La representatividad política en Conil de la Frontera durante los años de la II República

La II República es el referente histórico de nuestro actual sistema democrático, a pesar de que los discursos oficiales del franquismo y de la Transición hayan evitado, por diferentes razones, su valoración pública y su conmemoración. No hay duda sin embargo de que el periodo comprendido entre 1931 y 1936 fue un tiempo de cambio, de participación y de avance hacia un modelo social que venía a sancionar la incorporación de las clases trabajadoras al juego político a partir de sus reivindicaciones laborales y de su propia modernización. Sólo recientemente las generaciones educadas en la democracia han planteando con fuerza el debate y la reconsideración de los orígenes de nuestro sistema democrático, y con él la necesidad de romper definitivamente con los interesados y falsos tópicos de la República como generadora de la guerra o como vía abierta a la revolución. Este es el tiempo de reivindicar la tradición democrática anterior a la actual monarquía española, que, en binomio con la moderada clase política de los setenta, se nos ha publicitado una y otra vez como la piedra angular de nuestro sistema político actual, relegando con ello a las brumas del olvido los pactos y acuerdos con las fuerzas de la dictadura y, al mismo tiempo, sacrificando la valoración y el recuerdo de quienes pagaron duramente su compromiso con la defensa del estado de derecho republicano. También de quienes fueron capaces de imaginar otros mundos más justos y libres como algo posible.

Al igual que en el conjunto del país, la experiencia republicana en Conil tuvo su propia evolución. Ésta consistió en un paulatino proceso de confrontación entre los sistemas tradicionales de participación en el poder y las nuevas formas políticas que intentaban imponerse. Este enfrentamiento, progresivamente reforzado, se vivió dentro de los esquemas de organización de la propia comunidad. Las dependencias, los favores, las redes familiares, las formas de las relaciones caciquiles y patronales no perdieron su peso en ningún momento, aun en contraposición a la modernidad de las nuevas situaciones económicas, políticas y sociales. Quizá tendríamos que buscar las razones que explican el confuso entramado de la violencia política, nacida y desarrollada al amparo de la guerra civil, en la imposibilidad de acuerdo entre los nuevos esquemas de relación social y patronal y la singularidad de los espacios económicos no modernizados o sólo en vías de ello, como ocurría en el caso de la sociedad de Conil en los años treinta.

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