, de difíciles relaciones con los otros niños franceses, o la superación y esfuerzo constantes a lo largo de las diferentes etapas educativas. Porque si algo coincidieron todos los participantes fue en resaltar la importancia de la escuela pública francesa, con su laicismo, con su valoración del esfuerzo, con la igualdad de oportunidades, que les permitió a todos ir superando etapas e ir introduciéndose en las instituciones académicas de manera natural, sin estridencias ni complejos.

También todos resaltaron la impronta del exilio y lo que marcó las relaciones con esos barrios de republicanos en los que se debatía de política de manera apasionada, con las diferencias ideológicas a flor de piel (comunistas, socialistas, anarquistas…) y cómo los recuerdos surgen dolorosos y como se debaten entre las dos patrias: España y Francia; Francia y España. Jean Claude Villegas lo expresa de manera contundente : «Como muchos, mi historia personal y mi historial académico sufrieron la impronta del exilio. Y aclaremos de paso las cosas para evitar cualquier pregunta inoportuna de tipo “¿Tiene usted algún recuerdo de la guerra o de los campos de refugiados?”. Que no, que yo no había nacido entonces, y formo parte de estos exiliados de segunda generación, nacidos en Francia de padres españoles. Pero sí, los recuerdos son muchos, nítidos, dolorosos y punzantes unos, tiernos y deslumbrantes otros, recuerdos de una infancia y una adolescencia entre dos patrias, entre dos bandos, entre dos mundos.»

Y Redondo lo expresa al recordar su primer viaje a España:

«En un primer tiempo, en el país de mis antepasados, y a pesar de utilizar la lengua española, me sentía extranjero, extraño, como consecuencia del extrañamiento, del exilio que había tenido que sufrir. Pero rápidamente volví a interiorizar lo hispánico, cobrando una nueva sensibilidad y asumiendo ahora mi doble identidad». Y también Tomás Gómez abundó en esta reflexión de la identidad en la tercera parte de su discurso cuando en su devenir como individuo hilvana «elementos de reflexión sobre la formación de mi hipotética identidad como hispanista ¿francés?».

Resultó emotivo el ejercicio de introspección personal (lo que algunos repitieron como ejercicio de egohistoria —en la expresión acuñada por Pierre Nora— o de autohistoriografía —como acertadamente propone Jean P. Botrel—) porque con esa desnudez, todos los hispanistas presentes, nos mostraron, no sólo que son unos excelentes investigadores, sino también que su figura se agranda con su compromiso ético e intelectual con una España, que, como canta el poema es «camisa blanca de mi esperanza/ reseca historia que nos abraza/ por acercarse sólo a mirarla»

Queremos agradecer a los profesores y queridos amigos, ya citados, que ejercieron de introductores a los que llamamos hispanistas de la primera generación, su atinado trabajo casi de
entomólogos y también a los profesores Fernando Bouza, Ofelia Rey y Armando Arbeloa que quisieron y tuvieron la gentileza de compartir sus muchos saberes y conocimientos del hispanismo en los debates de las Jornadas. Y nuestro más sincero agradecimiento a los queridos colegas, profesores e investigadores, hispanistas que nos ofrecieron toda una lección de integridad y sinceridad compartiendo con nosotros sus recuerdos, que son parte de su vida, pero también parte importante de la historia viva de este país.

RICARDO GARCÍA CÁRCEL
(Universidad Autónoma de Barcelona)

ELISEO SERRANO MARTÍN
(Universidad de Zaragoza

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