La onubense Esperanza Cerrato Albújar “Mujer libre” y “Sinsombrero”

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La onubense Esperanza Cerrato Albújar, «Mujer libre» y «Sinsombrero»

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La Historia de las Mujeres está de enhorabuena. Otra mujer ha sido rescatada del olvido y situada en el lugar que le corresponde para ser recordada, reivindicada y admirada. Su fascinante trayectoria personal lo dice todo: poetisa, maestra, periodista, espiritualista, republicana, idealista práctica, teósofa, antimilitarista y anarquista. Una niña nacida en Nerva (Huelva) en 1898 que con catorce años publicaba sus primeros poemas en la prensa del Sindicato minero, y que terminará su vida adulta militando durante la guerra civil en el colectivo feminista y libertario «Mujeres Libres» donde fue la Secretaria de la Agrupación de Valencia.

Si la guerra fue un horror, el exilio no lo será menos. Separada de su segunda marido Miguel Calvo Sánchez, que fue internado en el Campo de prisioneros de la playa de Argelès-sur-Mer, ella y su hijo Fidel le siguieron en la distancia en su travesía de refugiado republicano a través del siguiente Campo de internamiento, el de Vernet d’Ariège y de los distintos acuartelamientos de la 29ª Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE) de la que formó parte al inicio de la II Guerra Mundial. Hecho prisionero por los nazis alemanes en la región de Los Vosges junto a la frontera suiza donde realizaba labores de fortificación de la Línea Maginot, terminó en el campo de exterminio de Mauthausen donde el 23 de noviembre de 1941 fue asesinado. Esperanza, mientras tanto, estuvo trabajando como costurera para la Cruz Roja Suiza en el centro «Le Rayon de Soleil» de la localidad francesa de Monnetier-Mornex, en el departamento de la Alta Saboya, muy cerca de la frontera suiza y de Ginebra, y cerca de donde Miguel estuvo un tiempo con su 29ª CTE, donde en junio de 1940 le vio por última vez.

Después de laboriosos intentos por conocer la suerte de Miguel, y conocer en 1944 por la Cruz Roja española que había sido asesinado en Mauthausen, Esperanza intentó a finales de 1945 volver a España con su hijo Fidel, pero su ofrecimiento para trabajar de nuevo como maestra para la Compañía minera de Río Tinto fue rechazada de plano. Por eso, decidió continuar su exilio en Venezuela donde falleció, y en el «Hotel Portugal-España» de Caracas, donde residió un tiempo, se le perdió, quizás para siempre, su pista.

La niña que creció en una familia republicana federal y espiritista, hija de un barbero de Nerva, y que en el colegio ya era para sus pequeñas compañeras una verdadera poetisa ¡al mismísimo nivel! -decían ellas- de su admirado Gustavo Adolfo Bécquer, no se imaginaba el triste final que le depararía la vida.

En 1925, después de diez años trabajando como maestra de párvulos y maestra de niñas en las escuelas que la «Company Rio-Tinto Limited» sostenía en algunos poblados mineros como «La Picota (Berrocal)» o «Rio-Tinto Estación», Esperanza se trasladó a Madrid para cumplir su sueño, vivir de la poesía. Ese periodo de su vida ha quedado totalmente sepultado. El 23 de junio de 1927, el poeta, periodista y novelista Emilio Carrere (1881-1947), representante del decadentismo modernista y de la bohemia madrileña, ya la conocía y no solo eso, sino que en un artículo, al citar a una serie de mujeres que -decía- eran «diputadas de una gran falange inteligente, sentimental, sensible y sensitiva, que justifican y alientan la labor de los poetas, en la seguridad de que siempre tienen almas abiertas a su emoción…», situaba en tercer lugar a Esperanza Cerrato en esa «falange» después de Margarita Nelken y Magda Donato, y antes de Carmen de Burgos, Concha Espina o Sofía Casanova. No estamos hablando de escritoras comunes y corrientes, y por eso sorprende que incluyera en lugar preferente a Esperanza, cuando en los meses anteriores no se le conoce ninguna producción poética ni literaria. Sin embargo, en varias ocasiones después se la seguirá mencionando como «insigne poetisa» o «distinguida poetisa». Según la prensa, y ella misma lo confirmará en una entrevista que le hicieron en 1928, citará algunas obras suyas como «Versos de amor y melancolía», «Caridad» o «Sortilegios», y también que estaba haciendo las últimas correcciones a una inminente novela de contenido espiritual «Los romeros del Camino»; pero de ninguna de esas obras hay más referencias.

No pudo vivir de la poesía, claro que no, pero ¿qué mujer podía hacerlo, y más si era de origen humilde, en aquellos años de la Dictadura de Primo de Rivera si no la compaginaba con el periodismo, y casi necesariamente de «moda» o «asuntos femeniles»? Y eso hizo Esperanza en octubre de 1927 tras casarse con el periodista y escritor Fidel Cabeza Almada, e ingresar en la nómina de la Agencia periodística «Prensa Cuevas» de Madrid. En ese periodo veremos publicados muchos poemas suyos, intercalados con artículos «femeninos» en los que, entre peinados y vestidos, ella les daba una genuina especie de moraleja espiritual y de contenido social.

Con la llegada de la Segunda República, además de divorciarse de su marido Fidel Cabeza, al que acusó de abandono del hogar y de violencia machista, y después de quedarse con la custodia de su hijo Fidel de cinco años de edad, comenzó una vida militante de lo más variada y original. No solo frecuentó el «Centro Espiritualista» de la calle del Factor n.º 7 en Madrid, impulsado por los teósofos madrileños, donde leyó en varias ocasiones sus poemas, sino que militó en un Partido republicano de izquierdas muy poco conocido, «el Partido Republicano de Emancipación Española» -próximo en Andalucía a Blas Infante-, interviniendo en un mitin en Madrid donde la mencionaron como «insigne republicana»; se afilió a un colectivo de jóvenes teósofos que se denominaron «Idealistas Prácticos», de la que Esperanza llegó a ser Presidenta en 1934, y que se integraron en la organización antimilitarista la «Internacional de Resistentes a la Guerra», e ingresó en la Rama Hesperia de la Sociedad teosófica de Madrid, donde fue Bibliotecaria. Todo ello sin dejar de escribir, de dar conferencias, de recitar sus poemas y ejerciendo de maestra algunas veces para ganarse la vida.

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